21.09.13

(8) Los pobres Desgraciados

María Santísima, tipo, Madre y modelo de la Iglesia, es sin duda Maestra de la fe y de la oración. No podemos entonces dejar de consultarla en nuestros criterios espirituales y materiales de perfección cristiana.

Ahora bien, Ella en Fátima asocia el término “pobres” al de pecadores, es decir, propiamente hablando, a los des-graciados, los sin-gracia, ya sea con o sin bienes materiales.

Hace varios años, un amigo nuestro perdió a un hijo en un trágico accidente, y en una hermosa carta que circuló haciendo un enorme bien, hizo referencia precisa a este tema, poniendo en su justo lugar el término “desgracia”, que nada tenía que ver con lo ocurrido a su hijo, pues él, gracias a Dios, no era de ningún modo un desgraciado.

Últimamente el Papa nos exhorta a ir a las “periferias existenciales”, y nos surge una pregunta: ¿podemos ir realmente allí, cuando primero no hemos llevado, delante, el corazón? ¿Es fecundo ir físicamente adonde no se va con Cristo, es decir, donde no somos conducidos por Su corazón de Rey de cielos y tierra?

Acudir con el Cuerpo -pues somos miembros vivos de Su Cuerpo místico- sin portar el Corazón, sin querer Su voluntad, ¿no será amontonar allí, nuevos cadáveres?…

Porque hay una sola cosa necesaria, y es que Cristo reine, y todo lo demás nos será dado por añadidura…

¿Pero podrá reinar El si nosotros -los que nos creemos fieles, porque hemos sido llamados a ser sus testigos- no somos vehículos de Su Divina Misericordia, vale decir, si le negamos “abonar” con nuestra oración de petición, el camino de nuestros pasos? ¿Cómo hacer que reine su Justicia, por ejemplo, si antes de hablar de ella, no “visitamos” con su Misericordia, a través de nuestra oración sincera, el alma de los injustos?

Y buscando entre los pobres más pobres, he encontrado en las periferias de mi corazón, a los que tal vez debamos confesar que hemos abandonado ya, porque hasta se ha secado nuestra oración por ellos. Entonces participamos, de alguna manera, de sus culpas, siendo luz que no alumbra, y sal que no sala.

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20.09.13

(7) Brochero, santo Cura argentino y católico

“El cura gaucho fue un santo y una de las puras siluetas de nuestra historia. Tres santos solamente ha habido en nuestro país que son el Cura Brochero, el Obispo Esquiú y la Beata Antula…” (Leonardo Castellani)

Y… no; no es tan obvio como parece, conciliar los dos últimos adjetivos que figuran en el título…

Se supone que todos los curas son católicos, claro, pero sin embargo, cuando en una nación la catolicidad se “devalúa” con el barniz ideológico, todo cambia de color, y a veces uno se encuentra con que “le han dado gato por liebre”….

Y ese espíritu malsano también puede embadurnar a los santos, por qué no, y de paso “empaqueta” a los pobres fieles, haciendo el juego al diablo, que ya que no pudo evitar que los Bienaventurados sean dóciles a la gracia, “mete la cola” para que nosotros, que todavía batallamos en este valle de lágrimas, aprovechemos a medias sus ejemplos, sin dejarnos enseñar lo suficiente, o contentándonos con una “imagen de estampita”, lo más tranquilizadora posible. Quienes no gustan de una completa catolicidad, tratan a veces “sin querer queriendo”, de desdibujar la de los santos en lo que pueda haber de incómodo para nosotros, si buscamos seguir sus huellas. Sucede como a aquel pobre cardenal que le preguntaba a S.S. San Pío X “qué tenía que decir al mundo esa pobre monja” que era Sta. Teresita -predilecta del santo pontífice-, y el Papa le tuvo que responder: “Eminencia, repase el Evangelio”.

