Un error sobre los métodos naturales
“Los métodos naturales de la regulación de nacimientos son morales. La diferencia entre métodos artificiales y naturales en la planificación familiar es que en aquellos se utilizan medios físicos (el preservativo, el abortivo DIU), químicos (espermicidas), u hormonales (píldoras) para frustrar la concepción. En cambio los métodos naturales se limitan a elegir los días infecundos, en lo cual no hay nada inmoral”.
P. Jorge Loring, S.J.
Los «métodos naturales» de regulación de los nacimientos –en tanto que medios, plenamente lícitos– han contribuido, de facto, a generar una ramificación «católica» de la mentalidad anticonceptiva. No sin culpa de los especialistas, que se han dedicado a presentarlos como una alternativa a los métodos artificiales. Como decía Santo Tomás, «los contrarios pertenecen al mismo género».
Esa contraposición con los métodos artificiales (la difusión del más famoso de los métodos naturales, el Billings, coincidió con la de «la píldora» y de la Humanae vitae) ha influido de forma muy negativa en la comprensión del valor de esos métodos y de su significación moral: se ha puesto un énfasis tan desproporcionado en el mismo método que en muchas ocasiones ha terminado por hacer perder su sentido de medio y se han convertido en criterio de conducta. En el fondo, al leerse dentro de esa contraposición, se han entendido muchas veces como una forma católica de alcanzar fines semejantes a los anticonceptivos artificiales.
La cita del P. Loring que encabeza este artículo es representativa de esa distorsión y en última instancia de la falta de comprensión del verdadero y limitado sentido de estas metodologías. En ese galimatías se hace una valoración moral absoluta de los métodos naturales: «son morales», e inmediatamente se los contrapone a los «artificiales», para acabar concluyendo: «en cambio, los métodos naturales se limitan a elegir los días infecundos, en lo cual no hay nada inmoral». Mejor sería decir que no hay nada inmoral en esa elección… si la decisión a cuyo servicio se ponen esos medios es moralmente recta, aspecto que ha quedado completamente implícito en toda la exposición del jesuita. Se advierte el aroma de los sistemas de moralidad y de las clericales recetas morales. Lo cierto es que esta extrema simplificación es entendida por muchos, no sin razón, como una radical modificación del criterio moral para los actos conyugales.
El error consiste en pensar que la licitud del medio –el método natural– influye en la formulación del juicio moral precedente que resuelve de la conveniencia o no de concebir un hijo en un determinado período de la vida de un matrimonio (a título de circunstancia podría tener alguna influencia, pero ésa es otra historia). No falta quien, en su simétrica incomprensión de la condición razonable de la procreación, excluye absolutamente la licitud de un juicio de esta naturaleza. Otro error. Una cosa es que sin la adquisición de la virtud de la prudencia sea muy difícil no dejarse influir por las pasiones hasta desvirtuar ese juicio haciéndolo egoísta y cicatero (prescindiendo del factor determinante que constituye el fin primario del matrimonio), y otra que este juicio no sea posible. Posible, debido, necesario lo es, si es que queremos que la concepción sea un acto humano.
De manera que si el matrimonio toma esa decisión (de espaciar la venida de los hijos) sólo podrá recurrir –ahora sí– a medios que sean en sí mismos lícitos, como lo son los llamados métodos naturales. Sólo así se preserva la racionalidad del acto moral y sólo así se garantiza continuidad de los principios. Antes del descubrimiento del Billings y de sus versiones mejoradas, también podría darse el mismo juicio prudencial en un matrimonio. La diferencia no estribaba en las condiciones del juicio, sino en el abanico de posibilidades que ahora se tiene para obrar en consecuencia de ese juicio, que antes era menor (léase: antes de «los métodos naturales» sólo existía «el método natural», la abstinencia, para materializar esa decisión prudencial). Tampoco seamos ingenuos y pensemos que esa nueva disponibilidad de medios resulte plenamente indiferente en la edificación moral de los cónyuges. Una cosa es que, dada la decisión prudente previa sea perfectamente lícito usar de esos medios y otra, muy diferente, que a partir de ahí ese uso no tenga ninguna influencia en las disposiciones morales de los sujetos, porque eso no es cierto. Una vez más, de lo que se trata no es de establecer reglitas que prescindan de la prudencia de los sujetos, sino de estimular la formación de una personalidad moral que sea capaz de buscar la verdad de las acciones de la propia vida. Pero esto no es un tratado, así que concluyamos.
Si alguien se plantea la duda de si los métodos naturales no serán «el preservativo católico» no sólo habrá que explicarle las diferencias entre obstaculizar física, química u hormonalmente un proceso natural (con lo cual sólo se da razón de la licitud del medio y, en el fondo se le refuerza en su sospecha de fondo), sino que habrá que aclararle que esos métodos en nada deben influir en la decisión prudencial, es decir, que los métodos no conforman conductas. No deben hacerlo, al menos, y no es su papel.
Aquí se abre otro problema de desatender la formación del juicio moral y de la prudencia, que es permitir que los medios acaben determinando el criterio de la acción. Sin duda, el problema más grave es el abandono de la formación de la personalidad moral, pero una personalidad inmadura moralmente está, además, inerme ante el aspecto «fascinante» de los medios, en este caso los método naturales: su capacidad de hacernos concebir la realidad bajo su prisma, de transformar nuestra concepción del acto conyugal. Fascinación en su sentido más profundo y original, sin el huero oropel con el que solemos adornar el uso actual de la palabra: hechizo, encantamiento y, en particular, referido a los sentidos, obsesión, saturación completa por un objeto que modifica nuestra mirada sobre los demás. Es un fenómeno tan real y omnipresente que, si no lo advertimos, nos arriesgamos a no comprender nada de nuestro propio combate moral, a permanecer siempre más en la penumbra que en la claridad a la hora de tomar decisiones. Los medios pueden ser lícitos o ilícitos, pero nunca son insignificantes. Siempre conllevan una cierta inclinación objetiva y, sobre todo, la propensión a erigirse en criterio, a sobreponerse al agente si no los domeña mediante su señorío moral.
