La nueva evangelización comienza tambien en el confesionario
En espera de que en la web de la Santa Sede aparezca la traducción oficial al español, un lector de Infocatólica, que quiere mantenerse en el anonimato, nos ha enviado su propia traducción del discurso del Papa a los participantes en el Curso que todos los años se imparte en la Penitenciaria Apostolica.
Nos dice:
El conjunto de estos discursos forma parte, junto a otros documentos y encíclicas, del magisterio relativo al Sacramento de la Reconciliación. Me propongo iniciar, con éste que presentamos hoy, una serie en la que, cada semana podremos leer y comentar uno de ellos, practicamente completos (exceptuando los saludos del inicio y el final). Pretendo con ello aumentar la estima de todos, sacerdotes y laicos, por este sacramento, contribuir a su revitalización en la Iglesia y colaborar, como se viene haciendo en Infocatólica, en la nueva evangelización ya que, como dice B. XVI, “la nueva evangelización comienza también en el confesionario”
CURSO SOBRE FORO INTERNO PROMOVIDO POR LA PENITENCIARIA APOSTOLICA
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
9 marzo 2012
… Dirijo un cordial saludo… a cada uno de vosotros (los participantes en el Curso) que, con vuestra presencia, recordáis a todos la importancia que, para la vida de fe, tiene el sacramento de la Reconciliación, manifestando así la necesidad permanente de una adecuada formación teológica, espiritual y canónica para poder ser confesores y sobre todo la unión existente entre la celebración sacramental y el anuncio del Evangelio.
Los sacramentos y el anuncio de la Palabra no deben ser nunca concebidos como separados sino al contrario, “Jesús afirma que el anuncio del Reino de Dios es el fin de su misión; pero este anuncio no es sólo un “discurso” sino que incluye al mismo tiempo su propia conducta; los signos, los milagros de Jesús indican que el Reino viene como una realidad presente y que coincide con su misma persona, con el don de sí (…) El sacerdote representa a Cristo el Enviado del Padre y continúa su misión mediante la “palabra” y el “sacramento” en esta totalidad de cuerpo y alma, de signo y palabra” (Aud. Gral 5 mayo 2010) Es precisamente esta totalidad que tiene sus raices en el misterio mismo de la Encarnación, la que sugiere que la celebración del sacramento de la Reconciliación es ella misma anuncio y por ello, camino a recorrer por la obra de la nueva evangelización.
¿En qué sentido, la Confesión Sacramental es ahora “camino” para la nueva evangelización? Sobre todo porque la nueva evangelización extrae la linfa vital de la santidad de los hijos de la Iglesia, del camino cotidiano de conversión personal y comunitaria para configurarse siempre más profundamente a Cristo. Existe una unión estrecha entre santidad y sacramento de la Reconciliación testimoniada por todos los santos de la historia. La verdadera conversión del corazón, que consiste en abrirse a la acción transformante y renovadora de Dios, es el “motor” de toda reforma y se convierte en una verdadera fuerza evangelizadora. En la Confesión, el pecador arrepentido, por la acción gratuita de la Misericordia divina, es justificado, perdonado y santificado, abandona el hombre viejo para revestirse del hombre nuevo. Sólo quien se ha dejado renovar profundamente por la Gracia divina, puede llevar en sí mismo y por tanto anunciar, la novedad del Evangelio. El beato Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Novo Millennio ineunte, afirmaba: “Deseo pedir, además, una renovada valentía pastoral para que la pedagogía cotidiana de la comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y eficaz la práctica del Sacramento de la Reconciliación” (n37). Deseo reiterar tal llamada en el convencimiento de que la nueva evangelización debe dar a conocer al hombre de nuestro tiempo el rostro de Cristo “como mysterium pietatis, aquel en quien Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo. Es este rostro de Cristo el que hay que hacer descubrir también a través del sacramento de la Penitencia” (ibidem)
En una época de emergencia educativa, en la que el relativismo pone en cuestión incluso la posibilidad de una educación entendida como progresiva introducción al conocimiento de la verdad, al sentido profundo de la realidad, por tanto, como progresiva introducción a la relación con la Verdad que es Dios, los cristianos son llamados a anunciar con vigor la posibilidad del encuentro entre el hombre de hoy y Jesucristo en el cual Dios se ha hecho tan próximo para que lo podamos ver y oir. En esta perspectiva el Sacramento de la Reconciliación nos hace dirigir una mirada a la propia condición existencial y nos ayuda de un modo singular a aquella “apertura del corazón” que permite volver la mirada a Dios para que entre en nuestra vida. La certeza de que El está próximo y en su misericordia escucha al hombre, también a aquel que está envuelto en el pecado, para sanar su enfermedad con la gracia del Sacramento de la Reconciliación, es siempre una luz de esperanza para el mundo.
