(78) La conspiración del Traidor y la pereza de los Apóstoles -hoy como ayer- (de Sto.Tomás Moro: "La Agonía de Cristo", III )
“¿No es este contraste entre el traidor y los Apóstoles como una imagen especular, y no menos clara que triste y terrible, de lo que ha ocurrido a través de los siglos, desde aquellos tiempos hasta nuestros días? ¿Por qué no contemplan los obispos, en esta escena, su propia somnolencia? Han sucedido a los Apóstoles en el cargo, ¡ojalá reprodujeran sus virtudes con la misma gana y deseo con que abrazan su autoridad! ¡Ojalá les imitaran en lo otro con la fidelidad con que imitan su somnolencia! Pues son muchos los que se duermen en la tarea de sembrar virtudes entre la gente y mantener la verdadera doctrina, mientras que los enemigos de Cristo, con objeto de sembrar el vicio y desarraigar la fe (en la medida en que pueden prender de nuevo a Cristo y crucificarlo otra vez), se mantienen bien despiertos. Con razón dice Cristo que los hijos de las tinieblas son mucho más astutos que los hijos de la luz.”
En los párrafos que presentamos en esta III selección de la Agonía de Cristo, de Sto. Tomás Moro, comprobamos una vez más la tremenda actualidad de las palabras de los santos, ya que muchas iluminan poderosamente la situación presente de la Iglesia. Sabemos que a través de la historia, el avance de todo enemigo se produce en proporción al retroceso o pasividad de los “amigos”. Y es fácil echar la culpa, como Eva, a las insinuaciones de la serpiente, pero sabemos que no hay pecado si no abrimos antes la “puerta interna” de nuestra voluntad libre. Del mismo modo, como Iglesia, es oportuno repasar el mayor o menor grado de “complicidad” que cada miembro tiene en el avance del pecado a nuestro alrededor, porque no hemos sido suficientemente sal y luz del mundo, dejándolo en tinieblas, abriendo las “rendijas” para que todo se llene de humo…
Así deben haber hecho también los que en el Domingo de Ramos recibían con palmas a Quien el viernes pedirían crucifixión. Porque nuestra fidelidad puede ser como hoja que se lleva el viento, cuando no somos dóciles a la gracia de Dios.
Y ya que estamos en tiempos de un más profundo examen de conciencia, esperamos filialmente que nuestros pastores también lo hagan, viendo el hambre y desamparo espiritual en que andan muchos fieles, esperando que algunos de ellos terminen de una vez su siesta.