(167) “Poder global y religión universal”(J.C.Sanahuja +), una obra imprescindible (II: Confusión intraeclesial y respuesta católica)
V.- LA IMPOSICIÓN DE LA REINGENIERÍA ANTICRISTIANA
Las 30 páginas que conforman esta parte avanzan en la demostración de las estrategias fundamentales para imponer eficazmente los nuevos paradigmas ético-religiosos que se han explicado anteriormente: la infiltración de las religiones para alcanzar una religión sin dogmas.
Ya desde las grandes Conferencias del Milenio, organizadas por la ONU, surgía una coalición de diferentes credos que bajo el nombre de URI (United Religions Iniciative) condenaba toda forma de proselitismo por considerarlo un modo de dominación, y se comprometía
“…a no enseñar verdades dogmáticas -principios inmutables-, a relativizar su lenguaje y a no hacer proselitismo.“ (p.164).
El relativismo ha pasado de ser una mera amenaza, a un firme y concreto compromiso político, legitimado internacionalmente.
Es aquí donde radica el fundamento de una gran cantidad de “cambios” o “tendencias” en el propio seno de la Iglesia, que muchos miran con estupor, mientas algunos falsos profetas nos lo quieren vender como “novedades del Espíritu”, que sopla donde quiere, y al que no debemos tratar de “enjaular” bajo moldes dogmáticos o rígidos… Lo cierto es que la presión sobre las religiones es múltiple. Mons. Sanahuja cita el ejemplo de The Elders -grupo de 12 ancianos líderes mundiales (¿por qué habrán elegido esa cifra….?) en su momento presididos por Nelson Mandela-, el cual entre otros objetivos se ha propuesto el acceso de las mujeres a los ministerios sagrados de las confesiones cristianas.
“No se escatiman medios para poner las religiones al servicio del nuevo orden, presionando desde afuera y desde dentro para cambiar sus principios morales y su disciplina. Los credos religiosos poco importan a los funcionarios del nuevo orden, son un instrumento para imponer una nueva ética o una religión universal que se asiente, por un lado, en rl relativismo moral, y por otro lado, en la idolatría de la ley positiva, la ley civil, fruto de consensos parlamentarios o políticos que van cambiando con el tiempo al servicio de los intereses de quienes detentan el poder. Evidentemente, el gran enemigo de este programa es la inmutable doctrina de Jesucristo anunciada a los hombres por la Iglesia Católica, de ahí el continuo asedio que ésta sufre.” (p.169)
Se comprende así que –como en el viejo Imperio Romano- el sincretismo religioso se halle al servicio del poder, tal y como lo denunciaba lúcidamente S.Juan Pablo II
“La alianza de la democracia con el relativismo ético (…) que quita a la convivencia civil cualquier punto seguro de referencia moral, despojándola más radicalmente del reconocimiento de la verdad” (p.169)
Al tratarse este tema, resulta de inestimable valor el que junto a la clara exposición de la doctrina católica, detalladamente contrapuesta por el Nuevo Orden Mundial, se acompañe el registro documentado de sanciones legislativas y tantos hechos y alianzas que sería necio el no reconocer en esto el desarrollo de la irreconciliable pugna entre las Dos Ciudades y Dos Banderas entre las que se juega nuestra eterna salvación.
Será tal vez por ello que la búsqueda de la unidad al margen de la verdad, pretendiendo asociar a lobos y corderos –como buscando el cumplimiento de promesas mesiánicas, pero al margen o incluso desplazando al Mesías- sea el sello indiscutible del reinado del Anticristo.
En este marco,
“Religiones para la Paz apoyó en la ONU la creación de la nueva religión universal para “una nueva era, era dorada de armonía y prosperidad, de paz y justicia”. El texto mezcla pasajes búblicos, las Profecías de Zoroastro, las promesas del Coraán, la Visión Sikh, la Doctrina Jain y las teorías de Confucio, del Budismo, el Taoísmo, el Bhagavad Gita, el sintoísmo, las escrituras Baha’l y la religión sioux: se trata de la consagración internacional del sincretismo religioso.”(p.171)
Ahora bien, como bien señala Mons. Sanahuja,
“Llama mucho la atención encontrar en el World Council de Religions for Peace personalidades catalogadas por la misma organización como “católicas.
