Aforismos 30. Ángeles y Escatología.

Los siguientes aforismos fueron tomados de un trabajo que consta de aproximadamente 16 000 aforismos que he redactado limitándome a un aproximado de 140 caracteres cada uno, en un lapso de cinco años a partir de agosto de 2011. La mayoría de ellos pertenecen al patrimonio de la Cultura Universal.  Algunos de ellos han sido recogidos de la sabiduría de los grandes pensadores de la civilización greco-latina y cristiana-católica de los últimos 2400 años de historia de la humanidad, aun cuando gran parte de ellos han sido modificados. Muchos otros constituyen una aportación personal.

La intención ha sido reducir los conceptos a muy pocas palabras y con la mayor claridad posible para hacerlos accesibles a un mayor número de personas. También incluyen el intento de expresar un mismo concepto de distintas formas.

Este trigésimo bloque está dedicado a algunas generalidades sobre los Ángeles y la Escatología.

1. Los ángeles son formas puras espirituales. Existe una jerarquía angélica según distintos grados de participación del ser.
2. Los ángeles son formas substanciales sin materia. Su unidad de composición es la esencia y el ser.
3. Cada ángel agota toda su esencia, por eso no se trata de individuos que comparten una esencia. Su principio de individuación es la esencia.
4. Las personas angélicas se distinguen unas de otras porque cada una es una esencia distinta con un ser proporcionado a esa esencia.
5. Los ángeles son creaturas espirituales y, por tanto, libres. Conocen directamente lo inmaterial y tienen un solo acto de elección.
6. Los ángeles actualizan todas las especies que pueden conocer en un solo acto. Mientras mejor participan del ser de Dios más perfectos son.
7. El ángel conoce y elige en un solo acto: o se salva o se condena.

