La herejía corrompe lo natural y lo sobrenatural.
Todas las herejías en la historia de la Iglesia peregrinante han tenido un denominador común: se han dirigido a la parte específicamente humana, es decir, a la parte intelectual y volitiva que afecta la vida contemplativa y la interioridad de la persona humana. Aquí radica el punto más pernicioso de la herejía, porque destruyendo la cabeza y el corazón del hombre, se destruye todo lo demás y se impide la gracia.
En toda herejía es necesario destruir esta parte porque la conciencia del ser y el amor que se sigue de esa conciencia, son los elementos fundamentales de la objetividad y de la interioridad humana. Por eso la peor de las herejías es la que debilita más al hombre en su intelecto y su voluntad, y esa es la herejía que estamos viviendo hoy desde el interior de la misma Iglesia. Esto es así porque precisamente del hecho de que el ser humano es capaz de conocer el ser y la bondad, deviene que sea capaz de progresar interiormente en naturaleza y gracia hacia la trascendencia. Al negar la interioridad metafísica del hombre, la naturaleza se oscurece y se destruye porque se separa también de la posibilidad de la gracia.
En el siglo XX con la bandera de la “racionalidad” se produjo la desmitificación arbitraria del Evangelio[1], es decir, se redujo el orden sobrenatural a lo que se entendía como “natural” produciéndose el proceso de desacralización. En realidad eso fue una consecuencia del agnosticismo moderno que no es otra cosa que la negación de la racionalidad.
Entre las estrategias para consolidar los efectos de esa herejía, destaca la de alejar al hombre de su racionalidad empujándolo al activismo, es decir, a una “pastoral” separada de la parte doctrinal. El problema de esto es que al acabar con el orden de la propia naturaleza y de la gracia se destruye al hombre.
Una de las manifestaciones de este proceso, es el embate que ha tenido la vida intelectual católica en los últimos años en la que casi todo se reduce a vivencias sentimentales y actividades “pastorales”. Las editoriales católicas, que también se dedicaron durante décadas a publicar toda clase de autores y propuestas contra la fe católica, prácticamente no tienen autores ni lectores de cosas que no sean más o menos superficiales, sentimentales o en el mejor de los casos piadosas. Es una pena que las editoriales y autores que todavía pueden producir algo profundo conforme a la doctrina de la Iglesia, encuentren muy pocos lectores y prácticamente no tengan apoyo de las editoriales ni de las autoridades eclesiales. Dentro de la misma Iglesia existe un rechazo a cualquier actividad reflexiva que pretenda recoger y profundizar en el patrimonio doctrinal Católico y que no se refiera a la difusión de las últimas herejías. Lo que tiene que ver con la Tradición doctrinal de la Iglesia y que requiera esfuerzo y estudio es simplemente desechado. Todo se reduce a una “pastoral” vivencial, experiencial, a subir y a bajar pero sin sustento teórico lo único que prevalece es la subjetividad. Si hiciéramos una estadística que reflejara esta demolición, veríamos hasta qué punto ha llegado. Pero no son necesarias las estadísticas porque basta con pararse en una librería para caer en la cuenta de lo que sucede.
Los efectos de esta demolición son muy graves porque por la misma naturaleza del hombre y de la gracia, sin interioridad reflexiva, es imposible encontrar a Dios. Cada uno se construye su dios y su “teología” a la medida. De hecho, el proceso que algunos “teólogos” han llamado de “desmitificación” de lo Revelado, y que han disfrazado de racionalidad, no ha sido más que un intento por instaurar la fe en el plano de la subjetividad. Ha sido muy destructivo reducir a experiencias “espirituales” o interiores de los apóstoles lo que se refiere a los acontecimientos revelados en la Sagrada Escritura. Ya se ve que no han aceptado el texto de Juan en el que claramente dice que él es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero (Jn 21, 24).
La interioridad católica de ninguna manera puede coincidir con el subjetivismo. Cuando San Agustín dice: “Te buscaba fuera de mí, y no te encontraba”.[2] No se trataba de construir su dios a su medida o a la medida de sus sentimientos, sino de conocerlo y escucharlo, porque incluso en el ámbito de la fe, Dios nos llama mediante la gracia que no destruye la naturaleza sino que la perfecciona.[3] La gracia supone la naturaleza de modo que negada la naturaleza se destituye la gracia. La sana doctrina reconoce que con la fe que es un acto de la razón en el que interviene la voluntad y la gracia que se dan en nuestro interior, Dios nos justifica y posteriormente nos glorifica (Rom 8, 29-30).
