La justicia en la comunicación
La comunicación propiamente humana es una relación entre personas cuyo fin es el bien común, es decir, el verdadero bien de todas y cada una de las personas de la sociedad. Y aunque la comunicación humana es una realidad personal, actualmente la comunicación se ha hecho cada vez más mediática y por esta razón, los medios masivos de comunicación como la televisión, las redes sociales, etc., han producido distintos niveles de distanciamiento y anonimato en la comunicación.
Las pantallas de los celulares, de los televisores y de los ordenadores hacen que muchas veces los receptores puedan ver, pero los que comunican se encuentren en el anonimato. El problema principal de esto, es que en toda comunicación humana, se juegan una gran cantidad de valores y experiencias que implican un tratamiento moral. La dignidad de la persona humana, sus derechos, la justicia, etc., son valores implicados en la comunicación. En la actualidad, todos podemos constatar que los atropellos contra la dignidad humana y contra los derechos humanos, son una constante en muchos agentes públicos que comunican y en casi todos los medios de comunicación. Para evitar eso, no hay que olvidar que en la comunicación humana, el agente y fin es la persona como centro de todo lo que hay en el universo y como sujeto de la historia. De hecho la persona humana no debería ser sacrificada por otros intereses que no sean su crecimiento individual y social, en última instancia su salvación.
Si reflexionamos un poco veremos que el tema de la dignidad de la persona y de los derechos humanos seguirá siendo uno de los temas principales en los discursos religiosos, filosóficos, científicos, humanísticos, políticos, económicos, etc. Sin embargo, como hemos dicho, encontramos que la violación a la dignidad de las personas y a sus derechos, cada día va en aumento como un hecho lamentable de la sociedad. Todo esto se debe a que el discurso sobre la dignidad de la persona humana no es uniforme y unívoco, ni en los ámbitos seculares, ni en los ámbitos eclesiales y religiosos. Mientras unos exaltan sus creencias religiosas, otros optan por la fundamentación científica; algunos enfatizan la igualdad, y otros la pluralidad y las libertades naturales; mientras unos defienden la ley natural y otros la niegan a favor de los consensos, etc. Pero todas estas posturas teóricas tienen sus efectos en el terreno práctico.
Definitivamente el respeto y la promoción de la dignidad humana y de los derechos humanos, tiene una relación muy grande con la actividad comunicativa. Pero como vemos, muy lamentablemente, en la actividad comunicativa, la dignidad de las personas puede ser violada de muchas formas entre las que podemos mencionar: la interferencia o la intromisión forzada en el mundo del otro ignorando los derechos de su libertad y de su privacidad; la manipulación de la conciencia mediante la información intencionadamente falsa o falseada, o que utiliza verdades parciales que dañan a los demás.
La buena comunicación con otras personas nos permite conocernos y realizarnos como personas, ya que través de la comunicación reconocemos la dignidad de la persona porque mediante una auténtica comunicación es posible descubrir la dignidad personal. Pero además, la comunicación con los demás, también nos permite descubrir vestigios de Dios en las demás personas. Una verdadera comunicación humana nos permite llegar a un conocimiento y experiencia de Dios, ya que Dios se revela como comunión y amor, y de este modo podemos alcanzar a ver lo que es su justicia. Desafortunadamente no todo lo que se ha llamado y presentado como comunicación es realmente tal, ya que la mayor parte de lo que comunicamos es superficial y egoísta y por lo mismo acaba siendo descomunicación. Muchas veces contemplando a los hombres y sus actos, llegamos a concluir que Dios no puede ser así.
