Breves anotaciones sobre el fin del mundo.
Según el Apocalipsis, una vez derrotada la Bestia y el falso profeta, la historia terrena habrá terminado.[1] En ese momento, el juicio final se llevará a cabo en un instante entrando la historia en la eternidad. Todo quedará al descubierto por la luminosidad del Verbo, de modo que ya no habrá nada secreto. La conciencia del hombre será expuesta por la luz y se realizará la separación definitiva del bien y el mal. Las dos ciudades que son la ciudad de Dios y la ciudad del mundo quedarán totalmente separadas. “Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo y entonces se herirán los pechos todas las tribus de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con grande poderío y majestad. Y enviará sus ángeles con sonora trompeta y congregarán sus elegidos de los cuatro vientos desde un extremo del cielo hasta el otro extremo”.[2]
Otro punto importante de ese momento será la resurrección: “Y vi un gran trono blanco y al que sobre él estaba sentado, de cuya faz huyó la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos. Y vi los muertos, los grandes y los pequeños, que estaban de pie delante del trono; y se abrieron los libros; y otro libro se abrió, que es el de la vida; y fueron juzgados los muertos por lo que estaba escrito en los libros, conforme a sus obras. Y el mar dio los muertos que en él había, y la muerte y el infierno fueron arrojados al estanque del fuego. Esta es la muerte segunda: el estanque del fuego. Y quien no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue arrojado al estanque del fuego”.[3]
Como podemos apreciar, el texto de San Juan es muy fuerte respecto al infierno. Y es que el problema de quienes detestaron a Dios, es que lo seguirán detestando por siempre asemejándose a los demonios. Por eso la Escritura también se refiere a que el fuego eterno en el que están será como el hielo frío y quemante sin fin. Pero además hay que aclarar que los que detestaron a Dios y lo detestarán siempre, en realidad actúan contra sí mismos, porque al rechazar a Dios, se precipitan hacia el caos y la frustración.
Por el contrario, los elegidos se asemejarán a los ángeles y gozarán de la sociedad perfecta en la caridad.[4] Pero además de las personas, todas las cosas estarán ordenadas a sus fines y por lo mismo, el mal no tendrá cabida porque quedará totalmente separado del bien. Todo será luz eternamente y todo el universo será transfigurado.[5] El mal se desvanecerá por completo en la nada junto con el viejo Adán y todas las cosas del universo que participaron de la justicia original serán renovadas como en un cielo nuevo y una tierra nueva.[6] Todo lo defectuoso que había en ellas se desvanecerá. Se terminará el tiempo y no habrá más historia porque todo estará en la Presencia eterna de Dios y por eso sólo habrá eternidad. Por eso sabemos que el fin de la historia universal que ahora vemos se encuentra más allá del tiempo.
Ahora bien, durante todos los tiempos el hombre se ha preguntado: ¿cuándo sucederá todo esto? A lo que la Sagrada Escritura responde con claridad: “Lo que toca a aquel día y hora nadie lo sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre sólo”.[7] Lo que sí sabemos es que estamos en un tiempo escatológico, lo cual significa que el fin ya está aquí como incoado en todos los instantes del tiempo.[8] Por eso es necesario asumir el fin absoluto del tiempo vigilando para que no nos alcance sin estar debidamente preparados.
[1] Apoc. 19, 19-21; Mt. 24, 27.
[4] San Agustín. De div. Quaest. Ad Simpl. II, 10t. 40, col.137. No seremos ángeles, sino analógicamente seremos semejantes a los ángeles en lo que se refiere a la capacidad espiritual de alcanzar intelectualmente y volitivamente a Dios.
[5] Apoc. 22, 3-5
[6] Apoc. 21, 1-6.
[7] Mt. 24, 36.
[8] Cfr. Caturelli, Alberto. El hombre y la Historia. Ed. Folia universitaria. México, 2005, p.391.
19 comentarios
Después de pasados esos mil años, y luego de una nueva acometida de Satanás sobre dichos justos, vendrá el juicio final. Así que según parece, los que salgan victoriosos del Anticristo y el Falso Profeta tendrán la dicha de reinar con Cristo, es decir fieles a Cristo, en la tierra durante mil años.