8. Los ángeles conocen la propia sustancia de Dios, pero no conocen naturalmente lo que es Dios.
9. Los ángeles son ontológicamente buenos porque participan del ser, pero pueden ser moralmente perversos.
10. Los ángeles son espíritus puros o formas puras sin materia. Son personas angélicas y los hay salvos y condenados.
11. Los ángeles también pueden ser condenados por un amor degradado a sí mismo.
12. Los ángeles condenados son los demonios. Satanás es uno de ellos pero son muchísimos y nos envidian porque somos hijos de Dios.
13. La existencia del demonio es dogma de fe.
14. Los demonios buscan nuestra condenación porque por su soberbia, odian a Dios y a nosotros porque Dios se hizo hombre para salvarnos.
15. Si los demonios fueran visibles quedaríamos en tinieblas porque no entraría ni un haz de luz.
16. El demonio puede influir en nuestro comportamiento pero no puede determinar nuestra libertad.
17. El demonio es un ser real actual aunque inmaterial, espiritual.
18. El demonio no puede ver nuestra mente. Pero le busca para que caigamos con una y otra cosa.
19. Dios mantiene con su Providencia Infinita incluso a los condenados y a los demonios.
20. Dios nunca rechaza a nadie. Es el hombre o el ángel el que rechaza a Dios.
21. Absolutamente todo, hasta los demonios y blasfemos, han sido creados y son mantenidos en la existencia por Dios.
22. El demonio siempre se disfraza de algo bueno y, si es posible, de algo muy bueno. Y por debajo va minando aprovechando la apariencia de bien.
23. Es difícil reconocer la labor del demonio porque busca dónde puede incidir más y aprovecha lo bueno para ir carcomiendo con el mal.
24. El demonio no seduce con el mal, sino que se vale del bien para introducir el mal.
25. El demonio confunde porque no dice la verdad, pero disfraza la mentira de lo que nuestra naturaleza desordenada quisiera que fuera bueno.
26. El demonio nos dice cosas que queremos oír, aunque sean falsas y perjudiciales.
27. El demonio asecha, espera, seduce poco a poco, con cosas pequeñas o vistosas nos va atrayendo hasta que quedamos enredados en una telaraña.
28. La existencia del demonio y de su incidencia maligna en el mundo es dogma de fe.
29. Al demonio no le gusta que se hable de él, ni del pecado, ni del infierno.
30. Una forma de saber si el demonio está trabajando en nosotros es no querer hablar del pecado, del infierno y de las verdades sobre él.
31. El demonio es el padre de la mentira, pero utiliza magistralmente las verdades parciales que dañan a los demás.
32. El demonio se esconde tan astutamente en lo bueno que a veces es casi imposible detectarlo.
33. El demonio nos ofrece argumentos para justificarnos de lo que hacemos mal.
34. El demonio puede sugerir el pecado al hombre pero nunca puede mover intrínsecamente la voluntad del humano.
35. Los demonios glorifican a Dios eternamente en el infierno, en la Infinita justicia de Dios.
36. El cristiano ha de luchar con muchas tribulaciones contra el demonio incluso padecer la muerte, pero siempre con la esperanza de resurrección.
37. El espíritu del mundo acecha, hiere y es capaz de matar la vida sobrenatural del hombre, aunque el mundo y su espíritu hayan sido derrotados.
38. La lucha contra el espíritu del mundo, continuará hasta el fin de los fines cuando parecerá que ha logrado su triunfo definitivo.
39. Ser amigo del mundo, entendido como pecado, es ser enemigo de Dios.
40. La herejía más grande de la historia de la Iglesia Católica es su reducción al mundo entendido como pecado, a la inmanencia que excluye toda trascendencia.
41. Adherirse al espíritu del mundo, entendido como pecado, es ponerse bajo el poder del demonio y contra el Espíritu que es Dios.
42. En el mundo caído, bajo el poder del demonio, los hombres se rebelan contra Dios. Se trata del espíritu del mundo contra el Espíritu de Dios.
43. El cristiano, que está en el mundo y no es del mundo, debe ser germen de salvación del mundo precristiano en el que ha nacido por el bautismo.
44. La actitud de un auténtico cristiano, es naturalmente odiada por el espíritu del mundo entendido como pecado.
45. Aunque apostataran todos los cristianos y rechazaran a Cristo todos los demás, ningún acto histórico podría escapar de la potestad de Dios.
46. La abominación de Cristo es manifestación de la pseudo-realeza de Satanás que pone el sentido y fin de la historia en este mundo.
47. El cielo no puede ser un estado del alma puesto que resucitaremos en cuerpo y alma en un orbe redimido por Cristo.
48. En la vida eterna no existirá la tristeza, ni se pasarán trabajos, ni miedo alguno. Y gozaremos de la compañía de los bienaventurados.
49. En la vida eterna cada uno amará a los otros como a sí mismo y, por eso, disfrutará del bien de los demás como del suyo propio.
50. La vida eterna consiste en la perfecta saciedad de los deseos. Porque el bienaventurado tendrá más de lo que desea.
51. El momento más importante de nuestra vida es el de nuestra muerte.
52. La restauración de todas las cosas prometida, ya comenzó en Cristo, es impulsada por el Espíritu Santo y continúa en la Iglesia.
53. La plenitud de los tiempos ha llegado y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada.
54. La Iglesia se reviste en la tierra de una verdadera, si bien imperfecta santidad.
55. Mientras no haya cielos nuevos y tierra nueva, la Iglesia Peregrinante no tiene morada y lleva consigo la imagen de este mundo que pasa.
56. Somos hijos de Dios, pero todavía no hemos sido manifestados en la gloria en la que seremos semejantes a Dios porque lo veremos tal cual es.
57. Mientras habitamos en este cuerpo, vivimos en el destierro lejos del Señor y gemimos en nuestro interior ansiando estar con Cristo.
58. Como no sabemos el día ni la hora, por aviso del Señor, hemos de vigilar para que, terminado el único plazo, estemos entre los escogidos.
59. Antes de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, cuya misericordia no es lo mismo que impunidad.
60. Al fin del mundo saldrán los que obraron el bien para la resurrección de la vida y los que obraron el mal para la resurrección de la condenación.
61. Jesucristo transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante al Suyo y vendrá para ser glorificado en sus santos.
62. Por medio del Espíritu Santo, que es nuestra herencia, se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo.