Para una visión realista de la sexualidad humana.
Uno de los temas más retadores de la actualidad, es el tema de la sexualidad humana. Lamentablemente ya se ve que las fuentes de los problemas y retos que giran en torno a la sexualidad son principalmente:
- Las tendencias desordenadas del hombre en su situación actual y
- La herencia agnóstica de la modernidad cuya vía inició en el siglo XIV con el nominalismo de Guillermo de Ockham, y que condujo al abandono y a la negación de la Filosofía realista y perenne.
Sin embargo, a lo largo de la historia occidental, se demostrado que la Metafísica ha sido la única ciencia que ha permitido al hombre una visión adecuada, profunda e integral de Dios, del mismo hombre y del mundo.
El abandono de la Metafísica ha conducido al pensamiento actual a una trasnochada concepción reduccionista que ha estado afirmando –a manera de los escépticos griegos- que el hombre está incapacitado intelectualmente para tener acceso racional a un orden natural objetivo que es la ley natural en sus vertientes cósmica y moral. Orden que además ha sido establecido por una Causa ordenadora o Causa última eficiente y final.
En lo que se refiere a la Iglesia católica, este error filosófico (ontológico y gnoseológico), ha conducido a laicos, a religiosos y a sectores de la jerarquía, a considerar la moral sexual de la cultura occidental cristiana como inhumana, anticuada y sin autoridad moral. Si a esto le agregamos los grandes avances científicos y tecnológicos frente al destierro de la Filosofía de los planes de estudio tanto seculares como católicos agravados por el desprecio y deterioro de los estudios de Filosofía en muchos seminarios para formación de sacerdotes, el resultado está siendo verdaderamente devastador.
Por si esto fuera poco, partiendo del agnosticismo se ha pretendido desarrollar una “teología” al margen de la Filosofía realista y perenne. En aras de lograr una independencia de la Filosofía como la que tuvieron las ciencias experimentales y las ciencias humanas, estos pseudo-teólogos modernos y posmodernos han pretendido una “teología” basada (a manera protestante) en el libre estudio e interpretación de las Sagradas Escrituras, que en el mejor de los casos se recurre a análisis fenomenológicos, literarios, arqueológicos, sociológicos etc., pero que se encuentra totalmente emancipada de la Filosofía y de la Sagrada Tradición. El resultado de esto, ha sido la reducción de las interpretaciones de la doctrina católica a opiniones que manifiestan distintos niveles de relativismo intelectual y moral que afectan la Teología dogmática y moral junto con la conducta, la psicología y las costumbres morales que incluyen la sexualidad.
Además, salvo excepciones, en el mundo católico se ha ido cayendo en el error de que la investigación y las respuestas a los desafíos éticos pertenecen exclusivamente a ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica, excluyendo de este modo a otros miembros sacerdotes, religiosos y laicos. Pero la responsabilidad en el conocimiento, el desarrollo y la transmisión de la doctrina y la Tradición de la Iglesia exige una formación y una participación activa y eficaz de todos en conformidad con las situaciones y retos de la actualidad.
En lo que se refiere al mundo secular, las legislaciones civiles de los estados “democráticos” que parten del agnosticismo o incapacidad del hombre para conocer la naturaleza de las cosas, han buscado la objetividad partiendo de la especialización, que al no tener una visión sintética e integradora de la realidad, ha recurrido a los consensos basados más o menos en el egoísmo de los individuos poderosos y de los intereses de los gobiernos que influyen egoístamente en las creencias y opiniones de la sociedad. Lamentablemente las mayorías por lo general se encuentran sin una educación adecuada para comprender y enfrentar esta realidad ya que no sólo son víctimas del relativismo y en ocasiones del subdesarrollo, sino muchas de las veces, también son víctimas de la deformación de las costumbres que llegan hasta la depravación sexual.
No obstante todo lo anterior, si reflexionamos un poco haciendo a un lado los prejuicios establecidos por la modernidad, la moral sexual exige una visión adecuada de Dios, del hombre y del mundo que proporcione los elementos necesarios para pasar de la “moral” o de las costumbres de los poderosos y de las mayorías a una reflexión científica sobre estas costumbres que se desarrolla en la Ciencia Filosófica que históricamente ha sido la Ética o Filosofía Moral. La Filosofía Moral o Ética hunde sus raíces en la Antropología Filosófica y más aún en la Metafísica que constituyen el fundamento teórico indispensable para una adecuada moral general y para una adecuada moral de la sexualidad.
Si somos conscientes y sinceros, resulta imposible lograr una adecuada visión de la sexualidad capaz de enfrentar y dar respuestas a los problemas y retos morales derivados de las inclinaciones desordenadas del hombre y de los avances de la ciencia y de la tecnología, sin acudir a la Metafísica, a la Antropología y a la Ética o Filosofía moral.
La biotecnología que hoy se aplica a la utilización de los recursos naturales y a la vida en su sentido más amplio incluida la vida humana, exige más que en otras épocas, una Filosofía realista que proporcione una visión adecuada, integral y profunda de la realidad y de la sexualidad.
En efecto, la separación que han tenido las ciencias experimentales y la Teología, de la Filosofía realista y perenne, ha conducido a la visión materialista, reduccionista y cientificista en la que cualquier actividad sexual y biogenética resulta moralmente y socialmente buena o conveniente, siempre y cuando favorezca el funcionamiento más o menos bueno del cuerpo humano visto en su dimensión exclusivamente material, individual y orgánica.
