(274) Creo en un solo Dios: el único verdadero
“El sacrificio de los impíos es abominación al Señor, mas la oración de los rectos es su deleite.” (Prov. 15,8)
“Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de ganado cebado; y la sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace."(Isaías 1, 11)
“Y el resto de la humanidad, los que no fueron muertos por estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni andar."(Ap.9,20)
“No dejéis de inculcar siempre a los mismos fieles que toda la verdadera felicidad humana proviene de nuestra augusta religión y de su doctrina y ejercicio; que es feliz aquel pueblo, cuyo Señor es su Dios.." (S.S. Pío IX, Quanta Cura, 10)
Esta mañana una persona conocida, cuya buena fe y buena voluntad no pongo en duda, me envió un mensaje aludiendo a que hoy era el “día de la hermandad universal". Pero como no suelo celebrar el Día de la Masonería por incompatibilidad absoluta con mi bautismo, considero buena oportunidad para redoblar el pedido de conversión y lucidez de ingenuos útiles, apóstatas y herejes, ya que Dios no hace cuarentena de milagros.
Cuando era pequeña, solía leer y releer mientras esperaba el transporte escolar de mi colegio, un cuadrito en la recepción con la frase de Antoine de Saint-Exupery: “Amarse no es mirarse mutuamente sino mirar juntos en la misma dirección”. Y al crecer, comprendí “con la razón y las entrañas” que era una sencilla pero magnífica definición de algo esencial del amor auténtico y de lo que podemos llamar comunión espiritual, esa cadena inquebrantable entre las almas, más allá de tiempos y de espacios. Y esa unidad preciosa como el oro, que ayuda asimismo a atisbar el misterio insondable de la Comunión de los Santos, nos ayuda a calibrar la eficacia de la unión de oraciones entre quienes profesamos la misma fe, la fe verdadera.
Y por eso mismo, también, ayuda a comprender el absurdo, la blasfemia y el insulto a la razón y a la fe que es pretender que puedan unirse los que dirigen su corazón e intención al Dios verdadero, y los que lo dirigen hacia los demonios. Puede haber entre ellos la misma unión que se logra entre el agua y el fuego, o para ser más claros, entre el cielo y el infierno. Esto es así debido a que
“La raza del hombre, después de su miserable caída de Dios, el Creador y el Dador de los dones celestiales, “a través de la envidia del diablo", se separó en dos partes diversas y opuestas, de las cuales la una lucha firmemente por la verdad y la virtud, otras de esas cosas que son contrarias a la virtud y a la verdad. El primero es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo; y aquellos que desean desde su corazón unirse con él, para obtener la salvación, necesariamente deben servir a Dios y a su Hijo unigénito con toda su mente y con toda su voluntad. El otro es el reino de Satanás, en cuya posesión y control están todos los que siguen el ejemplo fatal de su líder y de nuestros primeros padres, aquellos que se niegan a obedecer la ley divina y eterna, y que tienen muchos objetivos propios en desprecio de Dios.” (Humanum Genus, 1)
Santo Tomás de Aquino, comentando el Credo, señala también las causas o razones que han movido a los hombres a creer en la pluralidad de dioses:
14. LA PRIMERA es la flaqueza de la inteligencia humana. En efecto, hubo hombres cuya debilidad intelectual los hizo incapaces de elevarse por encima de los seres corporales, no creyendo que hubiese algo más allá de la naturaleza de los cuerpos sensibles; y por eso entre estos cuerpos a los que les parecieron más hermosos y más dignos, los tuvieron por preeminentes y gobernantes del mundo, rindiéndoles también un culto divino, como por ejemplo los cuerpos celestes, el sol, la luna y las estrellas. Pero a éstos les ocurre lo que a uno que fue a la corte de un rey: queriendo ver al rey, creía que cualquiera bien vestido o cualquier funcionario era el rey. Esta gente, dice el Libro de la Sabiduría, mira el sol, la luna, la bóveda de las estrellas, como si fueran dioses que gobiernan el universo (13, 2). Pero Dios les advierte: Alzad al cielo vuestros ojos, y bajadlos para mirar la tierra: porque los cielos como humo se disiparán, y la tierra se gastará como un vestido, e igualmente perecerán sus moradores. Pero mi salvación será eterna y mi justicia no tendrá fin (Ps. 51, 6).
15. LA SEGUNDA razón proviene de la adulación de los hombres. Algunos, en efecto, queriendo adular a los señores y a los reyes, les tributaron el honor debido a Dios, obedeciéndoles y sujetándose a ellos; y algunos de entre ellos los hicieron dioses después de la muerte, y a otros aun en vida los declararon dioses. Así leemos en Judit: Todos los notables de Holofernes decían entre sí: Sepan todas las naciones que Nabucodonosor es el dios de la tierra y que no hay otro fuera de él (5, 29).
