La Encíclica Pascendi hoy.
Es de llamar la atención que a poco más de cien años de haberse publicado la Encíclica Pascendi, nos encontremos en un contexto que no sólo no ha superado la crisis que expresa el documento, sino que estamos viviendo sus más radicales consecuencias.
Es un tanto escandaloso que la Encíclica publicada en 1907 afirmara que en ese entonces, ya no era necesario buscar a los enemigos de la Verdad, custodiada por la Iglesia durante dos mil años, entre los ateos y apóstatas declarados que se encontraban fuera de la Iglesia, sino que había que buscarlos ocultos al interior del seno y del corazón de la Iglesia fabricando errores que eran tanto más perjudiciales que los errores de los enemigos declarados que se encontraban fuera.[1]
Es claro que dichos enemigos, ya en ese entonces, buscaban arruinar la Iglesia desde dentro, desde las raíces más profundas.[2] Y esto tenía que trabajarse desde lo esencial que es lo doctrinal. Es decir, desde la inteligencia que una vez aniquilada, no pudiera sino perder a la voluntad. Esto se realizó desde una pluralidad de ideologías asistemáticas entre las que subsiste el común denominador del inmanentismo o subjetivismo filosófico que destruye el depósito de la fe, y que impide el restablecimiento de todas las cosas en Cristo (Ef 1, 10).
La espiritualidad, la liturgia, la oración, la pastoral, etc., todo depende del elemento esencial de la doctrina. Y es que sin la doctrina que es la expresión de la Revelación, no es posible que se reúnan todas las cosas en Cristo. Lo esencial de la religión en cuanto tal, son los dogmas de fe y la comunicación con Dios a través de los sacramentos, la liturgia y la oración. No hay otro camino para que se recapitulen las cosas en Cristo, que enseñar con caridad al que no sabe y al que está en el error para que mediante los auxilios espirituales, logre la adhesión.
Es notable que la Encíclica Pascendi manifiesta la conciencia de que aquella crisis de la que hoy recogemos sus frutos, ha tenido como causa un largo proceso histórico-doctrinal que inició en el siglo XIV. Que manifiesta que aunque ese modo de pensar es ecléctico y asistemático, sus ideas esenciales son perfectamente conscientes y muy bien establecidas. La Encíclica expresa que dichas ideas coinciden en poner el pensamiento humano en el lugar de Dios y en desembocar en el subjetivismo, en el relativismo y finalmente en el nihilismo. Cualquier forma de inmanentismo ya sea racionalista, idealista, empirista, materialista, historicista, sentimentalista, cientificista, existencialista, aplicado a la interpretación de la realidad y como base de la Teología, desemboca en la misma conclusión que consiste en la negación de la posibilidad de la Revelación sobrenatural, en la negación del misterio y en el nihilismo. Con el inmanentismo se elimina el depósito revelado y la Iglesia se reduce al mundo. Sin doctrina, la fe se reduce al sentimiento religioso, a lo que hoy llaman lo “existencial” de modo que las formulaciones dogmáticas entran en un dinamismo cambiante y evolutivo cuyas consecuencias ahora podemos ver todos los días. Lo fundamental para esta impostura ya no es la doctrina, sino las experiencias existenciales de cada sujeto.
Hoy es fácil vivir otra consecuencia de ese error y que también es señalado en la Pascendi. Se trata del “ecumenismo” sincrético, en el que de la doctrina de la experiencia y el simbolismo se infiere la religión, y como en todas las religiones hay experiencias existenciales del mismo tipo, hay que aceptar que todas las religiones son igualmente buenas en cuanto tienen algo de verdad.[3] Bajo esa perspectiva, los sacramentos son puros símbolos o signos; la Sagrada Escritura es reducida a una colección de experiencias y dado que la Iglesia nace de la colectividad de las conciencias, se concluye que la autoridad de la Iglesia ha de ser democrática.[4]
Pero es verdaderamente profético el siguiente texto que expresa en 1907 exactamente lo que vivimos ahora como una realidad consumada: “Quieren introducir novedades en la Filosofía, principalmente en los seminarios eclesiásticos: de suerte que, relegada la Filosofía de los escolásticos a la Historia de la Filosofía […] se enseñe a los jóvenes la filosofía moderna, única verdadera y conveniente para nuestra época. Para renovar la Teología quieren que, la que llamamos racional tome por fundamento la filosofía moderna, y exigen principalmente que la Teología positiva estribe en la Historia de los dogmas […] Ordenan que los dogmas y su evolución se pongan en armonía con la Ciencia y con la Historia. Por lo que se refiere a la Catequesis, solicitan que en los libros para el Catecismo no se consignen otros dogmas sino los que hubieren sido reformados y sean acomodados al alcance del vulgo […] Andan clamando que el régimen de la Iglesia se ha de reformar en todos conceptos, pero principalmente en el disciplinar y dogmático y, por tanto se ha de armonizar interior y exteriormente con lo que llaman conciencia moderna, que propende a la democracia con todo su peso; por lo cual débese conceder al clero inferior y a los mismos laicos, cierta intervención en el gobierno, y se ha de repartir la autoridad, demasiado recogida y condensada en el centro. Las Congregaciones romanas […] quieren asimismo que se transformen, y principalmente las del Santo Oficio y del Índice. En el campo de la moral, que las virtudes activas han de ser antepuestas a las pasivas; es decir, propugna la primacía de la acción sobre la contemplación. Por fin, ateniéndose de bonísima gana a los maestros protestantes, desean que se suprima el sagrado celibato.”[5] No es raro que el Papa en la Encíclica defina ese sistema como un conglomerado de todas las herejías.[6]