Ojalá venga y pase pronto el episodio del Anticristo y el Falso Profeta y Dios quiera que permanezcamos fieles para poder vivir ese dichoso período de mil años de paz y de justicia, inmediatamente anterior al juicio final, en el que los vencedores de la Bestia o Anticristo y el Falso Profeta reinarán con Cristo.
Parece que se hace distinción entre "infierno" y "estanque del fuego", toda vez que ese infierno al que se refiere es arrojado al estanque de fuego, junto a la muerte.
Por otra parte, Jesús "bajó a los infiernos", no al de los condenados, para liberar a los justos que allí se encontraban.
Feliz Pascua
Si te interesa te recomiendo dos libros de un sacerdote argentino, Leonardo Castellani; estos son "Cristo ¿Vuelve o no vuelve? " y "El Apokalypsis"
Biografía rápida del P. Castellani:
Nacido en Reconquista, Provincia de Santa Fe, República Argentina, el 16 de noviembre de 1899.
Fue teólogo, filósofo y poeta, y a juicio de un destacado filósofo "fue la inteligencia más brillante que produjo la Iglesia argentina" y fue también en buena medida desaprovechado por ella.
Sus esfuerzos intelectuales se dirigían hacia la Literatura y la Política.
Su tomismo fue muy original, combinando elementos del neoescolasticismo italiano y del tomismo francés de principios del siglo XX, con el suarecianismo aprendido en su Orden.
El tema central del pensamiento político de Castellani es el anti-liberalismo o, tal vez mejor, desde la fe y el pensamiento católico juzga al liberalismo como una etapa del proceso de destrucción de la Cristiandad iniciado por la Reforma protestante, continuado con la Ilustración y la Revolución Francesa, y que engendró al comunismo.
Falleció el 15 de marzo de 1981 en la ciudad de Buenos Aires.
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¡Excelente!
Muchas gracias.
Así es. Vivir nuestro tiempo, el que El Señor nos ha concedido, preparándonos para morir, esto es, para entrar en en la presencia eterna de Dios. Sólo con asumir este hecho ineludible y la responsabilidad que conlleva, los cristianos haríamos mucho más por el mundo y por los que aún les queda tiempo que vivir.
También nos dice el Apocalipsis que resucitarán los malos seguidores del Anticristo y el Falso Profeta cuando esté para terminar el tiempo de los mil años.
Así que, aunque parezca de película de Hollywwod, en los tiempos finales asistiremos a algo muy parecido a un Apocalipsis Zombie, pues tanto los buenos, que hayan muerto martires del A. y del FP, como los malos que les hayan rendido culto y recibido su marca, resucitarán. Serán muertos que regresan a la vida, y en este sentido tienen algo de zombies.
Si los tiempos finales son una analogía de lo que sucedió en la pasión, muerte, resurreccion y ascensión de Cristo, no es de extrañar que los muertos resuciten, como también algunos muertos resucitaron cuando murió Cristo.
El Apocalipsis cada vez que lo leo me resulta mas consolador, pues nos asegura que el mal no tendrá la última palabra ni siquiera en la historia terrena, ya que la Ciudad muy amada o Campamento de los santos de los mil años finales será victoriosa sobre los ejercitos de Satanás para destruirla. No prevalecerán.
Me parece que estamos como en los tiempos de la primera venida de Cristo, muchos judíos esperaban que el mesías instaurara un reino terrenal. Así, algunos interpretan que la destrucción del Anticristo traerá el juicio final, con el consiguiente Reino de Dios en la tierra.
Otros interpretan literalmente el Apocalipsis, donde se distingue la destrucción del Anticristo y el juicio final.
Yo me inclino por esta segunda interpretación, pues desde la edad media, existen revelaciones privadas donde se habla claramente que la destrucción del Anticristo y el juicio final, son dos acontecimientos distintos separados por el tiempo.