16. La TERCERA causa proviene del afecto carnal a los hijos y consanguíneos. En efecto, algunos, por excesivo amor a los suyos, le erigían estatuas después de su muerte, y de ello se siguió que a esas estatuas les rindieran culto divino. De éstos dice la Sabiduría: Dieron los hombres a piedras y maderos el nombre incomunicable, porque cedieron demasiado a su afecto o porque honraron exageradamente a sus reyes (14, 21).
17. En CUARTO lugar, por la malicia del diablo. Pues éste desde el comienzo quiso igualarse a Dios, por lo que dijo: Sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono, escalaré los cielos y seré semejante al Altísimo (Is. 14, 13-14). Ahora bien, nunca ha revocado dicha decisión, por lo cual todo su esfuerzo se dirige a hacerse adorar por los hombres y a que le ofrezcan sacrificios: no porque se deleite en que le ofrezcan un perro o un gato, sino que se deleita en que a él se le reverencie como a Dios, por lo cual se atrevió a decir a Cristo: Te daré todos los reinos del mundo con su gloria si postrándote me adorares (Mt. 4, 9). Por esta misma razón entraban los demonios en los ídolos y mediante ellos daban respuestas para ser venerados como dioses. Dice el salmo: Todos los dioses de las naciones son demonios (Ps. 95, 5), y el Apóstol escribe: Lo que sacrifican los gentiles, lo sacrifican a los demonios y no a Dios (1 Cor. 10, 20).
18. Verdaderamente es horrible que el hombre adore a otros dioses y no al único verdadero Dios. Sin embargo son numerosos los que frecuentemente cometen un pecado grande por una u otra de las cuatro causas que acabamos de enumerar. Y ciertamente, si no de boca ni de corazón, al menos con los hechos demuestran que creen en muchos dioses. (Credo comentado, art. 1)
No es razonable, pues, que el acto más grato a Dios, como es nuestra oración de súplica reconociendo Su divinidad, pueda ser asimilado y equiparado en pie de igualdad junto al más acto más repugnante, como es el recurso a los demonios.
Y es blasfemo que se diga a los fieles que se pueden “unir” en la oración a un “padre común” los que tienen a Dios como Padre y los que dirigen sus súplicas a los ángeles caídos, que enredan a los hombres en las religiones falsas e inicuas.
El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere asimismo a los pecados contra el primer Mandamiento de la Ley de Dios, entre los que se halla la idolatría:
2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).
2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40).
¿Cómo pretender entonces una supuesta “unidad” de todos los hombres en oración indiscriminada, cuando en el caso de las religiones falsas, se los está alentando a pecar?
¿Y cómo podrá haber unidad entre los hombres, si por ésta se quiebra la comunión divina?
No hay que acallar el sentido común, que también en la fe nos presta su auxilio cuando estamos al abrigo de la Fe verdadera.
Con pluma magistral Castellani describe el Credo del Incrédulo, que hoy muchos profesarán sin darse cuenta:
Creo en la Nada Todoproductora d’onde salió el Cielo y la Tierra.
Y en el Homo Sápiens su único Hijo Rey y Señor,
Que fue concebido por Evolución de la Mónera y el Mono.
Nació de Santa Materia
Bregó bajo el negror de la Edad Media.
Fue inquisionado, muerto achicharrado
Cayó en la Miseria,
Inventó la Ciencia
Ha llegado a la era de la Democracia y la Inteligencia.
Y desde allí va a instalar en el mundo el Paraíso Terrestre.
Creo en el libre pensante
La Civilización de la Máquina
La Confraternidad Humana
La Inexistencia del pecado,
El Progreso inevitable
La Rehabilitación de la Carne
Y la Vida Confortable. Amén.
Por eso, lo que repugna a la razón y a la fe debe ser denunciado, rectificado y repudiado, siendo indigno de un cristiano, por contrario al honor debido al Señor y a la caridad, el aprobar en el prójimo la profesión de un error o ignorancia que puede condenarlo eternamente.
Así, pues,
“…erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confirió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio.” (S.S. Pío XI, Quas Primas, 15)
Por el contrario, sabemos y hemos de dar testimonio -a tiempo y a destiempo- de que
“El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano.” (León XIII, Annum Sacrum) .
Sin embargo, el trabajo de la masonería durante siglos por diluir la fe y la recta razón que custodiaba la Iglesia, ha sido cada vez más astuto y audaz, primero atacándola desde fuera asociándose a sus enemigos, y luego socavándola desde sus propias entrañas.