En la nómina de 1995 y 1999 están incluidos el card. G.Danneels (…), el Card. Oscar R. de Maradiaga (…), la hna. Rita Burley, presidente de la Unión Intenacional de Superioras Generales; Hans Küng…(…) Entre los moderadores por regiones afiliadas y miembro del comité ejecutivo, el Card. Raymundo D. Assis, arzobispo de Aparecida, moderador de Religions for Peace- Latin America anda Caribean Council of Religious Leaders..” (p.172-72) .
En la misma dirección se halla la Declaración Interreligiosa de los Líderes Políticos sobre el cambio climático, firmada por 270 dirigentes religiosos de alto nivel, entre cuyos firmantes figuran el Dalai Lama; el obispo Marcelo Sánchez Sorondo; el Card. Gracias, el Card. Schönborn; el Card. Tagle; el Arz. De Marsella, Mons. G. Portier…
Se intercala aquí el recuerdo oportuno de una cita del Card. Ratzinger
“Cristo es totalmente diferente a todos los fundadores de otras religiones, y no puede ser reducido a un Buda o a un Sócrates, o a un Confucio. Es realmente el puente entre el cielo y la tierra, la luz de la verdad que se nos ha aparecido. (1.12.02)” (p. 180)
Por este camino, se llega lógicamente, tarde o temprano, a lo que se aborda inmediatamente en un breve apartado:
- El Panteísmo como pensamiento único.
La cita de una declaración de 2007 del Parlamento Catalán de las Religiones es suficientemente elocuente sobre lo que hoy -10 años después- sufrimos casi cotidianamente:
“la protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra son un deber sagrado. Otro mundo será posible si los seres humanos somos capaces de manifestar plenamente a Dios, la Realidad Ùltima, el Todo del que formamos parte. Impulsados por la fe, la esperanza y el amor que brotan de la espiritualidad y la vivencia religiosa particular, queremos profundiezar en un diálogo interreligioso, intercultural e interinstitucional sincero y responsable sobre el destino de la Tierra y la humanidad. Es urgente e insustituible, por lo tanto, promover la educación moral y espiritual para una vida sostenible (…). Por todo esto, nos comprometemos a ‘cuidar la tierra y abrazar la vida’ por medio del estudio, la difusión y la aplicación efectiva de los principios de la Carta de la Tierra; propiciar un cambio de mentalidad y de corazón, empezando por cada uno de nosotros, revisando actitudes, prejuicios, pensamientos y comportamientos, y comprometiéndonos en la mejora de nuestro contexto más concreto y a la vez, global; reforzar nuestra propia espiritualidad y el sentido de lo Sagrado, sabiendo que ahí radica la reforma moral de las personas y de las colectividades; defender y promover el pleno respeto a la libertad religiosa como parte esencial del bien común, así como el diálogo interreligioso ‘puesto que tenemos mucho que aprender en la búsqueda colaboradora de la verdad y la sabiduría’; ejercer un liderazgo creativo (…) unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto a la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y la cultura de paz….” (p. 181)
Leonardo Boff, hoy de hecho rehabilitado por parte de no pocos obispos apóstatas y seminarios pseudoteológicos, afirmaba como comisionado de la Carta de la Tiera en 2006:
“Crece la conciencia de que tenemos una única casa en común: el planeta Tierra. Más aún: como especie formamos una humanidad única y somos parte de la Tierra. Somos la propia Tierra, que en un momento de su evolución, ha comenzado a sentir, a pensar y a amar (…) Las religiones abrahámicas son las más violentas, porque se creen portadoras de la verdad, como el Papa en Ratisbona. Lo necesario es la espiritualidad, no los credos y las doctrinas…” (p.182-183)
Al respecto comenta Sanahuja:
“La New Age presta su vago espiritualismo en la que lo religioso se expresa de manera ligera, liviana; es lo religioso Light, porque se intenta vivir una religiosidad sin dogmas, sin estructuras, sin jerarquías, sin morales rigurosas. Como consecuencia de contraponer espiritualidad a doctrina esta visión avala, o lo que es peor, procura por ejemplo, la perversión de menores, la anticoncepción, el aborto, la eutanasia, la investigación con embriones humanos, la injusta legitimación jurídica de las parejas del mismo sexo, etc.”(pag. 183)
Por eso el llamado universal al diálogo no puede leerse sino como la imposición sibilina del totalitarismo relativista e irremediablemente apóstata para el cual
“afirmar que en la figura de Jesucristo y en la fe de la Iglesia hay una verdad vinculante y válida en la historia misma, es calificado como fundamentalismo. (…) Este fundamentalismo se presenta como la amenaza fundamental emergente contra los bienes supremos de la modernidad, es decir, la tolerancia y la libertad. (…) La noción de diálogo (…) se convierte en la quintaesencia del credo relativista y en la antítesis de la conversión y de la misión…”, según cita del Card. Ratzinger, J. (p.185)
Vemos de esta manera que el proceso de una ética universal relativista lanzada por la UNESCO entre los ’80 y ’90, desemboca en la primera década de este milenio en la consideración de las identidades culturales como “plurales, variadas y dinámicas”, englobando también a las creencias religiosas, y así la diversidad cultural reemplaza la visión cristiana de la realidad, llevando a ser en algunos países de Sudamérica, una violenta arma de descristianización en manos del indigenismo neomarxista.