La mal llamada edad media, podría ser un tipo, de esa futura era, pienso que Cristo no estará visiblemente presente, los humanos seguirán pecando, enfermando, y muriendo. La humanidad sera temporalmente liberada del influjo de los demonios, pero por la naturaleza caída, habrá humanos que se condenaran al infierno.
JacinTonio: Según la vision privada de la beata Ana Catalina Emmerich, dice que los demonios y los condenados tuvieron que adorar a Cristo, pus toda rodilla tiene que inclinarse ante Cristo.
Es cierto que ese es el milenarismo que hoy la Iglesia no acepta, pero no debemos olvidar que casi todos los primeros padres de la Iglesia que hoy son santos, fueron milenaristas.
San Ireneo de Lyon -por ejemplo- fue discípulo de San Policarpo, quien a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. Sus dichos no deberían ser rechazados de plano, porque lo que él escribe bien pudo habérselo dicho San Juan -testigo presencial- a San Policarpo.
Según San Ireneo, dado que en la Ultima Cena Jesús les dijo a los apóstoles que no volvería a comer y beber el jugo de la uva con ellos hasta que esté en el Reino de Dios, se supone que eso tiene que ser en la tierra, porque en el cielo -donde todo es espíritu- no se come ni se bebe.
Me gustaría saber cómo los teólogos actuales demuestran que San Ireneo estaba equivocado.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
PRIMERA PARTE
LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN:
LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO SEGUNDO
CREO EN JESUCRISTO, HIJO ÚNICO DE DIOS
ARTÍCULO 7
“DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS”
I. Volverá en gloria
Cristo reina ya mediante la Iglesia ...
668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm 14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. El está "por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En Él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1, 10), su cumplimiento transcendente.
669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf. Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf. Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).
670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf. 1 P 4, 7). "El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).
... esperando que todo le sea sometido
671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1 Co 15, 28), y "mientras no [...] haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).
672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tribulación" (1 Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1 P 4, 17) e inaugura los combates de los últimos días (1 Jn 2, 18; 4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).
El glorioso advenimiento de Cristo, esperanza de Israel
673 Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Ts 2, 3-12).
674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a Jesús . San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).
La última prueba de la Iglesia
675 Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Ts 2, 4-12; 1Ts 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22).
676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, carta enc. Divini Redemptoris, condenando "los errores presentados bajo un falso sentido místico" "de esta especie de falseada redención de los más humildes"; GS 20-21).
677 La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2 P 3, 12-13).
II. «Para juzgar a vivos y muertos»
678 Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Jl 3, 4; Ml 3,19) y a Juan Bautista (cf. Mt 3, 7-12), Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno (cf. Mc 12, 38-40) y el secreto de los corazones (cf. Lc 12, 1-3; Jn 3, 20-21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11, 20-24; 12, 41-42). La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf. Mt 5, 22; 7, 1-5). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).
679 Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22; cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; 17, 31; 2 Tm 4, 1). Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3,17) y para dar la vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; 12, 48); es retribuido según sus obras (cf. 1 Co 3, 12- 15) y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; 10, 26-31).
Resumen
680 Cristo, el Señor, reina ya por la Iglesia, pero todavía no le están sometidas todas las cosas de este mundo. El triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal.
681 El día del Juicio, al fin del mundo, Cristo vendrá en la gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia.
682 Cristo glorioso, al venir al final de los tiempos a juzgar a vivos y muertos, revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia.
Para condenar el milenarismo tal y como se describe en Apocalipsis 20, haría falta una declaración especialmente solemne de la Iglesia, ya que ello supondría negar o invalidar una parte del contenido de la Revelación.
La Iglesia no puede condenar algo que aparece tan claramente descrito y profetizado en la misma Revelación, pues la Iglesia no es la dueña de la Revelación sino su depositaria y servidora.
Pienso que el milenarismo que la Iglesia no admite es el milenarismo entendido como la plenitud o consumación perfecta del Reino de Dios. Pero el milenarismo de Apocalipsis 20 no es tal plenitud, sino una situación previa al Juicio Final y al hacer Dios una nueva tierra y cielos y al descenso de la Jerusalén celeste que se describe en Apocalipsis 21, lo cual sí que es la consumación o plenitud del Reino de Dios.