Queridos sacerdotes y queridos diáconos que os preparáis al Presbiterado; en la administración de este Sacramento, os será dada la posibilidad de ser instrumentos de un encuentro siempre renovado de los hombres con Dios. Cuantos se dirijan a vosotros, justo por su condición de pecadores, experimentarán en sí mismos un deseo profundo: deseo de cambio, de misericordia y, en definitiva, deseo de que se repita, a través del Sacramento, el encuentro y el abrazo con Cristo. Seréis por tanto colaboradores y protagonistas de tantos posibles “nuevos inicios” cuantos sean los penitentes que se os acerquen, teniendo presente que el auténtico significado de toda “novedad” no consiste tanto en el abandono o en la eliminación del pasado, cuanto en acoger a Cristo y abrirse a su Presencia, siempre nueva y siempre capaz de transformar, de iluminar todas las zonas de sombra y de abrir siempre un nuevo horizonte. ¡Entonces, la nueva evangelización comienza también en el Confesionario! En el misterioso encuentro entre la inagotable pregunta del hombre, signo en él del Misterio Creador, y la Misericordia de Dios, única respuesta a la necesidad humana de infinito. Si la celebración del Sacramento de la Reconciliación fuera ésto, si en ella los fieles hicieran una verdadera experiencia de la Misericordia que Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, les ha dado, entonces ellos mismos se convertirían en testigos creíbles de esa santidad, que es el fin de la nueva evangelización.
Todo ésto, queridos amigos, si es verdad para los fieles laicos, adquiere todavía más relevancia para cada uno de nosotros. El ministro del Sacramento de la Reconciliación colabora en la nueva evangelización renovando, él mismo en primer lugar, la conciencia del propio ser penitente y de la necesidad de acercarse al perdón sacramental por el cual se renueva aquel encuentro con Cristo que, iniciado en el Bautismo, ha encontrado en el Sacramento del Orden una específica y definitiva configuración. Este es mi deseo para cada uno de vosotros: que la novedad de Cristo sea siempre el centro y la razón de vuestra existencia sacerdotal, para que quien se encuentre con vosotros, pueda, a través de vuestro ministerio, proclamar, como Andrés y Juan: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1, 41) De tal manera que, toda Confesión, de la cual, cada cristiano saldrá renovado, representará un paso adelante en la nueva evangelización. María, Madre de Misericordia, Refugio para nosotros pecadores y Estrella de la evangelización, acompaña nuestro camino.
11 comentarios
Hemos de tomarnos en serio la vida de santidad, en algunos sitios hay avisos que las confesiones siempre serán media hora antes de la Santa Misa, y sin embargo, en todo el tiempo, los confesionarios están vacíos. Esto es un problema grave.
Que lean también que es lo que hacía San Leopoldo Mandic, San Juan María Vianney, San Pío de Pietrelcina, etc. Estos santos nombrados principalmente llevaban muchas horas en el confesionario, todos los días. San Leopoldo Mandic una vez caminando por la calle, vio a un ateo, y le animó a confesarse. Se había tomado en serio el mensaje de Cristo, de buscar a los descarriados, buscar a la oveja perdida. El sacerdote que confiesa bien causa con fracuencia mucha alegría en el cielo.
El sacerdote también recibe como nombre "cura" la cura de almas, el médico en el confesionario que sanan a las almas que quieren ser sanadas. Dios se complace en los sacerdotes que no aplaza la confesión cuando tiene tiempo de hacerlo, la misión del sacerdote es muy importante. Y yo invito a los sacerdotes, que se animen, que lean las enseñanzas del Santo Padre,
http://www.vidasacerdotal.org/index.php/documentos-del-romano-pontifice/mensajes-a-la-penitenciaria/440-discurso-del-papa-benedicto-xvi-a-la-penitenciaria-apostolica-de-2012.html
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"Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" Juan (20:23)
En este pasaje evangélico se instituye el sacramento. Que la administración del mismo haya variado con el tiempo, es comprensible ya que su ejercicio quedó librado al magisterio de la Iglesia, pero es obvio que no se puede perdonar ni retener un pecado que no se da a conocer, tanto más necesario cuanto más grave.
Lo de "jerarcas eclesiales" no es lenguaje de católicos, y venga la prueba que los cambios en la práctica de este sacramento son ajenos al deseo de la salvación de las almas. Un mínimo de conocimiento de la historia de la Iglesia, indica que los más admirables confesores, vivían ejemplarmente el voto de pobreza (amén de los otros votos).
'En algunos sitios hay avisos que las confesiones siempre serán media hora antes de la Santa Misa, y sin embargo, en todo el tiempo, los confesionarios están vacíos. Esto es un problema grave'.
A lo que añadiría yo... ¡pero sorprendentemente hasta tres sacerdotes se necesitan en la Iglesia de mi parroquia para impartir la sagrada comunión! (debido al número elevado de comulgantes)
: )
- la confesión no tiene nada que ver con técnicas psicológicas, aunque la paz que origina tenga beneficiosos efectos psicológicos.