Luego se pasa revista en el libro a los numerosos “logros” de ese pensamiento único, desde el retiro de crucifijos de los espacios públicos hasta la promoción legal de la homosexualidad y estableciendo un paralelo con el ambiente de la Revolución Francesa, en el capítulo “¿Hacia una nueva Constitución Civil del Clero?” se pregunta Sanahuja:
“¿Llegaremos a la disyuntiva de inscribirnos en el bando de los clérigos juramentados, dóciles a la tiranía de la mentalidad anticonceptiva y doblegados por la inquisición del lobby rosa, o por el contrario, con la gracia de Dios, afrontaremos ser clérigos no juramentados, es decir, perseguidos, marginados, excluidos por fundamentalistas?” (p.192)
Recuerda a propósito de ello, la gran apostasía retratada en la novela de Castellani “Su majestad Dulcinea”, y también a San Agustín:
“Como a nuestros mayores les fue necesaria la paciencia contra el león, así también a nosotros nos es necesaria la vigilancia contra el dragón. Jamás cesa la persecución contra la Iglesia (…) y más ha de temérsele cuando engaña que cuando se ensaña. En otro tiempo incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en éste enseña a negar a Cristo. Entonces impelía, ahora enseña; entonces usaba de violencia; ahora de insidias; entonces se le oía rugir; ahora presentándose con aparente mansedumbre y rondando, difícilmente se le advierte.”
VI.- LA CONFUSIÓN INTRAECLESIAL
Se trata aquí de la parte más extensa y sin duda más dolorosa, de la cual por no agobiar de más al lector, nos limitaremos a señalar algunos capítulos más significativos.
“Más peligrosos para la integridad de la fe que quienes abiertamente han abandonado la Iglesia, son aquellos clérigos y laicos comprometidos que cultivan la ambigüedad en el modo de exponer la doctrina. Los que evitan referirse a las claras enseñanzas del Magisterio, reduciendo la doctrina cristiana a un mensaje de solidaridad o de denuncia social…”(p. 195)
Tras algunas espléndidas citas de León XIII sobre la omisión y desprecio de ciertos puntos de la doctrina cristiana, aplicando a la Iglesia las normas democráticas, llegamos irremediablemente a la confusión generalizada:
“Con tristeza hemos de decir que, a nuestro juicio, la confusión parece haber echado raíces en la Santa Sede y en la Iglesia universal con el advenimiento del Papa Francisco.” (p.199)
En simple honor a la verdad, desde la estrecha relación con Leonardo Boff, quien participara en la redacción de la Laudato Si, la rehabilitación de Ariel Álvarez Valdés, su entrevista con gran cantidad de personajes pública y notoriamente contrarios a la fe de la Iglesia, y las numerosas afirmaciones escandalosas, se detiene asimismo en varios aspectos de la insalubre simiente de AL para la disciplina sacramental, citando a gran cantidad de autoridades civiles y eclesiásticas.
