29.02.16

¿Padrino de bautismo teniendo pareja del mismo sexo?

El pasado viernes aparecía una noticia en el periódico El País bajo este llamativo título. En el cuerpo del artículo, se presentaba a la Iglesia Católica como discriminatoria por impedir a este señor ser padrino de bautismo de su sobrino, y se manifestaba que los interesados se han puesto en contacto con UGT para solucionar este problema. Asimismo también recogen manifestaciones de la secretaria de igualdad de UGT, en las que denuncia este trato discriminatorio y vejatorio.

A mi juicio, la noticia se presenta de una manera tendenciosa, induciendo a error sobre la verdadera doctrina de la Iglesia Católica, y obviando por supuesto las normas que rigen la imposición de los sacramentos. Pero lo que me deja perpleja es la falta de explicación por parte de la Iglesia Católica, exponiendo las razones que conducen a adoptar esta decisión. Razones que vienen impuestas por el Derecho Canónico, por la doctrina de la Iglesia y por el Catecismo, no por un supuesto trato discriminatorio.

En primer lugar, no se le impide ser padrino por ser gay, sino por convivir maritalmente con otra persona, y por tanto no llevar una vida congruente con la doctrina de la Iglesia Católica, remitiéndonos al canon 874.3º del código de Derecho Canónico, a cuyo tenor “Para que alguien sea admitido como padrino de bautismo es necesario que : 3º. Sea católico, esté confirmado, haya recibido el sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la obligación que va a asumir.” Requisitos que no se dan en este supuesto. En concreto no lleva una vida congruente con la fe que profesa, dado que el Catecismo de la Iglesia Católica establece en el punto 2359 que “Las personas homosexuales están llamadas a la castidad”, además en el punto anterior se dice expresamente que todos ellos “deberán ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”.

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28.12.15

San Buenaventura y la gaseosa

Julián Marías no dudaba en denunciar que la enfermedad más perniciosa del mundo actual es la aceptación social del aborto, la matanza silenciosa indemne de millones de inocentes cada año sin que apenas se levante alguna voz dispersa de dolor y de protesta en defensa del más débil. Es un aplastamiento, una victoria clara de los intereses creados de las clínicas abortistas, aliados con las heces de ideologías burguesas, sobre un sentido común adormilado e insensible.

Se agradece pues la defensa valiente, constante, inalterable y lúcida que han mantenido siempre la Iglesia y otras confesiones cristianas de la vida del no nacido. La historia reconocerá con gozo este rastro de luz en medio de una época de locura. A esta voz se le van uniendo cada vez más otras de los sectores, quizá los más liberales y progresistas del mundo del pensamiento universal. Estamos tan idiotizados que sólo los hombres libres y los iluminados por la fe son capaces de ver a través del humo del pensamiento único las cosas como son. Son puntos de luz poderosa que no dejan de oírse en medio de un mundo materialista narcotizado por el egoísmo.

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25.10.15

Laicismo, palabra antigua por Tomás Salas

En los ambientes políticos y periodísticos se vuelve a oír una palabra que estaba casi olvidada: laico, laicismo. Esta palabra tiene una inevitable impronta de antigüedad, de anacronismo. Es como si hubiera en España una ONG luchando por la erradicación de la esclavitud o como si un médico hablara del gran problema sanitario de la tuberculosis.

Se quiere defender el estado laico, la escuela laica. Se quiere imponer una artificial oposición entre lo laico (progresista) y lo confesional (conservador). Ni siquiera en los años de la transición, cuando se venía de un sistema político con fuertes elementos confesionales y con una izquierda más radicalizada que la actual, se insistió tanto en esta idea.

La idea encierra, además de una radical extemporaneidad, una gran falacia.: crear un debate donde no hay materia, crear un conflicto donde no hay problema. Si nos reducimos a nuestro ámbito europeo, la batalla del laicismo tuvo su sentido en el siglo XIX, como reacción a una pretensión de la Iglesia de tener un peso político importante y la oposición de una buen parte de los cristianos (con excepciones y matices muy importantes) a la revolución liberal. No pueden explicarse las guerras carlistas en España sin tener este debate al fondo. Tampoco nuestra guerra civil, que en algunos aspectos fue una guerra de religión. La II República española tuvo un laicismo agresivo; y no menos agresivo y contundente fue el clericalismo del franquismo, sobre todo en su primera época y, en parte explicado, aunque no digo que moralmente justificado, por la agresividad antirreligiosa del otro bando.

Todo eso es historia; historia de la que tenemos que extraer lecciones importantes. Pero, ¿responde este debate a nuestra realidad del siglo XXI, en España, un país fuertemente secularizado, como todo Occidente? ¿Hay en España pretensiones políticas de la Iglesia o un partido de inspiración católica? ¿Alguien serio puede sospechar que el partido del centro-derecha español defiende los intereses de la Iglesia o se acerca, aunque sea remotamente, a su discurso moral? ¿Existe en nuestro páis el más mínimo problema de libertad religiosa? ¿No se puede atacar a la Iglesia con toda facilidad, incluso usando mentiras, la agresividad más chabacana y con la impunidad más absoluta, sin que pase nada? Hemos visto a jóvenes que han ocupado una capilla universitaria en plena misa y señoritas que, han asaltado a un cardenal, haciendo gala de sus atributos físicos, sin que, repito, pase nada ni haya consecuencias penales. Si esto es un estado confesional, me gustaría imaginar lo que sería un estado dominado por el laicismo.

