Las nuevas "teologías" y el repudio a Dios

Uno de los grandes filósofos del siglo XX y XXI, Alberto Caturelli, nos presenta un análisis muy claro de lo que sucede en la “teología” actual.[1] Y es que es un hecho, a estas alturas innegable, que la verdadera imagen de Dios ha sido alterada por el espíritu mundano hasta el punto en el que las estructuras nos empujan a vivir en un ateísmo teórico y práctico. Porque además, ya se ve que en un mundo autosuficiente y tecnificado, Dios acaba por no tener un lugar.

Una vez que la humanidad vive en un ateísmo teórico y/o práctico, no es raro que nos encontremos “teólogos” del ateísmo que además lucran con argumentos que destrozan el conocimiento sobre Dios. Si observamos detenidamente llegamos a la conclusión de que se trata de un proceso en el que el Evangelio va apareciendo como si estuviera superado por el mundo.

Este proceso ha sido promovido por los “teólogos” del mundo mediante el sofisma más pernicioso que sostiene que es necesario superar el lenguaje teológico para que sea accesible para todos. Según ellos, la ciencia y la técnica han puesto en duda todo el edificio de la Iglesia que Cristo ha establecido, y por eso es necesaria una moral autónoma y situacional.[2] El meollo del asunto se encuentra en que, en aras de lograr nuevas formas más acordes de llevar el mensaje del Evangelio al hombre de hoy, se inició un proceso de sustitución de las nociones con las que se transmitía el mensaje por otras que según ellos son más adecuadas y precisas para los tiempos actuales.

Uno de los cambios más importantes ha sido respecto a lo que se entiende como Dios, porque según este modo de pensar, el hecho de afirmar que Dios ha sido “elevado al cielo” y que está a la “derecha del Padre”, o que es alguien que está “afuera” de nosotros, es una concepción mitológica y burda que ha sido desmentida por la ciencia y por la técnica. El obispo Robinson y muchos otros teólogos actuales han considerado urgente superar esa imagen de Dios que “sube” y “baja”, que “nos ve desde lo alto”, y por eso en su obra encontramos influencias de muchos teólogos como Paul Tillich (Dios como el fondo de todo ser); de Dietrich Bonhoeffer (un cristianismo sin religión) y de Rudolf Bultman (desmitologización del lenguaje evangélico y abandono de un orden sobrenatural que invade nuestro mundo).[3]

Lo que estos teólogos afirman es que no pretenden cambiar la fe sino la expresión de la fe. Bonhoeffer y Freud intentan superar la imagen mitológica de Dios que nos hicieron creer en nuestra infancia, porque para ellos ese Dios que nos enseñaron no puede ser sino el mismo Diablo.[4] Para esos “teólogos” hay que superar la vieja doctrina de la trascendencia que piensa que Dios es algo que está afuera y que corresponde a una visión anticuada del mundo. Para ellos es necesario saber que Dios es la realidad última pero no como algo externo sino como el fondo de nuestro ser. Según ellos lo que pretenden no es cambiar la doctrina cristiana sino procurar que no desaparezca junto con esa visión anticuada.[5] Estos “teólogos” no reparan en afirmar que la visión anticuada de Dios sugiere que Jesús era Dios omnipotente que se encontraba sobre la faz de la tierra como hombre. Esta visión, que, dicho sea de paso, se encuentra en Calcedonia, según ellos cae en el mismo error de que Cristo venía de fuera. Robinson afirma que esa visión de que Dios visita a la tierra por medio de su Hijo es mítica, porque el Nuevo testamento nunca dice que Jesús era Dios.[6]

De modo que si consideramos lo que afirman estas “teologías” vanguardistas, lo religioso cuando se presenta como contrario al mundo o a lo secular no es cristiano sino mitológico. Para ellos hay que abrirse a Cristo en lo profano, es decir en el mundo.[7] En el sentido en que lo propone Bonhoeffer, la liturgia es un culto sin religión que por lo mismo debe suprimir todo lo que separa al santuario de la sociedad. Hay que hacer que la liturgia hable el lenguaje del mundo que ha de ser transformado. Bajo esta perspectiva, la oración contemplativa no sirve para nada porque la espiritualidad ha de ser laica, terrestre, nueva y no medieval; no se trata de un camino de perfección sino una penetración en el mundo para dirigirnos a Dios. No hay que subir nada ni alcanzar a Dios que está en lo alto.[8]

Bajo estos presupuestos, es lógico que la moralidad tampoco puede depender de normas que bajaron del cielo. Esa moralidad, que ha sido enseñada siempre en la Iglesia no es cristiana por ser supra-naturalista y objetiva, y por lo mismo hay que abrogarla, hay que anular la ley natural con lo que ha de reinterpretarse todo aquello que se ha enseñado en los mandamientos como la indisolubilidad del matrimonio y la inmutabilidad de las leyes de Dios. Robinson se burla de que se haya sostenido que el matrimonio no sólo se ha promovido como indisoluble y como sacramento hasta indeleble, porque según él, eso no tiene bases en el Nuevo testamento y por lo mismo es otra de las visiones mitológicas propias de los “legalistas” que son los fariseos de hoy.[9] Lo que ellos proponen es una ética de situación en el fondo de nuestro ser que no dependa de normas externas y universales. Porque esas normas externas y universales no pueden aplicarse a los casos particulares ni a las situaciones concretas singulares para las cuales la única norma debe ser el amor. Para estos “teólogos” el único mal es la falta de amor.[10] Todo lo demás es fariseísmo legalista y medieval. Esto lleva a la necesidad de que la Iglesia sea cada vez más laica.[11] Lo que proponen es el más exacerbado relativismo moral.