La persona humana no se reduce a su cuerpo como si éste se limitara a ser un mecanismo complejo en el que se organizan distintos elementos y procesos bioquímicos de tejidos y órganos. Este reduccionismo ha producido graves consecuencias no sólo morales, sino ecológicas, fisiológicas, psicológicas y sociales que están afectando gravemente al hombre y a su entorno. Incluso los recursos naturales, la vida y la realización humana en lo que se refiere a su calidad y a su plenitud se está viendo comprometida. Esto sucede porque la realización humana no depende únicamente de los elementos físico-químicos sino principalmente, del origen y destino del hombre que requiere un orden en sus dimensiones individual y social.
Los errores antropológicos modernos y posmodernos han consistido en considerar teóricamente y prácticamente al hombre como una máquina evolucionada y perfeccionada que se limita, en diferentes aspectos, a ser un grado más alto en la escala biológica.
Pero insisto, desde el punto de vista meramente natural, es imposible lograr una visión completa y adecuada de la actividad sexual humana si se prescinde de una visión integral del hombre en su dimensión corpóreo- espiritual y social. Aunque la persona humana comparte muchos elementos del mundo material, vegetal y de los animales inferiores al hombre, éste es específicamente distinto a los demás entes de la naturaleza, debido a su espiritualidad que se manifiesta radicalmente, en su actividad intelectual y volitiva que comporta una conciencia psicológica o autoconocimiento y una conciencia moral o de su comportamiento que le permite un grado superior de posesión y de cierta autodeterminación libre de su propio ser.
A diferencia de los demás existentes, el hombre es consciente de su existencia, de la existencia de los demás, del orden que le rodea, de su estatuto ontológico y de su capacidad para tomar ciertas decisiones libres que le permiten un margen de determinación fundada en su voluntad y su libertad.
En suma, si queremos enfrentar y ofrecer soluciones a los retos que nos presenta la sexualidad humana en las distintas situaciones personales y sociales con los avances científicos y tecnológicos, es urgente volver a los principios filosóficos perennes que fundamenten una adecuada visión natural y sobrenatural mediante una visión profunda, universal y de síntesis en lo que se refiere a Dios, al hombre y al mundo, para ser aplicada a la sexualidad.
3 comentarios
¡Cierto!
También resulta imposible vivir la sexualidad en el matrimonio o en la continencia por el Reino de los Cielos (los caminos de Dios para que el Hombre viva plenamente su realización sexual), sin la ayuda de la Gracia.
Este, a mi modo de ver, es el error de la Iglesia Católica en sus pastores, sacerdotes y fieles. Sin la Gracia de Dios, vivir la moral sexual que propone la Iglesia, parece inhumano y anticuado. Se ha dejado de creer en esa ayuda, se han abandonado la,predicación de la moral sexual, y la tarea de divulgar seriamente los métodos naturales para que los esposos puedan vivir la castidad conyugal con apertura al plan de Dios para ellos en una aceptación de su fecundidad.
Gracias
A una visión muy humana , natural del amor conyugal y de la sexualidad en si , partiendo de que la persona es sexuada, persona femenina y persona masculina , iguales en dignidad y complementarias en su obrar , que hace posi ble procesar en vendar hijos respetando la naturaleza humana y su dignidad
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Muchas gracias por su comentario Teresa Gómez.
Efectivamente tiene usted razón. Por eso este artículo aunque es primordialmente filosófico, aclara que eso es aun en el plano meramente natural pero que hay que considerar el plano sobrenatural.
Hoy en día hay que acudir a los mayores argumentos naturales que tengamos porque lamentablemente la mayoría de las personas y más aun algunas que se dedican a participar en las legislaciones, no tienen fe y las que tienen fe, no tienen suficientes argumentos racionales para defenderla frente quienes no la tienen en esos foros donde se discuten esos temas.
Saludos y nuevamente muchas gracias.
Manuel Ocampo Ponce.
Lo cual me ha parecido un planteo excelente, porque si de entrada no nos planteamos críticamente este vital asunto, fatalmente vamos a tomar de referencia los tópicos ideológicos en boga, que son el resultado de la instrumentalización del pensamiento al servicio de los sectores más poderosos de la sociedad.
Y si hacemos tal cosa, el resultado no se apartará de las visiones veterinarias, depravadas y hasta delirantes que inundan el mercado de la ideología sexual moderna.
Los mercenarios tienen de rehén a la vera filosofía y nos venden a cambio mercadería averiada: ideologías baratas pero que tienen la "virtud" de responder dócilmente a los factores de poder mundanos. Hay que rescatar en cambio a la vera filosofía, para poder volver a pensar con lucidez. Rescate que debe hacerse incluso en el seno de la Iglesia, como bien usted señala, porque la ideología ha sentado sus reales en seminarios y universidades. Y tanto esto es así que se da en la Iglesia una persecución contra los defensores del buen pensar, persecución que comienza en la postergación de las promociones a los cargos eclesiásticos, pero que también se extiende de manera implacable a otros ámbitos de la vida eclesial.
La cual persecución, que puede llegar a ser feroz, ya la denunció en su momento el P. Leonardo Castellani -víctima eminente de la misma- y hoy arrecia, lamentablemente.
Hago estas observaciones porque, si bien coincido en la urgente necesidad de reentronizar a la Filosofía Perenne como plataforma de pensamiento -primero en la Iglesia, luego en el mundo profano- , creo pertinente señalar la complejidad y la dificultad que entraña semejante tarea.
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