(151) 2017, Centenario de Fátima, ¿cómo celebramos su comienzo?...
El Nuevo Año viene siempre preñado de expectativas, pero sobre todo cumpliéndose en unos meses el Centenario de las apariciones de Ntra. Sra. de Fátima, y precipitándose una serie de acontecimientos eclesiales más que significativos.
Con este “telón de fondo”, no es ocioso plantearse cómo celebrar este Fin de Año y comienzo del que llega. Sabemos que más de una familia se lo ha planteado a menudo, tratando de remar “contra corriente” en medio de un ambiente para nada favorable a la coherencia cristiana, que se ha apropiado de nuestras Fiestas, pero vaciándolas de su espíritu genuino, y adulterándolo todo.
Aunque hace un par de años publiqué ya algunas de estas citas, las vuelvo a compartir con mis lectores, como para tenerlas en cuenta en nuestros criterios de “celebraciones navideñas".


Parecería que en medio de la tormenta, como no se ve el sol, no hay manera de detenerse a dar gracias por él, ni por la luz, porque sólo se siente el salpicar del agua sobre el rostro, la barca que amenaza naufragar, y a lo único que se atina en estos momentos es a asirse de los mástiles que aún no se han quebrado, o de cualquier viga que parezca firme para soportar el embate de las olas… Por eso tal vez, leíamos hoy en un medio pretendidamente católico: “Me considero un pesimista. Quizás la razón sea que estoy informado de lo que está ocurriendo en el mundo. Si es cierto lo que dicen, que el ignorante es feliz, su corolario también debe de serlo: el que sabe mucho es infeliz…” Y me he indignado.
No dudamos que el llamado de Dios Padre a celebrar más cerca Suyo la fiesta de la Vida por excelencia que es la Navidad, ha sido el galardón más justo a una vida sacerdotal signada por la defensa de la verdad y de la vida. Así de ejemplar y consoladora para los fieles, ha sido la de Mons. Juan Claudio Sanahuja.
“El hecho de que, durante décadas, la lucha contra el marxismo clásico haya dejado de ser tratada como una prioridad para la Doctrina Social Católica, ha debilitado la capacidad de los fieles, especialmente de los políticos católicos, de reconocer y combatir el marxismo cultural.”