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15.09.13

(6) Sufrir como Dios manda

La verdad es que no sabemos sufrir, pero lo más triste es que muchas veces, no tenemos ni la más remota intención de aprenderlo, ni lo creemos siquiera una necesidad imperiosa. Sí es posible que pidamos -los que ingenuamente nos creemos fieles, y nos gusta “hacer” muchas cosas- la gracia de “vivir” como Dios manda. Pero aprender a sufrir… pensamos que es como respirar, que no se aprende, y creo que puede ser un grave error para nuestro progreso espiritual.

Es algo sintomático, en los tiempos enfermos de optimismo o pesimismo –ambos extremos patológicos de la espiritualidad católica- que transitamos, el buscar como fuente de devoción sólo lo que nos causa consuelo espiritual. Así, sin querer casi, la Cruz se va desdibujando del centro de nuestro corazón, y todo el dolor anejo a ella también…

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12.09.13

(5) ¿Puede ser indiferente el Nombre, para un católico?

Quisiera no dejar de recordar hoy el que la Iglesia llama el Dulce Nombre, llamando la atención sobre la importancia que los nombres tienen en nuestra vida cristiana.

Mons. Aguer ha hablado hace poco sobre esto, y honrar nuestro nombre de bautismo es un modo muy sencillo pero fecundo de dar testimonio cotidiano de nuestra fe, sirviendo asimismo a la evangelización de la cultura.

Restauremos los nombres cristianos para las nuevas generaciones.

No despreciemos los gestos pequeños. No retrocedamos.

Con signos, gestos, palabras, se enhebran los actos que reforman o hacen apostatar a una civilización. En el cambio de los signos se ceba la revolución, y la dejamos hacer, subestimando al enemigo, dejando que se bastardeen las palabras, enfatizando ingenuamente las puras “intenciones”. Hay almas en juego en todo ello, y no son meras “formas”, porque Nuestro Señor no hace nada en vano, y no fue vano cambiar el nombre a Abraham, a Pedro, a Saulo.

Siguiendo a San Bernardo de Claraval, rezando y batallando, ¡miremos siempre a la Estrella, miremos a María!

En la preciosa comunión de los santos, aprovecho para pedir a los lectores una oración por un gran poeta argentino, Francisco Luis Bernárdez (*), que La ha tenido siempre presente, lo que se traduce en la belleza de sus obras, como en su

Soneto del Dulce Nombre

Si el mar que por el mundo se derrama
tuviera tanto amor como agua fría,
se llamaría, por amor, María
y no tan sólo mar, como se llama.

Si la llama que el viento desparrama,
por amor se quemara noche y día,
esta llama de amor se llamaría
María, simplemente en vez de llama.

Pero ni el mar de amor inundaría
con sus aguas eternas otra cosa
que los ojos del ser que sufre y ama,

ni la llama de amor abrasaría,
con su energía misericordiosa,
sino el alma que llora cuando llama.

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(*) Escritor con tonos netamente cristianos, participó -al igual que el escritor Leopoldo Marechal y el pintor Ballester Peña- de Convivio, encuentro de artistas cristianos que constituyó el marco para debatir diferentes aspectos y problemas del arte en sus variadas manifestaciones.

En sus primeros siguió los principios del ultraísmo, vinculándose con los poetas postmodernistas, hasta fraguar un barroquismo conceptuoso y original. Desde la publicación de El buque (1935), trató temas de espiritualidad con estilo clásico, como en Cielo de tierra (1937), La ciudad sin Laura (1938) -inspirada en la persona de su propia esposa-, Poemas elementales (1942), Poemas de carne y hueso (1943), El ruiseñor (1945), Las estrellas (1947), El ángel de la guarda (1949), Poemas nacionales (1950), La flor (1951), Tres poemas católicos (1959), Poemas de cada día (1963). Ya en su madurez, su poesía se identificó por un tono lírico influido por los poetas místicos, pero conservando su forma particular de enfocar la belleza de la vida. Bernárdez es uno de los muy escasos poetas argentinos que asumió explícitamente el catolicismo en su creación literaria.