El brigante
41 comentarios
Todo viene de una deficiente formación prematrimonial. ¿Cuándo se exigirá a los novios una preparación exhaustiva para corregir todo esto? ¿Cuándo se exigirá un mínimo de vida cristiana para recibir el sacramento? Unas breves charlas, cuando las hay, no pueden, a unos novios, formarles para la exigencia de una vida matrimonial cristiana.
Si, parece que quiere decir algo, pero lo ha ocultado bajo una exposición teórica muy farragosa. También parece que ve en el texto del padre Loring una serie de inconvenientes inexactitudes que solo existen en la cabeza de alguien que se empeña en sacarle punta.
El texto de Loring es claro y meridiano, y asequible a todas las entendederas. El que desee más profundidad puede leer otros libros especializados, pero tampoco van a desdecir lo que dice Loring, que es lo que afirma la Iglesia por otra parte.
Y si, cada mandamiento, cada recomendación, cada texto de la Iglesia se puede malinterpretar o retorcer por todos y cada uno de nosotros, pero de eso, los textos no tienen la culpa.
Y si, este tema en particular está particularmente sometido a confusiones, pero de raíces complejas y que el texto del padre Loring no enmaraña más. No puedo decir lo mismo de este artículo.
Pepiño: No creo que "El Brigante" pretenda corregir al P. Loring. Para que un acto sea moralmente bueno deben ser bueno su objeto y debe ser buena su intención. El P. Loring pone el ojo en el objeto, los medios moralmente lícitos. Lo cual está perfecto y, muy posiblemente, da por descontada la intención buena. "El Brigante" señala la importancia de la intención recta para evitar convertir a lo que son simples medios en reglas de lo que está bien y de lo que está mal. No creo que haya corrección, sino profundización, en un tema muy importante.
David, no creo que sea "más difícil" comprender que nuestras decisiones deben tomarse en vistas al bien a que aspiramos y aplicando los principios en juego. Incluso personas muy sencillas pueden comprenderlo. Dentro de ese esquema habrá ocasiones en las que todos tengamos que pedir consejos para salir de la perplejidad. Pero el esquema moral no es un mero callejero en el que se nos muestran calles por las que podemos circular y calles de acceso prohibido o de dirección contraria. La moral es, ante todo, la afirmación del fin (del bien) al que nos dirigimos y la decisión del mejor itinerario conociendo bien el código de circulación...
Por otro lado, creo que el problema no está tanto en la falta de cursos prematrimoniales exigentes, como en la defectuosa formación moral de los cristianos, desde la infancia. Nuestros antespasados afrontaban el matrimonio sin cursillos y a edad mucho más temprana. La moralidad no se improvisa ni se aprende atropelladamente como un repertorio de recetas.
Pepiño: lamento que mi estilo farragoso le resulte un obstáculo. Lo que dice aquí el P. Loring no es lo que enseña la Iglesia que, con el mejor de los sentidos, enseña que el uso del matrimonio en los días agenésicos es lícito. Es un medio lícito, ni más, ni menos. Por supuesto. Y yo no me canso de repetirlo, porque sigue habiendo mucha gente que no lo entiende. Pero la Iglesia no dice que los métodos sean "morales", porque eso no es otra cosa que convertir el medio en el criterio de la acción. El P. Loring, en su artículo, menciona la prudencia, pero tiene de ella un concepto mutilado y erróneo. Sin ir más lejos afirma que tener hijos por encima de los 40 (la mujer) es imprudente. O sea, como estamos acostumbrados a ver, conserva la palabra y prescinde del concepto. No se entiende que esa "prudencia" que no es, en el mejor de los casos, más que cautela o cobardía, sea "la más necesaria de las virtudes para el hombre".
Por lo demás, Loring incurre abiertamente en la desafortunada contraposición entre métodos naturales y métodos artificiales, lo que, a efectos de comprensión del papel de estos últimos tiene tanta utilidad como enfrentar el codo (ejem) a las témporas.
Si los fieles tuviéramos presente que la disponibilidad de los métodos naturales no debe influir en nuestra decisión de espaciar o no la venida de los hijos, y que esa decisión debe tomarse prudentemente, el tema no estaría tan "particularmente sometido a confusiones".
Pax tecum.
Enorme abrazo,
Pero creo que el problema difícilmente irá más allá del lenguaje, pues quien se acerca a ellos se da cuenta de la radical diferencia que existen entre unos y otros. De algún modo u otro, es imposible "escapar" a la práctica de la continencia, y esto, que es lo que rechaza en el fondo la mentalidad anticonceptiva, es justamente lo que los hace morales.
Quien se aproxime a los métodos naturales con mentalidad anticonceptiva, o fracasará rotundamente en ellos, o deberá cambiar su mentalidad.
Otra cosa, es que juzguemos la intenciòn primera, es decir, la de no desear la procreaciòn. En mi opiniòn la clave del asunto es èsta y no si el mètodo natural es màs ò menos moral, porque la pregunta a la que todavia no he encontrado respuesta es ¿ no me opongo a la Voluntad de Dios desde el momento que sin motivos graves, me opongo a la procreaciòn ?.
Saludos.
