(116) Sobre la obediencia desordenada (y una carta de L. Castellani)
Hay multitud de fieles que creen que la fidelidad exige una obediencia ciega, de renuncia al sentido común y a la prudencia, y obsecuencia ante toda autoridad, sobre todo si se trata de autoridad religiosa.
-¿Los santos han sido capaces de pecar y errar? -Ciertamente.
-¿Seremos por ello devotos de sus pecados y errores? -Sería una necedad; sólo alabamos en ellos las virtudes, que nos sirven de estímulo y ejemplo. Solamente en Nuestro Señor resplandece la Verdad y Belleza sin la menor sombra, y en su Madre Santísima, vestida de sol y coronada de estrellas.
-¿Y nuestros superiores, no siendo santos, son capaces de pecar y errar?
-Con mucha más razón, así parece; podrán pecar y errar en lo poco y en lo mucho, sin duda alguna, y su vida será combate intenso, como la nuestra. No admitir esta posibilidad, rozaría la idolatría, como podrá darse cuenta…
-¿Pero debemos igualmente obedecerles? -Por supuesto, en todo aquello que no suponga pecado ni ocasión próxima para nuestra alma o la ajena.
En resumidas cuentas: ¿puede uno obrar contra la virtud de la obediencia, obedeciendo?
Claro que sí, obedeciendo MAL, o mejor dicho, desordenadamente.
Así como el pecado original -nuestro y del prójimo- no nos exime de la obediencia, ésta a su vez tampoco nos exime de la obligación de un recto uso de la razón y la fe para pensar, y en ciertos casos, saber que además de desobedecer, obedecer mal también es contra la virtud de la obediencia. Ésta no es, pues, la primera de las virtudes sino que es subordinada y no puede ser ciega.
Inmoral sería así someterse activamente a mandatos moralmente malos; irresponsable el prestarse a órdenes notoriamente inconvenientes, sin preocuparse de advertir sobre peligrosas consecuencias, o desentendiéndose de ellas para ahorrarse disgustos y complicaciones.
Y aunque a algunos parezca esto una verdad de Perogrullo, creemos necesario aclararlo en días en que como respuesta a una corriente de anarquía y relativismo moral, contestataria sistemáticamente, hay multitud de fieles que creen que la fidelidad exige una obediencia ciega, de renuncia al sentido común y a la prudencia, y obsecuencia ante toda autoridad, sobre todo si se trata de autoridad religiosa.
El voluntarismo divorcia moral y metafísica, y de este modo, parecería que no hubiera ningún Bien objetivo que atraiga a la voluntad humana, y ésta se haría “buena” por la sola obediencia. En este marco nominalista, se considera que algo es bueno porque la autoridad -o Dios, de quien proviene- lo manda, y no al revés: tal cosa es buena, y por eso, Dios la manda infaliblemente, y el superior debería hacerlo también, sometiéndose de antemano a una Ley que está por encima de él. Por ello ninguna autoridad puede por ejemplo, modificar los Mandamientos.
Esperando pues aportar un poco más de claridad en este asunto, seleccionamos una carta de Castellani suficientemente orientadora.
Carta sobre la Obediencia (Leonardo Castellani)
I
(…) La obediencia religiosa está enderezada a la perfección evangélica; sólo puede producirse en el clima de la caridad, y el abuso de la autoridad no solamente la hace imposible sino que constituye una especie de profanación o sacrilegio.
La definición de “obediencia” de Santo Tomás es “oblación razonable firmada por voto de sujetar la propia voluntad a otro por sujetarla a Dios y en orden a la perfección.”
Esta definición contiene claramente los límites de la obediencia porque no hay que creer, que la obediencia es ilimitada. Todo lo ilimitado es imperfecto. La obediencia religiosa es ciega, pero no es idiota. Es ciega y es iluminada a la vez, como la fe, que es su raíz y fuente. Sus dos límites son la recta razón y la Ley Moral.