Cuando se niega, se evade o se menosprecia la capacidad intelectual y volitiva del hombre, la interioridad se corrompe convirtiéndose en subjetividad que impide la gracia y la Inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma humana. Y es que se cae en un subjetivismo en el que ya no se trata de lo que son las cosas sino de lo que nosotros decimos que son, y en ese momento quedamos separados de la naturaleza y de Dios.
Sin lo sagrado y sin la interioridad metafísica, la verdad se coloca en el ámbito de los sentidos exteriores y la realidad se reduce a lo subjetivo al punto de afirmar que fuera de la subjetividad prácticamente nada. Cada uno construye su dios y su religión, y cada uno vive según lo que supone que es Dios y lo que supone que quiere Dios. Esto nos lleva a una tergiversación de la temporalidad que se reduce a lo exterior y que conduce al nihilismo radical que es la negación de la naturaleza. Hay que enfatizar que lo natural es el ser y si se aprecia mal la naturaleza racional del hombre, deviene el no ser, es decir, apostasía que coincide con la nada.
El subjetivismo gnoseológico infiltrado en la Iglesia, nos ha conducido a los efectos en que hoy nos encontramos: ambigüedad, oscuridad, confusión, división, etc.[4] A que cada uno viva su religión y su moral a su manera, es decir, a un ateísmo teórico y práctico en el que en un clima de ambigüedad, cada uno interpreta como le conviene y se justifica todo.
Al menospreciar la parte racional del hombre bajo un activismo “pastoral” se instaura el modo herético de pensar y de actuar porque los misterios acaban siendo interpretados y explicados desde la subjetividad, ya sea por la reducción del ser a fenómenos, o bien por el fundamentalismo bíblico puro. Este modo herético acaba por reducir la Redención y la salvación del hombre a la nada. Desacralizando el mundo y devaluando la parte racional del hombre, la interioridad se convierte en pura subjetividad sentimentalista que sustituye el ámbito metafísico del ser por una exaltación de la temporalidad en la que todo es variable y evolutivo tal y como lo ha sostenido el historicismo modernista.[5]
El subjetivismo, transmuta el cuerpo Místico en una colectividad de singulares imponiendo la “teología del mundo” que sustituye el Reino por una pseudo-teología de la “salvación” o de la “liberación”. Esta ideología “teológica” que se difunde todos los días bajo un activismo “pastoral”, malentiende la naturaleza humana, exalta la subjetividad, niega el pecado y proclama la autosuficiencia del hombre rechazando la gracia. El camino que han seguido los promotores de esta herejía, ha sido el de exaltar la naturaleza humana de Jesucristo a la manera del monofisismo arriano y a partir de ahí desacralizar, es decir, vaciar el mundo de lo sagrado, sacar a Dios de la realidad.
Bajo este esquema herético, se deprecia la vida interior, se reduce la santidad a una situación histórica y cultural y se reduce la Inhabitación de Dios en el alma a un sentimiento insustancial. Lo peor de todo, es que esto se hace bajo la máscara de “espiritualidad”, de “racionalidad”, de “bondad”, de “caridad”, “de misericordia”, de “vida interior”, de “compromiso social y ambiental”, etc. Y es que si dejas al hombre sin pensar, ya le puedes manipular hacia donde sea. Pero al final, del camino, esa “pastoral” conduce al alma a un naufragio espiritual.
Ya es hora de que hagamos conciencia de que esa devastación filosófica y teológica que inició en la modernidad, no ha sido más que una constante autodestrucción del conocimiento y la voluntad, un impedimento de la gracia mediante la instalación del hombre en la frivolidad y una destrucción de la religión católica. Por todas partes podemos ver que este veneno se ha extendido hasta tergiversar y corroer la vida espiritual cotidiana.