Marta, de nuevo lamento que mi forma de expresarme resulte farragosa. En realidad no debe buscar en mi artículo criterios para la toma de una decisión, porque no los contiene. La decisión es responsabilidad, en este caso, de usted y de su marido, exclusivamente. Eso no quiere decir que la decisión haya de ser arbitraria, sino que nadie más que ustedes está en condiciones de apreciar el peso de sus circunstancias. Consejo puede y debe pedirlo a personas competentes, pero no que le digan lo que debe hacer, salvo caso de imposibilidad (e inimputabilidad) de asumir la dirección de la propia vida moral. Se deben conocer los principios y tener muy presentes los fines del matrimonio y su jerarquía. Realmente, si uno tiene rectitud de intención, si busca la gloria de Dios y el cumplimiento de su Divina voluntad en nuestra vida, si conoce las bendiciones que suponen los hijos y los desea, no debería tener gran dificultad para conservar la paz de espíritu en la valoración de las circunstancias.
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LF:
Ha sido culpa nuestra lo de no dar paso a los comentarios. Ya lo vamos a solucionar.
Martín, sintético y brillante.
"... que es un craso error presentar los métodos naturales de planeación familiar como "la píldora de los católicos" y que es un problema persistente en el lenguaje que es utilizado por quienes los promueven".
Dos frases: la primera es verdadera; pero la segunda es falsa, dicha como está dicha, porque hace una generalización temeraria: "quienes los promueven". Son muchos los que con gran esfuerzo, trabajando contra viento y marea, promueven los métodos naturales (medios lícitos), para obedecer la guía de la Iglesia (p. ej., enc. Evangelium vitae, n. 88), y para ayudar a santificar la vida conyugal. Inculcan, pues, a los padres que la limitación de la concepción no debe hacerse sino con razones graves (fin lícito), siempre abiertos a la voluntad de Dios providente. Les enseñan a ver que el medio lícito no hace por sí mismo lícito un fin que puede ser lícito o ilícito. Y que este discernimiento sobre el fin pretendido en una paternidad responsable han de hacerlo los padres en la presencia de Dios, con oración y gran cuidado, tratando con toda responsabilidad de mantenerse fieles a la Voluntad divina.
Por otra parte "quienes los promueven" saben que los métodos naturales sirven tanto para limitar o demorar la concepción como para ayudar a concebir a los padres que en ello tienen dificultades, facilitándoles el conocimiento de los días más fértiles.
Es completamente cierto, además, que muchas personas trabajan con gran esfuerzo por explicar la sana doctrina moral de la Iglesia en materia familiar y, en paralelo, ofrecen instrucción sobre los métodos naturales. Lo cual no obsta para que no debamos preguntarnos el por qué de la difusión de esta mentalidad anticonceptiva entre los católicos. Muchos católicos, sencillamente han abjurado de la moral cristiana en cuanto a la vida conyugal y ni siquiera se molestan en recurrir a los métodos naturales. He querido señalar que, sin embargo, en otros puede darse una confusión maliciosa que, amparándose en la licitud de los métodos naturales (en cuanto medios) enseñada por la Iglesia, pretenda legitimar una mentalidad contraria a la familia. O si se prefiere, cómo realmente tiene consecuencias fatales el descuido de la virtud de la prudencia.
Es cierto, un problema grave, muy grave que tenemos entre los que se dicen cristianos o incluso intentan sinceramente ser piadosos es la pusilanimidad espiritual. Hoy, en España, y desde hace muchos años, se educa a la gente en darles la vida ya dirigida desde que nacen hasta que se jubilan y poco más allá. Si, una persona nace, tiene un periplo estudiantil que finaliza con la universidad en muchos casos hasta los veintimuchos años. Después busca trabajo y espera hasta la jubilación.
En esta mentalidad, la toma de decisiones que impliquen responsabilidades serias, encaja mal. Simplemente se evita en cuanto sea posible, salvo por aquellos que de forma personal se salgan del marco en el que han sido educados.
Por eso, y particularizando en este tema, lo que Vd. dice es inexacto. La mentalidad anticonceptiva es la generalista de la sociedad, seas o no cristiano, por temas que ahora no vienen al caso.
De los que de un modo u otro deciden salir de ese pensamiento, bien sea como opción exclusivamente personal o porque forma parte de una familia que les ha preservado de aquello, se encuentran con una dificultades muy serias de las a muy pocos les habían prevenido con anterioridad.
Y aquí es donde entra algo de los que pocos suelen hablar: el miedo. Y el miedo es algo contra lo que no se educa casi nunca, y lo que a la inmensa mayoría de la gente derrota con apenas algo de lucha.
Vd. dice que la mentalidad anticonceptiva está en la mente de mucha gente en la Iglesia. Inexacto. Lo que hay es miedo. Yo no me he encontrado ningún matrimonio cristiano - bueno, creo que uno y no estoy seguro - que no quiera tener hijos por un tema de comodidad o por razones más o menos paganas. Las razones suelen ser la falta de trabajo, la falta de vivienda y económicas de todo tipo, razones por otro lado objetivamente inquietantes.
Lo que ocurre es que se está desistiendo de forma masiva de acudir a Dios como pilar que nos ayuda realmente a solucionar las dificultades que surgen en la vida, algunas graves, y por supuesto, no solo en este tema.
En el fondo se ha perdido la costumbre de dar sinceramente gracias a Dios por lo que tenemos porque es don suyo. En el fondo pensamos que nuestra contribución es del 90% y algo ayuda Él.
También perdemos de vista - y Vd. lo hace en este artículo - que la vida es algo grande que Dios nos da. Y que tenemos toda su ayuda y su deseo de que nos la tomemos con ánimo esplendoroso, y que la cosa no consiste en estar obligados a tener 5, 8 o 13 hijos, y que si nos los tienes eres un cualquiera o vete a saber qué, sino que Dios te da la oportunidad de tenerlos.
Que si tienes ese deseo en el corazón, no te amilanes con los miedos del mundo, que Dios te da donde tú no llegas.
