(116) Sobre la obediencia desordenada (y una carta de L. Castellani)
Hay multitud de fieles que creen que la fidelidad exige una obediencia ciega, de renuncia al sentido común y a la prudencia, y obsecuencia ante toda autoridad, sobre todo si se trata de autoridad religiosa.
-¿Los santos han sido capaces de pecar y errar? -Ciertamente.
-¿Seremos por ello devotos de sus pecados y errores? -Sería una necedad; sólo alabamos en ellos las virtudes, que nos sirven de estímulo y ejemplo. Solamente en Nuestro Señor resplandece la Verdad y Belleza sin la menor sombra, y en su Madre Santísima, vestida de sol y coronada de estrellas.
-¿Y nuestros superiores, no siendo santos, son capaces de pecar y errar?
-Con mucha más razón, así parece; podrán pecar y errar en lo poco y en lo mucho, sin duda alguna, y su vida será combate intenso, como la nuestra. No admitir esta posibilidad, rozaría la idolatría, como podrá darse cuenta…
-¿Pero debemos igualmente obedecerles? -Por supuesto, en todo aquello que no suponga pecado ni ocasión próxima para nuestra alma o la ajena.
En resumidas cuentas: ¿puede uno obrar contra la virtud de la obediencia, obedeciendo?
Claro que sí, obedeciendo MAL, o mejor dicho, desordenadamente.
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Hay multitud de fieles que creen que la fidelidad exige una obediencia ciega, de renuncia al sentido común y a la prudencia, y obsecuencia ante toda autoridad, sobre todo si se trata de autoridad religiosa.
Aclara San Bernardo que es por obediencia a un obispo por lo que se determina a escribir el tratado que lleva por nombre “Sobre las costumbres y oficios de los obispos”, que como la gran mayoría de las obras de los santos, sigue conservando vigencia frente a mucho palabrerío contemporáneo que finalmente se lleva el viento.
Los sacerdotes santos son faros de esperanza frente a algunos ejemplos que desmoralizan a la grey, acosada ya bastante por el descrédito del sacerdocio católico en que se ceba la prensa mundana para ocultar las maravillas que Dios obra en sus “otros cristos” cuando son dóciles a su gracia.
Hay ciertos grupos religiosos que se definen por el seguimiento de un determinado “líder” espiritual, o por el apego a una serie de ”prácticas rituales”.
¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!
, riquísima para rezar y meditar ante los Sagrados Corazones, pensando en tantos agravios pequeños, grandes e inmensos que sufre cada día en nuestros días, y de los cuales siempre estamos prontos para quejarnos debido al escándalo, pero tal vez no para lo fundamental que nos toca a cada uno, que es reparar. ¡Si todas estas oportunidades sirvieran al menos para calentar nuestros pobres corazones, generalmente tan tibios!…ImplorémosLes que así sea.
Epifanía es nuestra fiesta. ¡Y cuán gloriosamente nuestra! Decíamos hace un año: la fiesta de la “gentilidad” que ha sido conquistada para Cristo; la fiesta de los hombres que son capaces de atravesar el desierto en busca de la verdad, para encontrar, de rodillas, a Quien es la Verdad Absoluta.