¿Dónde están, entonces, las amenazas al Estado aconfesional? En un Estado (el español, como la mayoría de los de tradición cristiana) en el que existe una rigurosa separación entre Estado e Iglesia, una exquisita defensa de la libertad de conciencia, un carácter no civil de las normas religiosas, no es posible la confesionalidad, pero tampoco, por las mismas causas, el laicismo militante.

No veo que haya que resucitar un problema del siglo XIX en el XXI. No veo que tengamos que gastar nuestras energías en crear problemas artificiales, en lugar de hacerlo en resolver los reales, que son muchos y urgentes. Apunten nuestros laicistas de salón sus armas hacia otros objetivos. Gasten su pólvora con otros enemigos. La democracia y el pluralismo no están amenazados por el confesionalismo católico. La realidad es lo contrario: una presencia fuerte del cristianismo en el ámbito social, cultural y solidario es una garantía, un apoyo importante (no el único, porque estamos en una sociedad pluralista), a nuestro sistema de sociedad.

Tomás Salas

22.08.15

Carta de un hombre oprimido

Pues resulta que me pasa una cosa que quería compartir con vosotros. Desde un tiempo a esta parte tengo en mí sentimientos encontrados. A pesar de tener cuarenta años, mi interior me dice que tengo más de sesenta y cinco. Ya sé que mi DNI, mi partida de nacimiento, el sentido común y mi cuerpo (bien conservado y sano, por cierto), dicen lo contrario, pero es que yo creo que no es así, que algo en mi interior me hace sentir como un señor maduro de sesenta y cinco añazos.

De paso, sólo de paso, siento que ya no quiero trabajar más. Según mis sentimientos ya he llegado a la edad de jubilación y es hora de dejar atrás la fatiga, los agobios y los madrugones propios de la edad laboral. Eso sí, quiero cobrar mi pensión puntualmente, tener tiempo libre perpetuo, dar paseítos, leerme el periódico entero, tomar café a media mañana con tranquilidad, irme bien barato de vacaciones con el Imserso y supervisar las obras municipales. Mi interior me pide esto, me exige esto, quiere sacarlo de mí, manifestarlo al mundo. ¡Que se me oiga bien alto!

Ya he ido a la Seguridad Social, al Ministerio de Trabajo, a la Consejería y hasta al Ayuntamiento, pero me han dicho que me vaya a paseo. Desde luego son unos intolerantes, unos fascistas y unos talibanes. No dejan a uno que tenga derecho a vivir lo que siente en su corazón. También algunos amigos y familiares me han dicho que esto que siento no es normal, que me lo haga mirar, pero yo ni caso. Pienso luchar por lo que siento y creo,  a pesar de que es una irracionalidad absoluta y de que el mundo entero me dice que esto no tiene ni pies ni cabeza. Mi sentimiento es lo primero, oiga. La razón, dejémosla a un lado. Sólo la usaré para apuntalar y justificar mis argumentos, a pesar de que ni la historia, ni la sociología, ni la teología, ni ninguna ciencia me dé la razón.

Por suerte he encontrado otros en mi misma situación. Algunos tienen buena posición, otros tienen dinero, otros manejan algunos medios de comunicación y otros están metidos en el mundo empresarial o político. Juntos hemos formado una asociación para defender nuestros derechos ante el mundo. Seguro que nada se nos opone. Ya hemos comenzado a influir en la sociedad, a lanzar nuestras ideas, a ir concienciando a la gente que nuestro derecho a cobrar la pensión con cuarenta años es justo y legítimo. A cualquiera que nos argumenta en contra le llamamos intolerante, fascista, retrógrado, conservador, talibán, neocon o clerical. Es fácil: nos hacemos las víctimas, lanzamos algún mensaje con sentimiento (es lo que importa, ¿no?) y vamos, poco a poco, ganándonos a la opinión pública. Sólo somos el 0.1 % de la población, pero diremos que somos más para que todo cambie y se nos reconozca.

También la Iglesia se ha opuesto a lo que sentimos. Nos argumentan con numerosas citas de la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Tradición, la Teología moral, el Catecismo,… No nos importa. Nos pasamos todo ello por el arco del triunfo. Jesús quería que todos fuésemos felices, ¿no? Cambiaremos la Sagrada Escritura si es preciso para que ésta nos dé la razón. Estos curas, ¿qué se habrán creído? ¿Que son nuestros pastores?

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25.07.15

¿Esta es la nueva evangelización que promueve la diócesis de Málaga?

Ahí tenéis en el vídeo al nuevo cura párroco Sr. Pérez Pallares (si un milagro no lo impide) para Madre del Buen Consejo a partir de septiembre. El que sustituye al P. José Luis Bellón es el que colaboró muy activamente (no sé si fue idea suya o qué, pero desde luego colaboró con pasión) en traer al brujo a la catedral de Málaga, cuando era máximo responsable de comunicación del Obispado. Allí, en un espectáculo fuera totalmente de lugar, el dramaturgo subido al presbiterio con un disfraz con símbolo esotérico, se burló abiertamente del Evangelio de san Juan, pues mostró la imagen de un Jesús bobalicón y milagrero, unos discípulos y una Virgen María a los que caricaturizó sin rubor, y una explicación new age acerca del fuego, tierra, aire y agua que en ningún caso venían a cuento.

Más de dos mil malagueños se dejaron (nos dejamos, pues fui testigo de principio a fin) hechizar por su seducción tan particular, y el brujo provocó carcajadas y aplausos en toda una catedral consagrada a celebrar el misterio sagrado de nuestra redención ocurrida en el monte Gólgota, a costa de la sangre de todo un Dios. Por cierto, la cruz y dicho sacrificio no forman parte de su visión del Evangelio.

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