Un hijo es un don, un regalo, y Dios nos pedira cuentas por cada uno de ellos. Conozco un caso de una familia numerosa de 7 hijos, 3 en drogas y 4 estan bien, y sus padres eran buenos, un ejemplar matrimonio catolico. Yo soy de la idea que debemos tener la cantidad de hijos que estamos seguros podremos seguir y acompanar moral y espiritualmente en todas las etapas de su vida. Porque por eso es que los cristianos tenemos hijos, no para que sean abogados o medicos sino verdaderos hijos de Dios.
1. "Los métodos naturales no son eficaces. Yo tengo un amigo que los practica, y ya va por el quinto hijo"
(No recuerdo si dijo 5º ú 8º).
2. Ahora la Iglesia prohíbe los métodos artificiales, pero eso muy pronto va a cambiar y terminará por aprobarlos".
Año 1.976, repito. Éramos cerca de 30 parejas de novios. Nadie replicó, nadie matizó. Para los asistentes a ese cursillo dictado en dependencias de un colegio católico, ésa era la voz autorizada de la Iglesia. ¿Ese curso fue una lamentable excepción? Con la perpectiva que dan los años puedo decir que no, que le cupieron las generales: ésa era la enseñanza prematrimonial habitual. Han pasado cerca de 40 años y, ¿estamos mejor ahora?
Deseo señalar dos aspectos de la charla aludida:
a) La anticoncepción se daba por supuesta. Se presumía que el tema que más interesaba a los futuros esposos era cómo evitar la fertilidad. Y creo que era una presunción muy acertada.
b) A caballito de esa presunción, se anunciaba, a modo de patética "buena nueva", que la Iglesia finalmente cedería frente a la anticoncepción.
En la Iglesia tenemos varios problemas:
* Los padres no transmiten la fe católica a sus hijos, por incapacidad o por desinterés.
* Los jóvenes católicos no quieren tener hijos.
* Las parroquias no transmiten fiel e íntegramente las enseñanzas de la Iglesia, por incapacidad o por desinterés.
Mi conclusión: En este contexto en el cual el hijo no se concibe como "regalo de Dios" sino como "problema a resolver", es más que probable que las enseñanzas de los métodos naturales sean tomadas como "la píldora católica".
Aún a despecho de la mejor de las intenciones de parte de los enseñantes.
Con la intención de aclarar un tema tan delicado y de tanta trascendencia para la vida de los esposos, el buen ser de la familia y de la misma sociedad, respondo con lo que dice la Iglesia en el Compendio del Catecismo. Al ir acompañadas de las referencias a los puntos del catecismo donde se hace una explicación más detallada, el que quiera que acuda a ellos para profundizar en el tema.
496. ¿Cuál es el significado del acto conyugal?
2362-2367
El acto conyugal tiene un doble significado: de unión (la mutua donación de los cónyuges), y de procreación (apertura a la transmisión de la vida). Nadie puede romper la conexión inseparable que Dios ha querido entre los dos significados del acto conyugal, excluyendo de la relación el uno o el otro.
497. ¿Cuándo es moral la regulación de la natalidad?
2368-2369
2399
La regulación de la natalidad, que representa uno de los aspectos de la paternidad y de la maternidad responsables, es objetivamente conforme a la moralidad cuando se lleva a cabo por los esposos sin imposiciones externas; no por egoísmo, sino por motivos serios; y con métodos conformes a los criterios objetivos de la moralidad, esto es, mediante la continencia periódica y el recurso a los períodos de infecundidad.
498. ¿Cuáles son los medios inmorales para la regulación de la natalidad?
2370-2372
Es intrínsecamente inmoral toda acción –como, por ejemplo, la esterilización directa o la contracepción–, que, bien en previsión del acto conyugal o en su realización, o bien en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, impedir la procreación.
El artículo del Brigante parte de un texto del P. Loring sobre los métodos naturales y no propiamente de la paternidad responsable, que es un concepto más amplio. El Brigante tiene que tener en cuenta en su artículo que, según el Magisterio de la Iglesia, los métodos naturales son conformes a los criterios objetivos de moralidad, ya que implican un modo de vida según la naturaleza del matrimonio y el orden creado por Dios. Por tanto, son una gran ayuda para vivir el doble fin del matrimonio, el bien de los esposos y la transmisión de la vida.
Sólo los cónyuges están en condiciones de tomar esas decisiones y deben hacerlo. Siempre. La Iglesia no es "natalista" a cualquier precio. Es "prudencialista" a toda costa.
Sin embargo son muchos los que manifiestan confusión en cuanto al significado moral de estos métodos y, más en concreto, desorientación en cuanto al papel de la prudencia. Y esto no es un juicio temerario, sino el fruto de confidencias de muchos sacerdotes y de seglares.
No se entiende, por cierto, cómo puedan los métodos naturales ayudar (ni obstaculizar, claro está) a la prudencia. Ni lo hacen ni pueden hacerlo, ni tienen por qué hacerlo. Son lícitos y su uso no altera para nada, en sí mismos, ni el fin procreativo ni el fin unitivo. Es la decisión previa la que debe ser razonable y proporcionada. Me extraña que esta observación provoque desazón.
Queda en evidencia la necesidad de instruir sobre la virtud de la prudencia.
Pax vobis
Dice Ricardo de Argentina que los padres no transmiten la fe a sus hijos, por falta de interés o incapacidad..., ¿no será por falta de fe?. Y que los jóvenes católicos no quieren tener hijos... ¿no será por falta de fe?.
Que el pensamiento antinatalista se ha infiltrado también entre los cristianos lo muestran algunos de los comentarios.
Dice Beatriz, resumiendo:
"Yo soy de la idea que debemos tener la cantidad de hijos que estamos seguros podremos seguir y acompañar moral y espiritualmente en todas las etapas de su vida."
Si fuera así, ninguno. ¿Cómo se puede estar seguro de nada en el futuro? Seguros de que no moriremos o nos quedaremos tontos antes de la madurez de nuestros hijos, o de que hagan uso de su libertad para hacer lo contrario de lo enseñado, o de vaya usted a saber. Excepto de la providencia divina, precisamente la de Aquel que da los hijos, no podemos estar seguros de nada.
