Adviento, tiempo de espera, tiempo de esperanza.
María, la llena de gracia, ha dicho SI, y el Verbo crece en su seno, día a día, semana a semana, mes a mes
¿Cómo sería el tiempo de esa espera en María?
La llena de gracia, ¿qué ocurriría en su intimidad? El Dios Hombre se forma en ella en un clima de radical amor maternal.
¿Cómo crecería ese amor en el corazón de la joven María? ¿Cuál sería su densidad, su hondura, su ternura…? Así, durante nueve meses, hasta la noche más plena de los tiempos, cuando los ojos amorosos de una madre joven ven la cara del nacido, la cara de su hijo, el rostro de Dios
Yo me uno a esa espera, sintiéndome con María esperanza. Un infantil atrevimiento me lleva a pedirle que mi espera sea en su corazón, que me permita crecer en su corazón como su hijo creció en su seno, que experimente la hondura, la densidad, la ternura de su amor. Que mi crecer sea coexistente con el crecer de su hijo, ya que su maternidad es sin límite, universal; pero mi filiación respecto a ella sé que es radicalmente personal. Su corazón creado en plenitud de gracia posibilita un amor esencialmente plural, pero al mismo tiempo radicalmente personal.
Maravillas del adviento, tiempo sencillo, tiempo discreto, alegre, entrañablemente íntimo, pero de honduras y riquezas sobrenaturales inauditas.
Nos toca a cado uno descubrir, con la ayuda de María las delicias de poder esperar en su corazón.
Gerardo González