Otra vez, y van…
Porque confían pacientemente –al mejor estilo de Mao y de todo buen revolucionario- en que la gente se acostumbrará, y pasito a paso, van borrando el sentido del sacrum, alejando cada vez más la sensibilidad de los fieles de cualquier cosa que huela a Tradición.
En el día de ayer, fue la edición de un nuevo espectáculo “Lumen Sky” en la abadía benedictina San Benito, más conocida como “San Benito de Palermo", en el barrio de Belgrano, ciudad de Buenos Aires. Hace poco comentabamos aquí el que se dio en la basílica de Luján, por lo cual no nos extenderemos mucho esta vez.
Es tristísimo que en muchas almas cause más extrañeza y “desconfianza” el ver que un sacerdote celebre la Misa cara a Dios (ellos dicen “de espaldas al pueblo”) que verlo disfrazado de payaso, ensayando modos más “originales” para llamar la atención, apelando a lo más epidérmico y “sensible”, por supuesto. A muchos les hará sentir que se trata de eventos profundamente ecuménicos, dada la semejanza y confusión con los shows de las sectas protestantes.
Pregonando una relación de cada vez más simbiótica con el mundo -aplicando todas sus “novedades” técnicas y sociales-, se desprecia la originalidad característica e insuperable de la liturgia católica, despojando a las almas de sus raíces. En un mundo donde “todo cambia”, es criminal que la propia jerarquía no sea capaz de proteger a sus fieles, negándoles el privilegio de las formas perennes que trasuntan aires de eternidad.
Nuestros propios pastores van detrás de las modas como adolescentes, haciéndose uno más de ellos, y con el “olor a oveja” -que se ha cambiado por el “buen olor a Cristo”- han terminado por despedir olor a carnero, porque el Modernismo sigue siendo (aunque lo profese la mayor cantidad de los pastores) “el conglomerado de todas las herejías", y es lógico que apeste.
Pero no nos acostumbramos, no. Y por eso este post, para seguir denunciando, y seguir escandalizándonos, y seguir protestando.
No es sano ni misericordioso de nuestra parte para con su miserable desidia que “dejemos pasar” como si no pasara nada, porque las obras de misericordia espirituales también siguen vigentes. No es caritativo mirar para otro lado y que crean que a todos nos complace este tipo de espectáculos subversivos, porque como son populistas (recordemos que está en auge la “iglesia peronista”), no son del todo insensibles a las voces disidentes. No hay que callar.
Hay católicos que seguimos queriendo que el espacio -sagrado, es decir no profano- del templo se reserve para la solemnidad y santidad del insondable tesoro de la liturgia católica, y que los shows “piadosos” se trasladen a los estadios, las canchas y las plazas, en vez de llevar allí las ceremonias litúrgicas más solemnes, subvirtiéndolo todo.
¿Para qué seguir renegando contra las profanaciones de los templos por parte de los enemigos de Cristo, si ya con los enemigos de dentro hay suficiente?
Muchos, muchísimos fieles, creen que la protesta ya no tiene sentido, y se preguntan “¿Y nosotros qué podemos hacer?”
RESISTIR, que es al fin y al cabo, otro nombre del testimonio debido.
Y no es lo que “podemos” sino lo que debemos hacer con la gracia de Dios, porque los únicos cuerpos que ya no saben nadar contra corriente son los cadáveres.
Resistir en todos los órdenes, porque van por todo, y no es lícito mirar pasivamente cómo se arrasan nuestras familias, templos, costumbres y fe, sin oponer resistencia, y sin hacer con ello grave ofensa a la Esperanza.
No prevalecerán.
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