(33) La "Oración Abrasada" (de S. Luis María y nuestra)
Podemos decir que el Credo en sí, el tesoro de la Fe, es inseparable de aquellos que están brillando como luceros junto a nosotros gracias a esa misma fe, que confesaron con su palabra y vida de manera ejemplar. ¿Cómo divorciar la atracción de la fe de nuestra familiaridad con los santos, “nuestros hermanos, las águilas”, como los llamaba Sta. Teresita?
947 “Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros […] Es, pues, necesario creer […] que existe una comunión de bienes en la Iglesia. (…)"Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común” (Catecismo Romano, 1, 10, 24).
Hace unos días, conversando con una persona desanimada, decía que ante ciertas cosas que se ven y oyen, uno se queda a veces sin palabras, con el alma en suspenso, ansiando sólo el silencio y la oración. Pero resulta que la oración es, ya, palabra; la palabra más fecunda. Y yo creo que en esos momentos, en que tal vez ni sabe uno cómo orar, la oración de los Santos, de quienes están ya mirando al Verbo “cara a cara”, es particularmente consoladora y eficaz para mostrar el rumbo.

Figurémonos una Academia de Gastronomía, y frente a ella, una notoria Panadería. Y resulta que en los recipientes de “polvo para hornear”, esa pobre (?) gente coloca veneno para ratas, pero con un envoltorio más atractivo y elegante que todos los demás. ¿Qué les parece la “travesura”?… ¿Qué debe hacer una autoridad sanitaria frente al hecho? ¿Y qué actitud cabe a quienes han visto los efectos de intoxicación de sus familiares o amigos, ante la desidia corriente para corregir la cosa? Por mi parte pienso que no cabe jamás la resignación ante la pasividad generalizada en una epidemia, sino la acción diligente y enérgica para que se proteja cuidadosamente la “salud de la población”.
Un comentarista del post anterior, señalaba “¿cómo les hacemos ver a nuestros hermanos bautizados que estamos en un combate con el Mundo (ONU incluida)?”
El católico no puede ser cronolátrico, sino litúrgico. Al fin y al cabo, toda fecha está escrita en la eternidad, y de ella recibe sus resonancias más significativas. Por eso habría que ver qué relaciones misteriosas se tejen Allí entre la fiesta de Ntra. Sra. de Lourdes, que hoy celebramos, y la sesión plenaria que hoy dedicó la Asamblea Nacional de la ONU para celebrar el 20ª aniversario del Año Internacional de la Familia, en donde se examinaría el papel de las políticas sobre la familia desde el 2015.
La tradicional distinción entre Iglesia docente y discente era bastante clara, aunque haya caído en desuso. Sin entrar en sutilezas, digamos que la misión docente que compete especialmente a los obispos, llamada por eso magisterial, “está ligada al carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios en Cristo con su Pueblo; debe protegerlo de las desviaciones y de los fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así, a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera.” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.888).