Por eso una comunicación auténticamente cristiana debe ser a la vez realista y esperanzadora. Debe ser muy consciente del pecado y de sus consecuencias y luego de su redención o recreación en Cristo. Una comunicación que no deja bien claro el pecado y sus consecuencias, y se limita a hablar del perdón y de la misericordia, es lo más ajeno a una comunicación auténticamente cristiana. Efectivamente la imagen de Dios ha sido reparada en el hombre redimido, por eso es tan importante el conocimiento del hombre pecador y redimido para reconocer la dignidad absoluta de la persona humana. El cometido de la comunicación, desde el punto de vista teológico, es reconocer o respetar a la persona humana fruto de la obra redentora de Cristo que ha elevado a los seres humanos pecadores a la condición de hijos de Dios.
Hoy existe una gran conciencia de que es necesario respetar la dignidad de las personas, pero ante múltiples fallas en las concepciones antropológicas, filosóficas y teológicas no queda claro en qué consiste y a qué se aplica el derecho a ser respetado y a respetar la dignidad humana. La mayoría piensa que la sociedad se mueve hacia el respeto a la dignidad de los demás pero en realidad el mundo sufre un sin número de violaciones a los derechos humanos, de comunicaciones falsas o falseadas y aquí es donde entra el tema de la justicia que consiste en dar a cada uno lo que le corresponde. Si no sabemos a ciencia cierta qué es la persona, tampoco sabremos qué es lo suyo. Por esojunto con el tema de la dignidad de la persona, se encuentra el tema de la justicia que sufre de las mismas ambigüedades, malentendidos y tergiversaciones ideológicas. Día con día se interpreta la justicia ideológicamente para legitimar o institucionalizar ciertas violaciones a la misma tanto en el ámbito secular como dentro de la propia jerarquía de la Iglesia. No todo lo que se llama justicia es un acto verdadero de comunicación y menos si nos limitamos a las leyes civiles, porque ninguna ley humana es capaz de garantizar la proporcionalidad que es necesaria para hacer justicia. La justicia legal es necesaria pero imperfecta y constantemente puede quedar sometida a los intereses de los más poderosos, que en definitiva, son quienes hacen, mantienen e interpretan la ley. Por eso en el tema de la comunicación, es necesario considerar la justicia en su sentido ético pero también teológico, porque la justicia bíblica consiste en el respeto y la promoción de la vida para todos y cada uno de los miembros de la comunidad que en Ética se conoce como bien común.
El dar a cada quién lo suyo supone saber qué es el hombre y con el conocimiento de su naturaleza saber lo que corresponde a cada uno para tener una vida digna y abundante, que no se limita a lo financiero, sino que abarque todas las relaciones en la comunidad. La justicia bíblica trasciende la justicia legal y se traduce en términos de solidaridad. La práctica de la justicia es muy importante porque nos conduce al conocimiento y a la experiencia de Dios. Quien actúa al margen de la justicia, se coloca fuera de su plan de salvación. En última instancia, la injusticia es la negación de la presencia y de la experiencia de Dios. Dios no puede estar en comunión donde se realizan homicidios, donde no hay solidaridad con las víctimas inocentes, donde no se denuncian las injusticias, por más misericordioso que pueda ser. El silencio ante la injusticia y el sufrimiento de los inocentes y la información falseada de lo que es necesario para la salvación, es un atentado contra la justicia de Dios. Por todo esto, la verdadera comunicación no puede separarse de la verdad y de la justicia.
La justicia siempre es en relación al otro y por esta razón se sitúa de lleno en el campo de la comunicación. El tema de la justicia es evidentemente crucial en la actividad comunicativa. La justicia como virtud cardinal, es importante en la vida humana, pero la justicia bíblica o moral supera a la virtud cardinal para colocarse en el plano de la experiencia de Dios y del significado de su plan de salvación.
Como hemos visto, practicar la justicia nos dice cómo es Dios y cómo debemos comunicarnos conforme a su plan de salvación. La comunicación humana sólo existe verdaderamente dentro de los límites de la verdad y de la justicia, por eso las faltas en la comunicación constituyen una injusticia y por tanto una negación de la comunicación. Sólo la justicia reconoce al otro, respeta su dignidad y sus derechos y se mantiene en la verdad y en la comunión con Dios y con la creación.
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