Aforismos 7. Ética o Filosofía Moral.

Los siguientes aforismos fueron tomados de un trabajo que consta de aproximadamente 16 000 aforismos que he redactado limitándome a un aproximado de 140 caracteres cada uno, en un lapso de cinco años a partir de agosto de 2011. La mayoría de ellos pertenecen al patrimonio de la Cultura Universal. Algunos de ellos han sido recogidos de la sabiduría de los grandes pensadores de la civilización greco-latina y cristiana-católica de los últimos 2400 años de historia de la humanidad, aun cuando gran parte de ellos han sido modificados. Muchos otros constituyen una aportación personal.

La intención ha sido reducir los conceptos a muy pocas palabras y con la mayor claridad posible para hacerlos accesibles a un mayor número de personas. También incluyen el intento de expresar un mismo concepto de distintas formas.

Este séptimo bloque está dedicado a generalidades sobre la Ética o Filosofía Moral.

GENERALIDADES

La Ética o Filosofía Moral, estudia los actos humanos en su relación con el fin último trascendente de la persona humana.
La Ética o Filosofía Moral es una ciencia normativa; estudia cómo deben ser los actos humanos para que el hombre se realice plenamente.
La Ética es una ciencia filosófica. Se divide en Ética general y Ética especial.
Separar la Ética de la Filosofía es dejarla sin fundamento.
La Ética es una ciencia estrictamente filosófica.
La Ética es una ciencia filosófica que es completada por la Teología Moral, que logra una mayor penetración en la naturaleza del acto humano.
La Ética es la ciencia filosófica que nos enseña el camino que debemos seguir en nuestras acciones para lograr nuestra realización plena.
Ética, Economía y Política son los tres tratados de la Filosofía Moral.
La Filosofía Moral y la Teología Moral nos ayudan a juzgar sobre la bondad o maldad de los actos humanos pero NO a juzgar a las personas.
La Filosofía y Teología Moral sirven para conocer la bondad o maldad objetiva del acto humano pero no son suficientes para juzgar personas.
Ética sin Antropología Filosófica y sin Metafísica es lo mismo que querer construir un puente sin Física ni Matemáticas.
El orden moral siempre va orientado al fin eterno o trascendente del hombre.
La Ética es la ciencia de la verdadera felicidad.
La Ética no es un saber opinable.
La actividad práctico-moral se subordina a la actividad teorética o contemplativa.
La dimensión Ética propia de la persona humana encierra dos aspectos complementarios: uno teórico y otro práctico.
La Ética no se reduce al buen comportamiento cívico, ni a los deberes con los demás hombres.
La moral actual: Éticas de consenso, Éticas civiles, Éticas de mínimos… se fundan en el relativismo escéptico. Son antiéticas.
Las Éticas basadas en consensos son la destrucción de la Ética.
La Ética o Filosofía moral no es un saber opinable.
Mucha gente y hasta instituciones educativas y formadores piensan que la Ética se reduce a opinar sobre lo que cada uno piensa que es verdad.
El relativismo constituye la muerte de la Ética, de la Teología Moral, de las costumbres y de la misma sociedad.
Las ciencias morales, apoyándose en los principios de la Ética, determinan de un modo más preciso y complejo las normas de la vida moral.
Toda la vida Ética y moral se encuentra dirigida y ordenada hacia el fin último (la felicidad) que es su razón de ser.
La política y el derecho no se deben separar de la Ética, porque la Ética es la forma o el alma que da unidad y vida al cuerpo social.
La Ética y la moral sin Dios están muertas.
La “Ética” fundada en el idealismo o en el subjetivismo equivale a la muerte de la Ética y a la promoción de una antiética relativista.
El relativismo moral y el relativismo ético son la muerte de la moral y de la Ética.
Sin una Ética objetiva y realista que se base en principios fundamentales no es posible el desarrollo.
Todo orden moral se funda en última instancia en la Filosofía Primera.
Todo el orden moral es una realización o actualización del ser humano para lograr su plenitud humana.

BIEN, FIN Y PERFECCIÓN

El bien es el ser en cuanto apetecible. El bien se divide en útil, que se ama por otro y honesto, o inútil, que se ama por sí mismo.
El bien es una perfección ontológica.
El bien honesto es más perfecto que el útil porque es fin.
Todo agente obra por un fin.
En esta vida Dios no se presenta ostentando la encarnación de bien que en Él se da, por eso se elige como un bien particular más.
Ningún bien particular puede ser absolutamente deseable.
La razón de apetibilidad es el bien. En ocasiones se confunde el bien real con el bien aparente.
El bien aparente puede ser bueno ontológicamente, pero no ser bueno para nosotros.
Sólo un Bien Absoluto es capaz de saciar el apetito de felicidad humana.
El fin último subjetivo del hombre es la felicidad. El Fin Último objetivo del hombre es el Bien Absoluto (Dios).
La voluntad humana tiene dos modos de obrar: está determinada respecto al Bien Absoluto y es libre respecto a los bienes particulares.
La felicidad terrena del hombre ha de ordenarse a la eterna que es la posesión perfecta e interminable del Bien Absoluto.
Hay que hacer el bien a las personas. Desearles el bien y hacerles el bien.
La felicidad consiste en poseer el Bien por siempre. Si no se garantiza la permanencia en el ser y en la felicidad, no se puede ser feliz.
La felicidad mezclada con el dolor es imperfecta.
La felicidad exige la posesión perfecta del bien sin carencias de ningún tipo.
Hay que hacer el bien a las personas. Desearles el bien y hacerles el bien.
La verdad no consiste en decir todo a todos, sino lo que compete saber a cada uno y siempre teniendo como finalidad el Bien Común.
Integridad es pensar bien y actuar bien.
Si no vives como piensas acabas pensando como vives.
El bien común es también el bien propio.
El hombre es capaz de conocer el ser que es y el ser que debe ser de acuerdo al bien o fin propuesto.
El bien moral es, en cierto modo, mayor al bien natural porque es acto que perfecciona al bien natural.
Cuando el hombre educado para lo que es bueno para él, elige en cada opción el verdadero bien, logra la libertad en el orden temporal.
En la vida eterna, el amor y goce de la voluntad en el Bien es una consecuencia de la posesión perfecta del Sumo Bien por la inteligencia.
Una moral laica es una moral sin Fin o Bien último, sin normas, que ordenan a ese Fin y por tanto es un contrasentido. Es una moral inmoral.
Por la voluntad y el orden práctico el hombre se encamina a su último fin.
El fin último del hombre es la glorificación de Dios y la beatitud.
El fin último es el fin por excelencia. Una vez conseguido, en él se aquieta toda apetencia.
Todos los demás fines que no son el fin último funcionan como medios o intermedios.
El bien honesto o que se ama por sí mismo es la perfección ontológica hacia la cual se dirige la naturaleza específica humana.
El ser humano está hecho para la Verdad y el Bien.
En el hombre, como en cualquier otra creatura (ab alio), el buscarse a sí mismo como fin último implica un desorden y un mal.
Las creaturas irracionales están destinadas al hombre como medios al fin. Por eso el hombre ha de cuidarlas y perfeccionarlas.
El constitutivo formal de la felicidad no es el goce, sino la perfección, el bien supremo poseído por la creatura racional.
El goce es consiguiente a la perfección del apetito. La felicidad es la unión del hombre con el Bien increado que es su último fin.
Toda la actividad de la voluntad se desplaza hacia la posesión de un bien real.
La felicidad del hombre exige la perfecta posesión del Bien sin carencia alguna, para esto el hombre debe permanecer en la dicha y en el ser.
El bien común no es un todo colectivo sino un universal que se distribuye en todos y cada uno de los miembros.
El bien común es el verdadero bien de todos y cada uno de los miembros de una sociedad.
Todo ser tiende hacia la plenitud. Esta tendencia hacia el bien es el mismo apetito natural de todas las cosas.
Sin apego a la Verdad es imposible el bien común.
Fin y naturaleza son correlativos.
El Fin Último es necesario porque el proceso al infinito acaba por resultar absurdo.
El bien es perfección.
La verdad y el bien son los que dirigen toda la actividad espiritual del hombre.
La voluntad tiende naturalmente a la felicidad. La voluntad posee una inclinación natural al bien en general.
El Sumo Bien es el fin último de la voluntad y, por lo mismo, es el único bien que la sacia por completo.
La felicidad es el goce de la voluntad aquietada en la posesión de Dios.
Bien en Sí y felicidad son dos aspectos del fin último del hombre.
La felicidad suprema del hombre no puede encontrarse en ninguno de los bienes creados ni en la suma de todos los considerados aisladamente.
Los responsables del gobierno de las naciones tienen un papel fundamental en el logro del bien común.
La felicidad humana no se encuentra en bienes finitos, ni siquiera en la suma de todos los bienes finitos.
La felicidad humana está en Dios.
La apetencia de los objetos que nos impiden encaminarnos al bien honesto y a los bienes espirituales en función del fin último es mala.
Los bienes son jerárquicos.
La jerarquía de los bienes es la jerarquía de los seres.
En esta vida, el Bien Absoluto es conocido por la inteligencia como si fuera un bien particular más y por eso la voluntad puede rechazarlo.
La felicidad consiste en la posesión perfecta e interminable del Bien supremo.
El mal no existe sin el bien.
El mal es ausencia de ser o de bien donde debería haberlo. El mal no tiene causa propia sino accidental, es el bien finito, imperfecto.
El mal no es nada positivo. No es acto ni ser, sino ausencia de acto o de ser donde debía haberlo.
La perfección de cada cosa se entiende en orden a su propio fin.
El hombre no puede ser perfectamente feliz mientras le quede algo que desear o buscar.
El objeto de la Voluntad es el Bien Universal y este bien no se encuentra sino en Dios. Sólo en Dios está la felicidad humana.
El hombre no es perfectamente feliz mientras le quede algo que desear y buscar.
La felicidad es el fin último subjetivo del hombre.
Existe una felicidad terrena y una Felicidad Eterna.
La felicidad terrena se ordena naturalmente a la Felicidad Eterna. Por eso hay que evitar todo aquello que se oponga a la Felicidad Eterna.
No es posible ser feliz si excluimos la felicidad de los demás.
Toda la bondad de las tendencias del hombre íntegro, deben ordenarse jerárquicamente como medios para alcanzar su fin último.
La norma práctica del hombre y de las creaturas tiene sus raíces en el Fin Último del hombre y de las creaturas en general.
El Fin de Dios y el Fin del hombre se identifican y esa es la razón por la que son inseparables.
El Último Fin es necesario porque el proceso al infinito de existentes imperfectos, acaba por resultar absurdo.
La felicidad eterna es la vocación de la persona y nadie puede renunciar a ella sin cometer un crimen.
La felicidad perfecta no es posible en esta vida.
En esta vida lo más que podemos aspirar es una felicidad relativa en la vida virtuosa y la paz.
Cuando el hombre actúa conforme a las exigencias de la ordenación final de los entes y del suyo propio, se realiza plenamente.
En Dios, el orden final ejemplar que va a dirigir su creación y la inteligencia que lo posee, son una misma cosa.
El fin último del hombre es la plenitud ontológica de su propio ser que sólo alcanza en Dios.
El fin y sus primeros principios tienen el mismo papel en el orden práctico que el ser y sus primeros principios en el orden teórico.
Para llegar a la plenitud ontológica que es la obtención de su fin, el hombre debe desarrollar o cultivar su persona.
La felicidad es el fin de todos nuestros actos y sólo se logra de modo perfecto en nuestra unión con Dios.
Lo útil no produce lo útil porque tiene razón de medio.
Lo inútil u honesto, lo que se ama por sí mismo, es lo que produce lo útil.
El ser más honesto, amable por sí mismo o inútil porque es fin último absoluto es Dios. Es por eso que Dios produce lo útil.
Ser, bien y fin son tres nociones realmente idénticas. Su distinción sólo se da en la razón humana.
Lo útil no produce lo útil. Lo que produce lo útil es lo inútil o lo que se ama por sí y no por otra cosa.
Lo útil es siempre medio, sirve “para algo". En cambio lo inútil es fin, “se ama por sí mismo".
Dios es el paradigma de lo inútil porque es el Fin Último Absoluto de todo el Universo. Se ama por lo que Es.

