11.09.13

(4) Día de san-Miento, gran Maestre argentino

“Para saber cómo es un pueblo hay que preguntarle qué ama”. ( San Agustín)

Además de recordar el triste episodio de las Torres Gemelas, hoy, en la Argentina -y no sé si en algún país hermano-, se celebra el día del Maestre. No es error de imprenta, no. Por una vocal, solamente, aparece en el calendario escolar oficial, como día del MaestrO, pero seguramente alguien creerá que son sutilezas, y no se atreven a corregirlo, por lo que señalábamos en el artículo anterior. Pero como creo en la vigencia de todas las obras de misericordia, me gustaría contribuir a la corrección de algunos falsos supuestos que ya tienen amplia carta de ciudadanía en esta nación que ha sido, por otra parte, tan bendecida por Nuestra Señora. Pido disculpas a los lectores que no son argentinos, pero pienso que este caso puede ser ilustrativo de cómo, viviendo entre mentiras, perdemos el “alimento nutritivo” de la verdad histórica, que siempre hace crecer a todos.

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9.09.13

(3) La apoteosis de la Tibieza

«El fanatismo consiste en decir o no, trátese de lo que se trate. No hay otra definición. “Sea vuestro lenguaje sí,sí, no, no; que lo que pasa de esto, de mal principio proviene”. Tal es la fórmula del fanatismo en el Sermón de la Montaña. (…) Cuando se os pregunta: “¿Sois cristiano?” Si respondéis “sí”, sin perífrasis, sois un fanático. Si respondéis “no”, también lo sois (…) En general, el laconismo, la concisión, y toda especie de precisión, lo hacen a uno sospechoso de fanatismo. Un sectario capaz de vociferar con abundancia, un abogado charlatán, un diputado locuaz, y hasta ventrílocuo, jamás serán sospechosos de fanatismo.» (León Bloy)

Hace un tiempo tuve un “cambio de opiniones” más o menos álgido con una profesora, porque le objeté su enseñanza del burdo cantito de moda “Cambia, todo cambia” en el marco de un colegio católico, y la conversación derivó, por supuesto, a todos los lugares comunes que estamos cansados de escuchar, terminando con la trillada alusión a la Inquisición, la cerrazón, y todos los Cucos asociados. El cambio como presupuesto de todo lo que nos rodea, es una de las excusas perfectas para la anomia moral que padecemos, y el caldo de cultivo para la apoteosis de la tibieza.

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2.09.13

(2) La belleza del combate

Con el alma en vilo rogando por la paz en Siria, puede parecer desconcertante el título de este artículo, y sin embargo no es así. Porque en algunos corazones que claman por la paz, precisamente, se asoman a veces las peligrosas garras del desánimo y la resignación, y que pueden incluso ser máscaras de la pereza.

Y es que entre las muchas antinomias que contaminan nuestra fe, y por ende nuestro corazón, está esa -falaz, por cierto- que opone la paz al combate, o identifica a éste con la mera violencia. Es peligroso hacer interpretaciones a la ligera… Nos parece preciso, entonces, detenernos un poco, porque la identificación de términos que no son sinónimos puede acarrear en este caso, daños en el corazón mismo de nuestra conciencia.

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22.08.13

(1) ¡Danos, Señor, caridad ardiente en tu verdad!

Ante todo, las gracias. Gracias a Dios, primero, por poner en su Providencia los medios para que mediante este blog pueda ser parte “visible” de la familia de InfoCatólica, y gracias a su Comisión Directiva, por ofrecerme esta posibilidad. Gracias, en fin, a los lectores, de antemano, con quienes espero nos una el mismo fin sobrenatural, poniendo todo lo que aquí pase bajo el patrocinio de María, Reina y Hermosura del Carmelo y todo el Universo.

Creo oportuno, entonces, dar aquí razón del nombre (que no se repite con el blog que tenía Mons. Sebastián, en el que los términos se invertían). Más allá de la primera mirada, que remite, desde ya, a nuestro querido Benedicto XVI en su encíclica homónima, pienso que últimamente la asociación de estos dos términos brilla en muchos corazones como consigna de fuego, como respuesta necesaria una y mil veces en otras tantas circunstancias de nuestra vida en que se nos pide una opción tratándose en realidad de una trampa, porque tal opción no corresponde. Porque no se trata de una disyunción como si fuese un círculo o un cuadrado, sino de un “matrimonio indisoluble”. Porque ¿cómo concebir mayor caridad que el procurar un crecimiento en la Verdad? ¿Y cómo pensar en servir a la Verdad despojándola del Amor, si Deus caritas est?

El problema es, sin duda, nuestro corazón dividido, o mejor deberíamos decir, “desparramado” entre múltiples verdades y múltiples amores -así, con minúscula-, porque no se logran ordenar de modo que todos nos conduzcan al Fin para el que todos hemos sido creados, al decir de S. Ignacio en el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales.

Quisiéramos compartir entonces, en este sitio, todo lo que nos conduzca a la mutua edificación –caritas- en la contemplación de la verdad, expresada de muchas maneras, siempre bellas, claro, considerando con don Guijo II –cartujo-, lo que nos seduce como texto programático:

La verdad, como cosa bella, se ha de poner a la vista.

Hay quienes la aborrecen.

No los juzgues; más bien, tenles compasión.

Pero tú, que ansías llegar a la verdad,

¿por qué la rechazas cuando viene a ti en forma de reprensión?

Sin apariencias, sin adornos y aun clavada en una Cruz,

hay que adorar a la Verdad.

Cuanto es más noble y poderosa una criatura,

con tanto más gusto se somete a la Verdad.

Más aún, tanto será noble y poderosa,

en cuanto se someta a esta verdad.

No debemos ansiar sino la verdad

y la paz que de ella nace.

Sea la caridad quien te impulse a exponer la verdad, como remedio curativo.

Si alguno rechaza esta verdad y no sientes compasión de él,

o no lo amas, o no aprecias suficientemente el valor curativo de la verdad,

es como si el enfermo rechazase la medicina que lo sana.

Paz sin fin, como la de los ángeles, es el fruto de la verdad.

Amargura y dolor, como los del demonio,

son los dejos de la mentira.

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