Pero además esos “teólogos” entre los que se encuentra Robinson, no manifiestan más que la más absurda ignorancia de la naturaleza humana. El teísmo y el progresismo actual caen en toda clase de herejías como la de oponer la religión y el cristianismo cayendo en la contraposición de la naturaleza y de la gracia. Además eso de que Dios ya no es “El que es” sino el fondo de nuestro ser, termina con toda trascendencia al rechazar la argumentación metafísica en la Teología. Para estos autores la Filosofía y la Teología especulativa no son más que un armazón mitológico. Caen en lo que Caturelli ha denominado “escriturismo”[12] que en mi opinión no es más que “opinionitis” sobre la Sagrada Escritura. Por eso Tillich, Robinson y Bonhoeffer acaban diciendo que en realidad Dios es el fondo de nuestro ser. Porque para ellos la palabra Dios significa la profundidad última de nuestro propio ser.[13]

Puras confusiones de estos “teólogos” que se superan fácilmente con las palabras tan claras de Santo Tomás que afirma que, puesto que Dios es el Ser por esencia, necesariamente el ser de las creaturas es efecto de Dios. Pero precisamente como Dios causa el ser de las cosas y Dios las conserva en la existencia, por eso Dios está presente en lo que existe mientras exista y según el modo como cada cosa participe del ser de Dios. Como el ser es lo más íntimo de cada cosa, por eso es necesario que Dios esté en todas las cosas y en lo más íntimo de ellas.[14] Pero eso no quiere decir que Dios se confunda con la existencia de las cosas como lo malentienden Robinson, Tillich y otros “teólogos” por no tener la mínima idea de la Metafísica.

Con esos argumentos no puede sostenerse que Cristo es Dios, pero se ve que su “escriturismo” tampoco les ha ayudado, porque si leemos la escritura encontraremos numerosos textos en los que Cristo se presenta a Sí mismo como Dios.[15] Dios, Jesucristo, la Trinidad, la moral, todo es echado por la borda con estas “teologías” que además se venden como pan caliente por todas partes y como si fueran la panacea. Bajo esta perspectiva, obviamente no viene al caso ni el estudio serio, ni  la oración por lo que lo que queda es el activismo, la “pastoral”, las experiencias existenciales, en suma el relativismo doctrinal y moral… ¡Cuántas veces escuchamos esto por todas partes!

Ya ni caemos en la cuenta de que estas ideas se encuentran arraigadas en diversos niveles en la gran mayoría de los fieles católicos. Al punto que ya son parte de la vida diaria. No es raro observar elementos de ellas en homilías, libros de “espiritualidad”, libros de catequesis, etc., pero sobre todo en las “grandes” obras de estos y otros muchos autores similares, que figuran como las autoridades teológicas del mundo actual difundiéndose en seminarios, universidades y toda clase de centros de formación católica,  inundando así las principales librerías que se precian de ser católicas.

 

 



[1] Cfr. Caturelli, Alberto. La Iglesia Católica y las catacumbas de hoy. Ed. Gladius. Buenos Aires 2006.

[2] Cfr. Robinson, John A.T. (Obispo de Woolwich). Sincero para con Dios. Traducción de E.G. Forsyth y E. Jiménez. Ediciones Ariel, Barcelona, 1967.

[3] Cfr. Caturelli, Alberto., op. cit. p.206.

[4] Cfr. Robinson, John A.T., op. cit., 77.

[5] Cfr. Idem. 79.

[6] Cfr. Idem. 120.

[7] Cfr. Idem. 143.

[8] Cfr. Caturelli, Alberto., op.cit. p. 209.

[9] Cfr. Idem., p.211.

[10] Cfr. Ibidem.

[11] Cfr. Robinson, John A.T., op.cit. 217.

[12]Cfr. Caturelli, Alberto., op. cit., p.215.

[13] Cfr. Idem., p.216.

[14] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.8, a.1 y C.G., III, 68.

[15] Cfr. Mt. 11,27; Lc. 10,22; Jn 1,1; Jn 5,8; Jn 10,30; Jn,14,9; Jn, 16,15; Jn 17,10; Jn 20,28; Filp. 2,5 y siguientes; Tt. 2,13; Hech. 1,8…

4 comentarios

  
Mariano (Argentina)
Habrá escrito Robinson la Amoris laetitia? Porque sus presupuestos teológicos y filosóficos son idénticos.
14/10/16 11:26 PM
  
FSolano
Son las doctrinas extrañas y los 'cuentos de viejas' de los que hablaba San Pablo en sus cartas.
14/10/16 11:59 PM
  
Adrián Ferreira
Conozco a un sacerdote que tiene todas y cada una de estas ideas en la cabeza y no es casualidad.
15/10/16 8:57 AM
  
El Indalecio
Me da grima ver Misas de Sacerdotes que antes dicen que el Denzinger ya no se usa que está pasado de moda, que hablan siempre del amor de Dios hacia el hombre y nunca del amor del hombre hacia Dios cumpliendo los Mandamientos, que celebran la Misa como les da la gana comiéndose lo que quieren por mor de pastoral. Pero antes, oyéndoles hablar me entero que no saben nada de SantoTomás ni les interesó jamás, y tienen una teología de etiquetas: Carcas y normales. Yo no entiendo nada de nada. Así que yo voy a lo mío y les dejo que vayan a lo suyo porque no puedo dialogar porque de entrada ellos están en la verdad y yo en el error.

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Afortunadamente tenemos el Catecismo de la Iglesia Católica y los rituales oficiales para no perdernos con los errores, las irreverencias y las faltas de respeto de los demás. Aunque efectivamente es una pena lo que sucede.
Saludos.
18/10/16 12:36 AM

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