ACTOS HUMANOS

La moralidad es la relación que guarda el acto humano con el fin último trascendente del hombre.
La vida moral consiste, ante todo, en el desarrollo y perfeccionamiento de la voluntad.
El criterio de moralidad no pueden ser las costumbres ni los consensos sociales, sólo puede ser la ley moral natural.
Los actos del hombre son los que realiza el hombre sin conocimiento y libertad. Éstos no son sujetos de calificativo moral.
Los actos humanos son los que realiza el hombre con conocimiento y voluntad libre.
La norma objetiva de moralidad es la ley moral natural. La norma subjetiva es la conciencia que se subordina a la ley natural.
Las exigencias del ser únicamente en la persona actúan como un deber ser.
Un objeto intrínsecamente malo en un acto moral nunca y en ninguna circunstancia es justificable ni tampoco como voluntario indirecto.
Un acto que debiera ser voluntario puede no serlo debido a la falta o a la pérdida de razón definitivamente o temporalmente.
La ignorancia invencible también anula el carácter voluntario del acto.
Bajo ignorancia invencible no cabe la falta moral.
La vida inmoral y desordenada acaba por arrastrar a la razón a juzgar en lo particular contra el conocimiento universal.
El problema moral del hombre es que ha de ordenarse para obtener su perfección suprema, su Último Fin.
La solución del problema moral del hombre individual y social, es la tarea primordial que ha de constituir su preocupación constante.
De la salud moral depende la realización definitiva, plena y permanente de la persona humana.
La vida moral consiste en el desarrollo perfecto de la voluntad iluminada por la verdad y el bien que le presenta la inteligencia.
La responsabilidad moral del acto humano es directamente proporcional al grado de advertencia y voluntariedad.
La ignorancia invencible y la intensidad de las pasiones pueden anular la responsabilidad moral de un acto humano.
El principio del mal menor únicamente aplica en casos en que sólo pueda elegirse entre males y no se comprometa el bien moral.
Los bienes morales están por encima de los bienes económicos, físicos, salud, bienestar y hasta la propia vida.
En los males morales como legislaciones abortistas, eutanasia, atentados contra la familia, etc., no aplica el mal menor.
Nunca hay que poner al mismo nivel el mal moral con las contrariedades, penalidades y adversidades de la condición humana.
La norma moral es un criterio objetivo de discernimiento según el cual el intelecto puede conocer la bondad o malicia de un objeto apetecido.
La norma moral es la regla o medida por la cual podemos discernir la bondad o maldad objetiva de un acto humano.
Cuando el hombre respeta el orden jerárquico de cada cosa a su fin impreso en la naturaleza, logra a la vez su propia perfección moral.
Nadie ama lo que no conoce.
Sin la dirección de la inteligencia no puede haber acto humano ni psicológico ni moral.
La ordenación jerarquizada de todas las cosas a sus respectivos fines y de éstos al fin último es la norma objetiva de moralidad.
La norma objetiva moral regula el obrar específicamente humano en cuanto tal.
La norma objetiva moral señala la orientación o desviación del acto humano a su auténtica perfección exigida por la naturaleza humana.
La norma moral objetiva nos permite ver si el acto humano nos acerca o aleja del Fin Último; de la plenitud ontológica de nuestra naturaleza recibida.
Los medios que elegimos serán buenos o malos según nos conduzcan o nos aparten más o menos perfectamente de nuestro fin último.
La ratio divina es el fundamento remoto de la norma moral, en cuanto que es la que ordena la naturaleza de sus creaturas a su fin.
El acto elícito (interno) es el acto de la propia voluntad, no puede ser coaccionado: nadie puede obligarnos a querer o despreciar una cosa.
El acto imperado (externo) es el acto que realizan otras facultades bajo el imperio de la voluntad.
El orden moral es primordialmente interior. Comete hurto el que decide robar aunque al final no lo logre.
Sin la dirección de la inteligencia no hay acto humano, ni psicológico, ni moral.
La norma moral es la regla o medida por la cual podemos discernir la bondad o maldad objetiva de un acto humano.
La norma objetiva remota de moralidad es la ley eterna que es la ordenación de todas las cosas creadas en la mente de Dios.
Los objetos son buenos o malos si se apetecen conforme a sus fines respectivos y, en última instancia, al fin último de la persona humana.
El orden moral depende del metafísico, tanto del orden gnoseológico como del ontológico.
La norma moral proviene del ser y de las exigencias del Fin último de la persona humana; del bien como propiedad trascendental del ser.
El hombre de hoy, sustituye las normas morales por reglas de urbanidad y forma su conciencia moral en función de datos de estadística.
El hombre ha de ajustar su conducta a la norma objetiva moral, de lo contrario puede perder su fin último y su suprema perfección.
En el mundo material, el problema moral es específico y exclusivo del hombre.
En el hombre se da el ser y el deber ser respectivamente.
La norma moral no es más que la extensión de las líneas de la naturaleza para conducir, por ese camino, la actividad del hombre.
El problema moral surge de la necesidad moral de que el hombre dirija su actividad libre a su fin.
Todo en la persona humana se subordina a su perfección moral.
La norma moral ordena al acto humano a lo que debe ser para la propia perfección conforme a la naturaleza humana.
Un acto es moralmente bueno o malo según su conveniencia o disconveniencia con la norma moral objetiva.
Las fuentes de la moralidad del acto humano son: el objeto, el fin y las circunstancias.
No hay nada peor que actuar sin pensar. La mejor práctica es una buena teoría.
Una acción es buena en cuanto tiene de ser, pero es mala en cuanto le falta algo de la plenitud de ser debida.
Para que exista un acto voluntario y, por tanto, responsable debe haber advertencia y voluntad. Conocer lo que se va a hacer y elegirlo.
Para determinar la bondad o maldad de un acto humano hay que considerar el objeto, el fin y las circunstancias.
El objeto del acto humano es el fin de la obra considerada en sí misma, independientemente del fin y de las circunstancias.
El fin es el fin del agente que realiza la acción. El fin nunca justifica los medios.
Las circunstancias son los accidentes que rodean la acción.
Para que un acto humano sea bueno se requiere la bondad de los tres elementos. Para que sea malo basta con que uno sea malo.
Un acto humano puede tener varios fines jerárquicos. La finalidad principal le viene del de mayor jerarquía.
Finis qui es el fin al que se dirige la acción; finis quo es el fin por el cual se obtiene el fin.
Finis operis es el fin de la obra que se realiza mientras que el finis operantis es el fin del que realiza la acción.
Según se ordene o no a otro el fin puede ser próximo, intermedio o último. El último es el fin por excelencia: razón suprema del movimiento.
Pretender salvar una situación insalvable a base de engaños es promover que el fin justifica los medios.
Lo único que es objeto de la tolerancia es aquel mal que cumple con los requisitos del principio del mal menor.
El ejercicio repetido de la obra buena, conduce a la persona a participar y desarrollar más perfectamente su capacidad para obrar bien.
Cada acto humano es un medio que nos dirige o aparta del Último Fin.
La bondad del acto humano depende de que el hombre quiera las cosas conforme a sus fines específicos y conforme al fin de la naturaleza humana.
La norma que constituye la bondad o maldad del medio depende del fin al que va dirigido ese medio.
Un medio será más perfecto en la medida en que nos conduzca más directamente y más plenamente al fin.
La bondad o maldad de los actos especificados por sus objetos, dependerá de que éstos actos humanos puedan acercar o alejar a la voluntad del que los realiza de su Fin Último.
El Fin Último de la persona humana es aquel que la perfecciona específicamente.
Dios es la norma de bondad objetiva de los actos humanos porque la bondad de éstos se mide en función de su capacidad de acercarnos al Fin.
Los actos humanos serán buenos en la medida en que el hombre quiera a los entes conforme a su orden natural y en relación con el Fin Último.
En Kant, para que un acto sea bueno debe actuarse sólo por el deber. Por lo tanto, si se hace algo por amor a Dios no es bueno.
Los fines siempre son mejores que las cosas que se ordenan a esos fines.
Los medios se supeditan a los fines. Su bondad deviene de su relación con el fin.
El principio ético del mal menor exige que no existan más alternativas y que ni el fin ni los medios sean intrínsecamente malos.
Un acto que debiera ser voluntario puede no serlo debido a la falta de uso de razón o a la pérdida temporal de ésta.
Los medios que elegimos serán buenos o malos según nos conduzcan o nos aparten más o menos perfectamente a nuestro Fin último.
El fin último de la persona humana es aquel fin que la perfecciona específicamente.
Nadie debe despreciar o inferir a otro daño alguno sin una causa suficiente que le obligue a ello.
Mientras no aparezcan manifiestos indicios de malicia en alguien debemos tenerle por bueno, interpretando en el mejor sentido lo dudoso.
En el hombre lo defectuoso es lo más frecuente, pero por caridad ha de procurarse pensar y hablar bien de los demás aun con riesgo de error.
La persona que comete un mal, lo hace porque juzga erróneamente que de eso que elige se derivará un bien para sí.
Los actos voluntarios imperfectos nunca constituyen pecado grave. Es decir, los que no tienen plena advertencia y pleno consentimiento.
El juez que dicta una sentencia injusta (aun con repugnancia) amenazado de muerte, es responsable de su mala obra aunque con atenuantes.
Para la licitud de una acción en la que se siguen un efecto bueno y otro malo es necesario cumplir ciertas condiciones.
Para la licitud de una acción con efecto bueno y malo, se requiere que el objeto y el fin sean buenos, que primero se produzca el efecto bueno y que sea proporcional el mal que se tolera con el bien que se alcanza.
El objeto de la tolerancia es el mal que hay que tolerar para que no se produzca un mal mayor o por algún bien más grande y proporcionado.
Todo agente obra por un fin.
Primero hay que ser conscientes y objetivos, luego poner los medios adecuados y por último no perder la esperanza.
El ser, la bondad y la finalidad son los fundamentos metafísicos sobre los que descansa toda propuesta moral fundada en la realidad.
El principio de finalidad se encuentra en todo el orden del ser y el hombre puede descubrirlo para saber si sus actos son buenos o malos.
La voluntad y el juicio práctico realizan el acto formal que es la elección.

