La corrupción de lo sobrenatural.
Parece que la negación y la destrucción se han introducido en el seno de la Iglesia de tal modo que se ha filtrado la iniquidad. Pero si volteamos hacia la historia de la Iglesia, esta amenaza ha estado presente desde sus inicios. Simplemente pensemos en Judas y en muchos judíos que no esperaban un Cordero Humilde que se entregara para redimir a sus ovejas, sino a un gran soberano que restaurara la grandeza de Israel.
Lo que esperaban Judas y esos judíos era un poder temporal que liberara al pueblo oprimido del Imperio Romano. El problema es que todos los judíos que esperaban ese mesías acabaron matando a Jesucristo justo cuando declaró que su reino no es de este mundo. En ese momento, como lo hicieron Caín y Abel, se enfrentaron el reino de Israel terreno contra el Reino de Israel trascendente.
Hoy en la Iglesia está vigente y en todo su apogeo ese intento de volcadura de la Iglesia hacia el mundo, pero de una manera sistemática, radical y absoluta. Y a la base de esta situación está la promoción de la autosuficiencia que excluye a Dios.
En el ámbito secular, los sistemas políticos marxista y liberal se enfrentaron con el cristianismo. Esto sucedió a partir del conocimiento de que los cristianos hablaban de una lucha contra el pecado en este mundo temporal sobre el que tiene cierto poder el “padre de la mentira”. Pero si reflexionamos sobre la historia, veremos que desde el siglo XIX por medio del capitalismo y del marxismo se estableció un camino hacia la apostasía de la fe. Primero se rechazó de alguna manera la religión, y luego se fue gestando rebelión contra la sujeción a los preceptos divinos. Actualmente hay quienes siguen creyendo que Cristo es Dios, pero no lo confiesan públicamente ni se esfuerzan por cumplir sus preceptos. Viven una “fe” subjetiva y a su medida obrando de la manera que les parece conveniente. El problema es que no se percatan de que al “crear” una religión a su medida, están rechazando implícitamente o explícitamente todo el contenido de la fe, instalándose así en una especie de ateísmo práctico que en el fondo coincide con la apostasía.
En efecto, este es el camino que ha seguido el mundo hacia la apostasía de la fe, y que ahora está desembocando en el rechazo total de la fe bajo la apariencia de una religiosidad. Y es que si pensamos un poco, cuando el mundo se vuelca sobre sí mismo, queda sin sentido porque se corrompe la fe sobrenatural y se corrompe toda la naturaleza. De modo que si vamos a las causas, esa también es la causa de la devastación ambiental. Porque es lógico que si excluimos lo sobrenatural, todo lo natural se destruye. Y es que la naturaleza humana corrompida que dificulta lo sobrenatural, conduce al hombre a una espiral en la que va perdiendo la razón. Como Judas entregó a Cristo y se suicidó, el hombre actual corrompe lo sobrenatural y con la corrupción de lo sobrenatural corrompe naturaleza hasta llegar a perder el juicio. Y lo más grave es que bajo esta perspectiva, el hombre no quiere ver que únicamente la restauración plena de lo sobrenatural puede salvar al mundo y a la humanidad.
Lo más grave de este asunto, es que ésta incoherencia se ha introducido y ha ido creciendo desde hace tiempo en la Iglesia bajo la forma de un intento de acentuar el aspecto social del Evangelio. Se ha estado enfatizando el aspecto social de la Escritura al punto en que se ha relegado el misterio sobrenatural.
