Arde Francia
Cuando los sociólogos del futuro describan la extraña muerte de Europa sin duda reservarán un capítulo especial dedicado monográficamente a Francia. Dentro de pocas décadas los escasos progres con rasgos caucásicos que repten por la república islámica gala se lamentarán rechinando entre dientes «si tan sólo alguien nos hubiera advertido». À ce moment-lá, Douglas Murray y Michel Houellebecq desde la otra vida les dedicarán una entrañable sonrisa modo Monna Lisa.
El incendio de Notre Dame acontecido en abril de 2019 fue una profecía. Ninguna imagen ha logrado cristalizar mejor que aquella la debacle de la Hija Predilecta de la Iglesia y por extensión la crisis de Occidente. Mientras el fuego devoraba il cuore de la civilización europea el homo festivus lo contemplaba infantil y alienado desde su smartphone. A la máxima trascendencia a la que dicho ser aspira es a inmortalizarse con un selfie. No hace falta ser ningún Arsène Lupin para percatarse de que aquella imagen es la radiografía perfecta de la verdad que nos han robado. Ofrece un diagnóstico en alta resolución de nuestro problema principal. Y, risum teneatis, amici, no, a pesar de lo que les digan los telepredicadores dicho problema no es el cambio climático.
Premonitoriamente aquella ruina ha precedido a la actual. El pasado lunes 4 de marzo de 2024 Francia «consagró» el derecho al aborto elevándolo al rango de derecho constitucional. Sí señores, el término adecuado es consagrar. Un término religioso.
¿Alguna vez se han preguntado por qué las manifestaciones feministas proabortistas suelen terminar protagonizando actos vandálicos como pequeños incendios a las puertas de un templo católico? ¿Y por qué siempre a las puertas de una iglesia católica? ¿No les huele a chamusquina? Si siguen el rastro del humo azufroso y fosforescente del averno advertirán que el aborto provocado es el sacramento de una misa negra. La batalla multisecular que azuzaba Voltaire firmando écrasez l’Infâme (aplastad al infame, quien para el filósofo no era otro que la Iglesia Católica) sigue un curso aplastantemente lógico, valga la redundancia, que desemboca en écrasez l’infant (aplastad al infante).
La cultura de la muerte recopila los grandes éxitus de las ideologías ateas. Ya Dostoyevski en su celebérrimo Los hermanos Karamazov nos avisaba de que «si Dios no existe todo está permitido». En 1920 la Rusia comunista de Lenin se convirtió en el primer país moderno en aprobar el derecho al aborto. En el caso de la eutanasia tal dudoso honor corresponde a la Alemania nazi. En 1939 la conocida Aktion T4 fue firmada por el mismísimo Führer: Adolf Hitler. Hablando de primeros puestos, quienes les aseguren que Francia es el primer país que establece el derecho al aborto en su constitución se equivoca. El primero fue la Yugoslavia comunista de Tito. Creo recordar que la cosa no acabo bien. Mal augurio.
En un excelente artículo publicado en La Gaceta, cortesía de Esperanza Ruiz, la brillante escritora definía con un contundente martillazo el funesto suceso del congreso galo como «el último clavo en el ataúd de la civilización francesa». Todo un alarde de clarividencia. El pasado 28 de febrero Stéphane Ravier (perteneciente al partido La Reconquête) haciendo suyo el lema de Alejandro Dumas, «Uno para todos y todos para uno», se coronó como el único votante a favor de su propuesta en el senado de no incluir el derecho al aborto en la constitución francesa. Su voto está fundado en la verdad y, por tanto, vale más que los 342 estultos que rechazaron su propuesta. Porque la verdad no muere. E incluso si muere, resucita. En el juicio de un crimen cuando entre el jurado popular hay un sólo voto discrepante del resto, el veredicto no puede establecerse. Aquel día Stéphane Ravier se convirtió en un soldado Jedi. A nuestros ojos, uno se ve tentado a pensar que con uno no es suficiente, que necesitamos más como él. Pero como decía Nietzsche en Así habló Zaratustra «las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad». Stéphane es como un furiano que batalla contra todo un ejército de necróferos. Y preguntado por si había más como él, Riddick contestaba con un memorable «Con sólo uno de los míos ya están perdidos».
El resultado de la votación en la que la Asamblea Nacional francesa consagró el aborto como derecho constitucional fue de 780 a favor frente a 72 en contra. Redondeando al alza un 10% de votos en contra. Cuando se trata de sistemas jurídicos positivistas en los que la democracia es no sólo la forma sino también el fundamento de gobierno, las matemáticas son bastante relativas. No debemos dejarnos arrastrar por la zozobra que provoca la palabra talismán constitución en la mente de un progre. Estimula el sistema límbico y lo incapacita para pensar. ¿Cómo va a ser el aborto un derecho? Ya lo decían San Agustín y luego Santo Tomás de Aquino «Lex iniusta non est lex» (la ley injusta no es ley). Tenemos que resistir como los inmortales Astérix y Obélix que siempre comenzaban con «Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos de Babaorum, Aquarium, Laudanum y Petibonum…».
El enemigo nos teme y por eso tiene prisa. Estados Unidos, Argentina… en los últimos tiempos, aquí y allá florecen señales de esperanza. «El Espíritu sopla donde quiere». En la batalla contra los mortífagos debemos tener el mismo temple que el de las aguerridas tropas de espartanos y atenienses aliadas en la batalla de las Termópilas contra las numerosísimas huestes del imperio persa comandado por Jerjes. Frente a los jenízaros de la muerte debemos seguir el ejemplo de Jordan Peterson (cuya esposa Tammy recibirá el bautismo, Dios mediante, esta próxima Pascua), consagrando cada día de nuestra vida a la Verdad. O el ejemplo del médico Jesús Poveda de Agustín, famoso por ser detenido cada 28 de diciembre, festividad de los santos inocentes, por sentarse frente a la clínica Dator. Recientemente ofreció una magnífica conferencia en Valladolid organizada por 40 días por la vida. El Dr. Poveda con su encomiable labor en defensa de la vida y ayudando a las mujeres con dificultades es todo un referente para los médicos españoles. Medicina de la buena. Eso sí que es salvar vidas.
Como África es hoy la vanguardia de la Iglesia Católica me tomo la libertad de concluir con unas sabias palabras del Cardenal africano Robert Sarah: «Creo que cuanto más hostil es el mundo a Dios, más deben cuidar los cristianos su vida espiritual. Es la única resistencia posible al ateísmo líquido que nos rodea y asfixia. Un cristiano ferviente es un verdadero resistente a la cultura de la muerte que impregna la sociedad. La vida del alma nos preserva de este veneno difuso».
Teófilo Hispano
5 comentarios
Una reconfortante delicia leer tu realista y aguerrida denuncia.
¿Vendrá del sur el viento que limpie tanta inmundicia?
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