LIBERTAD

El límite de la libertad de expresión es la verdad.
Ser libre es conocer, querer y hacer lo que debemos hacer en cada momento del tiempo.
Si el hombre persevera en el mal, acaba perdiendo su libertad.
La esencia de la libertad está en el pleno dominio de la voluntad sobre su acto de elección.
La verdadera libertad consiste en elegir siempre lo mejor.
La libertad humana se realiza plenamente mediante su adhesión a Dios.
El hombre perfecciona su libertad al comprometerse y decidirse por Dios.
Cuando el hombre se compromete con Dios, hace más pleno y perfecto su libre albedrío.
Los hombres más perfectos no están menos obligados pero se mueven menos por la obligación y por eso en ellos es más perfecta la libertad.
A mayor amor recto y verdadero, es decir, a mayor amor del verdadero fin último que es Dios y de todas las cosas por Dios, más libertad.
El amor virtuoso nos hace más libres.
El hombre está determinado formalmente al bien, pero de su determinación libre al bien concreto depende el éxito o fracaso de su libertad.
El hombre es una síntesis de naturaleza y libertad; ni puro determinismo ni pura indiferencia.
La libertad del hombre comienza en la elección de los medios, es decir, en la elección de bienes particulares para llegar al Fin.
Hay dos tipos de libertad: de especificación, elegir entre varios bienes; y de ejercicio, elegir o dejar de hacerlo.
No puede haber libertad sin inteligencia porque primero está la Verdad.
Todo el orden moral se sostiene en el intelectual porque la raíz de la libertad es el conocimiento y realización de la Verdad.
La libertad supone un conocimiento de la verdad, de la ley como camino seguro para lograr el bien.
La libertad se funda en la ley y la reafirma porque la libertad supone siempre un conocimiento de la verdad.
La libertad del hombre radica en la elección de los medios o de los bienes particulares para llegar al Fin.
La libertad se funda en la ley y la reafirma porque la libertad supone siempre un conocimiento de la verdad como camino seguro para el bien.
La libertad implica la posibilidad de la naturaleza humana de apartarse del Fin al que está naturalmente ordenada.
La libertad es el último fin de la glorificación formal de Dios, es decir, de ser conocido y amado por otros entes.
La última causa de la libertad es el fin último del hombre.
La libertad reside en la voluntad pero reside radicalmente o tiene su raíz en la inteligencia.
Cada acto libre tiene dos momentos: uno de la voluntad y otro de la inteligencia.
El movimiento libre procede de la voluntad eficientemente, pero está especificado formalmente por el juicio práctico de la inteligencia.
La actividad de la voluntad y del intelecto se causan y determinan mutuamente en el acto libre.
La raíz de la libertad está en el juicio de indiferencia de la inteligencia.
Lo que la libertad añade a la voluntariedad es la indiferencia activa con respecto al acto que procede de la voluntad.
La libertad es el poder activo de la voluntad de obrar en un sentido o en otro o en tener el poder de abstenerse con indiferencia de obrar.
La libertad es el dominio consciente con que la voluntad engendra su acto antes y durante su determinación.
La libertad requiere el juicio indiferente de la inteligencia.
La libertad, aunque reside en la voluntad, reside radicalmente o tiene su raíz en la inteligencia.
Cada acto libre tiene dos momentos: uno de la voluntad y otro de la inteligencia.
La libertad es sólo de los bienes finitos o fines intermedios y reside en la elección de los medios respecto al fin último.
El lugar de la libertad es la voluntad, pero la raíz de la libertad es la inteligencia porque su juicio es indiferente frente al bien finito.
La conciencia humana no es la fuente de la realidad y por lo mismo tampoco es la fuente de la libertad.
La raíz de la libertad es la inteligencia. Por eso, si se debilita la formación intelectual, es más fácil quedar esclavos de los vicios.
Como la raíz de la libertad está en la inteligencia, es imposible salir de la crisis moral sin formar la inteligencia y fortalecer la voluntad.