Bajo un modo de proceder mentiroso, la estrategia de los que han introducido este modo de proceder en la Iglesia, ha consistido en no exponer de una manera clara y precisa sus ideas y sus intenciones, aun cuando ellos tienen esas ideas e intenciones perfectamente claras. Presentan un discurso fluctuante, ambiguo, oscuro, oscilante. Exaltan la naturaleza humana de Jesucristo como redentor social. Como Aquél que nos orienta al cambio de estructuras. Se trata de una especie de neo-monofisismo en el que la naturaleza humana de Jesucristo absorbe su naturaleza divina. Bajo esta postura todo se resuelve en la acción social presentando una imagen de Jesucristo muy humana en la que se va perdiendo su carácter divino. Jesucristo ya no es Señor, sino hermano, cercano, incluyente, etc. Se trata de la realización terrena y secular del mensaje social del Evangelio que finalmente triunfa contra un catolicismo tradicional que según esta postura, nunca logró nada aquí y ahora en lo que se refiere a las personas y a las cosas.
Pero estos que promueven una “iglesia” mundana, han olvidado que la Iglesia Católica siempre ha querido impregnar el Espíritu del Evangelio en todo, aunque siendo consciente de que la plenitud del Reino NO es de este mundo. Por esa razón, los promotores de la “iglesia” mundana, acusan a la Iglesia Católica de triunfalista e imponen una “iglesia” que busca un triunfalismo terreno. Su descarado camino a seguir es destruir las estructuras que ellos llaman opresoras, suprimir a los que ellos consideran que oprimen, a los que ellos consideran que profesan una religión rígida, a los que según ellos no entienden la “misericordia”, ni la “caridad”, ni la parte humana de Jesucristo. Los promotores de esta “nueva” iglesia temporal que se encuentran en el seno de la misma Iglesia, menosprecian sigilosamente y con seductora ambigüedad el estudio, la contemplación y la santidad de vida en aras de una “praxis” exacerbada que ellos llaman pastoral.
Lamentablemente ahora nos encontramos con esa “iglesia” temporal que se siente triunfante en el mundo, y que impone autoritariamente un clericalismo monofisita en el que se va viendo logrado el más radical y mundano triunfalismo.
Pero es necesario ser conscientes de que los promotores de la “iglesia” temporal o mundana han cambiado la profecía en su sentido sobrenatural por la “interpretación”. Para ellos sale sobrando el sentido de la profecía como conocimiento sobrenatural fundado en la autoridad de Dios y que se confirma por el milagro. Es decir, cambiaron el verdadero sentido de la profecía por una “hermenéutica” que consiste en comprender un sentido de la realidad como un horizonte progresivo y escatológico que va realizando al hombre. En el fondo se trata de una praxis pastoral que se orienta redundantemente a una praxis pastoral hasta la manifestación de un nuevo hombre.
Bajo esta postura, los milagros como confirmación de la profecía no tienen sentido porque todo se reduce a una “interpretación” de la realidad. El sentido sobrenatural de la profecía se diluye en una terminología imprecisa. La profecía, para los promotores de la “iglesia temporal” es un instrumento de la praxis pastoral transformadora de lo real. Su transformación parte de la praxis y genera una praxis que no requiere la revelación sobrenatural de Dios confirmada por el milagro. Desdeñan dogmáticamente el aparato filosófico, teológico y doctrinal desarrollado en la Iglesia durante siglos, para proponer doctrinas simples como suprimir actos litúrgicos, minimizar preceptos, etc. Según ellos, para mentalizar y solidarizarse con la pobre gente oprimida… Su praxis que genera praxis sirve para denunciar injusticias, para hacer política y para luchar por un sistema que haga surgir eficientemente un hombre nuevo y una sociedad nueva. Se trata de cambiar radicalmente las estructuras socio-políticas y económicas, poniendo el poder en manos del Pueblo. Para ellos el “cristiano” es el hombre “liberado” que hace pasar de un tipo de sociedad a otro pregonando una doctrina social de la iglesia que consolida una sociedad que promete ser equitativa. Es evidente que para esto también consideran necesario replantearse el derecho a la propiedad privada en aras de lograr los ideales del Evangelio.