Hace más de un siglo León XIII lo denunciaba sin rodeos ni eufemismos:
“… los partidarios del mal parecen estar combinándose y luchando con vehemencia unida, liderados o asistidos por esa asociación fuertemente organizada y extendida llamada los masones. Ya no ocultan sus propósitos, ahora se están levantando valientemente contra Dios mismo. Están planeando la destrucción de la santa Iglesia pública y abiertamente, y esto con el propósito establecido de despojar completamente a las naciones de la cristiandad, si fuera posible, de las bendiciones obtenidas para nosotros a través de Jesucristo nuestro Salvador. Lamentando estos males, estamos constreñidos por la caridad que insta a Nuestro corazón a clamar a menudo a Dios: “Pues he aquí, tus enemigos han hecho ruido; y los que te odian han alzado la cabeza. Han tomado un consejo malicioso contra Tu pueblo, y han consultado contra tus santos, han dicho: ‘ven y déjanos destruirlos para que no sean una nación’ (2).
9. Hay varios cuerpos organizados que, aunque difieren en nombre, en ceremonial, en forma y origen, sin embargo están tan unidos por la comunidad de propósito y por la similitud de sus opiniones principales, para hacer de hecho una cosa con la secta de los masones, que es una especie de centro de donde todos salen, y donde todos regresan. Ahora, estos ya no muestran un deseo de permanecer ocultos; porque celebran sus reuniones a la luz del día y ante la vista del público, y publican sus propios órganos de periódicos; y, sin embargo, cuando se los comprende a fondo, se descubre que aún conservan la naturaleza y los hábitos de las sociedades secretas…”
Luego su veneno se diseminó por las venas mismas de la Iglesia especialmente a través del Modernismo, y pese a la heroica defensa de la fe librada por San Pío X, llegamos hoy al estado de confusión y protestantización a fuerza de libre examen, en que tantos se pierden o se desesperan.
Ayer, la densa niebla que cubrió el santuario de Fátima, mientras se blindaba el lugar contra el “peligro” de la afluencia de hijos ante la Madre, parecía representar la ceguera que hoy nubla a tantos hijos de Nuestra Señora, alumbrados en el Gólgota con lágrimas de sangre.
Resulta espeluznante que padeciendo -y negando empecinadamente- un justo castigo por el sacrílego Sínodo de la Amazonia, en vez de pedir a toda la Iglesia penitencia, se promueva -salvo honrosas excepciones- un nuevo acto que desafíe la ira de Nuestro Señor.
Por tanto, proclamando a voz en cuello que sólo Nuestro Señor Jesucristo es la Verdad hecha carne y causa de toda Salvación, no podemos en el día de hoy sino afirmar con más énfasis que nunca, el Credo en que hemos sido bautizados, la Fe de la Iglesia “que nos gloriamos de profesar”, y repudiar con todo el corazón cualquier forma de perversión, que la equipara al sincretismo más burdo con pretextos humanistas, venga de quien venga.
Por supuesto que rezaremos hoy, en desagravio a tanta abominación, porque la reparación y penitencia es perentoria, siguiendo el consejo del papa León XIII, cuyo eco nos llega hoy con atronadora vigencia:
“37. Les suplicamos, por lo tanto, con corazones unidos, para permanecer en comunión e inmóviles contra la fuerza de avance de las sectas; y en duelo y súplica para extender sus manos a Dios, rezando para que el nombre cristiano florezca y prospere, para que la Iglesia pueda disfrutar de su libertad necesaria, para que aquellos que se han extraviado puedan volver a la mente correcta, ese error por fin pueda dar lugar a la verdad y vicio a la virtud.
Tomemos a nuestra ayudante e intercesora, la Virgen María, Madre de Dios, para que ella, quien desde el momento de su concepción venció a Satanás, pueda mostrar su poder sobre estas sectas malvadas, en las cuales se revive el espíritu contumaz del demonio, junto con su perfidia y engaño insubordinados. Supliquemos a Miguel, el príncipe de los ángeles celestiales, que expulsó al enemigo infernal; y José, el esposo de la Santísima Virgen, y patrón celestial de la Iglesia Católica; y los grandes apóstoles, Pedro y Pablo, los padres y campeones victoriosos de la fe cristiana.
Por su patrocinio, y por perseverancia en unidos orando, esperamos que Dios pueda socorrer misericordiosa y oportunamente a la raza humana, que está rodeada por tantos peligros.”
Que el Señor nos encuentre velando y reparando, y que abrevie los tiempos.
