Prefiguras del Anticristo en los siglos XX y XXI
Mientras el demonio es un ser personal angélico condenado por la soberbia. El Anticristo, que es su emisario individual o colectivo, es un político. De aquí que todos los políticos que ejercen un poder en contra del bien común y de la riqueza de la singularidad, para igualar todo en un orden colectivo y degradante de la cultura, son figuras del Anticristo. Estas figuras promueven el secularismo radical que consiste en el amor del mundo y el desprecio a lo sagrado.
Todos los tiranos del siglo XX y lo que va del XXI como prefiguras del Anticristo, insisten en un “orden mundial” que consiste en un paraíso terrenal ya sea como una democracia universal, o bien como una aldea global a la manera del marxismo o del capitalismo neoliberal. Estas visiones de los tiranos, exaltan lo temporal en una especie de fidelidad a la tierra, que consiste en un amor desordenado o inicuo que promueve el egoísmo y que prepara la pseudo-parusía del hijo de perdición.[1]
En este contexto, los tiranos se presentan como los redentores de las masas y de los pueblos, y como “providentes” y “conservadores” en cuanto pregonan ordenar todo a un fin, conservando ese ordenamiento en los ámbitos privado y público. Lo que buscan es acabar con toda intimidad por medio de la violencia física pero sobre todo moral e interna haciendo que todo se dirija hacia ellos. De este modo el tirano roba para sí todo lo que es de Dios. Porque en ese “orden” sin el tirano no hay “salvación”. El tirano usurpa el lugar de Dios porque se presenta en su propio nombre de modo que todo debe hacerse en su nombre, y su palabra, absoluta e infalible encarna la “sabiduría”.
Por otra parte, el tirano pretende representar la “justicia” que consiste en la arbitrariedad que él impone de una manera “omnipotente” utilizando los instrumentos del Estado actual. Un signo muy característico del tirano es que utiliza la mentira de una manera sistemática y destructiva, que vacía de ser el mundo conduciéndolo a la destrucción y a la nada. Ese carácter mentiroso del tirano le identifica con Satanás.
Pero, aun cuando hoy somos testigos de todo esto, hay un elemento que obstaculiza la acción del tirano y la venida del Anticristo, y es que el cristiano cuenta con la promesa de que Cristo permanecerá hasta el fin de los tiempos y siempre queda un resto en la Iglesia que está orientado a Dios. Por eso, el tirano individual o colectivo espera el momento de reaccionar contra la Iglesia por medio de todas las fuerzas del Estado imponiendo una religión secular a la manera de la segunda tentación que Satanás hizo a Cristo. Lo más relevante es que, utilizando la mentira, el tirano encarna todas las formas posibles de la hipocresía con gran sagacidad para destruir la Iglesia.[2] Y sus mentiras, simulaciones y engaños, cada vez más disfrazados de verdad, han llegado al punto de querer purificar la Iglesia reemplazándola con un cristianismo que aparentará ser más puro y ecuménico, capaz de trabajar en “comunión” con todos los credos, promoviéndose como la verdadera forma redentora del cristianismo que el mundo siempre ha necesitado.
En el fondo, el tirano ya no busca combatir a la Iglesia produciendo mártires, sino desecharla mediante una democracia totalitaria, sutil y perversa que promete solucionar todo aquí y ahora, y cuya solución al final no puede ser otra que la autodestrucción como fin perverso del supremo instrumento del misterio de iniquidad.[3]
Sin embargo, como decíamos anteriormente, existe una fuerza que detiene este proceso de venida del Anticristo. Y esa fuerza[4], que es el cristianismo, consiste en un crecimiento en la caridad,[5] que no permite la apostasía general o universal y que obstaculiza la iniquidad. El problema es que cuando la caridad disminuya y la fe haya quedado muerta por haber llegado a su grado mínimo que es una pequeña grey[6], se presentará el supremo grado de iniquidad y ataque contra Cristo mediante la persona del Anticristo como ungido del demonio. Pero esto sucederá hasta el momento establecido desde toda la eternidad. Por ahora sólo somos testigos de los signos que anticipan ese momento.
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"Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio".
Timoteo: También debes saber que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos. Los hombres serán egoístas, amantes del dinero, orgullosos y vanidosos. Hablarán en contra de Dios, desobedecerán a sus padres, serán ingratos y no respetarán la religión.
Habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanidosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos,
No tendrán cariño ni compasión, andarán con chismes, no podrán dominar sus pasiones, serán crueles y enemigos de todo lo bueno. sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin templanza, crueles, enemigos de lo bueno,
Serán traidores y atrevidos, estarán llenos de vanidad y buscarán sus propios placeres en vez de buscar a Dios. traidores, impetuosos, engreídos, amadores de los deleites más que de Dios,
Tesalonicenses: "La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad."
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