Si el milenarismo de Apocalisis 20 se entiende como la plenitud o consumación definitiva del Reino de Dios, entonces si es herético, pero no si se entiende como un momento pasajero y previo a la plenitud del Reino de Dios, plenitud que se dará solo después del Juicio Final y de hacer Dios una nueva tierra y unos nuevos cielos y del descenso de la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que bajará del cielo ataviada como una novia.
Supongo que Usted es sacerdote y le agradezco de todo corazón la explicación que me ha dado a través de lo que dice el Catecismo de la Iglesia sobre el fin del mundo y el error del milenarismo.
No obstante, le confieso con todo respeto que la lectura del Catecismo que Usted nos ofrece no termina de despejar mis dudas.
A mi juicio, lo que Usted transcribe parece coincidir con lo expresado por Manuel Ocampo cuando al inicio de la nota escribe que luego de la derrota del Anticristo y el Falso Profeta habrá acabado la historia y vendrá el Juicio Final.
Lo que no acabo de entender es qué explicación tiene el Catecismo -si es que la tiene- para el Cap. 20 del Apocalipsis que nos habla de los mil años que los santos resucitados vivirán y reinarán con Cristo desde que el dragón será encadenado hasta que sea liberado -una vez cumplidos los mil años- para extraviar a las naciones y reunir a sus huestes para la última batalla donde será definitivamente derrotado.
De la lectura del Catecismo que Usted nos acerca queda claro lo que la Iglesia cree sobre esos acontecimientos finales, pero sinceramente no encuentro nada concreto sobre ese Cap. 20.
Como católico, desde ya le digo que acepto todo lo que la Iglesia mande, el problema es que como no encuentro por ningún lado lo que la Iglesia manda sobre el Cap. 20, sigo tan intrigado como al principio.
Si Usted pudiera aclarar mis dudas -especialmente por qué San Ireneo de Lyon estaba equivocado- le estaría eternamente agradecido.
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Efectivamente no lo encuentra porque no lo hay.
La Sagrada Escritura se ha ido penetrando con el pasar del tiempo y no terminaremos de entenderla en su plenitud hasta el final.
Por lo mismo resulta prudente difundir sólo aquello que la Iglesia ha expresado oficialmente. De lo contrario podemos caer en suposiciones, imprecisiones, errores y confusiones. Recordemos que el único criterio autorizado para la interpretación de la Sagrada Escritura es el Magisterio de la Iglesia Católica.
Lo cual no implica que no debamos reflexionar sobre lo que todavía no ha quedado suficientemente explicitado, leer, meditar...
Agradezco su tiempo y le felicito por ser una persona que lee y reflexiona sobre la Revelación.
Saludos fraternos.
Todavía es un lenguaje oculto que guarda muchos secretos. no accesibles a la mente humana y mucho menos desde los 5 sentidos e incluso desde lo ya revelado, lo único claro que podemos decir es que Israel se convierta o que anuncie su Mesias y los cristianos fieles ¡VEN SEÑOR JESÚS! VEN AMOR
Pienso que lo más claro que el Magisterio de la Iglesia ha dicho hasta ahora condenando el milenarismo es lo contenido en el Decreto del Santo Oficio, aprobado y confirmado por el Papa Pío XII, de fecha 21 de julio de 1944.
Para el que le interese leer dicho Decreto, puede hacerlo tecleando en Google: fundacionsanvicenteferrer.blogstop.com.es/2015/08/decreto-del-santo-oficio-condenando-el.html.
Concretamente el milenarismo que condena dicho Decreto, como aparece claro en su lectura, es el milenarismo que "enseña que Cristo Nuestro Señor antes del Juicio Final, previa la resurrección de muchos justos o sin ella, ha de venir visiblemente a reinar en esta tierra."
Por tanto el Santo Oficio condena el milenarismo en el que Cristo reine en esta tierra haciéndose presente visiblemente con su naturaleza humana corpórea, pero no condena el milenarismo en el que Cristo reine con su presencia espiritual habitual, ya que allí donde haya dos o más reunidos en Mi nombre Yo estoy allí en medio de ellos, y sacramental eucarística.
