Música de lujo en tiempos de crisis
En este artículo me voy a referir a un episodio muy concreto, pero que a mi juicio tiene una importancia simbólica no pequeña en el momento actual de la música en la Iglesia.
Un amable lector, seguidor habitual del blog, me ha informado del lío que algunos están montando alrededor de la instalación de un nuevo órgano de tubos en la parroquia de San Jaime y Santa Ana de Benidorm (Alicante). Los trabajos están finalizando y parece que alguien, indignado al conocer el precio de la obra, ha corrido en busca de resonancia a varios medios de comunicación. Uno de los que han respondido a su llamada ha titulado así su reportaje: “Música de lujo en tiempos de crisis”.
El argumento no es muy original: ¿Cómo puede esta parroquia gastar esa cantidad de dinero en un órgano, habiendo tanta gente necesitada que ayudar? De poco ha servido que el párroco insista en que la labor de Cáritas parroquial en estos tiempos no sólo no se ha visto reducida, sino que se ha multiplicado por tres. Tampoco el que no haya ninguna subvención pública por medio -algo realmente exótico en cuestiones culturales-, sino sólo colectas entre los propios feligreses a lo largo de los años.
Lo primero que hay que recordar, aunque no haga falta, es la obviedad de que la asistencia a las personas que lo necesitan es algo absolutamente prioritario en la Iglesia. Aún más:

Este es el título de una canción que en la parroquia de mi infancia y adolescencia solía ocupar el lugar del introito en las llamadas misas de niños (algún día hablaremos de esta singular aportación psicopedagógica a la Economía de la Salvación). El texto comenzaba así: La misa es una fiesta muy alegre, la misa es una fiesta con Jesús.
San Gregorio, cuya memoria litúrgica se celebra el 3 de septiembre, fue sin duda un pontífice Magno. Lo muestra bien su gran labor en la evangelización de los anglosajones o en la administración material de la ciudad de Roma, por poner sólo dos ejemplos.









