Laicismo, palabra antigua por Tomás Salas
En los ambientes políticos y periodísticos se vuelve a oír una palabra que estaba casi olvidada: laico, laicismo. Esta palabra tiene una inevitable impronta de antigüedad, de anacronismo. Es como si hubiera en España una ONG luchando por la erradicación de la esclavitud o como si un médico hablara del gran problema sanitario de la tuberculosis.
Se quiere defender el estado laico, la escuela laica. Se quiere imponer una artificial oposición entre lo laico (progresista) y lo confesional (conservador). Ni siquiera en los años de la transición, cuando se venía de un sistema político con fuertes elementos confesionales y con una izquierda más radicalizada que la actual, se insistió tanto en esta idea.
La idea encierra, además de una radical extemporaneidad, una gran falacia.: crear un debate donde no hay materia, crear un conflicto donde no hay problema. Si nos reducimos a nuestro ámbito europeo, la batalla del laicismo tuvo su sentido en el siglo XIX, como reacción a una pretensión de la Iglesia de tener un peso político importante y la oposición de una buen parte de los cristianos (con excepciones y matices muy importantes) a la revolución liberal. No pueden explicarse las guerras carlistas en España sin tener este debate al fondo. Tampoco nuestra guerra civil, que en algunos aspectos fue una guerra de religión. La II República española tuvo un laicismo agresivo; y no menos agresivo y contundente fue el clericalismo del franquismo, sobre todo en su primera época y, en parte explicado, aunque no digo que moralmente justificado, por la agresividad antirreligiosa del otro bando.
Todo eso es historia; historia de la que tenemos que extraer lecciones importantes. Pero, ¿responde este debate a nuestra realidad del siglo XXI, en España, un país fuertemente secularizado, como todo Occidente? ¿Hay en España pretensiones políticas de la Iglesia o un partido de inspiración católica? ¿Alguien serio puede sospechar que el partido del centro-derecha español defiende los intereses de la Iglesia o se acerca, aunque sea remotamente, a su discurso moral? ¿Existe en nuestro páis el más mínimo problema de libertad religiosa? ¿No se puede atacar a la Iglesia con toda facilidad, incluso usando mentiras, la agresividad más chabacana y con la impunidad más absoluta, sin que pase nada? Hemos visto a jóvenes que han ocupado una capilla universitaria en plena misa y señoritas que, han asaltado a un cardenal, haciendo gala de sus atributos físicos, sin que, repito, pase nada ni haya consecuencias penales. Si esto es un estado confesional, me gustaría imaginar lo que sería un estado dominado por el laicismo.
¿Dónde están, entonces, las amenazas al Estado aconfesional? En un Estado (el español, como la mayoría de los de tradición cristiana) en el que existe una rigurosa separación entre Estado e Iglesia, una exquisita defensa de la libertad de conciencia, un carácter no civil de las normas religiosas, no es posible la confesionalidad, pero tampoco, por las mismas causas, el laicismo militante.
No veo que haya que resucitar un problema del siglo XIX en el XXI. No veo que tengamos que gastar nuestras energías en crear problemas artificiales, en lugar de hacerlo en resolver los reales, que son muchos y urgentes. Apunten nuestros laicistas de salón sus armas hacia otros objetivos. Gasten su pólvora con otros enemigos. La democracia y el pluralismo no están amenazados por el confesionalismo católico. La realidad es lo contrario: una presencia fuerte del cristianismo en el ámbito social, cultural y solidario es una garantía, un apoyo importante (no el único, porque estamos en una sociedad pluralista), a nuestro sistema de sociedad.
Tomás Salas
6 comentarios
El otro día, viendo las fotos que ilustraban una entrevista (muy interesante por cierto, recomendable totalmente) en este mismo medio, sobre los movimientos de 'autoconvocadas', me fijé en una de las pintadas que dejaron plasmadas a los pies de las escaleras de la Catedral de BA: "La familia a muerto".
Lógicamente uno piensa que a cualquier ser humano de bien se le deberían poner los pelos de punta al pensar detenidamente en afirmaciones así -y seguramente, la mayoría de aquellas 'mujeres' volverían con sus familias a cenar y dormir (padres, hijos, hermanos, abuelos, etc.). Sin embargo, en todos los medios de comunicación a todos estos movimientos laicistas, feministas y LGTB, se les presenta acarameladamente diciéndonos que sólo quieren que 'sus nuevos modelos de familia' tengan los mismos derechos que cualquier familia.