Por tanto no se puede descartar un milenarismo o reinado de los justos con Cristo durante mil años, en el que Cristo no se haga presente visible corporalmente, pero sí reine con su habitual presencia espiritual y sacramental.
Pienso que la Iglesia, al dia de hoy, no condena absolutamente el milenarismo apocaliptico, sino sólo aquel tipo de milenarismo que incluye la presencia visible corpórea de Cristo. Dejamos aparte, claro está, el milenarismo carnal o secularizante y el judaizante, que sí que están condenados.
Pero para que reine Cristo antes del Juicio Final no es preciso que Cristo se haga visible corporalmente en la tierra, sino que basta con su presencia espiritual habitual en medio de los fieles y con la presencia real eucarística, asi como que los fieles tengan la gracia de ser especialmente dóciles a Cristo y sus mandatos en aquellos días del milenio.
Y si además, como enseña Apocalipsis 20, Satanás es encadenado durante esos mil años para que no extravíe a las naciones, tal reinado cristiano se hace aún más factible.
En resumen, no a un milenarismo con Cristo presente en la tierra con su cuerpo visible, pero sí a un milenarismo con Cristo presente espiritual y sacramentalmente, otorgando a los fieles una especial gracia o asistencia para ser dóciles a los mandamientos y ordenar esta misma vida temporal con acuerdo a dichos mandatos: No matar, no robar, no adulterar, no fornicar, etc.......
Condenar absolutamente todo milenarismo, incluído también este que digo por la presencia espiritual habitual y la sacramental eucarística de Cristo, sería tanto como negar absolutamente la enseñanza de Apocalipsis 20, y equivaldría a tachar de falsa la misma Revelación.
Además, si la Iglesia militante en los últimos tiempos históricos ha de pasar analogamente por lo que paso Cristo en los últimos tiempos de su vida en la tierra, procede que así como hubo una pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo, también analogamente la Iglesia militante experimente una pasión y muerte, concretada en la persecución crudelísima del Anticristo y el Falso Profeta, pero también una resurrección, que se concrete en un resurgimiento de la Iglesia durante un largo período de tiempo, en el que los fieles sean especialmente dóciles y cumplidores de los mandatos de Cristo, es decir, reinen con Cristo cumpliendo fervorosamente sus mandamientos en todos los aspectos de la vida, y por último haya también una ascensión, concretada en que los justos ascenderán al cielo al encuentro de Cristo una vez juzgados, así como los enemigos se verán para siempre derrotados en el fuego eterno del infierno.
Ahora bien, si algún dia el Magisterio condena incluso este milenarismo sin la presencia corpórea visible de Cristo, pues lo aceptaré. Pero por ahora la Iglesia no lo ha condenado, sino que solo ha condenado el milenarismo corpóreo visible.
El número de mil años no tiene porqué ser tal exactamente, sino que opino que San Juan trata de decirnos con esa cifra que será un tiempo amplio.
Ese reinado milenarista no se producirá, conforme al Magisterio citado de Pio XII, cor una presencia visible corpórea de Cristo, pero sí con su presencia espiritual habitual (alli donde haya dos o mas reunidos en MI nombre estoy Yo en medio de ellos) y la presencia sacramental eucarística. Además el encadenamiento de Satanás durante esos mil años hará aún mas factible dicho triunfo o reinado terreno de los justos con Cristo.
Pero después de esos mil años Satanás será soltado y extraviará a muchos, que formarán un gran ejército, Gog y Magog, que intentará destruir el campamento de los santos o la ciudad muy amada. Pero lloverá fuego del cielo y serán exterminados. Y luego el Juicio Final, la ascensión de los justos al cielo y la sepultación de los impíos al infierno, los nuevos tierra y cielos hechos por Dios y el descenso de la Jerusalén celeste, como novia ataviada, a la tierra ya purificada e innovada.
.