- La confesión es diferente de la dirección espiritual, no tienen porqué darse juntas y ni siquiera ésta última tiene que ejercerla un sacerdote.
- La Iglesia nos obliga exclusivamente a la confesión de los pecados mortales que son los que verdaderamente nos separan de Dios.
- La confesión frecuente, incluso de los pecados veniales, llamada "de devoción", es recomendable y se suele aconsejar porque también en ella se recibe la Gracia que nos fortalece, porque, si es con el mismo sacerdote permite la dirección espiritual si se desea, porque no siempre se tiene la seguridad absoluta de la gravedad de nuestro pecado, porque permite que nos conozcamos más y seamos más humildes, porque es una ayuda y estímulo para continuar el combate espiritual, etc.
http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=5897
Pero hay algo que apunta Silveri G. con lo que sí estoy de acuerdo: opino que se necesitan "nuevos confesionarios para la nueva evangelización".
Con reclinatorios y también con asientos cómodos tanto para el penitente como para el confesor, que faciliten el diálogo penitencial.
Confesionarios que permitan la elección de la confesión cara a cara o a través de rejilla.
Confesionarios situados en capillas penitenciales, separadas del resto de la iglesia para poder concentrarse en lo que se está haciendo.
Esto último es importante sobre todo cuando la confesión no es de devoción sino todo lo contrario, para los alejados que hace años abandonaron este sacramento.
Me causa tristeza en estos días de Semana Santa, especialmente indicados para confesar, ver en las iglesias cómo desfila la gente para contemplar los Pasos de las procesiones, por motivos religiosos o sólo culturales, y los confesionarios, o están vacíos, o más raramente hay algún sacerdote al que nadie se acerca por estar rodeado de un ambiente inadecuado, pues, se parece más a un museo o una exposición de escultura o pintura, que a un templo.
Y aclaro que no estoy en contra de que se visiten los Pasos de Semana Santa en las iglesias, pero sí pediría que, para facilitar la confesión, tal como pedía con frecuencia JP II, se habiliten espacios adecuados para ello, no simplemente "un cajón" de menos de medio metro situado en cualquier rincón, que no expresa la dignidad del sacramento ni tiene en cuenta la dignidad de la persona que lo recibe, por quien murió Cristo.
: )
Llevo dos años ininterrumpidos acudiendo a la Iglesia de mi parroquia a escuchar la Santa Misa (una vez por semana -e, incluso, en ocasiones, hasta dos-) y nunca he oído (durante su celebración) que se le recuerde a los fieles la obligación de confesar antes de comulgar... y manifiesto esto por que cada día puedo apreciar que aumentan los comulgantes al mismo tiempo que se reducen los confesantes. Y no creo que sea (para nada) un problema derivado del 'cajón de medio metro', sino, más bien, del 'exceso de dignidad' (orgullo, vanidad, vergüenza o soberbia) que muchos creyentes parecen poseer... (¿confesar mis pecados a un sacerdote?).
En cualquier caso, cuidado, por que de tanto ver reflejada la luna en el agua, acabaremos por ver los peces en la luna... (como parece ser el caso).
: )
Por este motivo busco siempre una parroquia donde confesarme, y me recorro Madrid y poblaciones cercanas buscando un cura.
Mi experiencia es que excepto en la iglesia de Manuel Becerra, para confesarte has de ir a buscar al cura a su despacho, llamarle por teléfono, o esperar a que acabe la misa para secuestrarle y ponerle en el brete de que te confiese, haciendo esperar a sus acólitos. Es decir, que no se presta atención a este sacramento.
Quizás me equivoque, pero yo no busco a un sicologo, ni orientación sicologica sobre mi pecado. Busco simplemente el perdón de Dios, y su ayuda para volverme a levantar. EL motivo de mi pecado es mi fragilidad, mi soledad, mi olvido, la negación de la Verdad. Y no hay terapia sicológica que cure esto. Sólo cuando he estado acompañado día y noche por mis hermanos, por mi fraternidad cuando la tuve, en vacaciones claro, he podido comulgar en gracia de Dios.
Por favor, padres, pónganse en el confesionario y esperen a que acudamos. En sus manos está nuestra vida eterna, y si les buscamos y no les encontramos... y morimos, ¿podremos alegar que el cura estaba ilocalizable?
Cuando un pide perdón, lo hace porque le duele, porque necesita el perdón para volver a ser lo que de verdad somos. Ponerse de rodillas es un gesto de petición. Por eso me parece una perversión esos que piden una salita de estar para confesarse... Como si sobraran curas, y pudieran dedicarnos media hora a confesarnos.
Y el consejo del sacerdote no es una terapia ni un sicoanálisis. Simplemente con clarificar el daño causado por nuestro mal, e impartir el sacramento, su misión está resuelta.
Uno que se confiesa bien, debería salir llorando de dolor por lo confesado, y de alegría por la gracia recibida.
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