Se caracterizó por la belleza de sus sonetos, por sus poemas de extenso metro (fue creador de un verso de 22 sílabas), y por su profundidad filosófica (por ejemplo, en La noche). Su traducción poética de los himnos litúrgicos del Breviario Romano, que aún hoy se rezan en algunos conventos argentinos,y sus trabajos en prosa, casi todos verdaderamente poéticos, completan la obra de este notable escritor argentino. En sus últimos años quedó ciego, aunque conservó siempre su actitud jovial y entusiasta y su amor por las letras.

11.09.13

(4) Día de san-Miento, gran Maestre argentino

“Para saber cómo es un pueblo hay que preguntarle qué ama”. ( San Agustín)

Además de recordar el triste episodio de las Torres Gemelas, hoy, en la Argentina -y no sé si en algún país hermano-, se celebra el día del Maestre. No es error de imprenta, no. Por una vocal, solamente, aparece en el calendario escolar oficial, como día del MaestrO, pero seguramente alguien creerá que son sutilezas, y no se atreven a corregirlo, por lo que señalábamos en el artículo anterior. Pero como creo en la vigencia de todas las obras de misericordia, me gustaría contribuir a la corrección de algunos falsos supuestos que ya tienen amplia carta de ciudadanía en esta nación que ha sido, por otra parte, tan bendecida por Nuestra Señora. Pido disculpas a los lectores que no son argentinos, pero pienso que este caso puede ser ilustrativo de cómo, viviendo entre mentiras, perdemos el “alimento nutritivo” de la verdad histórica, que siempre hace crecer a todos.

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9.09.13

(3) La apoteosis de la Tibieza

«El fanatismo consiste en decir o no, trátese de lo que se trate. No hay otra definición. “Sea vuestro lenguaje sí,sí, no, no; que lo que pasa de esto, de mal principio proviene”. Tal es la fórmula del fanatismo en el Sermón de la Montaña. (…) Cuando se os pregunta: “¿Sois cristiano?” Si respondéis “sí”, sin perífrasis, sois un fanático. Si respondéis “no”, también lo sois (…) En general, el laconismo, la concisión, y toda especie de precisión, lo hacen a uno sospechoso de fanatismo. Un sectario capaz de vociferar con abundancia, un abogado charlatán, un diputado locuaz, y hasta ventrílocuo, jamás serán sospechosos de fanatismo.» (León Bloy)

Hace un tiempo tuve un “cambio de opiniones” más o menos álgido con una profesora, porque le objeté su enseñanza del burdo cantito de moda “Cambia, todo cambia” en el marco de un colegio católico, y la conversación derivó, por supuesto, a todos los lugares comunes que estamos cansados de escuchar, terminando con la trillada alusión a la Inquisición, la cerrazón, y todos los Cucos asociados. El cambio como presupuesto de todo lo que nos rodea, es una de las excusas perfectas para la anomia moral que padecemos, y el caldo de cultivo para la apoteosis de la tibieza.

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2.09.13

(2) La belleza del combate

Con el alma en vilo rogando por la paz en Siria, puede parecer desconcertante el título de este artículo, y sin embargo no es así. Porque en algunos corazones que claman por la paz, precisamente, se asoman a veces las peligrosas garras del desánimo y la resignación, y que pueden incluso ser máscaras de la pereza.

Y es que entre las muchas antinomias que contaminan nuestra fe, y por ende nuestro corazón, está esa -falaz, por cierto- que opone la paz al combate, o identifica a éste con la mera violencia. Es peligroso hacer interpretaciones a la ligera… Nos parece preciso, entonces, detenernos un poco, porque la identificación de términos que no son sinónimos puede acarrear en este caso, daños en el corazón mismo de nuestra conciencia.

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