-¿Cuáles son los derechos de la familia?
Todos y ninguno, ¿no recuerdas? "La familia ha muerto".
-¿Pero la familia no era un vínculo que...?
¡Que no te enteras, que ha muerto!
- No entiendo nada.
¿Cómo no entiendes? Si lo nuestro es el amor, queremos tanto a la familia que queremos que nuestras aberraciones sean llamadas 'familia' para sentirnos bien; pero en el fondo disfrutamos pensando que 'la familia ha muerto' y nos encanta pensar que la matamos 'nosotros y nosotras', pero no te equivoques, que queremos ser familia.
Hace unos años el matrimonio era un invento espantoso impuesto por una carca y violenta sociedad patriarcal; ahora queremos casarnos hasta con las farolas de la plaza y que me reconozcas que amo a mis farolas; pero no te vayas a confundir, que el matrimonio es opresor y horrible... ¡Pero deseo tanto casarme!
-¿Con una farola?
¡Qué sabrás tu del amor! ¿Acaso conoces mis sentimientos?
¡Y tener hijos! ¡Es mi derecho! Quiero uno azul cobalto y otro negro obsidiana.
-¿Con una farola?
"¡UY! No sabe usted que los tiempos adelantan que son una barbaridad" y 'poderoso caballero es don dinero'.
Estas líneas que parecen una comicidad absurda es... ¡La realidad!
Pero nosotros frente a cualquier mentira, locura, o deformación de la realidad; tenemos una Luz fiel para guiarnos a la Verdad, y esa Luz es la Verdad misma; esa Luz es el Camino y la Vida; es Nuestro Señor Jesucristo.
No he querido desviarme del artículo, es que con esto del 'laicismo'... Vienen todos los envases en un mismo cesto: Laicismo, ateísmo, feminismo, LGTB, capitalismo, comunismo,... ¡Hay muchos tarros¡ Escoge cual te gusta menos y te lo tiro a la cabeza.
Será el padre de la mentira pero aburre hasta las ovejas (que bien traído ha quedado), no sale del A, B y C. Pero somos tan ilusos que el más moderno te dice: 'Soy darwinista y laicista -muy moderno oiga-; soy agnóstico aunque muy espiritual'... ¡Y lo dicen sin partirse de risa! Desde luego tienen mérito, deben tenerlo ensayado.
Perdón porque siempre me extiendo más de lo debido.
¡Un saludo y bendiciones!
Por eso me parece tremendamente clarificadora su afirmación de que la Guerra Civil fue en algunos (más bien muchos) aspectos una Guerra de Religión: una guerra que desataron unos pocos en su intento de imponer por la fuerza su religión marxista, que es por un lado religión de odio laicista / ateo / anticatólico / anticlerical, y por otro religión de odio clasista / marxista/ bolchevique / socialista.
El problema que se encontraron estos fanáticos que hoy resurgen es que hace tres cuartos de siglo sus víctimas se defendieron... y ganaron.
Eso les escuece tanto que ahora están intentando ganar la guerra que perdieron a base de propaganda que falsea la historia, de leyes ideológicas que imponen una versión falsa de la historia, borran los vestigios de historia verdadera que puedan quedar y privilegian a unos mientras machacan a otros, de ofensiva mediática para la caricaturización de la Iglesia, los fieles y la doctrina para presentar una imagen ridícula, denigrante o reprobable de la misma, y, por supuesto, reavivando los actos violentos contra cosas y personas (vandalismo, profanaciones, insultos y vejaciones, etc), creando así el adecuado "ambiente social" de hostilidad a la Iglesia y sus fieles, mejor dicho "caldo de cultivo" de futuras agresiones mayores.
¿Laicismo? Dejémonos de eufemismos: Bolchevismo, terrorismo, anacronismo, nazismo... en definitiva, ODIO.
Queda claro que las desratizaciones, desinsectaciones, desparasitaciones y desinfecciones hay que repetirlas cada cierto tiempo. Si no, se acaba viviendo en una pocilga.
Un saludo.
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