Ambos límites están también fijados por San Ignacio al afirmar a una mano que físicamente es imposible asentir a algo absurdo, y a otra, que no hay que obedecer cosa en que se viese pecado, no ya mortal solamente, sino de cualquier clase. No se puede ejecutar virtuosamente ninguna cosa donde exista la más mínima porquería, relajamiento, vileza o claudicación moral.
Esto significa simplemente que ningún hombre puede abdicar su propia conciencia moral, como nota el Angélico en De Ver. 17, 5, Ad 4m. “Unusquisque enim tenetur actus suos examinare ad scientiam quam a Deo habet, sive sit naturalis, sive acquisita, sive infusa: omnis enim homo debet secundum rationem aguere” (1). ¡No podemos salvarnos al tenor de la conciencia de otro! ¡No podemos eximirnos de discriminar exactamente con nuestra razón el bien y el mal moral, uno para tomarlo y otro para lanzarlo! ¡No puede ser nuestro guía interior la razón ajena: los actos morales son inmanentes y su “forma” es la racionalidad! Si bastara para salvarse hacer literal y automáticamente lo que otro nos dice ¿cuál sería entonces la función de la fe, de la oración, de la meditación, de la dirección espiritual, del examen y del estudio?
Nuestro Padre Ignacio recogió de los antiguos Padres dos expresiones metafóricas que si se tomaran literalmente engendrarían una monstruosidad. Como bastón de hombre viejo hay que obedecer y a manera de cadáver hay que obedecer: sí señor, pero no antes que la conciencia moral haya asimilado el mandato, colocándolo en la línea de su conocimiento de Dios y haciéndolo escalón de fe y de caridad divina. Es evidente que esto no se puede hacer con una cosa torpe, absurda o ridícula. (…)
El obediente verdadero obedece al Superior menor a la luz de la voluntad conocida y amada del Superior mediano; y al Superior mediano a la luz conocida, entendida y amada del Superior Sumo; y la de éste a la luz de las Reglas; y éstas a la luz del Evangelio; y éste a la luz interior que el Espíritu Santo imprime en los corazones y con la cual el Verbo ilumina a todo hombre venido a este mundo; de manera a formar una escala luminosa por la cual cualquier voluntad contingente o ínfima haga actos muy excelentes, superiores a su propia habitualidad tomada separadamente, por su unión con otras voluntades mejores, y en definitiva con la de Dios. Y la voluntad de Dios, no es de derogar el orden natural sino de coronarlo y sobreelevarlo.
Con esto queda dicho que la obediencia no se inventó para que en la vida religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden natural se vuelva del revés y los necios presuman guiar a los entendidos y “llevarlos al hoyo", como previno N. Señor en la Parábola de los Ciegos.
No se inventó la obediencia para substituir en el gobierno de los hombres la inteligencia por el antojo de los ambiciosos o agitados; ni para pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que lo sabe; ni para destruir en los hombres la conciencia profesional ni la honradez intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los mediocres engreídos, esos “superiores briosos y sin letras” a los cuales la cordura de Mariana atribuía la causa de los desórdenes sociales en la Provincia Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas dijera Cristo: “Qui vos audit, me audit” (2) y para eso reglamentara la Iglesia la vida religiosa; pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera venido.
Los que llevados de cualquier pasión, o por ignorancia o por malicia, sabiéndolo o no sabiéndolo, quieren hacer un “cadáver” h literal de sus súbditos; o bien se sujetan al Superior con el servilismo inerte de estólidos “bastones"; pecan, abusan del don de Dios, desacreditan a Cristo. Como toda virtud marcha en medio de dos vicios, así la obediencia camina entre la insumisión por un lado y por otro la sujeción servil, el espíritu de esclavo, la obsecuencia muerta, la dependencia al hombre como hombre, la ignavia (3), la pereza de pensar y la cobardía de ser persona, cosas todas que son abominables a Dios y al varón Cristo y que impiden al hombre ser dueño de sí, tomar el timón y ser el capitán de su propia alma.
