26.11.12

La introducción del órgano en la liturgia de la Iglesia (I)

El órgano de tubos es el instrumento propio del culto cristiano occidental. En el imaginario colectivo su sonido está asociado inconfundiblemente a lo sagrado, a lo sobrehumano. Es curioso que en ausencia de un contexto religioso el sonido del órgano aparezca, por ejemplo en el cine, como ambientación musical de fantasmas, misterios y oscuridades. Para muchas personas el comienzo de la famosa Toccata en re menor de Bach trae a colación casi inmediata al conde Drácula surgiendo del ataúd. A mi juicio esta visión tenebrista del órgano participa de la misma mala uva por la que la cultura moderna, desde la Ilustración, pretende siempre cubrir de paños lúgubres a todo lo relacionado con el cristianismo. 

Más allá de esto, es claro que el órgano se ha desarrollado en tamaño y complejidad más que ningún otro instrumento musical, a lo largo de un proceso sostenido y animado  mayormente por su función en el culto religioso cristiano, primero en la Iglesia Católica de rito latino y después también en las diferentes confesiones protestantes surgidas de los cismas del siglo XVI. 

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16.11.12

La música sacra en el Año de la Fe

No es desconocido el gran interés que Benedicto XVI ha mostrado siempre respecto a la música sacra, así como las severas críticas que desde sus tiempos de cardenal ha vertido respecto al pésimo estado en que ha quedado sumida a música litúrgica católica en las últimas décadas.

Quiero traer aquí el discurso que dirigió el pasado sábado 10 de noviembre a los asistentes al congreso de Scholae Cantorum, organizado por la asociación italiana Santa Cecilia. Me apoyaré para ello en la traducción española elaborada por H. Sergio Mora para Zenit, introduciendo a lo largo del texto diversos comentarios.

En esta alocución el Papa no sólo ha recordado una vez más los principios fundamentales que deben guiar a la música sacra, sino que ha introducido la cuestión en el más amplio ámbito del Año de la Fe:

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26.10.12

Música de lujo en tiempos de crisis

En este artículo me voy a referir a un episodio muy concreto, pero que a mi juicio tiene una importancia simbólica no pequeña en el momento actual de la música en la Iglesia.

Un amable lector, seguidor habitual del blog, me ha informado del lío que algunos están montando alrededor de la instalación de un nuevo órgano de tubos en la parroquia de San Jaime y Santa Ana de Benidorm (Alicante). Los trabajos están finalizando y parece que alguien, indignado al conocer el precio de la obra, ha corrido en busca de resonancia a varios medios de comunicación. Uno de los que han respondido a su llamada ha titulado así su reportaje: “Música de lujo en tiempos de crisis”. 

El argumento no es muy original: ¿Cómo puede esta parroquia gastar esa cantidad de dinero en un órgano, habiendo tanta gente necesitada que ayudar? De poco ha servido que el párroco insista en que la labor de Cáritas parroquial en estos tiempos no sólo no se ha visto reducida, sino que se ha multiplicado por tres. Tampoco el que no haya ninguna subvención pública por medio -algo realmente exótico en cuestiones culturales-, sino sólo colectas entre los propios feligreses a lo largo de los años. 

Lo primero que hay que recordar, aunque no haga falta, es la obviedad de que la asistencia a las personas que lo necesitan es algo absolutamente prioritario en la Iglesia. Aún más: 

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7.10.12

Santa Hildegarda

No podía pasar desapercibida en este blog la proclamación como Doctora de la Iglesia de Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), cuya vinculación con la música es uno de los aspectos más conocidos de su vida.

Al igual que ocurre con otras grandes mujeres de la Iglesia, la postmodernidad se acerca a Hildegarda ansiosa por asociarla a sus filas. Un breve paseo por internet me ha bastado para encontrar su nombre en páginas feministas, new-age, esotéricas… todo bastante lejos de la realidad de esta mística benedictina, empeñada en empresas tan poco postmodernas como combatir fieramente la herejía cátara, denunciar la elección del antipapa Víctor IV o reclamar la regeneración del clero.

Como compositora Hildegarda se dedicó principalmente a crear música para el culto de su monasterio, sobre todo la liturgia de las horas: antífonas, responsorios, himnos, etc. Estas piezas para uso cultual están recogidas en su Symphonia armonie celestium revelationum (“Sinfonía de la armonía de las celestiales revelaciones”). Otra muy curiosa obra musical de Hildegarda es su auto sacramental Ordo virtutum (“Orden de las virtudes”).

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27.09.12

La misa es una fiesta muy alegre

Este es el título de una canción que en la parroquia de mi infancia y adolescencia solía ocupar el lugar del introito en las llamadas misas de niños (algún día hablaremos de esta singular aportación psicopedagógica a la Economía de la Salvación). El texto comenzaba así: La misa es una fiesta muy alegre, la misa es una fiesta con Jesús. 

Me vino esto a la memoria al leer una entrevista al sacerdote carismático brasileño Marcelo Rossi. El padre Rossi, junto con algunas ideas un tanto discutibles, dice cosas con muy buen sentido. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus propuestas respecto a la música litúrgica: No hay que cambiar la liturgia, sólo la música. La misa necesita alegría, y la música alegre hace participar. Sin duda el padre Rossi dice esto con la mejor de las intenciones, y me consta que hay muchos católicos que coinciden plenamente con él. 

Nadie duda de que la fe ha de ser alegre, y de que el conocimiento y la aceptación de la salvación operada por Cristo debe producir ante todo una profunda y agradecida alegría. Ahora bien, ¿estamos de acuerdo en cómo deba ser esa alegría?

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