Es así como están corrompiendo lo sobrenatural y lo natural. Sustituyendo la liberación del pecado y sus consecuencias por una “liberación” meramente terrenal mediante la exaltación de lo secular. Están contribuyendo a la destrucción de la célula social o Iglesia doméstica corrompiendo el amor cristiano y exaltando un erotismo que llaman “amor” y que justifica todas las infidelidades y desviaciones en cuanto se absolutiza un “amor” somático que acaba destruyendo lo corporal y lo espiritual al rechazar lo sobrenatural.
Pero hay que señalar clarísimamente que en esta postura se destruye el amor porque eso que ellos llaman “amor” “misericordia” y hasta “caridad” lo justifica todo como una falsa “misericordia” en la que las “uniones” o lo que hoy se llama “convivencias” se mantienen mientras haya ese “amor”. Pero aun cuando pregonan ser custodios de la doctrina perenne del Magisterio de la Iglesia, es patente que en su “pastoral” se acaba justificando que cuando ese “amor” se disuelve, se cambie por otro y se dé por terminada la unión y en su caso el matrimonio. Para justificar esto encuentran toda clase de circunstancias y particularidades en la que las normas universales, inmutables e indispensables pueden ser inoperantes en los casos particulares.
Y es que los promotores de la “iglesia temporal” menosprecian la santidad como el hecho de ser otro Cristo al que somos llamados como participación de la Santidad de Dios. Su “iglesia temporal” replantea el concepto de santidad conforme a las circunstancias socio-culturales según el espíritu del mundo. Y por lo mismo se burla de la santidad cristiana pregonando que es algo absurdo y pasado de moda.
Bajo esta perspectiva la oración pierde sentido en cuanto la interioridad se vuelca hacia afuera en un activismo exterior que anula la oración personal. Insisten en la oración comunitaria colectiva, sin considerar que sin oración individual no puede haber oración común. En aras de un predominio de valores socio-culturales, socio-políticos y socio-económicos, los jerarcas promotores de este falso profetismo conducen sigilosamente a la pérdida de la confianza en el verdadero poder de la gracia y de la oración. Y por si fuera poco, aunque también hablan de mártires, bajo esta perspectiva en realidad el martirio no tiene cabida porque se considera imprudente, improcedente, fanático, etc. En suma, corrompiendo lo sobrenatural, los promotores de esa “iglesia temporal” están sustituyendo el orden religioso sobrenatural de la Iglesia por una misión política, económica y social. Lo más grave de todo es que aunque la fe y doctrina moral de la Iglesia en cuanto es el mismo Cristo sea perfecta e inmutable, y aunque quien conoce la voz del Buen Pastor no pueda ser engañado ni desesperanzado, muy lamentablemente hoy encontramos a los promotores de la “iglesia temporal” en el seno de la misma Iglesia.
18 comentarios
La diferencia es que hoy por hoy son mayoría en todos los niveles. Y en casi todos los países.
La tormenta que azota ahora la Barca de Pedro no se debe a persecuciones externas, sino a esa fatídica y masiva infiltración. A ese "humo de Satán" que se ha colado muros adentro.
No obstante estamos confiados, porque el Capitán y Dueño de la Barca es Jesucristo. Él parece dormir pero no debemos angustiarnos, sólo debemos mantener nuestras lámparas encendidas -nuestro estado de gracia- y estar atentos a la voluntad de Dios.
Estos últimos días es esto mismo lo que me da vueltas en la cabeza: si Jesucristo afirma: "Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). ¿Cómo puede esperar la Iglesia algún tipo de victoria doblegándose ante el mundo? Es una necedad.
Sólo se puede ser mundano cuando aún no se ha conocido a Cristo o porque, conociéndole, se le ha rechazado. Por tanto una Iglesia mundana o es incrédula o es apóstata.
Bueno, también se puede ser mundano por cobardía: temor al qué dirán, temor al martirio... pero es lo mismo de antes: falta de fe.
El Reino de Cristo no es de este mundo... el príncipe de este mundo es otro. ¿A quién sirve una iglesia mundana? Creo que está claro... además es apostar por una derrota segura. Necedad de necedades.
