Los franciscacos de José Manuel Vidal

José Manuel Vidal, director de multi-Religión Digital, con su envidiable pluma, ha dado con la palabra más apropiada para calificar a algunos “teólogos” disidentes:

“Felicidades a Juan Masiá, siempre tan cortés en la discrepancia, tan humano, tan franciscaco (sic) siendo jesuita”.

Perfecto. Le mot juste, como dicen los cavernícolas de allende el Pirineo. ¿Quiénes son los franciscacos? Aquellos que, siendo franciscanos, dominicos, jesuitas, seglares o sacerdotes diocesanos, pretenden admirar a los santos pero quitando todo aquello que les resulta molesto. Es decir, precisamente aquello de lo que ellos mismos carecen y que les permitiría convertirse.

Los franciscacos, etimológicamente según el griego (¡este José Manuel Vidal es un hacha con las lenguas muertas!), son los “malos Franciscos”, copias facilonas y deformadas de San Francisco, con sus virtudes aguadas o incluso convertidas en vicios.

Por ejemplo, son aquellos que tanto admiran al San Francisco ecológico de las flores y los pájaros, es decir, el de las películas, pero se niegan a aceptar lo que, como recuerda Mons. Agreló, en realidad decía el Hermano Francisco:

“…siempre sometidos y sujetos a los pies de la misma santa Iglesia, firmes en la fe católica, observemos la pobreza y la humildad y el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo que firmemente prometimos”.

O también:

“Todos los hermanos sean católicos, vivan y hablen católicamente. Pero, si alguno se apartara, de palabra o con las obras, de la fe y vida católicas, y no se enmendara, sea expulsado terminantemente de nuestra Fraternidad”.

Propongo un experimento muy sencillo, consistente en leer en voz alta esas palabras de San Francisco. Si, al leer las frases en negrita, te salen espumarajos de rabia por la boca, es que eres un franciscaco. Lo mismo sucede si empiezas a hablar de que la Edad Media era otra época, de la obediencia dialogada, la pobreza relativa, la fe adulta y otras zarandajas. Suspenso en el examen.

Si, en cambio, leer estas cosas te humilla. Es decir, si te recuerda lo poco que has amado a la Iglesia, que no has agradecido bastante a Dios el regalo que te hizo con ella, que debes pedir a Dios la gracia de recibir y aceptar con alegría su doctrina y que sólo en ella puedes encontrar al verdadero Jesucristo, humilde y pobre, para seguirle en pobreza y obediencia… entonces puede que hayas encontrado en San Francisco un intercesor y un modelo para parecerte a Cristo.

No es que hayas aprobado el examen, pero por lo menos, has abierto el libro de texto apropiado. Ahora sólo tienes que ponerte a estudiar.


Arqueológico brutote