Uno de los asuntos que ha ocupado al pensamiento humano, es el del objeto del conocimiento. Es decir, el tipo de seres que el intelecto es capaz de conocer. El hombre ha se ha planteado de distintas formas, si ese objeto basta para saciar todas las capacidades y expectativas de conocimiento humano. Y dentro de todas las propuestas que se han dado en la historia en el cristianismo, ese problema ha tenido como prioridad considerar a Dios como objeto natural del intelecto humano. Para resolverlo, algunos cristianos durante la Patrística y la Edad Media acudieron a Platón. Sin embargo, es Santo Tomás de Aquino el que acude al pensamiento de Aristóteles, afirmando que no hay conocimiento humano que no haya pasado por el conocimiento sensible. Al considerar la propuesta aristotélica, el Aquinate señala que no hay conocimiento de lo singular, sin recurrir a la imagen o fantasma. Santo Tomás reconoce una relación de proporción entre el intelecto humano y la naturaleza de las cosas materiales. Por eso, a diferencia de los platónicos, para Santo Tomás las ideas que no están relacionadas con el mundo sensible no pueden ser objeto natural de la inteligencia humana.
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