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8 comentarios
Antes de hojear InfoCatólica, leí su artículo a través de un amigo personal y otro virtual, quienes compartieron el enlace.
Comparto el contenido del post al cien x cien.
Me ha gustado mucho esa frase que leía cuando niña: "Amarse no es mirarse mutuamente sino mirar juntos en la misma direccion"; al desear publicarla en mi muro de Facebook e ignorando el autor de la misma, he detectado que corresponde a Antoine de Saint - Exupéry, católico aviador francés.
El Señor la bendiga y le guarde.
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V.G.: ¡Gracias por el dato, padre! Ya lo agrego al post.
Dios lo bendiga a ud. y fortalezca cada día en su sacerdocio para ser muy santo.
¡¡VIVA
CRISTO
REY!!
Y preparémonos un día sí y otro también, para combatir contra las huestes del Anticristo, que ya han sentado baza en la Iglesia.
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V.G.: ¡Viva!!!
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V.G.:¡Bendito sea Dios!!!
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V.G.: Pueden rezar a quien quieran, por supuesto. Pero convengamos que los cristianos no tenemos el mismo Dios que los que no lo son. Y como hay UN solo Dios, quien no se dirige al Dios verdadero, sencillamente se dirige hacia los demonios, a quienes desde ya, no podemos unirnos.
"como el Espíritu se los insufle": ¿Y ud. cree que el Espíritu Santo es esquizofrénico, y que las religiones paganas y satanistas son inspiradas por Él?
Cuidado con la blasfemia, Farías... El Espíritu Santo es de Verdad , de Luz y de Paz; no de confusión y horror.
"Creo en un sólo Dios: Único y Verdadero"
Un principio verdadero para todo cristiano/a, y sin tal creencia no sería posible tener comunión con Él.
Cita bíblica y reflexión (I)
En estos días de coronavirus, sin lugar a dudas, Dios utiliza en su soberanía para avisarnos de lo falible que es el ser humano, y creo que también para dar oportunidad al arrepentimiento y a la búsqueda de Dios. Y otras señales vendrán, según las profecías bíblicas, que están en la Biblia. ¿Hay para el creyente en Jesús esperanza? ¡Claro que sí! Muchos textos bíblicos lo corroboran, y entre ellos el que señalo en esta “cita bíblica y reflexión”.
Filipenses 4:7
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Un texto sagrado con mucho calado espiritual. Un fin que me motiva a una escueta explicación, pero sustanciosa para los hambrientos, ´no de pan´, como dijo Jesús, “sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt.4:4). Hago una división en tres apartados:
1. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”.
¿Alguien puede entrar en una comprensión inteligente respecto a la paz de Dios?, el texto lo deja claro: “sobrepasa todo entendimiento”. Sin embargo, es una paz que uno puede experimentar y contrastarla con la que procede del mundo; así lo dijo Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy: yo no os la doy como el mundo la da” (Jn.14:27) ¿Cuál de ellas preferimos, la de Jesús o la del mundo? Uno tiene que plantearse su libre decisión al respecto. Tal paz de Dios es un resultado de una fe salvífica obtenida en Jesucristo: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro.5:1). Una paz auténtica interior pasará, inevitablemente, al tener paz con Dios.
2. “Guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos”.
La manera en la que uno piensa le guiará en una dirección u otra, y caracterizará su persona como tal: “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Prob.23:7) ¿Hacía dónde debería estar enfocado nuestro pensamiento?: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil.4:8). Hay, sin lugar a dudas, una gran batalla en nuestro intelecto, que el mismo apóstol Pablo experimento: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Ro.7:19)
3. “En Cristo Jesús”.
La clave está anclada en esta frase, ya que sólo “en Cristo Jesús”, Dios, “guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos”, y siendo así, y no de otra manera, obtenemos: “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”, o sea, está fuera del intelecto humano. Una verdad incuestionable para el cristiano que no ignora las Sagradas Escrituras. Queda claro que la paz no está acondicionada a las circunstancias, sino que trasciende a ellas, por ello, en cualquier conflicto de la índole que sea, hay paz “en Cristo Jesús”.
Reflexión
“Pero no hay paz para los malvados /dice Yavé” (Is.48:22). Y en cambio: “Tú (Dios) guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento, en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Is.26:3) Existe una paz artificiosa, de autoengaño, pero la paz verdadera sólo emana de Dios, “Jehová, tú nos darás paz” (Is.26:12) , y es en Él donde uno debe buscarla, y no en cualquier otro lugar, y la encontrará si lee con atención la palabra de Dios.
Bendición.
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