Como vemos el texto citado expresa exactamente lo que ahora se vive en el día a día en gran parte de la Iglesia con sus evidentes consecuencias. Pero además la Encíclica expresa que no sólo hay una causa remota de este desastre que es el inmanentismo, sino que las causas en cada sujeto, son dos fundamentales: la auto-posesión de la razón y del hombre que no es otra cosa que la soberbia, y al mismo tiempo la búsqueda viciosa de novedades, ambas cosas en las que el hombre se coloca a sí mismo como norma suprema.[7]
A cien años de la publicación de la Pascendi, es por demás evidente que lo que priva es la ignorancia de muchos de los que enseñan en Seminarios y en Universidades católicas, sin conocimiento ni adhesión real al magisterio, y con un desprecio craso del realismo metafísico. Pero curiosamente al respecto ya decía la Encíclica: “todos los modernos, sin excepción, que quieren ser y pasar por doctores en la Iglesia, aunque subliman con palabras grandilocuentes la filosofía moderna y desprecian la escolástica, no abrazaron la primera […] sino porque su completa ignorancia de la segunda los privó de los argumentos necesarios para distinguir la confusión de las ideas y refutar los sofismas”.[8]
No es de extrañar que quienes continuaron defendiendo la doctrina de la Iglesia los 100 años siguientes (autores y editoriales), hayan sido en gran medida expulsados de ella y sus obras casi no encuentren sitios para publicarse y difundirse, puesto que la misma Encíclica observa que todos los que defendían desde entonces la ortodoxia ya eran víctimas de lo que la Encíclica llama la conspiración del silencio que es peor en la medida en que exalta y alaba a todos los que difunden errores y recibe con admiración y aplauso sus libros llenos de novedades.[9] Cualquiera puede percatarse de que hoy las librerías “católicas” están llenas de libros de autores herejes con los que venden algo, aunque por haber traicionado la Verdad, cada vez venderán menos. También es fácil ver que quienes enseñan la doctrina católica, incluida la Filosofía y la Teología, las más de las veces, adolecen de los conocimientos necesarios y difunden toda clase de errores.
Pero a todo esto ¿cuáles son las soluciones que propuso la Encíclica Pascendi?
La primera propuesta es la vida interior y la oración; la segunda, la fidelidad absoluta al Maestro divino que es vigilante del sagrado depósito. Además en la línea del Magisterio y en lo que se refiere a los estudios propuso la Filosofía escolástica como fundamento de los estudios sagrados. Y en esto la Encíclica es muy clara: “Lo principal que hay que notar es que cuando prescribimos que se siga la Filosofía escolástica entendemos principalmente aquélla que enseñó Santo Tomás de Aquino. El apartarse del doctor de Aquino, en especial de las cuestiones metafísicas, nunca dejará de ser de gran prejuicio”.[10]
Además de esto, la Encíclica se refiere a la elección de los rectores y maestros de seminarios y de Universidades católicas que en cuyo caso estuvieran imbuidos de ideas modernistas debía habérseles destituido sin miramientos de ninguna clase.[11]En suma, la Encíclica incita a prevenir o evitar por todos los medios posibles la difusión de errores doctrinales.
Lamentablemente a poco más de cien años de la publicación de la Pascendi, aunque no hemos perdido la fe y la esperanza en las promesas de Cristo, el panorama confirma que estamos viviendo las más radicales consecuencias de aquellos errores que se señalaba con toda claridad y contundencia la Encíclica Pascendi. Hoy sólo queda intentar permanecer fieles y unidos esperando la intervención de Cristo cuya promesa ha sido estar con su Iglesia, hasta el final de los tiempos.
[1] Pascendi, n.1 “Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos el silencio, es la circunstancia de que al presente no es menester ya ir a buscar a los fabricadores de errores de entre los enemigos declarados; se ocultan, y esto es objeto de grandísima ansiedad y angustia, en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia. Enemigos, a la verdad, tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados”
[2] Cfr. Pascendi, n.2.
[3] Cfr. Pasciendi n.13.
[4] Cfr. Pascendi n.6.
[5] Pascendi, n.10. Texto recortado en Caturelli, Alberto. La Iglesia Católica y las catacumbas de hoy. Ed. Gladius, Buenos Aires, 2006, pp. 51 y 52.
[6] Cfr. Pascendi n.11.
[7] Pascendi n.12.
[8] Ibidem.
[9] Cfr. Pascendi n.12.
[10] Cfr. Pascendi n.13.
[11] Cfr. Ibidem.
6 comentarios
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Lo malo es que con los Papas y Encíclicas subsiguientes no se detuvo nada y la cosa cada día está peor. O sea que de poco ha servido todo eso. El relativismo es lo que sigue reinando dentro y fuera sin que nada ni nadie haya podido detenerlo hasta ahora.
MOP
Ahora bien, el no tuvo escrúpulos en manifestar todo lo que le debe a Sto. Tomás de Aquino.
Y...¿qué fue la "Fides et Ratio" de San Juan Pablo II, sino un poderoso clamor para que se volviera a Sto. Tomás?
Bendiciones.
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