(314) Sobre San Pelayo y la adhesión sacerdotal a las pastorales apóstatas

“Después de todo, ustedes se creen muy sabios, ¡pero con gusto soportan a los necios!  Aguantan cuando alguien los esclaviza, les quita todo lo que tienen, se aprovecha de ustedes, toma control de todo y les da una bofetada.” (2 Cor.19-21)

Hace unos siglos, el joven San Pelayo –cuya fiesta celebramos los católicos el 26 de junio-  dio su vida en defensa de la pureza frente a las seducciones degeneradas del Califa de Córdoba, donde habiendo sido cautivo observó que los altos cargos se compraban con la prostitución de las conciencias primero, y luego de los cuerpos.  

La política de Abderramán III -que hoy es la del mundo en general-, los hacía instrumentos útiles y manejables a costa de la apostasía, mereciendo así la confianza del tirano y a cambio se le prestaba todo tipo de “servicios”. Pasito a paso se llega a puerto, para bien y para mal.

Hoy un aplauso, mañana una sonrisa, pasado un silencio cómplice, y el día menos pensado, se está militando en las filas del enemigo y para tapar la renuncia propia, se trata de arrastrar a otros muchos. ¡Cuánto hemos de invocar hoy a aquel gran santo monaguillo, y difundir su culto!

En cambio, se lo ignora u oculta, sobre todo a los jóvenes, presas más fáciles de la corrupción generalizada no sólo en el mundo, sino aún en el seno de la Iglesia, donde a veces parece que se ha renunciado no sólo a la fe, sino a la lógica, mirando cómo ingresa un elefante en una cristalería y pretendiendo convencernos que es un lindo gatito.

Andamos como en Corinto…y a sus habitantes, como a nosotros, San Pablo advertía:

 Ustedes soportan de buena gana todo lo que cualquiera les dice, aun si les predican a un Jesús diferente del que nosotros predicamos o a un Espíritu diferente del que ustedes recibieron o un evangelio diferente del que creyeron.(…) Estos individuos son falsos apóstoles. Son obreros engañosos que se disfrazan de apóstoles de Cristo.  ¡Pero no me sorprende para nada! Aun Satanás se disfraza de ángel de luz. (II Cor, 11, 4-15)

A veces nos rasgamos las vestiduras por lo que sucede en Alemania, pero mientras tanto hemos de examinar también nuestras propias parroquias y diócesis, porque la verdadera y más grave pandemia que estamos padeciendo en el mundo es la gran Apostasía (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica n.675-677) y ésta va conquistando los ánimos poco a poco, como un tufo que todo lo penetra. 

En esta coyuntura, no podemos menos que preocuparnos por la salud espiritual de nuestro prójimo, que en algunos sitios va siendo relegada por el cuidado de la salud meramente física. Sigue habiendo almas inocentes, que no quieren dar crédito a que sus pastores lleven a la grey sedienta a abrevar en aguas envenenadas, como lo es la ideología de género. Ya no razonan bien, y creen que “si este padrecito apoya esto, no ha de ser tan malo…", en vez de juzgar en base a un criterio objetivo anclado en la Verdad, que es una.  Ni hablar cuando encima se ve que un personaje inicuo como James Martin recibe halagos, en vez de sanciones, de la máxima autoridad eclesial, que insiste en la enseñanza no católica -y tristemente cada vez menos escandalosa- enseñanza de que “Dios es padre de todos y todas".

Por ellos, y no por celo indiscreto, es nuestra obligación seguir denunciando claramente, aunque repugne al respeto humano. Eso nos manda la caridad fraterna, y al Obispo diocesano, la solicitud paternal hacia sus fieles. Por eso recordaba la Instrucción Redemptionis Sacramentum siguiendo a Sto. Tomás (Summa Theol., III, q. 64, a. 9 ad primum):

“…Los Obispos, presbíteros y diáconos, en el ejercicio del sagrado ministerio, se pregunten en conciencia sobre la autenticidad y sobre la fidelidad en las acciones que realizan en nombre de Cristo y de la Iglesia, en la celebración de la sagrada Liturgia. Cada uno de los ministros sagrados se pregunte también con severidad si ha respetado los derechos de los fieles laicos, que se encomiendan a él y le encomiendan a sus hijos con confianza…” (n. 186)

Nos encontramos hoy, por ejemplo, con una publicación del p. Hugo Arana, titular de la parroquia Sta. Ana -Bella Vista-, y administrador diocesano antes del nombramiento de Mons. Nannini actual obispo de la diócesis de San Miguel de Bs.As., en la que felicita por  las “celebraciones” (sic) del aniversario de “Padis” (Pastoral para la Diversidad Sexual), en este “mes del orgullo lgtb” que parecería querer reemplazar el Mes del Sagrado Corazón en las mentes de muchos, incluso dentro de la Iglesia de Cristo.  Es muy penoso que tengamos que preguntarnos si Mons. Nannini lo reprenderá, hará caso omiso, o le dará una felicitación.

Hoy muchos intentan postergar la doctrina de Cristo en pos de una presunta pastoral, y entonces nos preguntamos dónde hemos de colocar lo que el propio Espíritu Santo nos manda por boca de los mismos apóstoles, sobre quienes fue edificada la Iglesia:

Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!  Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras. (II Jn, 10, 9-11 ss)

Parece que ya es hora de que los fieles vayamos alejándonos de ciertos falsos pastores, buscando dentro de las posibilidades de cada uno, los sacramentos y la guía de sacerdotes realmente católicos, con que la misericordia de Dios aun consuela a su Iglesia.

¿Qué tipo de confesión nos ofrecerán quienes ya no tienen en cuenta los Mandamientos y la Revelación?  ¿Qué tipo de “shows” encontraremos en lugar de la Santa Misa?  Es verdad que a veces hay que “incomodarse” un poco con viajes más o menos prolongados, pero en conciencia creo que hay que hacerlo, y cuando no se hace, pidamos sinceramente la conversión de nuestros corazones, para que busquemos siempre lo mejor para el culto a Nuestro Señor, el primero que debe ser servido, y para el bien de nuestras almas, que a veces están tibias y como adormecidas ante lo que nos toca ver y vivir.

Leemos en la Sagrada Escritura:

“Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.”  (Apocalipsis 18:4-5)

Ayer fue la diosa razón, hoy lo es la diosa Sensiblería, que pretende destronar a Cristo Rey. Pues es innegable que cuando nos dejamos llevar por los puros sentimientos corremos el riesgo de confundir misericordia con la complicidad en los errores y pecados del prójimo, justificando acciones y doctrinas que no tienen ni sombra de parecido con el mensaje evangélico, y mucho menos con la fidelidad a nuestro Bautismo.

¿Que es doloroso “sacudir las sandalias” frente a un respetado sacerdote, un grupo de amigos o de apostolado? Sin duda, pero lo cierto es que no se puede conciliar el agua y el aceite, y bregar por la unidad no tiene nada que ver con promover la indistinción entre verdad y mentira, entre luz y tinieblas, porque es Dios mismo quien ha puesto enemistad entre la Mujer y la Serpiente; entre el linaje de María Santísima y el linaje diabólico.

Bajo el amparo de San Miguel Arcángel, pues, sea nuestra divisa: ¡¿Quién como Dios?!

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