FEDERICO MIHURA SEEBER
-Por Antonio Caponnetto-
“Yo no digo que no nos duela su muerte.
Digo que debemos alegrarnos por su victoria”
Javier Anzoátegui
Te llevaron los Santos Inocentes,
Herodes no era el rey al que servías,
nos dejaste inquietantes profecías,
unas llenas de gozo, otras dolientes.
“¡Batalla hasta el final, no te avejentes!”:
Como en las sagas de caballerías
te lo pidió el Señor. Postrimerías
mas con miradas frescas y valientes.
Te encomiendo rezar por esta tierra
que amamos tanto como tanto duele,
por esta Barca casi sin cristianos.
Ya nada te preocupe, en esta guerra
te aguarda Dios que al triunfo nos impele,
con un vaso de whisky entre las manos.
Octava de Navidad, 2024
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Compartimos otro precioso testimonio de Jordán Abud:
Federico Mihura Seeber, el oteador del Horizonte
In memoriam
Ayer, 28 de diciembre -memoria de los Santos Inocentes- en lo alto del sol siestero de los campos de Nogoyá, falleció nuestro querido Federico.
No fue un hombre común, ciertamente. Su prolífica familia y sus amigos podemos dar cuenta de ello. De ocupación inicial, ingeniero agrónomo. De preocupación existencial, filósofo. Teólogo y escudriñador de los tiempos, título conquistado por oración y desvelo.
Políticamente incorrecto, de los pocos que van quedando. Incorrecto en serio, sin poses ni matices para congraciarse con el mundo. Nacionalista sin duplicidades, con todo lo que ello supone: laconicidad en el estilo, desopilancia en las reuniones, filo cortante en las definiciones.
Y la amistad era en Federico un conjunto de bienes, que venían todos en haz: el gozo por el simple estar con el amigo, conversar casi exclusivamente de las cuestiones necesarias para la salvación (¡hermosa costumbre de la amistad cristiana!), el vaso de whisky bien servido, y algún apunte escrito a máquina. Porque aquí viene algo más, que no podemos omitir: Federico era coherente, aunque eso implicara usar la Olivetti para despreciar la “inteligencia artificial”.
Con más preocupación por la salvación del alma y el fin de los tiempos que la mayoría de los Obispos, cómo desatender su permanente preocupación parusíaca plasmada en la seguidilla editorial de los últimos años.
Así, mientras pudo, fue el altillo de su casa solariega el espacio físico para otear el horizonte metafísico. El posible granizo amenazando la cosecha o las inminentes tempestades en la Nave de Cristo, ningún peligro era ajeno a su espíritu centinela.
Por eso, glosó cuantas veces pudo: “Cuando estas cosas empezaren a suceder, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra liberación” (Lc. 21, 28).
Dios lo llamó antes de que el Hijo vuelva triunfante -y con qué facilidad lo imaginamos saliendo cada amanecer aguardando el cumplimiento de las profecías-. Nosotros seguimos, e intentaremos cumplir con la consigna. En medio de las tribulaciones, levantaremos nuestras cabezas. No sabemos si son las últimas, si nos quedará aun una primavera, una última embestida, una postrimera prueba. Seguiremos oteando el Horizonte, que tanto pregustaste.
Y en la Segunda Venida, detrás del rayo fulminante que aterrorizará a los malos, se oirá tal vez tu carcajada, que tanto extrañaremos, como precursora del Banquete final. De ese Banquete que ahora tiene un comensal más. Ya imaginamos qué estará poniendo sobre la Mesa, aguardando los cielos nuevos y las tierras nuevas.
Camarada y amigo, descansa en paz. Querido Federico, ¡hasta el reencuentro!
Jordán Abud
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Federico Mihura Seeber ha sido, para quienes aún no lo conocen -y a quienes esperamos interesar con estas líneas-, un padre y escritor prolífico, católico cabal, amigo leal que ha dejado una huella imborrable en quienes lo conocimos y tratamos.
Licenciado en Filosofía por la Universidad Católica de Bs. As. e Ingeniero Agrónomo por la UBA. Había estudiado en Munich, Alemania, con el Dr. Adolf Haag S.J.
Fue profesor de Filosofía en la UBA y en la UCA, miembro de la Carrera de Investigador del CONICET, Director del Instituto de Investigación en Cs. Políticas de la UCA, y profesor invitado en la Universidad Autónoma de Guadalajara. No es Doctor titulado, pues su tesis doctoral impugnaba las bases epistemológicas del Evolucionismo biológico, encontrando fuerte resistencia en la Universidad Católica, y no prosperó, razón por la cual él se consideraba a sí mismo “Dr. Honoris Causa”.