D. Ricardo, el año 1976 pilla algo lejos. De 1976 a 2013 hay tanta diferencia social - o más - que de 1976 a 1920. No me refiero al ejemplo que ha puesto, sino su forma de ver las cosas y los juicios que Vd. y otros muchos hacen.
De hecho, ese ejemplo letra por letra sucede hoy, en el 2013, con la diferencia de que hoy hay jóvenes que se levantan de la silla, replican, y buscan al cura para pedirle explicaciones. No muchos, pero los hay.
Es una pena que con las dificultades y traidores que hay en la Iglesia, nos empeñemos en demonizar a unas personas que en muchos aspectos se comportan de forma heroica.
Si, caballero, así es. Antes de que Vd. hiciera ese cursillo, fue a un colegio, vivió en una familia, y en un entorno social donde conoció a su mujer. Vd. no vió pornografía brutal con 8 años, como hoy, de un modo u otro, los niños ven. Vd. no vivió en un entorno donde sus amigos se masturbaban con 12 años como se hace hoy. Vd. no vivió en un entorno donde las niñas con 14 años ya pierden la virginidad, y no tuvo que aguantar que su mujer le dijera que fulano y mengano ya se había acostado con ella, ni que mengano viniera a echárselo en cara. Vd. no tuvo que lidiar con eso, o al menos lo tuvo bien fácil para evitarlo. Hoy los jóvenes tienen que saber gestionar muy bien ciertas situaciones antes del matrimonio, cosas que Vd. dió por supuestas.
Si, caballero, aún a pesar de la crisis del petroleo, en 1976 dos jóvenes se podían casar con menos de 25 años e ir tirando con muchas dificultades, aún con estudios de formación profesional o incluso con un solo sueldo. En 1976, los problemas de concepción eran una anécdota, hoy son una plaga.
Desde hace ya muchos años, y hoy especialmente, conseguir un empleo con menos de 25 años y que te de para vivir UNO SOLO, no es difícil, es una quimera. Con menos de 25 años aún con estudios superiores e idiomas no se consigue un empleo para mantener una familia. Con 30 años y después de ahorrar un tiempo, empieza a haber posibilidades ciertas, aún con dificultades que en 1976 ni se pasaban por la cabeza.
Llegado a este punto, a los jóvenes se les prueba de forma excepcional, y no muchos pasan la prueba, el miedo puede con muchos de ellos, y no se casan pero tienen vida marital o se van a vivir juntos.
Pero hay algunos que no se arredran, se agarran a Dios y contra toda esperanza y prudencia humana se casan e intentan vivir según la Iglesia.
Y estos pueden tener hijos, o no. Algunos, muy, muy pocos, deciden no tenerlos, no voy a entrar en ello porque repito, no sé siquiera si me encontrado con un solo caso. Si caballero, no conozco un solo caso que use los métodos naturales como los paganos usan los anticonceptivos. Supongo que alguno habrá.
Lo que si conozco y a demasiados, son los que no tienen hijos porque simplemente no vienen. O a lo mejor, tienen uno o dos y ya no vienen más. Por no hablar de los abortos sufridos. Estos tienen que aguantar cientos de veces los comentarios de todo tipo de personas conocidas y desconocidas que les interrogan sobre su paternidad e incluso se permiten la libertad de darles consejos o - pásmese - amonestarles. Si caballero, estos son en su inmensa mayoría los sujetos comodones a los que se mira de forma sospechosa.
Estos sujetos que cuando van a un evento provida se tiene poco menos que esconder, porque lo que mola es enseñar a ese matrimonio al que Dios les ha dado esos 6 hijos que ellos querían, a esa chica que ha quedado embarazada y no aborta. Pero ese matrimonio que no tiene hijos no tiene nada que ofrecer, a pesar de que rechaza recurrir a determinadas técnicas por la que tendrían su ansiado hijo a costa de otros 5 o 6 muertos.
La cosa no se queda ahí, faltaría más. En su angustia, ese matrimonio busca alternativas para tener ese hijo. En 1976 se podía adoptar en España. Hoy no se puede adoptar en gran parte del país porque la adopción está cerrada: simplemente no hay niños que adoptar, todos abortados. Entonces se mira la adopción internacional, que está muy de moda. Lo que nadie dice es que está de moda porque es la última opción, y cuyo proceso dista mucho de la imagen bucólica del negrito o la chinita que se trae el famoso de turno. Es un proceso muy jodido. Permítame la expresión porque no tengo otra que lo defina mejor.
En la Iglesia hay muchos problemas. Las familias pequeñas no lo son, ni están ahí para que se las tache de lo que cada mente tenga capricho de juzgar.
Si los métodos naturales son aceptables tan sólo bajo "causa grave", está bien claro que esa es la excepción a la regla, porque nadie/todos vive en permanente "estado de excepción".
Algunos no lo comprenden, pero bien lo explicaba el Cardenal Burke en una clarísima sentencia que limpia de mucha confusión moral incluso a personas bien formadas:
La especie de pecado del aborto, condones, píldoras etc, etc es la misma. Es el antinatalismo.
Es oponerse a la voluntad creadora de Dios, no permaneciendo abiertos a la vida en la actitud interior.
Luego las diferencias en el acto en que ese pecado previo queda plasmado, añadirán mayor o menor gravedad.
¿A alguien se le ocurre enseñar con el Catecismo de la siguiente manera (un supuesto)?:
- ¿Es legítimo matar al próximo?
Sí. Siempre que se haga por serios motivos, es lícito matar a otros seres humanos, en conformidad con la Ley de Dios.
- ¿Cuales son esos motivos por los que podemos matar al prójimo?
