“Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán” –Mateo 9, 15 –
“El Señor ha deseado que su familia sea probada; y debido a que una larga paz había corrompido la disciplina eclesiástica que nos había sido entregada divinamente, la reprensión celestial ha despertado nuestra fe, que estaba adormecida, y casi dije que dormía; y aunque merecíamos más por nuestros pecados, el Señor más misericordioso ha moderado tanto todas las cosas, que todo lo que ha sucedido parece más una prueba que una persecución” (San Cipriano: De lapsis, 5).
*****
Aún teniendo en cuenta que Dios permite todo para nuestro bien (Rom. 8,28) , y más allá de las justificaciones sanitarias, es innegable la conmoción que significa para la mayoría de los católicos del mundo la imposibilidad de asistir a las iglesias para celebrar y vivir nuestra fe, en fuerte contraste con la actitud sostenida por la Iglesia durante toda su historia en situaciones críticas como la que vivimos, y tal vez peores.
Sin emitir juicios temerarios, la realidad es que hoy muchos fieles de buena voluntad están viviendo con gran angustia algunas disposiciones que creen que exceden la prudencia debida ante las autoridades sanitarias y civiles, al impedirse en gran cantidad de templos no sólo las aglomeraciones, sino la dispensa de los sacramentos fundamentales para alimento y auxilio espiritual, e incluso físico. Aunque hay muchos casos de entrega sacerdotal heroica, hay parroquias en que ni siquiera se responde al teléfono, y la ausencia de indicadores gráficos imposibilita que se halle alguno para asistir a algún enfermo.
Por esto nos parece que es necesario escuchar más de una consideración prudente sobre el tema para no tropezar hacia dos abismos: el desprecio hacia toda legítima autoridad y la negación de la crisis evidente en todos los frentes, por un lado, y por el otro, la obsecuencia ante el mundo y una lectura “ingenua” de lo que hoy nos sucede, descuidando el análisis político y esjatológico subyacente.
Leer más... »