LEY Y DERECHO

Para conocer la ley moral natural es necesario conocer a profundidad la naturaleza humana.
La Ley es la ordenación de la razón o la inteligencia para el bien común promulgada por el que tiene a su cuidado la comunidad.
La norma es la ordenación de las cosas a sus fines naturales y a su último fin.
La norma como ley moral, se impone necesariamente y obligatoriamente a la conciencia.
El idealismo kantiano funda el deber en la razón en lugar de en la ley natural. Esto conduce necesariamente al relativismo moral.
Al no poder conocer la cosa en sí, Kant propone una moral autónoma, es decir, aquella en la que el sujeto se da su propia ley: Relativismo.
Como para Kant no podemos conocer la cosa en sí, no podemos conocer su naturaleza y menos una ley natural. Cada uno se da su propia ley.
La ley moral es la medida de los actos humanos. Es un orden establecido por Dios para el Bien Común.
No se trata de acabar con la naturaleza, sino de contribuir a que alcance su fin y su perfección.
La ley natural se divide en ley cósmica y ley moral. El orden terreno se subordina y ordena al orden moral.
Por las leyes naturales cósmicas, los seres irracionales son conducidos por Dios a su fin o bien, que es el perfeccionamiento de su ser.
La ley natural cósmica se cumple siempre e indefectiblemente.
La ley es una regla y medida de los actos, según la cual, uno es inducido o alejado del obrar.
El hombre, desde su propia naturaleza, descubre la ley moral natural que lo ordena a su Fin Último.
Considerar al hombre como un ser puramente mundano es atentar contra su dignidad y contra la consideración integral de su naturaleza.
Si con la muerte terminara el ser humano, la tendencia natural a la plena felicidad estaría ordenada a la frustración.
La aprobación legislativa de leyes inicuas, contrarias a la ley natural siempre es ilícita y no cabe el mal menor.
Las leyes o inclinaciones necesarias del obrar humano son el camino hacia su perfección específica conforme a su naturaleza.
La ley moral natural es la expresión de la naturaleza espiritual de la persona humana.
La ley natural es la norma y medida de los actos e impone una necesidad física, si es ley natural cósmica, y moral, si es ley natural moral.
La ley moral no quita la libertad, sino que se funda en ella y la reafirma.
La ley se estructura sobre la ordenación final de las creaturas, de modo que la ley es un aspecto de la norma Ética que le da obligatoriedad.
La Ley eterna es promulgada en el tiempo a la creatura racional, cuando es inscrita o descubierta por la inteligencia humana.
Lo intrínsecamente bueno o malo está legislado necesariamente por la ley eterna y promulgada por la ley natural.
La Ley eterna es la ordenación de la Voluntad de Dios que se identifica con su Inteligencia o su Verdad para el gobierno de las creaturas.
La obligación moral tiene su origen en el imperio de la Ley eterna y en última instancia en su Autor que es Dios.
La Ley eterna no es sino la norma con que la divina Sabiduría dirige a las creaturas a su último fin.
La Ley eterna ordena a las creaturas a su Fin, de acuerdo a su naturaleza.
Tanto el mundo material como el espiritual, están ordenados por la Ley eterna a su fin y de acuerdo a su naturaleza.
La ley divina se llama ley eterna porque todos los actos que la constituyen están en Dios, desde la eternidad, identificados con su Ser.
La Ley eterna obtiene su efecto en el tiempo con la creación.
La Ley divina es eterna porque es concebida por Dios ab aeterno, desde toda la eternidad.
La Ley eterna es la norma con la que la Sabiduría divina dirige a las creaturas a su Fin Último.
Sólo las creaturas espirituales participan de la Ley eterna formalmente en cuanto que descubren esa ley y son conscientes de ella.
La Ley eterna es promulgada en el tiempo a la creatura racional, y cuando la inteligencia humana la descubre, se llama ley natural.
La Ley eterna es la ordenación de la Voluntad divina identificada con su Inteligencia y con su Verdad para el gobierno de las creaturas.
La Ley eterna de Dios establece la ordenación de las cosas a su fin y así, las cosas reflejan la Ley eterna.
La Ley divina se encuentra en toda la creación y en cada creatura según su naturaleza o modo de ser.
El ser humano es capaz de descubrir la ley natural y la obligación que esta ley le impone de ser respetada en el ejercicio de la libertad.
La obligación radical que el hombre percibe, de obedecer la ley natural, deriva de su Autor que es el mismo Dios.
Sin la ley natural, la obligatoriedad de toda ley se derrumba y se limita a la coacción que no pueden alcanzar los actos internos.
Toda inclinación natural, indica una ordenación a un determinado fin.
El método fenomenológico coincide con el racionalismo y con el empirismo y por eso con ese método se destruye la ley natural moral.
La ley natural moral no puede cambiar mientras no cambie la naturaleza humana.
En la ley moral natural lo que es intrínsecamente bueno o malo, lo es inmutablemente.
La ley natural no es más que la parte formal o la parte racional del derecho, es decir, los primeros preceptos de la sindéresis.
La ley natural es el orden establecido por Dios para el gobierno del mundo y que es descubierto por la razón.
La ley fundamental del desarrollo en general es el servicio del hombre integralmente considerado.
La ley natural es fundamento indispensable de toda ley humana.
Los principios de la ley natural son indispensables para que la persona alcance su fin y para asegurar la convivencia y estabilidad social.
El hombre debe descubrir la naturaleza de las cosas para utilizarlas racionalmente llevándolas a su plenitud sin maltratarlas.
Cuando el hombre respeta el orden jerárquico de cada cosa al fin impreso en la naturaleza, logra a su vez su propia perfección moral.
La ley moral no es autónoma sino heterónoma hay que descubrirla objetivamente conociendo la naturaleza humana.
La necesidad física de las leyes naturales de los seres irracionales está sustituida en el hombre por la necesidad moral.
Muy a pesar del agnosticismo, es un hecho que observando la naturaleza humana podemos descubrir su deber ser.
La razón de ser de toda naturaleza es la expresión del fin al que se dirige.
El objeto de la justicia es el derecho.
El derecho es lo debido.
El derecho puede ser natural o positivo.
El derecho es natural cuando lo justo se puede exigir legítimamente por la misma naturaleza.
El derecho es positivo cuando la equivalencia es determinada por el acuerdo o convención.
El derecho positivo depende del derecho natural y nunca debe contradecir al derecho natural.
El derecho positivo es la aplicación del derecho natural a situaciones muy concretas.
Sindéresis es la capacidad intelectual para captar la norma objetiva y formularla en sus principios supremos.
La sindéresis es la norma de primer grado de la ley natural: hacer el bien y evitar el mal.
Las normas de segundo grado: son leyes que se deducen de la sindéresis y que pueden ser descubiertas por uno y/o aprendidas por otros.
Las normas de tercer grado son conclusiones que se deducen de las normas de segundo grado y que son alcanzados únicamente por los especialistas.
Dios es la única autoridad legítima que puede juzgar con justicia a una persona.
El derecho natural es el efecto formal de la ley natural.
La ley sigue al derecho que es su fundamento.
El orden de los derechos y deberes no tiene su origen en la libertad o en la opinión personal o social, su origen es la naturaleza humana.
El derecho es una relación de orden del hombre libre a su perfección sociopolítica conforme a la ley natural.
El orden jurídico radica en el orden metafísico.
El derecho positivo debe ordenarse al derecho natural.
El derecho tiene su origen en la naturaleza. Por eso si no conocemos profundamente la naturaleza fallamos en el derecho.
Los “derechos” que van en contra de la naturaleza no son derechos sino más bien torcidos.
El derecho natural es el efecto formal de la ley natural. El derecho natural es la inclinación natural al acto y fin debidos o sea lo justo.
El descubrimiento del derecho natural por la criatura racional es lo que llamamos ley natural.
El derecho a la reunión o asociación es un derecho natural siempre y cuando no atente contra el bien común.
El derecho a la propiedad privada y a la propiedad colectiva es un derecho natural de la persona y de la sociedad respectivamente.
Todo ser humano tiene derecho natural a una vida digna conforme a su naturaleza y a sus condiciones particulares.
Los derechos naturales son jerárquicos.
Todo hombre tiene derecho natural a la vida, a la educación, a la salud, a la vivienda digna, a la propiedad privada y a la sana recreación.
El derecho natural es parte de la ley moral.
El derecho natural exige al derecho positivo o ley humana que aplique el derecho natural a las complejas situaciones de la vida.