La Ley de Dios enseña que se puede matar al prójimo según los criterios de la guerra justa, de la legítima defensa, de la defensa de la justicia etc, etc etc.
Pues así de absurda es la enseñanza/pedagogía que estamos dando sobre los métodos naturales, al señalar la licitud de la excepción - los "graves motivos"- , en vez de remachar la ilicitud de la norma general.
Eso pasa por querer hacerse el simpático ante el mundo. El mundo pasa igualmente de ti, pero encima los propios acaban todos confundidos, y los demoledores internos tienen el campo abonado.
LEÓN XIII, 1878-1903
USO DEL MATRIMONIO EN LOS DÍAS AGENÉSICOS
De la Respuesta de la Sagrada Penitenciaría, 16 junio 1880
[1.–]Preg.: ¿Es lícito el uso del matrimonio tan sólo en aquellos días en que es más difícil la concepción?
Resp.: No se debe inquietar a los cónyuges que proceden de esa manera; y el confesor puede insinuar –si bien con prudencia– esa forma de actuar a aquellos cónyuges que no ha podido apartar, de otro modo, del detestable crimen del onanismo.
Luego -y disculpen mis contradictores- siempre se trata de la formación y fortalecimiento de la prudencia, de si la decisión (¡no el método natural!) es proporcionada o no. Sin ella -la prudencia- es imposible no dejarse llevar por las pasiones o por principios mal comprendidos. Evitar los nacimientos cuando lo razonable es buscarlos, es imprudente. Buscarlos cuando la razón nos muestra que no estamos en condición de recibirlos y, sobre todo, de educarlos, también lo es. Detrás de todo hay un profundo miedo (injustificado) a la dinámica moral del hombre, que no es ni rigorista ni laxa: es una búsqueda de la verdad práctica protagonizada por cada hombre.
En una palabra, los términos del asunto están enmarañados y no es la menor prueba de ello la hipersensibilidad que despierta una reflexión que -todo lo farragosa que se quiera- sólo señala el problema real de la soledad moral en la que se ha dejado a una muchedumbre de cristianos.
Por cierto que he escrito un segundo artículo -manifistamente mejorable- sobre el tema
http://www.elbrigante.com/2013/01/ideal-y-alabanza-de-la-familia-numerosa.html
In caritate non ficta,
Se me echaron encima acusándome de ser más papista que el Papa y tal y cual.
Leído el post y los comentarios consiguientes, me parece que queda claro que los métodos naturales son lícitos, pero para que sean moralmente aceptables tiene que haber una razón de fondo importante que lleve al matrimonio a no desar tener descendencia en una etapa concreta de la vida familiar.
Y ahí sí creo que es evidente que el juicio moral sobre la existencia o no de "esa razón importante" corresponde precisamente al matrimonio. Podrá buscar orientación pastoral, pero la decisión es suya. Lo cual no quiere decir que dé lo mismo lo que decidan o que vale todo. Los que están acostumbrados a vivir en gracia y dejan que sus vidas estén bajo el señorío de Cristo, tendrán fácil el discernimiento. Los que ni siquiera son conscientes de qué es eso de la gracia, difícilmente se plantearán estas cosas.
El problema hoy es que la formación que se da en los cursos prematrimoniales está más o menos al mismo nivel que la formación catequética de nenes de primera comunión o de confirmación: para echarse a llorar desconsoladamente. Y con difícil solución, ya que muchos formadores ya han estado mal formados y por tanto es imposible que formen bien.
Obviamente hay diócesis donde las cosas están mejor que en otras, pero, por ejemplo, en la de Madrid, siendo arzobispo el mismo que hay ahora, cuando mi esposa y yo regresamos a la Iglesia y pedimos recibir el sacramento del matrimonio -estábamos casados por lo civil y no nos casaron "religiosamente" siendo protestantes- tuvimos que pasar por uno de esos cursillos prematrimoniales. El sacerdote que lo dio nos dijo que el uso de los anticonceptivos quedaba en la conciencia de cada cual.
Si hoy me encontrara con lo mismo, no hace falta que os diga lo que haría.
Yo creo que este tema tiene muchas facetas sobre las que debatir.
La que introduce el artículo es el supuesto problema de los católicos que usan los MN como anticonceptivo.
Problema inexistente, o solo de forma muy marginal. Otra cosa son los que usan anticonceptivos y se dicen católicos, pero ese es otro debate diferente.
Y en cuanto a los cursillos prematrimoniales, ya le adelanto que da igual lo que Vd. haga. En Madrid es de dominio eclesial público que hay Iglesias con nombre y apellidos donde se hace publicidad de los anticonceptivos y no se hace nada. Hay gente que se lleva un doble disgusto, el de comprobar lo que se dice en determinados cursillos, y el de comprobar que el tema es plenamente conocido y tolerado incluso por sacerdotes nada sospechosos.
Ahora bien, si, por ejemplo, en http://www.sancarlosborromeo.org/ se hace y anuncia de forma pública de todo, y no se hace nada, tampoco podemos esperar que se actúe sobre otros temas de menor calado (que no triviales).
Pero ese es también otro debate.
Me conformaría conque alguien pueda reflexionar un poquillo sobre los juicios a esos matrimonios por motivo del número de hijos que tienen. Ojalá alguien haya aprendido que jamás, jamás, se debe comentar ni criticar esta situación con nadie, ni mucho menos preguntar en el tono que sea al matrimonio sobre la situación.
Si a una sola persona le ha quedado claro esto se habrá dado un paso hacia adelante. Si esto ha servido para afianzar a alguien en justo lo contrario, solo habrá servido para aumentar la crueldad que ya sufren muchos matrimonios "sospechosos".
Ahora bien, por otro lado se deja esa determinación al discernimiento de los esposos. Derecho a eso tienen, claro, pero ¿preparación adecuada también tienen? ¿Conciencia debidamente formada? ¿Capacidad para confrontar católicamente contra los criterios mundanos que se cuelan por todos los resquicios?