Desplazando luego el foco hacia “Algunos casos de la Curia romana”, se analizan las turbias intervenciones de Mons. Sánchez Sorondo (Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias), quien en una entrevista concedida a C-Fam (18/5/15) responde acerca de su posición sobre la Agenda para el Desarrollo Sostenible –léase promoción del control demográfico, aborto, etc.etc.-
“La interpretación y aplicación de esto depende de los gobiernos (…) En lugar de atacar, ¿por qué no entrar en diálogo con estos “demonios” para tal vez, mejorar formulaciones, como lo hicimos con respecto al tema de la inclusión social y nuevas formas de esclavitud?” (p.219)
Se repasa asimismo la connivencia del Card. Ravasi (Presidente el Consejo Pontificio para la Cultura) con la masonería y el panteísmo en su participación en el ridículo culto a la Pachamama; a las ambigüedades de Mons. Fischitella (Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización); al “canto al panteísmo” de Raniero Cantalamessa; etc. etc….. El caso de la tribuna ofrecida por universidades y otras instituciones presuntamente católicas a rotundos enemigos de la Iglesia, ocupa también un extenso apartado, recordando el urgente llamado a una vigilancia crítica sobre el tema. En el Anexo de esta obra se incluyen dos significativos documentos para tener mayor claridad sobre la gravedad de la LCWR (Conferencia de las Superioras Religiosas de EE.UU.), cuyo caso se califica como el “destape del cisma”.
¿Deprimente? En absoluto. Así como un soldado no puede combatir eficazmente sin una hoja de ruta fidedigna sobre los emplazamientos del enemigo, es absurdo pretender una genuina reforma de la Iglesia sin tener conciencia cabal de dónde se hallan sus fisuras, por múltiples que sean.
La alternativa que se nos presenta es, pues, suficientemente clara:
“Ser fieles o quedar bien con el mundo. Asumir la obligación de corregir al que yerra, tal como -gracias a Dios- recibimos el ejemplo en nuestros días por parte de algunos valientes miembros de la Jerarquía que no claudican, teniendo en cuenta, como recordaba el Card. Burke, que
“la unidad que no está fundada en la verdad de la ley moral no es la unidad de la Iglesia. La unidad de la Iglesia se basa en decir la verdad con el amor…” (p.269)
Es también digno de mención lo que señalaba en enero de 2012 Benedicto XVI a los obispos de EE.UU.:
“………una vez más vemos la necesidad de un laicado católico comprometido, articulado y bien formado, dotado de un fuerte sentido crítico frente a la cultura dominante y de la valentía de contrarrestar un laicismo reductivo que quisiera deslegitimar la participación de la Iglesia en el debate público sobre cuestiones decisivas para el futuro de la sociedad…” (p. 279)
VII.- NOTAS PARA UNA CONDUCTA CRISTIANA
Como conclusión, estas notas se desarrollan a través de unos párrafos de Monseñor Sarah para los lectores que han podido superar las 300 páginas precedentes. Dichas notas son fundamentalmente el discernimiento a la luz de la fe y la valorización y defensa del orden natural; el tener en cuenta los “principios no negociables”, y el deber de oponerse, sin ceder a la “falsa inevitabilidad”.
Diagnostica: “El discernimiento es imprescindible en estos tiempos para juzgar con sentido cristiano las realidades temporales, las situaciones humanas, las corrientes de pensamiento, las tendencias de la opinión pública. Sin embargo se podría decir que los cristianos hemos perdido ese sano espíritu crítico y caemos muy fácilmente en el embeleso de lo que otros quieren que pensemos y del modo como quieren que actuemos (…), por ejemplo sobre la libertad religiosa, la democracia, el diálogo, el pluralismo, la preocupación ecológica, que si bien nos hacen aceptables en los ámbitos sociales de poder económico y social, nos alejan de la verdad y nos acercan a la apostasía…” (p.299)
Deteniéndose en las consideraciones del Card. Biffi en los Ejercicios Espirituales predicados en 2007 a la Curia Roman sobre las características del Anticristo, se señala que éste será ante todo pacifista, ecologista y ecumenista, y “las masas de los cristianos entrarán en su juego….”