La ley natural es más amplia que el derecho natural porque incluye derechos y obligaciones.
El Estado laico debe respetar la libertad religiosa y de conciencia siempre y cuando no atenten contra el bien común.
El derecho a la libertad religiosa y de conciencia tiene como límite la ley natural y el derecho natural.
El derecho positivo se ordena al derecho natural que emana de la naturaleza humana individual y social.
No estamos obligados, en conciencia, a considerar y obedecer como leyes órdenes que no son leyes.
Una ley injusta, no es ley.
Si una ley es injusta para Dios, ya sabemos que nuestro deber es no cumplirla y admitir pagar el precio por no hacerlo.
Si una ley sólo es injusta para nosotros, hay derecho de denunciar y no obedecer, pero podemos decidir someternos a la violencia.
Sin la fundamentación de la obligatoriedad de la ley humana en la ley divina, no hay obligación más que por la fuerza.
La obligación no quita la libertad, sino que supone libertad psicológica para el dominio y la responsabilidad del acto humano de cumplirla.
El abatimiento producido por el mismo orden transgredido es la pena.
La felicidad humana exige eternidad porque el temor o posibilidad de perderla acabaría con ella.
El derecho objetivo es lo que objetivamente se debe a alguien de manera justa y por eso tiene derecho a reclamarlo subjetivamente.
Del ser personal se deriva la capacidad de apropiación y el hecho de que las cosas estén repartidas.
El derecho no es una fuerza sino una deuda.
El derecho a la propiedad privada es un derecho natural que tiene un aspecto social que es el bien común.
El orden jurídico positivo debe garantizar una protección eficaz e independiente de los derechos humanos.
La ley civil es una exigencia de la naturaleza humana, ya que ninguna sociedad puede subsistir sin leyes.
La ley civil resulta de la ordenación de la razón dirigida al bien común terreno de los hombres, promulgada por la autoridad competente.
Cuando la ley civil es injusta (contra el derecho natural) no obliga en conciencia y puede ser obligatorio desobedecerla abiertamente.
El cumplimiento de la ley civil justa obliga en conciencia ante Dios.
Las leyes injustas que inventan los hombres y que contradicen la ley natural o el orden natural no pueden ser obedecidas en conciencia.
Las leyes injustas no pueden ser leyes y no existe obligación moral de cumplirlas.
La ley positiva se divide en divina y humana y la ley humana se divide en civil y eclesiástica.
Toda ley natural es divina pero no toda ley positiva es humana ya que puede ser también divina.
La ley positiva divina está en la Sagrada Escritura.
Las leyes positivas que hacen los hombres no tienen poder para hacerlos buenos y justos. Hace falta una educación orientada al bien común.
Si una ley positiva va en contra del derecho natural no obliga moralmente y no debemos cumplirla.
La ley positiva humana no puede transgredir la ley natural sin destruirse automáticamente debido a que se priva de su fuente obligatoria.
La función de la ley positiva humana es confirmar los preceptos de la ley natural, completarlos, extenderlos y aplicarlos a casos concretos.
El fin de toda ley debe ser hacer a los hombres justos y virtuosos.
Todo ser humano tiene derecho natural originario y primario a la sana alimentación.
Un gobierno o legislación que promueve leyes inicuas no es legítimo.
No existe obligación moral de obedecer leyes injustas. Lo político se subordina y ordena naturalmente a lo moral.
La ley natural es universal (para todos); inmutable (no cambia); indispensable (obliga siempre).
Cuando una sociedad se deprava moralmente hasta en sus leyes, es síntoma de su decadencia y de su inminente destrucción.
El “derecho” a equivocarse no es un derecho sino más bien algo torcido.
La ley moral es una “ordinatio rationis” que obliga a seguirla porque esa ley tiene como fin el bien común o bien de todos y cada uno.
La ley es el camino de la justicia, la paz y la felicidad. Sin ley no se alcanza el bien común. Pero la ley inicua no es ley y no obliga.
Sólo hay una justicia: dar a cada quien lo suyo. Pero Dios nunca se equivoca y el hombre suele equivocarse.
La ley natural no es una doctrina sino un hecho de experiencia.
La base de la ley natural es la finalidad que se encuentra en la naturaleza humana.
Existen cosas que objetivamente deben hacerse porque van con la naturaleza humana y otras que deben evitarse por ir en contra.
Las tendencias o inclinaciones naturales del hombre tienen fines propios del ser humano como persona. La ley natural expresa ese orden.
Si el hombre no reflexiona sobre el orden y jerarquía de sus tendencias conforme a sus fines naturales, se autodestruye.
La ley natural es cierta medida del derecho, o sea de lo justo. Es el descubrimiento racional del orden de las tendencias a sus fines.
Una ley moral que obliga sin quitar la libertad sólo puede dirigir y ordenar la voluntad mediante un conocimiento.
La ley natural es el orden que el hombre necesita para alcanzar su fin.
La norma es la ordenación de las cosas a sus fines naturales y a su último fin.
La obligatoriedad es una propiedad inmediata y esencial de la ley natural y de toda ley justa que en ella se apoye.
La ley humana se presenta como una continuación de la ley natural divina.
En la ley natural cobra vigor todo el orden jurídico.
Sin la ley natural como fundamento de todas las demás leyes, la obligatoriedad de éstas se derrumba y sólo le queda la fuerza coactiva.
Si se niega la ley natural sólo queda la fuerza coercitiva.
La ley natural se impone a la inteligencia humana como algo que sí se niega a ver, acaba por destruirle.
La fuerza coactiva no puede alcanzar los actos internos de la voluntad. Nadie puede obligar a que se quiera o se deje de querer algo.
La ley natural es el único vínculo espiritual capaz de ordenar eficazmente, con verdadera obligación, la voluntad humana hacia su último fin.
La ley moral natural será la misma mientras no cambie la naturaleza humana, por eso es inmutable.
La ley humana es necesaria porque es necesario mantener el orden social terreno y aplicar la ley natural a todos los casos concretos.
La ley humana explicita en los casos concretos y circunstancias diversas la ley moral natural.
La ley humana se presenta como la continuación de la ley natural divina.
La ley humana, cuando es legítima, procede mediatamente de Dios.
Sin la ley natural, la ley humana no tiene autoridad moral para imponer algo a menos que sea bajo la fuerza autoritaria.
La Ley es una ordenación intelectual y volitiva con la que, desde toda la eternidad, Dios dirige eficazmente a la creatura al Fin de su gloria.
La ley humana injusta por contradecir la ley natural, se invalida a sí misma.
Las autoridades son jerárquicas por naturaleza. Por eso cuando una “autoridad” se impone en contra de la naturaleza se produce la tiranía.
La ley que no contribuye al bien común, no es ley porque va contra la justicia legal. Como el aborto que no vela por el bien del no nacido.
La legitimidad en la autoridad viene de la verdad objetiva, es decir, de la perfección personal, no de nombramientos sino de la naturaleza.
La ley no debe ordenar cosas física o moralmente imposibles porque se invalida a sí misma al estar fuera de la ley natural.
Hay obligación moral de resistirse a leyes injustas porque están fuera de la ley natural.
La ley es algo que está en nuestra naturaleza y de lo cual no podemos librarnos, por eso la ley obliga y reprende cuando se transgrede.
La ley no es autónoma sino heterónoma, nuestra inteligencia la capta y la formula pero no la crea.
Las leyes absurdas y muchas veces injustas hechas a capricho de los consensos dejan abiertas las puertas para ser burladas impunemente.
Según el sistema “democrático” las leyes son obra de todos pero, como no es posible, se hacen a capricho de algunos y a veces contra el bien común.
No hay conciencia moral y, como las leyes penales y recursos para aplicarlas no son suficientes, muchos obran mal evadiendo la sanción penal.
La ofensa es una falta contra la virtud de la justicia.
La fuente de la obligación moral o del deber no es autónoma. El hombre no crea la ley moral natural sino que la descubre.
La ley natural es ley divina: es el orden establecido por Dios para el gobierno del mundo.
La Ética y el derecho que desconocen la ley natural moral se convierten en antiética y promueven la inmoralidad y la descomposición social.
Sin la unidad que confiere la verdad a una nación es imposible la justicia y el bien común. Sólo es posible la anarquía o la tiranía.
En los sistemas materialistas: marxismo y liberalismo, NO se entiende la libertad, la ley natural y los derechos humanos.
Sin Filosofía realista no se puede lograr el orden jurídico porque el derecho positivo se ordena al derecho natural que emana de la naturaleza.

