¿Iglesia democrática?
Cuando hablamos de Iglesia democrática es necesario enfatizar que la doctrina católica se opone a cualquier organización política subjetivista, relativista y totalitaria. Como evidencia de esto tenemos que frente al capitalismo neoliberal y al marxismo, la Iglesia se ha pronunciado en muchas ocasiones. Y es que en el fondo, ambos sistemas son las dos caras de una misma moneda que es el materialismo que además pretende el dominio total del mundo. Cabe mencionar que la Iglesia nunca se ha pronunciado a favor o en contra de un sistema político legítimo. Pero cuando bajo el nombre de un sistema legítimo, se esconde la corrupción y la tiranía que contradicen el orden establecido naturalmente por Dios para el bien común, en ese caso la Iglesia ha sido muy clara al pronunciarse en contra.
Y es que la sociedad debe organizarse para lograr su fin propio que es el bien común. De ahí surgen los regímenes políticos y así tenemos comunidades civiles que por su naturaleza son monárquicas, aristocráticas, democráticas o mixtas. Pero en lo que se refiere a la Iglesia, es un grave error adoptar una forma de gobierno de la sociedad natural para regirla. Esto porque en el caso de la Iglesia no se trata de una sociedad natural, sino de una sociedad sobrenatural. El problema es que hay “teólogos” que afirman que la democracia está ordenada a la realización del hombre y por tanto proponen una eclesiología democrática[1]. Entre los que proponen la Iglesia democrática encontramos a Rahner, Küng, Boff, Greinacher, Metz, Houtarr, Kasper, Mackenzie, Congar, Gumersindo y muchos otros teólogos, la mayoría clérigos.
Ante este panorama es necesario aclarar, que en la Iglesia la autoridad eclesiástica no es una elección democrática de consenso, sino que es dada, conferida, donada y confiada por Jesucristo a los Apóstoles, cuya triple potestad de ordenar, enseñar y regir, se transmite a sus sucesores. De esto se sigue que la Iglesia sea perpetuamente jerárquica. La Revelación, que es la Sagrada Escritura y Sagrada Tradición, sostiene que Cristo confirió a San Pedro y a sus sucesores la suprema autoridad y el primado sobre todos los apóstoles.[2] Obviamente el texto de la Escritura que expresa esto, ha sido negado o alterado por protestantes y modernistas, principalmente por clérigos. Por eso también es necesario aclarar, que la Iglesia es Pueblo de Dios y también es Cuerpo Místico cuya Cabeza es Cristo y cuya Suprema Autoridad es participada jerárquicamente a Pedro y a los Apóstoles en cuanto unidos a él. Todo el pueblo de Dios constituye los sarmientos unidos a Cristo que es la Vid. Pero cuando se procede en contra de Cristo, como sucede con los promotores de falsas doctrinas, ya no se encuentran adheridos a Cristo con lo cual pierden la autoridad que les confiere la Verdad.
El argumento de “teólogos” como Küng y Rahner, es que existe un abismo estructural entre el pueblo y la jerarquía, de tal suerte que los regímenes democráticos actuales demuestran que el régimen de la Iglesia jerárquica expresa una teología servil, rutinaria y aburrida. De hecho para Lorenzo y otros discípulos de Küng y Rahner, los Papas Juan Pablo II y por consiguiente Benedicto XVI, han hecho que la Iglesia regrese a una etapa infantil.[3] Para ellos, el futuro de la Iglesia es su maduración hacia la democracia.[4] Porque según ellos, todos los problemas de la Iglesia actual, tienen como una de sus causas principales, el no ser regida por los principios de la avanzada y madura democracia moderna. Según ellos, la Iglesia jerárquica es obsoleta y urge madurar hacia una Iglesia democrática en la que el pueblo tenga voz y voto en su organización y gestión.
También es importante saber, que para lograr su objetivo, crearon toda una estructura a partir de lo que llamaron “comunidades de base”, cuya esencia es ocuparse por la ortopraxis, dejando de lado la ortodoxia formalista, que –según ellos- no ha sido más que causa de abusos y problemas. Lo que ellos proponen es una “teología” del mundo que asimile la democracia moderna como parte fundamental de su organización y gobierno. Para ellos no se trata de que la Iglesia peregrinante conviva con los sistemas políticos legítimos sin pronunciarse a favor de ninguno. Sino que se trata de que la naturaleza o la esencia de la sociedad sobrenatural instituida por el mismo Cristo, sea la democracia que dé lugar a una Iglesia democrática. Para ellos los grandes logros de la Revolución francesa, fueron injustamente repudiados y proscritos oficialmente por la Iglesia.[5] Con esto se puede vislumbrar que en el fondo lo que buscan los “teólogos” de la democracia, es curiosamente el mismo objetivo que la masonería, es decir, la auto-demolición de la Iglesia.
En suma, cabe mencionar que en el orden natural, la democracia impuesta por los imperios actuales, es ilegítima, antinatural y totalitarista porque además pretende apoderarse del mundo. Esto manifiesta lo absurdo y aberrante que es, que algunos que se dicen “hombres de Iglesia”, nos impongan promover y sostener una Iglesia, ya sea democrática o de cualquier otro régimen, que vaya en contra de la verdad y de la naturaleza, es decir, una “iglesia contra natura”.
7 comentarios
La gracia supone a la naturaleza. Santo Tomás de Aquino en "Del Gobierno de los Príncipes" hace un desarrollo de la mejor manera de gobernar a una sociedad en sentido natural. Como hablamos de la Iglesia, que es una sociedad sobrenatural, compete al Señor de esta decidir quien será su Administrador más importante, y a partir de él se va decidiendo quien lo ayudará en los respectivos puestos de gobierno.
Es la lógica de la capacidad humana o la lógica del Misterio que solo Dios conoce.
Por eso cuando el hombre pretende que la autoridad sobrenatural proviene del pueblo, lo que está haciendo es el mismo reto de satán; no es la voluntad de Dios la que debo seguir, sino mi propia voluntad, Así se repite el "non serviam" y el pecado de soberbia del paraíso.
Por otro lado, tomando sus argumentos, deberíamos dejar de hacer las votaciones en los cónclaves y que el Papa sea elegido simplemente por autoproclamación, con la llamada del Espíritu Santo. Seguramente tendríamos varios Papas autoproclamados, pero sería más natural.
No estoy en contra de las jerarquías, necesarias para el funcionamiento de cualquier organización pero entiendo que si se quisiera, ciertas cosas podrían decidirse democráticamente, entre religiosos y laicos por igual. Tenemos el apoyo de la tecnología para esto. ¿Y por qué no pensar que el Espíritu Santo estaría iluminando a cada persona al votar para el bien de la Iglesia? En última instancia somos los cristianos de a pie quienes mantenemos viva la Fe en el seno del Pueblo de Dios.
Es normal que las jerarquías quieran mantener estos privilegios, ya que en ocasiones eso es lo que son, simples jerarquías que perderían su razón de ser al perder ese poder.
¡Saludos!
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