9.09.12

Sobre la música en las bodas

Las misas de las bodas son curiosamente una especie de reliquia de lo que antiguamente era la organización de la música en la liturgia. Son casi el único tipo de celebraciones en que se suele utilizar música de algún interés artístico, y por esto mismo constituyen un recuerdo de lo que fue el antiguo mundo de los músicos profesionales al servicio de la Iglesia: organistas, cantores e instrumentistas varios.

Después de haber defendido en artículos anteriores que la lectura de las disposiciones del Vaticano II ha de hacerse en consonancia con la tradición, podría parecer que esta  alusión a la semejanza de la bodas actuales con la antigua organización musical del culto tiene un tono laudatorio. Nada de eso. En realidad pienso que lo que habitualmente se hace con la música de las bodas no es más que una caricatura de lo que fue el antiguo mundo de la música eclesiástica cualificada.

La cuestión se puede ver desde dos perspectivas: la de los músicos y la de los participantes en la celebración. 

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1.09.12

San Gregorio y la música

San Gregorio Magno, GoyaSan Gregorio, cuya memoria litúrgica se celebra el 3 de septiembre, fue sin duda un pontífice Magno. Lo muestra bien su gran labor en la evangelización de los anglosajones o en la administración material de la ciudad de Roma, por poner sólo dos ejemplos. 

En cuanto al canto gregoriano, se pensó durante siglos que había sido compuesto o recopilado por él. Por eso desde el siglo IX fue llamado así, canto gregoriano. Hoy sabemos que es más bien fruto de la fusión entre el antiguo canto litúrgico de la iglesia de Roma y el canto del rito galicano, fenómeno acontecido en la segunda mitad del siglo VIII. Fecha, por tanto, bastante más tardía que el siglo VI en que Gregorio consumió la mayor parte de sus días terrenos. Ahora bien, ¿Cómo se originó la creencia respecto a San Gregorio?

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22.08.12

Vidi speciosam de Tomás Luis de Victoria: audición comentada

Después de abordar hace unos días la cuestión de la música sacra católica actual en sus líneas generales, quiero compartir hoy con ustedes un bellísimo ejemplo de lo que la Iglesia define como música sacra.

Tratarmos de un impresiontante motete de Tomás Luis de Victoria, llamado Vidi speciosam. El vídeo puede verse y escucharse pinchando aquí.  En este vídeo aparece el texto latino con su “traducción simultánea”, junto con algunas explicaciones. En caso de contar contar con una pantalla grande, puede ser una buena idea abrirlo en otra ventana nueva.

Si a alguien le parecen un poco largas las palabras que siguen ahora, que no piense en todo lo que digo, sino en todo lo que he tenido que dejar de decir por no extenderme en exceso. Les aseguro que esta obra de Victoria, como tantos otros ejemplos de la verdadera música sacra, es un tesoro  inagotable del que siempre se pueden sacar cosas nuevas y viejas.

El motete Vidi speciosam de Tomás Luis de Victoria (1548-1611) fue publicado por vez primera en 1572, dentro de su libro Motecta quae 4, 5, 6, 8 vocibus concinuntur. Litúrgicamente se trata del responsorio correspondiente a la primera lectura del primer nocturno de los Maitines de la Asunción de la Virgen María, según la ordenación del oficio divino previa a la reforma del mismo posterior al Vaticano II.

Para quienes quieran situarlo litúrgica y espiritualmente: la lectura a la que estaba primitivamente asociado era el comienzo del capítulo 1 del Cantar de los Cantares, donde entre otras cosas la Amada dice:

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18.08.12

El Concilio Vaticano II y la música sacra: malentendidos

Música sacraCon este artículo echa a andar el blog Con arpa de diez cuerdas, dedicado a la música y su relación con la fe y la liturgia católicas. En sucesivos artículos irán apareciendo cuestiones como las enseñanzas al respecto del Magisterio de la Iglesia, el canto gregoriano, la polifonía, las formas musicales litúrgicas, los compositores de música sacra, diversas audiciones ilustradas de ejemplos del repertorio, reflexiones sobre el estilo de la música sacra, y muchas otras más.

Al observar el hoy de la música litúrgica católica, cualquier persona con un poco de cultura musical se podría preguntar: ¿Qué fue del repertorio litúrgico católico, quicio y fundamento del arte musical occidental durante al menos un milenio? ¿A qué iglesia, catedral u oratorio se debería acudir para encontrar vivo ese caudal inagotable de belleza que atraviesa páginas y páginas en los manuales de historia de la música?

Entre los temas pendientes para la hermenéutica de la continuidad está el de la relación del arte con la fe y, en lo que toca a la música, su relación con la liturgia de la Iglesia. Es lugar común -que yo comparto- constatar la desalentadora mediocridad musical -espantoso empobrecimiento, en palabras del hoy Benedicto XVI- de que habitualmente adolecen las celebraciones litúrgicas, fenómeno que, por alguna razón que desconozco, se da con más intensidad en los países de habla española.

Continuamente se deslizan mensajes como que “la Iglesia Católica abandonó el canto gregoriano después del Concilio Vaticano II”, que “la polifonía religiosa cayó en desuso a raíz del Concilio”, o incluso que la presencia habitual de buena música en la liturgia es algo preconciliar. El no avisado puede acabar deduciendo que la fealdad artística es una configuración profética a los signos de los tiempos.

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