Participó en Congresos del IPSA, de la Sociedad Tomista Argentina, de la Universidad Autónoma de Guadalajara y de la Universidad Católica de Cuyo.
Algunos de sus libros publicados son: La Filosofía Económica en Aristóteles (Forum); Usura y capitalismo (INCIP); Aproximación al Dolor (EDUCA); Sobre Clonación y Transgenia (Folia, Guadalajara); Que sean Uno (Vórtice); Meditaciones Ociosas (Vórtice); De Prophetia y otros Temas de Actualidad (Gladius); De Esto, de Aquello y de lo de Más Allá (Samiszdat), El Anticristo, Noticias de ayer, de hoy y de mañana; Signos. Hoja de Ruta; Parte de guerra; Meditaciones Ociosas II; Cosas; Al que le cae, le cae; Los judíos y nosotros y Tres escritos en los Últimos Tiempos.
Cuenta además con artículos publicados en revistas como Verbo, Sapientia, Universitas, Philosophica, Lateranus; Gladius, Cabildo.
Cuando hace varios años empezamos a frecuentarlo, hasta cobrarle no sólo un inmenso respeto sino sobre todo, un sincero y hondo cariño, fue gracias a un consejo del p. Alfredo Sáenz, quien nos sugirió que no dejásemos de incluirlo entre los expositores de los Encuentros de Formación Católica de Bs.As., considerando que era uno de los filósofos más agudos que él había conocido, y llamando la atención especialmente sobre su profundo y “católico” sentir esjatológico.
Con el pasar de los años, destaco de Federico una sabiduría notablemente vasta, con una singular asociación de ámbitos aparentemente distantes de la realidad, pero que justamente revelaban su vocación de filósofo. Pero más allá de su inteligencia, fue una gracia haber tratado en él, a un alma grande, verdaderamente católica, por lo universal. Jamás podría verse como intelectual “descarnado”. Así como en la conversación con él siempre asomaba la figura de su madre (cuyo Diario también es un deleite), de su esposa o sus hijos, todos los temas que abordaba los remitía a la realidad palpable y concreta.
Como hijo de la Luz, le preocupaba sobre todo, que su palabra “alumbrara” a sus oyentes o lectores, y para eso se valía si era necesario, de humor, fina ironía, recuerdos, noticias, citas muy variadas, y corazón de caballero, siempre en espera apasionada de la Parusía. Pocas veces hemos visto un hombre tan ardiente en esta bendita espera.
Ciertamente, uno de los intelectuales católicos más lúcidos con que la Providencia ha honrado a nuestra pobre Argentina agonizante.
Estas breves líneas de su obra “Noticias” dejan una brújula a todos sus lectores:
«Doy por supuesto que mis lectores están advertidos de que los medios mienten en casi todo lo que informan (porque nunca se puede mentir del todo: siempre “se miente con la verdad”, con “algo” de verdad). Lo único que quiero es contribuir a que los fieles de Cristo, mis hermanos, desarrollen armas de pensamiento crítico, para “ubicarse” en el mundo presente, a pesar de la espesa niebla de mentira que nos rodea.
Aunque esto no es de hoy, su profusión, y el impacto sobre la mente del espectador, en corto tiempo ha crecido exponencialmente. Y, así, del mismo modo ha crecido el poder de tales medios para tergiversar el real significado de los hechos. Dada la afición del hombre moderno a los mismos, se ha acrecentado la posibilidad de quedar embaucado por las “noticias” (a las que, de su raíz etimológica –notus: “patente”– no les queda nada). Creo no ser prejuicioso al asignar a los medios esa voluntad y ese poder de engaño… basta con leer los diarios, oír la radio o mirar televisión.
Este “análisis de las noticias”, esta lectura crítica de los medios informantes a fin de estar enterados de lo que realmente pasa en nuestro mundo, nos resulta vital a los fieles de Cristo. No para estar solamente “enterados” de lo que pasa sino, mucho más, para estar en condiciones de interpretar lo que pasa. Hay un sentido de los hechos históricos que nos es preciso descubrir. Las cosas no pasan “porque sí nomás”: hay un sentido de la historia. Un sentido –una ratio– que sabemos en qué consiste, a dónde va y en qué desemboca.»
“Cuando estas cosas comenzaren a suceder, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención” (Lc. 21, 28).
Gracias, Señor, por habernos dado la gracia de conocerlo.
Querido Federico: gracias de corazón por cada charla, por cada palabra henchida de caridad y de verdad; ¡Hasta el reencuentro!
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