Pero dejemos eso y vayamos a otro punto que me parece más importante y que consiste en cuestionar el silencio de radio que se ha tendido sobre las ventajas objetivas e incuestionables de la familia numerosa. Omisión que en visto en la misma Iglesia desde siempre, incuidos los consejos morales decimonónicos acerca de la conveniente prolifiocidad católica. Omisión que he notado incluso en el último post del Brigante en pro de la familia numerosa. Omisión que va asociada a la aceptacíón de muchas mentiras tipo "leyenda negra" sobre la familia numerosa, y que yo aún no he visto a un De Prada o similar que las denuncie y pulverice. Como por ejemplo que la familia numerosa lleva a la pobreza material. O a una esclavitud insufrible. Vamos, que no es necesario que yo recuerde los sambenitos que están asociados en el imaginario colectivo a la idea de "familia numerosa".
Por el contrario, la familia numerosa:
* Favorece la socialización de los niños, sin necesidad de jardines de infantes ni "estimulación
temprana".
* Favorece el amor de los padres y su mutua fidelidad.
* Favorece el desarrollo económico, por la dinámica de grupo que se genera y también, por las simpatías que inevitablemente genera en el entorno. Más crecidos los niños, ya jóvenes, es causa de pujante prosperidad económica en sus miembros a causa del crédito y la colaboración espontánea que surge entre los miembros.
* Favorece de manera impresionante la identidad cultural del grupo, preservándolo de la la influencia mundana. Permite, por ejemplo, prescindir sin traumas del televisor y similares.
* Crea una fortísima ley moral interna, que facilita enormemente la formación de los niños: los más pequeños aprenden cada vez más de los más grandes y cada vez menos de los padres de manera directa.
* Crea un ambiente "auto-contenido", donde se encuentra solución a casi todas las carencias de casi todos los tipos.
Bueno, aquí paro, caso contario podría ganarle a Pepiño en la extensión del comentario. Pero reitero: más que Billings, más que el estudio moral de las causas del espaciamiento, más y antes que todo, hay que terminar con le leyenda negra antifamiliar basada en una serie de mitos falsos creados por el AMSE (AparatoMediáticoCulturalEducativo). Hay que difundir las ventajas reales, objetivas e indiscutibles de una sociedad basada en familias numerosas.
1. "Evitar los nacimientos cuando lo razonable es buscarlos, es imprudente. Buscarlos cuando la razón nos muestra que no estamos en condición de recibirlos y, sobre todo, de educarlos, también lo es."
Esta manera de expresar es muy superior a la habitual fórmula legalista de regla/excepciones que deforma el campo de lo prudencial y lo descompone en casuismo.
En concreto, una prole numerosa puede ser signo de un obrar conyugal prudente o imprudente; y lo mismo hay que decir de una prole reducida, que puede ser fruto del egoísmo o la privación del bien de una familia numerosa por una causa justa.
2. "Detrás de todo hay un profundo miedo (injustificado) a la dinámica moral del hombre, que no es ni rigorista ni laxa: es una búsqueda de la verdad práctica protagonizada por cada hombre."
Otra gran verdad. En la búsqueda de la seguridad ante todo, de la eficacia y el resultado previsible a toda costa, hay un miedo anti-vital, que busca asfixiar con soluciones rigoristas o laxas, porque ambas ahorran a quien las sigue ese drama personal de la decisión prudencial y el juicio de conciencia recta.
Saludos.
Los métodos naturales implican vivir la virtud de la castidad.
"2339 La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado (cf Si 1, 22). “La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados” (GS 17).
2341 La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana."
La regulación natural de la fertilidad a través de los métodos naturales, puesto que implica vivir la virtud de la castidad, ayuda a la virtud de la prudencia.
Mucha gente no logra comprender el por qué de los métodos naturales, porque no comprende - ni la mayor parte de las veces conoce - la doctrina de la Iglesia sobre este punto, especialmente sobre la paternidad responsable.
Esto se debe en buena medida al hecho de que hay muchos que se empeñan en distorsionar la propia doctrina de la Iglesia, vistiendo de virtud lo que no es garantía de nada. Vd. debe pensar que el Brigante tiene parece tener buen criterio, e incluso parece hablar según la Iglesia, ese es el error. Seguro que es más bueno que el pan, pero se equivoca y mucho.
Otros muchos, como en estos comentarios se empeñan en afirmar una cosa y su contraria, decorando su discurso con una supuesta erudición que solo sirve para llenar de escrúpulos a aquellas almas más vulnerables: las que desean seguir a Dios de todo corazón, pero todavía tienen una formación muy pobre.
El señor Brigante sigue erre que erre. Escribe un artículo que parte de un juicio de intenciones sobre los matrimonios jóvenes, critica al Padre Loring por un texto perfectamente correcto, para luego admitir la licitud del uso de los MN pero solo en contadas ocasiones, porque no se va a bajar del burro en seguir afirmando que aunque legales, tienen más peligro que un mono con dos pistolas.
De hecho ha puesto un enlace a otro artículo suyo donde empieza afirmando que "La familia numerosa es y será siempre el ideal de los matrimonios, supremamente de los matrimonios cristianos", y se queda tan a gusto.
Lo peor es que se lo cree, y así a lo tonto a lo tonto, texto allí y texto allá va generando confusión cuando él cree que deja las cosas claras.
Señor Brigante, ya no tiene excusas, por su bien y el otros deje ya de escribir falacias que NO son doctrina de la Iglesia, sino ideas suyas muy discutibles por cierto. El ideal de familia ha sido y será siempre la Sagrada Familia, que no era numerosa, fíjese Vd. Y esto si lo dice la Iglesia.
