La introducción del órgano en la liturgia de la Iglesia (I)
El órgano de tubos es el instrumento propio del culto cristiano occidental. En el imaginario colectivo su sonido está asociado inconfundiblemente a lo sagrado, a lo sobrehumano. Es curioso que en ausencia de un contexto religioso el sonido del órgano aparezca, por ejemplo en el cine, como ambientación musical de fantasmas, misterios y oscuridades. Para muchas personas el comienzo de la famosa Toccata en re menor de Bach trae a colación casi inmediata al conde Drácula surgiendo del ataúd. A mi juicio esta visión tenebrista del órgano participa de la misma mala uva por la que la cultura moderna, desde la Ilustración, pretende siempre cubrir de paños lúgubres a todo lo relacionado con el cristianismo.
Más allá de esto, es claro que el órgano se ha desarrollado en tamaño y complejidad más que ningún otro instrumento musical, a lo largo de un proceso sostenido y animado mayormente por su función en el culto religioso cristiano, primero en la Iglesia Católica de rito latino y después también en las diferentes confesiones protestantes surgidas de los cismas del siglo XVI.