No es posible recoger en el blog toda la riqueza musical que la liturgia de la Iglesia tiene dispuesta para cada momento. Lo mismo ocurre con la solemnidad que celebramos mañana. Así que me limito hoy tratar un poco sobre el maravilloso canto de entrada o introito de la llamada Misa del día de Navidad.
Al igual que en otras grandes solemnidades, la liturgia de la Navidad incluye varias misas, cada una con sus lecturas, oraciones y cantos propios. De modo que tenemos la Misa vespertina de la vigilia (el 24 de diciembre por la tarde); la Misa de medianoche (“del gallo”), sobre la cual escribí el año pasado por estas fechas; la Misa de la aurora (al amanecer) y la Misa del día.
Fuera de aquellos lugares donde se celebra la liturgia en toda su profundidad y amplitud (actualmente sólo en algunos monasterios, que yo sepa), las misas que se celebran suelen ser sobre todo la de medianoche y la del día. En algunos lugares se ha cedido a la comodidad celebrando o llamando “misa del gallo” a la misa que se celebra el 24 de diciembre por la tarde, es decir, la hora que en realidad corresponde a la misa vespertina de la vigilia.
Tampoco la tradición de la cena familiar de Nochebuena parece aconsejar, al menos en todos los lugares, la celebración de la misa de la aurora en el amanecer del 25 de diciembre. De modo que el segundo gran eje de la solemnidad es la Misa del día, esto es, la del 25 de diciembre ya avanzada la mañana.
En esta Misa del día es donde resuena desde hace siglos una de las más bellas y conocidas melodías litúrgicas del rito romano: el introito Puer natus est que proclama el pasaje de Isaías 9, 6 seguido del salmo 97. Este es el texto original latino con la traducción que aparece en la edición española del Misal Romano:
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