Por ejemplo, nadie puede decir que para la enseñanza moral de la Iglesia de Dios, una familia reducida da igual que una numerosa y que la Iglesia puede desaprobar, en ciertos casos, una prole numerosa. Para un cristiano, un hijo siempre es una bendición de Dios, no una imprudencia.
De hecho, quien luego de un juicio prudencial recto concluyera que su deber es limitar la prole mediante la continencia periódica, y no quisiera seguir dicho dictamen, obraría de modo contrario a la prudencia y contra el juicio de su propia conciencia. Y eso, para el Magisterio de la Iglesia siempre ha sido y es un desorden moral.
La legitimación del obrar moral por sus resultados, propia del procreacionismo imprudente, no tiene nada que ver con la moral católica y es aplicación del consecuencialismo moral condenado por JPII.
En fin, a veces la ignorancia es atrevida. Una burricie estulta disfrazada de ortodoxia y fidelidad al Magisterio (que no entiende).
Saludos.
Advierto un enconamiento innecesario que no facilita la comunicación sobre este asunto pero que revela su importancia.
De todos modos, un amigo me hace llegar un texto oportuno para quienes creen que la licitud de los medios basta para justificar la decisión o quienes pretenden (en crasa incomprensión de la naturaleza racional de la prudencia) que los períodos de abstinencia que conllevan estos métodos contribuyen directamente al crecimiento de la prudencia:
“Habrá que afirmar o negar la licitud moral de tal conducta de los esposos (uso exclusivo del matrimonio en días agenésicos durante largos períodos) en función de que la intención de observar constantemente esos períodos se base o no en motivos morales suficientes y seguros. El solo hecho de que los esposos no violen la naturaleza del acto, e incluso estén dispuestos a aceptar y a educar al niño que, pese a sus precauciones, pudiera venir al mundo, NO BASTARÍA POR SÍ SOLO PARA GARANTIZAR LA RECTITUD DE LAS INTENCIONES Y LA MORALIDAD INDISCUTIBLE DE ESOS MISMOS MOTIVOS”
“Si después de un juicio razonable y justo de semejantes razones graves (como las que ha señalado previamente) ya sea personales, ya se deriven de las circunstancias exteriores, estas no se dan, la voluntad de los esposos de evitar habitualmente la fecundidad de su unión al tiempo que continuar satisfaciendo plenamente su sensualidad, sólo puede proceder de una falsa apreciación de la vida y de motivos extraños a las reglas de la sana moral” (Pío XII, 29 de octubre de 1951).
La Iglesia y el buen sentido enseñan que también en el terreno de la procreación se trata de la búsqueda de la verdad práctica, de la prudencia. Lo que confunde es mezclar conceptos. Queda claro que los métodos naturales son medios perfectamente lícitos (no logro descifrar la acusación de algún comentarista de que tengo alguna prevención hacia ellos, comentarista que, por cierto, insiste en hacer juicios de intenciones sobre mí, tampoco sé con qué fundamento). Queda también claro que la cuestión es que la decisión se funde en motivos proporcionados. Proporción que será más o menos cierta, pero que en todo caso corresponde a ambos cónyuges, de consuno, juzgar. Y no a terceros.
Es muy interesante solicitar contrastar las opiniones con citas oficiales de la Iglesia, pero hay que dar ejemplo.
"nadie puede decir que para la enseñanza moral de la Iglesia de Dios, una familia reducida da igual que una numerosa". ¿Donde dice eso la Iglesia?, ¿Y los matrimonios infértiles dónde quedan?, ¿a qué llama Vd. reducida y numerosa?. Si tener un hijo es un regalo de Dios, ¿por qué hace Vd. distinciones en el número que se reciben?. Si la clave está en el número de hijos, entonces adoptar más hijos cuando biológicamente no es posible es muy meritorio. Es más, adoptar parejas o tríos de hermanos mientras también se tienen los propios debe ser mucho más meritorio. Si 6 es mejor que 4, y 10 mejor que 6, ¿entonces 20 es mejor que 10 y 40 mejor que 20 y así sucesivamente, no?
"y que la Iglesia puede desaprobar, en ciertos casos, una prole numerosa". Bueno, dígame Vd, si aprueba que un matrimonio se dedique a procrear y adoptar hijos a la vez con el solo fin de llegar al número más alto posible, simplemente por eso. Estoy hablando que de ese modo se podría llegar a más de 30 hijos.
"Para un cristiano, un hijo siempre es una bendición de Dios, no una imprudencia." ¿Siempre?. Teniendo en cuenta que tener un hijo es cosa de tres, Dios y dos más, Vd mezcla la voluntad de Dios que es siempre Santa, con la decisión de los otros dos. La decisión de tener un hijo puede ser hasta pecado mortal, fíjese si puede ser imprudente. Para tener hijos hay que cumplir ciertas condiciones, la más obvia es la de estar casados, así que lo de "siempre" ya no vale.
Está claro que esto no son matemáticas, pero recordemos que el fin primario del matrimonio -ya no se habla de él, pero sigue existiendo- no es la procreación, sino la procreación y educación integral (religiosa, cívica y moral) de los hijos. Eso nos da una pista de cómo un acto generativo puede ser más o menos imprudente, sin que ello afecte en absoluto a la bondad -insisto, real, objetiva y metafísica- del hijo que viene al mundo sin esas garantías. Lo que ocurre es que ese hijo que existe tiene derecho a una educación, para llegar a ser un hombre plenamente responsable, que en principio no se le va a garantizar.
La rectitud de los actos no se mide por sus consecuencias, sino por los bienes morales en juego y las circunstancias que concurren. Lo mismo que nadie puede dudar legítimamente de que todo hombre que viene a este mundo sea un bien y tenga un destino eterno.
Que Dios nos dé sus dones para discernir, en este terreno como en todos los demás, su santa voluntad.
Un cordial abrazo,
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