La tradición no es el culto a las cenizas, sino la preservación del fuego. Esta cita de Gustav Mahler, compositor del siglo XIX y judío converso al catolicismo, ha llegado varias veces a mis oídos desde que frecuento el mundo católico tradicional en Valencia. Sin embargo, fue hace unos días cuando cristalizó en mi cabeza: en un sermón de la I Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad, en la que caminamos desde Oviedo a Covadonga. Esta es la primera peregrinación católica tradicional (o tradi) que tiene lugar en nuestra patria en la historia reciente. Estos días he podido entender qué era ese fuego por preservar.
Algunos pensarán que este fuego se remonta simplemente unas décadas atrás, quizás menos de un siglo. Al contrario: es una llama que late en nuestro suelo desde hace muchos cientos de años. No hablo de un patriotismo caduco, sino de algo mucho más profundo que articula la vida de cada persona.
Me explico: andando por los montes asturianos, pasando por aldeas donde las ancianas salían a saludarnos y a darnos ánimos, entonando oraciones en latín y encomendando mi corazón a la Virgen María, he sentido nostalgia por algo que jamás he vivido: un mundo en que la persona actúa no por hedonismo, ni por poder, ni por miedo a la muerte, sino por un destino mayor de lo que pueda ofrecer el mundo material. Vislumbré el fuego que ardía en los corazones de los soldados en la batalla de Lepanto, de los misioneros jesuitas en América o en Japón, del campesino español que sudaba en el campo por amor a Dios y a su familia. Ese fuego mantenía unida la nación; sin él, esta sucumbe a las divisiones orográficas, culturales y lingüísticas de nuestro pequeño continente ibérico.
Aunque parezca paradójico, para mí, un universitario millenial (o gen Z), esto no ha sido muy difícil de comprender. Nací cuando los sueños de las generaciones que me precedían agonizaban ya en su lecho de muerte. No he vivido un período de prosperidad de más de diez años, y tampoco paz entre mis compatriotas. He visto cómo el ideal de vida de mis compañeros era quemar Tinder, visitar las capitales de Europa y llegar al funcionariado. He visto cuán vacía de sentido está hoy la vida para muchas personas. ¿Esto fue así siempre? ¿Qué falta hoy que no faltaba unos siglos atrás? Fuego.
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