En ese catecismo mariológico, la festividad de nuestra Señora del Carmen es uno de los regalos que más debemos apreciar. De gran raigambre en España, la festividad de Santa María del Monte Carmelo, fue extendida mediante Bula del Papa Benedicto XIII en 1725 a Hispanoamérica, entonces colonia española, un año después ampliada también a toda la Iglesia por el mismo pontífice.
La universal devoción del Carmen, ha arraigado profundamente en el catolicismo latinoamericano; y se ha extendido hasta el último rincón que habla la lengua castellana. Si consultamos el Calendario Litúrgico de Bolivia encontraremos la señalización de que nuestra Señora del Carmen es la Patrona religiosa de Bolivia.
Durante las guerras de Independencia los insurrectos invocaron la protección de la Virgen María según la devoción más arraigada en cada uno de los países v. gr. Guadalupe en México, el Carmen en Chile, asimismo en Bolivia.
El 16 de julio de 1809, el caudillo de la insurrección en la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, D. Pedro Domingo Murillo
«acompañado de dos miembros del Cabildo eclesiástico, avanzó hasta el altar, se puso de rodillas ante la imagen, y respondiendo a unas palabras del Deán, puso una mano sobre el misal y besó la cruz de la espada, reiterando así su juramento de defender la Religión Católica y la Patria sobre todas las cosas» (Cfr. Cortes, Sobre la Cruz de la Espada, La Paz 1957).
«Consolidada la independencia, esas devociones nacionales, ya de origen colonial, tomaron nueva envergadura como factor religioso y aun de identidad nacional».
El beato Papa Pío Nono, por Breve de 27 de junio de 1852, declaró a la Bienaventurada Virgen María, bajo la advocación del Carmen, Patrona de Bolivia, Breve Pontificio, que el Congreso Nacional mediante ley especial aprobó, declarando a la Virgen del Carmen patrona de Bolivia, posteriormente el 11 de octubre de 1948, el mismo Congreso con el decreto correspondiente la declaró, Generala del Ejercito Nacional.
Resulta chocante la afirmación de una periodista refiriéndose a la inauguración en Oruro (febrero 2013), de la imagen mariana más alta del mundo, dedicada a la Madre de Dios en su advocación de nuestra Señora de la Candelaria (del Socavón), quien escribió sentirse:«fascinada por el exceso ante el altar de la Pachamama, virgencita del Socavón».
Es que, «el indigenismo, el nacionalismo religioso, el pluralismo de religiones, son tendencias relacionadas entre sí, que se han ido acentuando» en los últimos decenios,
«los aspectos más negativos de la Teología de la Liberación se conectan también con esas tendencias. Suele haber en el trasfondo de ellas una exaltación de las religiones naturales y autóctonas pre-cristianas, que devalúa gravemente a Cristo y a la Iglesia, como “sacramento universal de salvación”. En ocasiones la unión sincretista de esas religiosidades naturales –hindúes, budistas, aztecas, incaicas, etc.,- con el Evangelio conduce a una falsificación profunda de la fe católica» (Iraburu, Mala doctrina, 48).
Ya en el siglo XVI ante quienes miraban como sincretismos o favorecimientos idolátricos las manifestaciones marianas populares, por ejemplo en las multitudinarias expresiones devocionales hacia nuestra Señora de Guadalupe, en sentido de que «la enorme concurrencia de masas hacia ella, pudiera tornarse fácilmente como una sustitución de la diosa Tonantzin», Robert Richard, el historiador de la conquista espiritual de México escribió:
«Qué más da que, para honrar a la Virgen de Guadalupe, el indio de hoy realice el gesto que hacían sus antepasados para honrar a Tonantzin, si lo hace con la intención de honrar a la Virgen y no a Tonantzin. A nuestro parecer, es tan poco serio considerar estas fiestas de sustitución como supervivencias precortesianas como identificar el uso del latín en la Iglesia con una supervivencia del paganismo romano» (La conquista espiritual de México, Paris 1933).
En el abanico de publicaciones de la pseudo «teología india» encontramos afirmaciones que señalan a la evangelización inculturada como una «super-posición, re-interpretación y transculturación de divinidades» y como queriendo dar a entender que las «religiosidades y cosmovisiones» alcanzaron «las máximas alturas a que ha podido llegar la mente humana en su reflexión sobre Dios».
La necesidad de objetividad nos impela a recoger esta expresión de la Encíclica Redemptoris missio:
«Al desarrollar su actividad misionera entre las gentes, la Iglesia encuentra diversas culturas y se ve comprometida en el proceso de inculturación. Es ésta una exigencia que ha marcado todo su camino histórico»(52),
la misma Redemptoris missio, n. 54 coloca las condiciones fundamentales para una correcta inculturación: «La inculturación en su recto proceso debe estar dirigida por dos principios: “la compatibilidad con el Evangelio y la comunión con la Iglesia universal".»
No son únicamente gestos, sino que hay una meta deliberadamente construida para desconstruir la devoción mariana hacia el culto panteísta de la Pachamama (madre tierra), en un forzado proceso que se quiere hacer transitar desde una «despachamización» del campo, (por la «fuerte influencia modernizante», «todos los rituales de producción, decaen, se transforman en folclore y tienden a desaparecer»), hacia una «pachamización» urbana. Es decir, 1) efectivizar una sincretización del culto mariano con la Pachamama, y luego, 2) sustituir el culto mariano por un culto a la Pachamama, en una forzada y consecuentemente pseudo espiritualidad.
Y no se trata solamente de una devoción local: “Copacabana, El Socavón de Oruro, Urcupiña, La Tirana, Las Peñas, Ayquina, etc, en todos ellos se venera la Virgen María –del Carmen, del Rosario, de la Candelaria, etc., pero siempre es la Virgen con rostro de la Pachamama” (Pachamama, la Virgina, la que creó el mundo y la que fundó el pueblo, P. Juan van Kessel), es decir que, no hubo y no debe haber inculturación, sino sincretismo puro y duro.
Como afirma el P. José María Iraburu: «la peligrosidad del nacionalismo exacerbado es muy grande. En lo político lleva fácilmente a la guerra. Y en lo religioso, a la apostasía».
Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros