La ira es una pasión que se incita por el orgullo. Hay quienes que si no poseen lo que desean, la ira es una fuerza que puede llevarlos a ocasionar un daño físico o espiritual al que es dirigida.
Un individuo invadido por la ira elimina cualquier posibilidad de intervención del Espíritu Santo, ya que las arterias espirituales se le bloquean por completo, la gracia no puede circular por ellas. La ira no sólo daña a otros, el perjuicio nos lo ocasionamos a nosotros mismos al impedirnos recibir ayuda, sanación o cualquier otra gracia posible. El Espíritu Santo nos explica la ira en la Sagrada Escritura:
Por esto mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios (Santiago 1, 19).
Y, ¿cuáles son las principales manifestaciones de la ira? Santo Tomás de Aquino penetra en los redaños de la ira y clarifica que ésta tiene seis hijas.
Para conocerlas hay que entender que la ira se aloja, o en el corazón,o en la boca, o en las manos, o lamentablemente en las tres partes.En cuanto está en el corazón, nacen de la ira, dos vicios, dos hijas, que son: la indignación contra quien se irrita el hombre, y al que cree indigno de merecer algún favor suyo. Con la indignación, la hinchazón de la mente, en cuanto uno medita las diversas formas de venganza, y llena su espíritu de tales ideas, según aquello de Job: ¿Es de sabios tener el pecho de viento?
Cuando la ira está en la boca, también engendra dos vicios más: si demuestra su ira en la manera de hablar insultando a su hermano, se llama contumelia. Si las palabras van directamente contra Dios es blasfemia.
Si la ira, además del corazón y la boca, está en los hechos, en este caso, de ella dimanan el clamor o griterío y las riñas, por las cuales se entienden todos los daños que se infieren al prójimo e indirectamente a Dios.
Luego, qué mala consejera es la ira. Cuando crece no se diluye sin antes desear, pensar, proyectar, realizar algo contra Dios o contra nuestros hermanos.
San Gregorio Magno descubre a la ira con estas magistrales pinceladas:
Palpita el corazón encendido por el aguijón de su ira, el cuerpo tiembla, el rostro echa fuego, los ojos se exasperan, y no reconocen los conocidos, la lengua profiere voces, más el sentido ignora lo que habla.
Sin embargo no toda ira se exterioriza. Hay asimismo una ira pasiva.
Cuando ésta se guarda en el interior por un largo período o si es expresada en momentos de cólera violenta, tiene relación con dolores de cabeza, desórdenes de sueño, hipertensión arterial, problemas digestivos, diabetes, deficiencia en el sistema inmune, ataques al corazón y cáncer.
La ira es una debilidad de carácter incapaz de someter una situación al dominio de la razón. El iracundo desearía permanecer imperturbable, pero sus nervios le traicionan, su orgullo le impulsa, su vanidad le exaspera y termina por desbocarse sin tener idea clara de su comportamiento que puede llegar a excesos que no cometería en su situación normal.
Vencer la ira no es fácil. Exige comprender su maldad y sus ásperas consecuencias para sí y para los demás. Entendida la ira como una enemiga, sería más fácil prepararse para los momentos difíciles a fin de no ser tristes juguetes de su dominio.
Mi amiga
Ronda Chervin profesora de filosofía y espiritualidad, es una escritora de fama mundial. Atea de origen judío, se convirtió al catolicismo a los 21 años. Es madre y abuela y actualmente ha fundado una congregación de
viudas dedicadas. Afirma que
pasó los primeros 57 años de su vida como una persona colérica.
Cuando vino a darse cuenta de que la ira estaba significando un verdadero obstáculo en su camino cristiano comenzó a manejar su ira a través del conocimiento de su propia manera de ser, de una disciplina espiritual y de la gracia de Dios. Para controlar su ira, Ronda siguió cinco pasos, que los explana en un asombroso libro acerca de cómo controlar la ira cuando se convierte en pecado mortal.
Taming the lion within: 5 steps from anger to peace (Domando al león interior: 5 pasos de la ira a la paz) recoge su gratificante experiencia. En él dice que para combatir la ira, se puede comenzar con estos simples pasos:
1) La admisión de que uno es una persona irascible o agresiva.
2) Identificar qué clase de ira tiene: instantánea, prolongada, oculta, sarcástica, caliente, fría.
3) Conocer su origen y sus implicaciones.
4) Tratar con mi ira día a día, y,
5) Dejar que Jesús haga que el león descanse o permanezca junto con el cordero.