Pero lo esencial de la bienaventuranza de los justos no consistirá en ese triunfo milenarista terreno, ni en la mera ascensión a los cielos, sino en la visión de la esencia de Dios que tendrán los justos por toda la eternidad una vez ascendidos a los cielos. Visión a la que acompañará el amor indefectible de Dios por toda la eternidad
AL NO EXISTIR EL TIEMPO, EN LA ETERNIDAD NO HAY RELOJES NI ALMANAQUE, no existe NOCHE NI DIA, AYER HOY, NI EL MAÑANA, el año pasado o el entrante, ni segundos, minutos, horas, meses, ANTES NI DESPUÉS. No existen parámetros terrenales. EN LA ETERNIDAD ABSOLUTAMENTE TODO, CADA SITUACIÓN, Y POR LO TANTO TODO LO QUE OCURRE DESPUES DE LA MUERTE: ES EN PRESENTE.
Por esa verdad incontrovertible, cuando (por ejemplo) nuestra fé plasmada en la propia Sagrada Escritura, habla del último día, PARA REFERIRSE AL DEL “FIN DEL MUNDO”, AL DEL JUICIO FINAL, AL DEL ESTABLECIMIENTO DE “NUEVOS CIELO Y NUEVA TIERRA”, Y AL MOMENTO DE NUESTRA PROPIA RESURRECCION, NO IMPORTA SI A LA LUZ DE LOS CONCEPTOS DE TIEMPO DE ESTE PLANETA ACTUAL: PUEDA LLEGAR A SER DENTRO DE SEGUNDOS, MINUTOS, HORAS, DÍAS SEMANAS, MESES, AÑOS, CENTURIAS, MILES O MILLARDOS DE AÑOS….. PARA QUIENES LLEGAN A LA ETERNIDAD, TODO, ABSOLUTAMENTE TODO: ES AHORA MISMO ¡PORQUE ALLÁ SOLAMENTE EXISTE UN PRESENTE ETERNO! recordemos que NUESTRO SEÑOR JESUCITO, cuando fue crucificado lo fue en medio de dos bandidos y que uno lo insultaba y desafiaba mientras que el otro (igualmente bandido) pero conmovido ante el sufrimiento de JESUCITO, a último momento sinceramente arrepentido: manifestó a su compañero que lo de ellos era merecido pero en cambio JESUCITO nada malo había hecho, y a ÉL le clamó: “Jesús, acuérdate de mi cuando vayas a tu Reino” y NUESTRO SEÑOR JESUCITO, demostrándonos para siempre que su Divina Misericordia Infinita actúa sobre quien sin importar el momento, de manera sincera se arrepiente, perdonándole le dijo: “YO TE ASEGURO: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAISO”.
Fundamentados en el Nuevo Testamento de la Biblia, sabemos que la segunda venida o advenimiento de Cristo, por ÉL anunciada y prometida, y de la cual nadie distinto a DIOS PADRE sabe el día ni la hora, será precedida por una prueba final para la Iglesia, que como nos lo anuncian San Pablo y San Juan en sus epístolas sacudirá la fe de numerosos creyentes bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a la humanidad una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad, y que esa impostura religiosa suprema ES LA DEL ANTICRISTO, que puede ser persona, ideología, o mezcla de las dos posibilidades, en todo caso, la de un falso mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios Padre y de su Mesías.
La mayoría de nosotros toma APOCALIPSIS como si fuese sinónimo de “fin del mundo” o de “final de los tiempos”. No debe tomarse como una narración catastrófica y espeluznante ni como un libreto de ciencia ficción de un espantoso desastre.
El Apocalipsis es solamente un escrito santo, dramáticamente descriptivo dentro de su estilo: de la historia de la salvación desde el Génesis hasta el fin de los tiempos. Muestra y describe la peregrinación de la iglesia en la historia, atravesada por la fuerzas del mal, hasta llegar a las puertas del cielo refiriéndose a como gobierna Dios a su Iglesia.
Está escrito en un Género literario conocido con el nombre de APOCALIPSIS que era corriente, típico e impactante para la época por los habitantes del Asia Menor para quienes probablemente haya sido escrito, y usual para hacer impacto de manera típica allí, dentro de de una época del judaísmo local, llena de simbologías y de utilización también SIMBÓLICA de números y sus combinaciones.
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