Insisto en que al negar la naturaleza se corrompe lo sobrenatural y sin lo sobrenatural acaba por corromperse todo. Negando la naturaleza y corrompiéndose lo sobrenatural, la Palabra revelada se reduce a un mensaje secular y Cristo se reduce a una figura meramente humana. El orden natural y sobrenatural se destruyen simultáneamente y se desemboca en la apostasía, porque ir contra-natura conduce siempre a la negación del orden sobrenatural. Y de este modo lo natural y lo sobrenatural se corrompen.
Por eso, para el que es realmente cristiano, es imposible transigir con aquello que niega o tergiversa el orden natural y sobrenatural. Porque, aun cuando la redención ha sido realizada por Cristo, si el cristiano no denuncia estos errores y calla cuando debe hablar, cede y concede y de este modo contribuye a la destrucción porque sin los elementos básicos y fundamentales que suponen la racionalidad y la libertad no se puede consumar la restauración de la naturaleza herida.
12 comentarios
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Es tal cual.
Que haya una herejía que prospere desde dentro mismo de la Iglesia es algo que debe disparar las alarmas. ¡Es necesaria una urgente reforma radical! Porque la Iglesia debe combatir y erradicar las herejías, jamás apañarlas. Si tal cosa hace, es que algo muy podrido yace dentro y necesita urgente expurgación.
Me parece llegada la hora de terminar esta farsa del rey desnudo que estamos protagonizando: todos sabemos y vemos que hay cosas que son inadmisibles en la Iglesia, y sin embargo nos callamos por respetos humanos y miedos personales. Y "todos" son todos: fieles y pastores de las diferentes jerarquías. Todos somos cómplices de un estado de cosas profundamente subvertido. Estamos tentando la ira del Señor, entonces mejor reaccionemos a tiempo.
Basta de ambigüedades.
Basta de misericordias "selectivas".
Basta de herejes consentidos y hasta premiados.
Basta de abusos que ofenden a Dios, que son peores que los abusos que ofenden al hombre.
Basta de olvidar que la Iglesia debe antes defender los derechos de Dios que los derechos del hombre.
Saludos.
Por otra parte, yo no creo que los apóstoles cultivaran mucho la "interioridad reflexiva" ni demás zarandajas semejantes. Eran simplemente personas que transmitían lo que habían visto, oído y tocado. Así lo deja bien claro Juan en las primeras líneas de una de sus epístolas.
La mala noticia: Que parece que es demasiado tarde.
1. Las Ediciones Paulinas y Editorial San Pablo, por ejemplo, desde el año 90 comenzaron a publicar ediciones de escritos superficiales que ahondan su filosofía en la New Age, el Yoga y meditación trascendental. Publicaciones del famosos jesuita Tony de Mello quien promovía una fe basada en sentimentalismos.
2. La Pastoral la han convertido muchos en acción social, cuando no son lo mismo. Los laicos ejercen la acción social y colaboran en la pastoral. En cambio, quien dirige y organiza una pastoral es el sacerdote. Existen “pastorales” que no responden a la realidad sino a agendas personalistas.
3. La crisis de compromiso ha llevado a la gente a no tener palabra, a ser como camaleones, a vivir la vida con el menor esfuerzo posible. De la misma manera, viven la religión.
4. La vida intelectual, fruto del Espíritu Santo, es un obstáculo inminente para el mal en el mundo. No se toman en cuenta a los dones del Espíritu Santo en la vida del hombre. Han quedado reducidos al Domingo de Pentecostés.
ABUSADO al leer, yo no dije "ES" demasiado tarde. Dije: Que "PARECE QUE ES" demasiado tarde.
La Jerarquía en España sólo ha "apoyado" dos vivencias de la fe:
1-la religiosidad popular, que entienden mal la mayor parte de las veces
2-los movimientos de corte sectario, los "entusiasmaos"
Ahora, cultura católica, intelectualidad católica... cero patatero.
Sólo una observación a cuando aludes a Editoriales católicas.
En las últimas décadas muchas herejías se han difundido sin ningún obstáculo a través de Editoriales y de Librerías "católicas", incluso algunas de éstas "diocesanas".
Es un dato difícilmente negable.
Y ha producido que buena parte del Edificio eclesial esté comido por las termitas de las herejías. Son innumerables, como escribí en mi blog, artículo (39) del año 2009.
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