Sobre el deber de oponerse a esta corriente, cita a S.Juan Pablo II:
“Aunque sea precisa una heroicidad inesperada, es precisamente la obediencia a Dios – a quien sólo se debe aquel temor que es reconocimiento de su absoluta soberanía- de donde nacen la fuerza y el valor para resistir a las leyes injustas de los hombres. Es la fuerza y el valor de quien está dispuesto incluso a ir a prisión o a morir a espada, en la certeza de que ‘aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos’ (Ap. 13, 10) “ (p. 314)
VIII.- RECUPERAR LA IDENTIDAD CATÓLICA
De esto se trata, pues, en definitiva. Citando a Mons. Luigi Negri acerca de la disposición del Tribunal de Estrasburgo de retirar los crucifijos de los lugares públicos se advierte que esto es
“…una consecuencia del demasiado irenismo que atraviesa el mundo católico desde hace décadas, por le cual la preocupación fundamental no es nuestra identidad sino el diálogo a toda costa, estar de acuerdo con las posiciones más distantes…” (p.319)
A quienes crean que este libro es “pesimista, negativo”,
“..a ellos les recordamos que la esperanza es la virtud por la que aspiramos al reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. Cultivemos la seguridad de la esperanza sobrenatural, somos hijos de Dios. (…)
Dios espera de nosotros un testimonio de fe íntegra, y no un dialoguismo, que de la pérdida de identidad católica se convierte fácilmente en aspostasía. (…)
No esperamos el advenimiento de un mundo mejor, ni siquiera aquél que podríamos tener la ilusión de conseguir como consecuencia de nuestro esfuerzo por expandir la semilla del Evangelio. No estamos exentos de caer en el optimismo ideológico sobre todo si buscamos el éxito, la realización de nuestros propios planes y deseos, o el aumento del poder y la extensión de nuestras instituciones….” (p.320 ss.)
El peligro del optimismo ideológico ya era señalado por el Card. Ratzinger como
“parodia de la fe y de la esperanza, cuyos orígenes ideológicos se pueden encontrar tanto en el liberalismo como en el marxismo (…) ¿Qué habría que pensar de la exaltación de un optimismo simplemente contrario a la realidad? (…) El optimismo podía ser sencillamente una cobertura, detrás de la que se escondiera precisamente la desesperación, intentando superarla de esa forma. Pero podía tratarse de algo peor: este optimismo metódico venía producido por quienes deseaban la destrucción de la vieja Iglesia, y con la excusa de la reforma, querían construir una Iglesia completamente distinta, a su gusto, pero que no podían empezarla para no descubrir demasiado pronto sus intenciones. Entonces el optimismo público era una especie de tranquilizante para los fieles, a fin de crear el clima adecuado para deshacer, posiblemente en paz, la misma Iglesia, y conquistar así el dominio sobre ella. (…) Este optimismo del orgullo, de la apostasía, se habría servido del optimismo ingenuo, más aún lo habría alimentado, como si este optimismo no fuera sino esperanza cierta del cristiano, cuando en realidad era una parodia de la fe y de la esperanza (…) En la nueva religión el pesimismo es el pecado de todos los pecados, y la duda ante el optimismo, ante el progreso y la utopía, es un asalto frontal al espíritu de la edad moderna, es el ataque a su credo fundamental sobre el que se fundamenta su seguridad, que por otra parte está continuamente amenazada por la debilidad de aquella divinidad ilusoria que es la historia…” (p.322 ss.)
Se cierra la obra -coronada como ya dijimos, por tres anexos documentales- con la invitación rotunda a la Esperanza:
“Servir a Dios, con lucha, persecución y sufrimiento, no es una tarea que ignore nuestra humana naturaleza. Servimos a la verdad siendo hombres y mujeres, con sus necesidades físicas y afectivas, con sus debilidades y fortalezas, con sus gustos y disgustos, con sus aficiones y aversiones. Con la gracia de Dios, ganaremos en profundidad interior, si consideramos con frecuencia el siguiente texto de Spes Salvi:
Digámoslo una vez más: la capacidad de sufrir por amor de la verdad, es un criterio de humanidad. No obstante, esta capacidad de sufrir depende del tipo y de la grandeza de la esperanza que llevamos dentro y sobre la que nos basamos. Los santos pudieron recorrer el gran camino del ser hombre del mismo modo en que Cristo lo recorrió antes que nosotros, porque estaban repletos de la gran esperanza.” (p.326)
Quiera Dios premiar en la Gloria el intenso trabajo en compromiso con la verdad, del que dan amplio testimonio estas páginas, y nos conceda que esta reseña estimule a muchos fieles -laicos y consagrados- a completar y asimilar con fecundidad su lectura.
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