CONCIENCIA

La conciencia es el juicio del entendimiento práctico acerca de la moralidad del acto realizado o por realizar según los principios morales.
La conciencia es un acto del entendimiento práctico a través del hábito de la prudencia adquirida o infusa.
La conciencia NO es un acto del entendimiento teórico ni de la voluntad.
Los tipos de conciencia son: conciencia psicológica y conciencia moral.
La conciencia psicológica es la autoconciencia, es la conciencia del yo y el mundo.
La conciencia moral es regla subjetiva de las costumbres.
La conciencia moral, para que su acto sea bueno, debe juzgar conforme a las leyes objetivamente justas.
La conciencia moral es un juicio sobre la bondad o maldad de los actos humanos.
La conciencia supone principios morales objetivos fundados en una ley u orden moral objetivo: la ley natural.
La conciencia moral no juzga los principios de la ley natural o divina, sino sólo si el acto que vamos a realizar se ajusta o no a esos principios.
La conciencia moral supone la ley moral natural objetiva pues se encarga de aplicar los principios de la ley a cada caso particular.
La conciencia moral juzga si el acto humano que vamos a realizar se ajusta a los principios de la ley natural moral objetiva.
La conciencia no es autónoma como sugiere Kant, no crea la ley moral por consensos, sino que nos da a conocer la ley natural moral objetiva.
La conciencia moral es heterónoma; no crea la ley natural, sólo la da a conocer como algo objetivo independiente de la voluntad o de caprichos.
La conciencia subjetiva o intersubjetiva no es criterio objetivo de moralidad.
La libertad de conciencia es un derecho natural que reconoce la filosofía realista y la doctrina cristiana.
Hay que formar bien la conciencia.
La conciencia y la voluntad libre hacen al hombre dueño de su ser y de sus actos. La persona humana participa del ser de un modo superior.
Existen diversos tipos de conciencia moral, uno de ellos es por razón del acto: antecedente, concomitante y consiguiente.
La conciencia antecedente juzga antes del acto; la conciencia concomitante juzga durante el acto y la conciencia consiguiente juzga después del acto.
Por razón de la conformidad con la ley, la conciencia puede ser verdadera o errónea.
La conciencia verdadera es la que juzga conforme al criterio objetivo de moralidad que es la ley moral natural.
El hombre tiene la obligación de poner todos los medios a su alcance para adquirir una conciencia objetivamente verdadera.
La conciencia errónea es la que juzga en contra de la ley moral natural.
La conciencia falsa o errónea es la que no coincide con la verdad objetiva de las cosas. Puede ser invencible o venciblemente errónea.
La conciencia invenciblemente errónea puede ser accidentalmente regla subjetiva de los actos humanos.
La conciencia venciblemente errónea nunca puede ser regla subjetiva de moralidad y hay obligación de disipar el error antes de obrar.
La conciencia invenciblemente errónea es inculpable.
Por razón de la responsabilidad, la conciencia puede ser recta o torcida.
La conciencia recta es la que juzga conforme al dictamen de la propia razón que puede estar o no equivocada.
La conciencia torcida es la que juzga en contra del dictamen de la propia razón aunque coincida con la verdad objetiva de las cosas.
La conciencia recta es la que se ajusta al dictamen de la propia razón, aunque no coincida con la realidad objetiva de las cosas.
Puede haber una conciencia recta pero errónea. Si es invenciblemente errónea no es culpable.
Por razón del dictamen de la razón puede ser: preceptiva, permisiva, prohibitiva o conciliativa.
La conciencia es preceptiva si ordena a la acción; permisiva si permite la acción, prohibitiva si prohíbe la acción y conciliativa si concilia la acción.
Por razón del asentimiento, la conciencia puede ser: cierta, dudosa o perpleja.
La conciencia cierta es la que juzga sin temor a equivocarse.
La conciencia dudosa es la que juzga con temor a equivocarse.
La conciencia perpleja es la que le parece que obra mal en cualquier sentido, entonces suspende el juicio.
Por razón del medio habitual de juzgar puede ser: escrupulosa, delicada, farisaica, laxa o cauterizada.
La conciencia escrupulosa es la que ve malo lo que es bueno o indiferente.
La conciencia escrupulosa ve falta donde no la hay.
La conciencia delicada es la que juzga bien hasta en los mínimos detalles.
La conciencia farisaica es la que hace grande lo pequeño y pequeño lo grande.
La conciencia laxa juzga bueno o indiferente lo que en realidad es malo.
La conciencia laxa permite faltar a la ley por cualquier motivo.
La conciencia cauterizada no ve ningún mal hasta en los mayores crímenes.
La conciencia bien formada debe ser verdadera, recta, cierta y delicada.

