Nuestro Señor Jesucristo puso de aviso a sus discípulos que así como Él ya había sido perseguido lo serían también ellos, simplemente porque predicaban una doctrina en la que condenaban al malvado.
Vemos cómo los fariseos y los escribas, especialmente en la última etapa de su predicación, no tienen más que un objetivo: desacreditarlo ante el público que lo escucha con gusto, pero no por eso debemos extrañarnos de que hoy mismo hay muchos y muy poderosos enemigos de Jesús, de su Iglesia, y de los responsables más conspicuos de la misma.
A propósito del actual debate respecto de la despenalización del aborto, en una página web de grupos feministas radicales, que junto a otros lobbies, agitan aguas para lograr sus perversos objetivos, un comentario dice lo siguiente:
«Basta ya de tantas encíclicas y recomendaciones, ya somos bastante mayorcitos y tenemos la suficiente conciencia para hacer lo que nos permite nuestra libertad y voluntad. El matrimonio, el aborto y la utilización de métodos anticonceptivos tan sólo dependen de nosotros mismos, y de nadie más. Que el Papa se jubile y nos deje en paz».
Pienso: quien ha escrito ese comentario o no es católico, o es católico. Si no es católico no debiera molestarse porque el Papa escriba encíclicas y recomendaciones que sirven muchísimo a quienes desean seguir a Cristo en la actual confusión doctrinal de la sociedad.
Nos hacen un gran favor los Papas, señalándonos las situaciones contrarias a la moral de Jesús. Es asunto de la Iglesia Católica, y a quien no desea ser seguidor de Jesús, no debiera importarle ni molestarle que el seguidor por Él elegido que es el Papa, recuerde a sus fieles cuál es el camino del Evangelio, y de qué doctrinas y prácticas ha de apartarse.
Pero, ¿si quien escribió el comentario es católico? Su actitud resulta bastante preocupante y condenable. Ningún seguidor de Cristo puede afirmar ser fiel a su doctrina, admitiendo una concepción distinta del matrimonio: Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó (Gen 1, 27), o admitiendo el divorcio que Cristo ya condenó: Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. No puede ser fiel a su bautismo, defendiendo el aborto, crimen abominable, según el Concilio Vaticano II.
Afirma que la moralidad de sus actos depende simplemente de su voluntad. Si leyere las encíclicas y documentos de los Papas, no los lea, no escuche sus discursos, cambie de cadena televisiva cuando aparece el Papa, pero recuerde que la interpretación tan libre de las leyes divinas, le coloca fuera de la Iglesia.
Querer ser dios y vivir sin Dios lleva al ser humano a la ruina total. La edificación y el derrumbe de la Torre de Babel, nos presentan claramente hacia dónde conduce el alejamiento del hombre de Dios y sus semejantes, y nos muestran también, que el intento del hombre por llenar su nada, por crearse a sí mismo, haciéndose de ese modo dios, nunca prosperará.
La Biblia nos muestra el drama humano en toda su realidad, el bien y el mal, las pasiones, el pecado y sus consecuencias. Cuando el hombre quiere afirmarse a sí mismo, encerrándose en su propio egoísmo y poniéndose en el puesto de Dios, acaba sembrando la muerte (…) Pero, con frecuencia, lo sabemos por experiencia, el hombre no elige la vida, no acoge el «Evangelio de la vida», sino que se deja guiar por ideologías y lógicas que ponen obstáculos a la vida, que no la respetan, porque vienen dictadas por el egoísmo, el propio interés, el lucro, el poder, el placer, y no son dictadas por el amor, por la búsqueda del bien del otro. Es la constante ilusión de querer construir la ciudad del hombre sin Dios, sin la vida y el amor de Dios: una nueva Torre de Babel; es pensar que el rechazo de Dios, del mensaje de Cristo, del Evangelio de la Vida, lleva a la libertad, a la plena realización del hombre. El resultado es que el Dios vivo es sustituido por ídolos humanos y pasajeros, que ofrecen un embriagador momento de libertad, pero que al final son portadores de nuevas formas de esclavitud y de muerte“(Francisco, 16-VI-2013, Jornada “Evangelium vitae”).
La Iglesia tiene tanto el derecho como el deber de formular y enseñar su doctrina social, y por ello nunca ha aceptado la pretensión de querer reducir el hecho religioso a la esfera meramente privada (Juan Pablo Magno, 2-XII-78, Mensaje a la ONU). Ciertamente el hombre puede organizar la tierra sin Dios, pero al fin y al cabo, sin Dios no puede menos que organizarla contra el hombre (Paulo VI, Populorum progressio, 42).
Al joven que le pregunta qué debería hacer para entrar en el Reino de los Cielos, Jesús respondió escuetamente: Guarda los mandamientos. Lo que significa: aprende los mandamientos, respeta los mandamientos, trata de cumplir con perfección los mandamientos, con una actitud de sincera sumisión, y no, con esa infatuada soberbia de quien se considera tan importante como el mismo Dios.