Dice usted: "Presentan un discurso fluctuante, ambiguo, oscuro, oscilante" Concuerdo al 100%. Y el amor por Cristo y su esposa la Iglesia debe hacernos perder el miedo a llamar las cosas por su nombre: como mencionó Pablo VI, el humo de Satanás ha entrado por las ventanas de la Iglesia, y no es gruesa esta afirmación si tenemos en cuenta que el rasgo principal del Mal es la mentira, y que esta se afianza mediante la ambigüedad de las medias verdades.
Termino recordando el brillante y profundo diagnóstico que dio San Juan Pablo II sobre la Teología de la Liberación. A mi entender, los paralelismos son cada vez más fuertes.
De acuerdo con tu artículo, te comento que varios sacerdotes y laicos, están contaminados por el subjetivismo racional y categórico de Kant (Hans Kung y otros, por la concepción del Dios o "Espíritu Racional" de Hegel, que es un Dios que se va perfeccionando y desarrollando dialécticamente a lo largo del tiempo a través de las acciones humanas, y cuya plenitud divina, está subordinada a los acontecimientos contradictorios de la historia. O también, la concepción de Nietzsche, que predice proféticamente, (y por desgracia no se equivocaba) la vuelta a los dioses de la mitología pagana, incluyendo al Dios cristiano, un Dios que no es divino, sino totalmente humano. De ahí se derivan muchas de las perversiones actuales respecto de la doctrina revelada.
Yo no se si hay prelados que se abonan a la tesis de Hegel que tu expones. Ahora si los hay es que son imbéciles. Un Dios que se perfecciona en el tiempo, es como un adivino que te pregunta ¿Quién es? cuando llamas a la puerta.
El artículo es impecable. Hay una persona de las que ha comentado, sin embargo, que no lo ha visto así. La praxis lo ha invadido todo de tal manera que ya ni siquiera se pregunta por el objetivo que puso en marcha la maquinaria, la cuestión es que funcione.
Sin embargo eso no se compadece con los Evangelios porque en su vida pública, si exceptuamos los milagros que no es precisamente un hacer que podamos imitar nosotros, lo que Jesús hizo fue orar, predicar, perdonar y atraer hacia Si a las personas y, muriendo, nos salvó.
¿Qué se puede hacer con una Iglesia donde no tienen cabida los místicos, los confesores, los monjes del silencio ni los mártires? Y aún así, según alguno, sobran también los teólogos y los filósofos.
Se hace camino al andar, que dijo Machado, sin volver la vista atrás, eso lo digo yo. No sé ni siquiera si hace falta una brújula que marque el rumbo, a lo mejor ni eso.
Abrazo, Manuel, y bendición + JMI
¡Reforma o apostasía!
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Muchas gracias Padre. Y saludos.
Manuel.
Pero hay que simplificar o hacer legible tu nota.
El hombre no puede corromper lo sobrenatural, pues no lo ha creado, no es su obra, no puede hacerlo.
Lo que has mas bien querido hacer es decir que su accion no es conforme a su destino, o diseno, o cometido.
Y si, es el cinismo de la autosufuciencia y la inadvertencia de su propia antropologia lo que lo distrae del conocimiento de si mismo y de sus fines o cometido de su vida: aquello para lo cual existe.
Gracias de nuevo por lo que tus palabras iluminan la mente.
Platicame quien eres, por favor.
Pablo Torres.
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Muchas gracias Pablo:
Es obvio y por demás evidente que la corrupción es respecto al hombre y no respecto a Dios. Y también es claro que me refiero a la apostasía, a la negación, a la blasfemia, a los sacrilegios, etc., con los que el hombre pervierte y aleja de Dios todo lo creado. El hombre corrompe con su libertad todas aquellas cosas que han de sacralizarse. Desvía de Dios el orden creado y con eso conduce a la muerte e incluso a la condenación.
Y no sólo eso, sino que vacía de lo sagrado la liturgia, la Sagrada Escritura, la Tradición, etc.
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