VIRTUDES

Los hábitos son cualidades estables que perfeccionan o degradan al individuo.
Los hábitos pueden ser entitativos y operativos.
Los hábitos operativos buenos se llaman virtudes. Son cualidades estables que perfeccionan la operación de las facultades.
No puede haber virtud si no hay amistad.
La amistad con caridad es el fundamento de la felicidad.
Las virtudes pueden ser naturales, cuando nacemos con ellas, adquiridas con esfuerzo o infusas cuando Dios nos las da.
Las virtudes, según las facultades que perfeccionan pueden ser Intelectuales o morales.
Las virtudes que perfeccionan a la voluntad por su finalidad se dividen en morales cuando apuntan a la Felicidad Eterna o técnicas cuando apuntan a la felicidad terrena.
Las virtudes perfeccionan directamente a las facultades racionales que son el intelecto y la voluntad e indirectamente a otras facultades.
Las partes integrales de una virtud son los distintos elementos que la integran y ayudan a su funcionamiento perfecto.
Las partes potenciales de una virtud son virtudes derivadas de ésta.
Los hábitos no crecen por adición o suma, sino por un mayor arraigo y radicación en el sujeto.
En la complicidad para algo naturalmente desordenado no puede haber verdadero amor ni unidad, por tanto no puede ser buena.
Amar es procurar el verdadero y máximo bien del otro.
Si el fin es algo desordenado no es amor sino egoísmo.
Es fácil confundir el amor con el egoísmo que es un amor desordenado a uno mismo.
Para amar rectamente hay que tener una buena educación.
El amor se basa en la semejanza y en la confianza.
Las virtudes intelectuales son indispensables para conocer el bien, pero el conocimiento del bien objetivo no garantiza el bien obrar.
La virtud de la prudencia es intelectual y moral porque no sólo perfecciona el intelecto sino que garantiza el buen uso de la voluntad.
Las virtudes morales son virtudes en sentido pleno porque garantizan el buen obrar.
La templanza es la armonía entre lo que por naturaleza es inferior y lo que es superior tanto en el individuo como en la sociedad.
La némesis es el horror al mal y a la injusticia. Virtud entre la envidia (entristecerse del bien ajeno) y alegrarse del mal ajeno.
La virtud cuando está unida, es más eficaz para producir su efecto bueno que cuando está dispersa o dividida.
La estabilidad de la virtud nos permite actuar bien en todo momento. En ocasiones para alcanzarla se requiere mucho tiempo.
Sabiduría viene de saborear y es una virtud excelente que ve las causas últimas de todo y que tiene varios grados de profundidad.
Las tres virtudes que perfeccionan al intelecto teórico son sabiduría, ciencia e inteligencia.
Los hábitos buenos o virtudes nos permiten una facilidad de acción para alcanzar el objeto bueno sin esfuerzos ni retrasos.
Los hábitos buenos o virtudes confieren al hombre, estabilidad, espontaneidad y facilidad para actuar bien en toda ocasión.
La ignorancia es causa de muchos errores pero las virtudes intelectuales no bastan para que el hombre sea moralmente bueno, hacen falta las virtudes morales.
La Verdad te hace libre pero no basta con conocerla, hay que vivirla conforme al desarrollo de las virtudes morales.
Las virtudes morales son: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Su objeto inmediato es la honestidad de los actos humanos.
En realidad las virtudes morales son muy numerosas, pero se dividen en dos grupos principales: 1. Cardinales 2. Derivadas.
Se llaman virtudes cardinales porque sobre ellas gira y descansa toda la vida moral humana.
Existen otras virtudes derivadas de las cardinales porque las virtudes cardinales tienen partes integrales, subjetivas y potenciales.
Las partes integrales de una virtud son aquellos elementos que ayudan a la propia virtud cardinal para que produzca su acto virtuoso.
Las partes subjetivas o esenciales de una virtud son las distintas especies en que se subdivide la propia virtud cardinal.
Las partes potenciales de una virtud son las virtudes derivadas que se parecen a la virtud cardinal pero que se ordenan a actos secundarios.
Las virtudes cardinales son la fuente o el gozne de todas las demás y son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Se distinguen de las cardinales por el fin del agente que ejecuta la acción.
La virtud de la prudencia es la recta razón en el obrar. Señala el justo medio de las otras virtudes a las que dirige y gobierna.
La virtud de la prudencia puede ser natural o adquirida, o bien sobrenatural o infusa.
La memoria del pasado es una parte integral de la prudencia que contribuye a recordar los éxitos y los fracasos.
La memoria es fundamental para la prudencia porque sin conciencia histórica individual y social se cometen graves imprudencias.
La inteligencia del presente es también parte integral de la prudencia porque nos permite discernir adecuadamente lo que está sucediendo.
La docilidad es la parte integral de la prudencia para pedir y aceptar consejo de los que realmente son sabios y experimentados.
La sagacidad es la parte integral de la prudencia que consiste en la prontitud de espíritu para resolver los casos urgentes.
La razón es la parte integral de la prudencia para resolver los casos que no son urgentes con reflexión.
La previsión o prognosis es la parte integral más importante de la prudencia que nos permite ver el fin lejano para ordenar los medios.
La circunspección es la parte integral de la prudencia que considera atentamente las circunstancias para juzgar tomándolas en cuenta.
La cautela o precaución es la parte integral de la prudencia contra los impedimentos extrínsecos que pueden ser obstáculo para lograr el fin.
La prudencia tiene dos partes subjetivas o esenciales que son las especies en que se divide: 1. Prudencia personal 2. Prudencia social.
La prudencia personal es la virtud que se encarga de dirigir los actos libres individuales del que la posee.
La prudencia social es la virtud que perfecciona nuestros actos libres en lo que se refiere al bien común de la sociedad.
La prudencia social tiene 4 subespecies: 1. Gubernativa 2. Política. 3. Familiar 4. Militar.
Las virtudes que debe tener el gobernante son: la prudencia gubernativa y la justicia legal.
La prudencia gubernativa es la propia de los gobernantes para encaminar a la sociedad civil al bien común. Su acto principal es legislar.
La prudencia política es propia de los ciudadanos para cumplir, en lo que les corresponde, con las autoridades para alcanzar el bien común.
La prudencia familiar es la que deben tener los miembros de la familia para que ésta viva y se desarrolle rectamente en aras del bien común.
La prudencia militar es la que deben tener los militares para defender el bien común en caso de guerra justa.
La virtud de la prudencia también tiene partes potenciales o virtudes derivadas distintas a la prudencia pero que se relacionan con ella.
La eubulia o buen consejo es una parte potencial de la prudencia.
La eubulia aconseja mientras la prudencia manda.
La synesis o sensatez es la parte potencial de la prudencia que nos ayuda a juzgar rectamente según las leyes comunes y ordinarias.
La gnome o juicio equitativo es la parte potencial de la prudencia que nos ayuda a juzgar rectamente en los casos no previstos por la ley.
La imprudencia y la negligencia son vicios opuestos a la prudencia.
La imprudencia procede de la lujuria y en ella intervienen la ira y la envidia.
La lujuria es el vicio que más entenebrece el juicio de la razón porque se centra en lo sensible y lo sobrepone sobre lo racional.
La negligencia es el vicio contra la prudencia que consiste en la falta de solicitud en hacer eficazmente lo que debe hacerse.
La astucia es un vicio parecido a la prudencia que consiste en la habilidad para conseguir un fin bueno o malo por vías falsas.
Para que la prudencia sea perfecta debe encaminar los actos humanos al fin último trascendente del hombre.
La virtud de la prudencia es intelectual y moral porque no sólo perfecciona el intelecto sino que garantiza el buen uso de la voluntad.
El dolo es el vicio de la astucia pero practicada con las palabras.
El fraude es el vicio de la astucia contra la prudencia pero de los hechos.
La mentira nunca es lícita. Ni aún en el caso en que no estemos obligados a decir la verdad.
La mentira nunca es lícita y menos si es pública.
Un país de mentirosos y relativistas está condenado a la ruina.
La integridad consiste en pensar y actuar del mismo modo.
Ser íntegro es ser congruente con la verdad conocida y amada.
Una persona íntegra obra conforme a la verdad.
El fanático no está alineado a la verdad objetiva; ha perdido la objetividad.
La calumnia es un grave mal que consiste en atribuir a alguien un mal que en realidad no ha cometido.
La difamación es un mal moral que consiste en manifestar los errores ocultos de una persona afectando así su fama.
La murmuración es un mal moral que consiste en criticar los defectos públicos de una persona.
La buena fama y el honor de las personas forman parte de los bienes espirituales que hay que respetar.
La vida intelectual está orientada a la verdad, por eso sólo se desarrolla en la medida en que la va alcanzando.
Promover errores o falsedades como verdades es gravemente ilícito.
Es muy grave difundir el error o la mentira porque con eso se destruye la sociedad al alejarse de su Fin.
Vivimos en un mundo que por empeñarse en vivir en la mentira está perdiendo la razón.
Nadie puede tener derecho a engañar.
El derecho a la mentira, no es derecho.
Otro vicio contra la virtud de la prudencia es sobreestimar lo terrenal con falta de confianza en la providencia.
La “prudencia” de la carne es un vicio que consiste en una habilidad para encontrar los medios para satisfacer las pasiones desordenadas.
La virtud de la prudencia se define como recta razón en el obrar.
La prudencia es una virtud intelectual y moral porque no sólo nos proporciona los conocimientos sino que garantiza el bien obrar.
Para algunos la prudencia es tolerar lo intolerable para guardar las apariencias y mantener una supuesta “paz” dejando crecer el mal.
La diplomática “prudencia", es una cobardía barata que precipita a los demás al error.
Para la prudencia se requiere que el hombre esté bien dispuesto respecto de los fines, lo cual se logra por el apetito recto.
Los vicios falsamente parecidos a la prudencia: astucia, dolo, fraude, solicitud excesiva, etc., provienen de la avaricia.
La avaricia es un vicio que consiste en poner el corazón en las cosas del mundo, sobretodo en el dinero.
El avaro no repara en medios para acrecentar su capital. De eso nacen sus preocupaciones presentes y sobre el porvenir.
El robo o el hurto consiste en apoderarse de lo ajeno contra la legítima voluntad de su dueño. Si esa voluntad es ilegítima, no es robo.
El hombre tiene deberes consigo mismo, con los demás y con Dios.
Nos aferramos a los bienes, los honores, la fama… y en muy poco tiempo nos iremos sin nada.
Es ilícito percibir dinero por el uso del dinero.
Percibir interés por un préstamo monetario es injusto en sí mismo.
El fin del dinero es facilitar los cambios, por eso el venderlo es usura.
La usura va contra la ley natural. Es fuente de injusticia y de empobrecimiento.
La justicia es una virtud que consiste en la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo que le corresponde estrictamente.
Los deberes fundamentales de justicia estricta para con el prójimo como individuo son respetar su vida, su cuerpo, su hacienda y su honor.
La virtud de la justicia se sitúa y perfecciona a la voluntad.
La justicia distributiva regula las relaciones de la sociedad con cada uno de sus miembros. Su función es repartir equitativamente los bienes.
La justicia distributiva concede a una persona privada una parte tanto más importante en función de su rango y de lo que da a la sociedad.
La justicia conmutativa regula las relaciones de los miembros entre sí. Su objeto son las permutas entre personas del mismo rango.
El acto primero de la justicia conmutativa es la restitución.
Restituir significa poner a alguien en posesión de su bien.
Como es necesario para la salvación observar la justicia, por lo mismo es necesario restituir lo que se retiene injustamente.
El hombre pervertido es mucho peor que la peor de las bestias por la inteligencia y la voluntad pervertidas.
La corrupción de lo óptimo es la peor.
Tanto más nociva resulta la fuerza que siembra el mal, cuanto más unificada esté.
El poder puede causar un grave e irreversible daño al nombre.
La injusticia es un abuso que turba la armonía del organismo social y siembra la discordia.
Una sociedad injusta no puede prosperar.
El sabio debe enseñar y aconsejar, el santo debe orar y el prudente gobernar.
La virtud del gobernante debe ser la prudencia.
El objeto material de la justicia legal son los actos exteriores de todas las virtudes en cuanto necesarios o convenientes para el Bien Común.
En el caso del robo se deben considerar dos consecuencias: el perjuicio material causado y el daño moral de la injusticia.
El perjuicio material del robo se repara mediante la restitución.
La falta moral del robo se repara por la pena que el juez debe infligir.
Como la justicia es dar a cada quién lo suyo, la restitución debe ser a la persona dañada, salvo si es funesta para el beneficiario.
Todo lo que atente contra la justicia: honorarios o precios abusivos, engaños y fraudes, etc. llevan consigo la obligación de restituir.
La falsificación de mercancías, las gratificaciones indebidas, daño culpable de objetos de trabajo, etc. conllevan la obligación de restituir.
Si la restitución del robo es funesta para el beneficiario se puede dar a otro o a la sociedad.
La vida posmoderna se ha ido complicando extraordinariamente y creando un sin fin de necesidades ficticias, por lo que, no hay salario que alcance.
La vida posmoderna con su sin fin de exigencias obliga a las personas a obtener recursos por cualquier medio lícito o ilícito.
El objeto formal de la justicia legal es el bien común. El sujeto es todo aquel que forme parte de la comunidad.
La justicia legal se da de la persona a la comunidad. Hay que dar a la sociedad todo lo que le es debido en orden al bien común.
Es injusto tratar igual a los desiguales.
La fortaleza actúa sobre el apetito irascible y la voluntad para que no desistan en conseguir un bien difícil ni por el máximo peligro.
La virtud de la fortaleza nos ayuda a no desistir en conseguir un bien difícil ni siquiera por el máximo peligro que es la muerte corporal.
Un vicio contra la virtud de la fortaleza es la indiferencia: no temer los peligros cuando se deben temer por ser necios o soberbios.
La temeridad es un vicio contra la fortaleza que consiste en buscar el peligro sin causa justificada.
La magnificencia es una parte integral de la fortaleza que consiste en no desistir en los grandes proyectos a pesar del desgaste que exijan.
La magnanimidad es una parte integral de la fortaleza que nos ayuda a emprender grandes cosas con prontitud de ánimo y confianza en el fin.
La paciencia o longanimidad es una parte potencial de la virtud de la fortaleza que nos hace resistir la tristeza de los males presentes.
La perseverancia es una parte de la fortaleza que nos hace resistir las dificultades sin desistir ante la prolongación del sufrimiento.
La magnanimidad empuja a lo grande y es incompatible con la mediocridad. Es la grandeza de alma o nobleza de carácter.
El magnánimo es un espíritu selecto, exquisito, superior. No es envidioso, ni rival, ni presuntuoso.
El magnánimo es tranquilo, lento, no se entrega a muchos negocios a la vez, sino poco a poco sus logros son grandes y espléndidos.
El magnánimo es abierto, franco, verdadero y sincero, dice lo que siente sin preocuparse de la opinión de los demás. Admira lo elevado.
El magnánimo no se acuerda de las injurias recibidas, no es vengativo. No miente nunca. Es objetivo en su amistad.
La presunción es un vicio opuesto a la virtud de la fortaleza que consiste en querer realizar empresas superiores a nuestras fuerzas.
La ambición es un vicio opuesto a la virtud de la fortaleza que nos impulsa a procurarnos honores indebidos.
La vanagloria es un vicio opuesto a la fortaleza que consiste en buscar la fama sin méritos en que apoyarla. Atribuirse lo que otros hacen.
La vanagloria busca gloriarse como si hubiera hecho lo que otros hacen.
La ilusión de autosuficiencia que padece la creatura debe ser destruida por su propio bien.
La pusilanimidad es un vicio opuesto a la virtud de la fortaleza y es una falsa humildad que impide que fructifiquen los talentos recibidos.
El odio de enemistad o de malevolencia, es el que considera a una persona como mala en sí misma o le desea algún mal o se alegra con su mal.
El odio de abominación o aversión es el que odia a alguien porque le resulta nocivo. Por ejemplo: el ladrón a la policía, etc.
La prudencia moral y la prudencia fáctica, exigen el consejo de los más sabios para el logro del bien común.
Los buenos hábitos perfeccionan al ser humano, lo disponen bien y de manera estable para su fin.
La virtud no es el único valor ni el valor supremo, pero si es el fundamento para la adquisición y realización de todos los valores.
Las virtudes intelectuales consisten en saber pensar bien sobre Dios, el hombre y el mundo.
Cada virtud es más excelente en la medida en que se ordena a un mayor bien.
El gravísimo desprecio a la formación en las virtudes intelectuales no puede más que traer graves consecuencias en el orden moral.
Sin educación en virtudes es imposible el orden, la justicia, el bien común y la paz.
El justo medio real es la virtud que regula las relaciones exteriores entre los hombres: justicia.
El justo medio de razón son las virtudes de la vida afectiva personal: prudencia, fortaleza y templanza.
El intelecto puede ser sujeto de virtud absolutamente sólo en tanto que dice orden a la voluntad, o es movido de algún modo por la voluntad.
En las facultades sensibles aunque hay hábito, no hay propiamente virtud sino en cuanto que participan de la razón.
Únicamente el intelecto y la voluntad son, en sentido estricto, sujetos de virtud.
Solamente en el entendimiento radican las virtudes que disponen al hombre al conocimiento de la verdad.
Los apetitos sensitivos sí llevan a cabo la operación a la que disponen las virtudes morales, y por ello sus hábitos son verdaderas virtudes.
La virtud moral es perfecta porque la voluntad, además de tener como objeto el Bien Supremo, gobierna el buen uso de las demás potencias.
Las virtudes intelectuales deben someterse al gobierno de las virtudes morales.
Las virtudes intelectuales, aunque apuntan de modo cierto e indefectible al bien que es la verdad, no garantizan la posición del Bien Absoluto.
Las virtudes morales son las virtudes que garantizan el recto uso de la ciencia y de la técnica.
La prudencia es virtud intelectual y moral porque regula a las virtudes morales y con eso contribuye al recto uso de todas las virtudes.
Los vicios manifiestamente opuestos a la prudencia: imprudencia, precipitación, inconsideración e inconstancia proceden de la lujuria.
Las conclusiones alcanzan una mayor penetración en la realidad que los principios y por eso son superiores aunque dependen de los principios.
La sabiduría, unificando todos los conocimientos parciales y dispersos de las causas, logra penetrar hasta sus últimas causas.
La excelencia de una virtud depende principalmente de la perfección de su objeto.
La sabiduría considera la causa más elevada de todas, Dios, y juzga todas las cosas a partir de Dios y por eso es la más excelente virtud.
El don sobrenatural de la sabiduría perfecciona a la caridad, de modo que no hay caridad perfecta sin el don de la sabiduría.
La sabiduría es superior a la ciencia y a la inteligencia porque es conocimiento de las conclusiones y apreciación de los principios.
La sabiduría, cuando involucra la fe, es especulativamente práctica porque ordena los conocimientos y la actividad humana.
El don de la sabiduría hace que la virtud de la sabiduría sea considerada como especulativamente práctica.
Corresponde a la sabiduría juzgar conforme a los más altos principios y ordenar en relación al Último Fin de todo el Universo.
En lo que se refiere al buen uso de una virtud, las virtudes morales son más perfectas que las intelectuales.
En lo referente a la contemplación de las verdades que iluminan toda la vida moral, el señorío es de las virtudes intelectuales teóricas.
Los juicios prácticos del prudente deben ajustarse a la dependencia natural que tiene lo contingente de lo necesario.
La soberbia, como el egoísmo, consiste en amarse desordenadamente.
La envidia es entristecerse o incluso enfurecerse con el bien ajeno.
Hay males exteriores al cuerpo como la pobreza material; males del cuerpo como la enfermedad y males del alma como la soberbia y la envidia.
En la crítica malsana muchas veces va escondida la envidia o la admiración o las dos cosas.
La recta razón es la que juzga conforme a la ley natural moral. Hay que conocerla y obrar conforme a ella.
La recta razón juzga conforme a la ley moral natural objetiva y garantiza que se obre en conformidad con ella.
La recta razón permite al hombre saber cómo debe comportarse conforme a su dignidad humana.
La recta razón descubre al hombre cómo puede realizarse íntegramente como persona.
La recta razón permite al hombre conocer todos los fines de la vida humana.
Si el hombre no obra de acuerdo con la recta razón se frustra.
Si el hombre no sigue la recta razón no alcanza la felicidad que es el fin último de toda su vida.
La nobleza del hombre le obliga a seguir la recta razón para alcanzar la felicidad que es la motivación de todas las motivaciones.
La recta razón nos muestra que las personas humanas no pueden conducirse como seres infrahumanos.
La recta razón es la razón en posesión de la regla objetiva que se apoya, en última instancia, en la inteligencia divina.
El fundamento del amor es la semejanza. Antes que la pluralidad está la unidad. A mayor semejanza mayor amor.
La solidaridad deviene de la especie humana. Todos los hombres compartimos una sola especie. Lo que afecta a uno afecta a todos.
Si no vives como piensas acabarás pensando como vives.
La persistencia en el mal acaba por justificarlo todo.
Las malas acciones oscurecen la razón.
Una cosa es reconocer nuestros defectos y otra cosa es promoverlos como si fueran algo bueno.
El hombre feliz necesita amigos, no por utilidad o por delectación sino para obrar bien.
En el amor de concupiscencia, el amado se ama con el amor que el amante se tiene a sí mismo.
En el amor de benevolencia o de amistad el amado es amado por su intrínseca perfección, por lo que es.
El amor de concupiscencia es un amor disimulado que el amante tiene de sí mismo.
Sólo el amor de benevolencia, en el que el amado es amado por lo que es, constituye el verdadero amor hacia otro; es el amor de amistad.
El amor verdadero consiste en vivir adheridos a la verdad.
En el hombre es evidente una disposición desordenada que incluso puede llegar a ser vicio como un hábito corrompido.
Es un hecho que el hombre no siempre logra hacer lo que la razón le presenta como bueno.
Es mejor sufrir el mal que cometerlo.
La dicha mezclada con dolor es imperfecta mientras que la felicidad exige la posesión perfecta del bien sin carencia alguna.
La tolerancia no puede ser virtud porque su objeto es el mal. La virtud es la paciencia, el respeto, la comprensión.
El mal se tolera. A las personas se les respeta y se les ama. Respetar es reconocer la dignidad (valor) del otro.
La tolerancia no es una virtud porque tiene como objeto el mal que hay que tolerar, sólo en ciertos casos, mediante la virtud de la prudencia.
Las virtudes nos ayudan a ser libres y felices. Los vicios nos esclavizan y nos frustran.
Todos los humanos tenemos vicios. Unos pereza, otros envidia, egoísmo, gula, etc. Por eso necesitamos de Dios.

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Aforismos 7. Ética o Filosofía Moral.

Manuel Ocampo

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