Lo cual es el principio de toda vida que no sea infrahumana y mucho más de una vida sobrenatural.
II
La verdadera obediencia pertenece a la virtud de la religión, la primera de las morales; y por tanto sólo puede producirse en el clima teologal de la caridad. Sin caridad es informe. Una virtud informe es a veces más peligrosa que un vicio, “por ser grande el peligro de la vía espiritual cuando sin freno de discreción se corre por ella". Ésas son las “virtudes locas", que a semejanza de las “verdades locas” de Chesterton, son dinamita.
El P. Genicot pone el caso de un súbdito que notase en el Superior señales inequívocas y habituales de hostilidad o enemistad; y preguntándose si en este caso estaría obligado a obedecerle, responde que no, incluso en los mandatos donde no se vea formidolosidad (4); pues un enemigo nos desea de suyo la destrucción aun sin saberlo. Cesa la obligación de la obediencia, por incumplimiento por parte de uno de los “contratantes".
Aristóteles enseña (Eth. Nic. IX, 6) que una sociedad cesa de serlo si se deseca en ella la “concordia", que es la amistad social; entre religiosos llamada “caridad". En ese caso hipotético, el mecanismo de la obediencia se convertiría en un esqueleto sin carne, en una máquina monstruosa que parece humana pero puede ser ocupada de hecho por el demonio: máquina que no puedo considerar sin horror. En efecto, en tal caso, aquel inmenso poder que presta a un mortal la atadura omnímoda y total con que otro se le ha sujetado como si fuese al mismo Dios, moviéndose desordenadamente y sin el control del amor divino y el lubricante del afecto humano, puede producir estragos, puede torturar de una manera increíble; y yo no dudo que puede, permitiéndolo Dios, llegar al homicidio indirecto poco menos. La historia parece confirmarlo. Omnis, qui odit fratrem, homicida est. (5)
En efecto, se produce el caso de la madre desnaturalizada, que es, dice Aristóteles, la bestia más cruel que existe. ¿Puede darse este caso? ¿Es posible esta desaparición de la caridad y la consiguiente aberración del poder en lo religioso?
Hélas, todo es posible al hombre corruptible y el mortal puede abusar de todo, incluso de la Eucaristía, como vemos en la Primera a los Corintios, XI. Esto, hablando en tesis. Hablando en concreto, me parece difícil que acaezca en nuestra Compañía, que parece conservar de San Ignacio una herencia persistente de nobleza y dignidad independiente de la eventual baja cuna o plebeyismo de tales o cuales superiores, y una de las contingencias más temibles de la ambición y el nimio apego al mando.
Sin embargo nuestros enemigos nos han descrito muchas veces con esa figura de máquinas inhumanas, autómatas inertes, conciencias mutiladas. (…) ¿Qué veían para poder hacerlo? Veían las reglas sin el interior espíritu de amor y caridad. Veían lo que sería la Compañía si se violase en ella la Regla Primera. Veían lo que puede ser la Compañía de Jesús sin gobierno o con mal gobierno; y lo que tiene el deber gravísimo de evitar la Congregación Provincial y la Congregación General. (…)
III
De la misma definición puesta arriba, se deduce la tercera de las propiedades de la obediencia, a saber: que ella ata al Superior lo mismo que al súbdito de tal modo que a causa de ella un mandón indiscreto, un inepto para dirigir, un superior sin luz puede cometer como una especie de profanación o sacrilegio. En efecto, los votos hacen al religioso, según Santo Tomás, “res sacra” (6) a manera de los antiguos sacrificios. Dios mató a los profanos que comieron los panes de la proposición, que eran panes no consagrados, sino meramente ofrecidos a Dios por el pueblo.
Mi buen amigo el P. Prato O.M.R.C. desenvolvió discretamente esta doctrina de Santo Tomás en el retiro que dio a los PP reunidos para el Capítulo Provincial: probó que un religioso era más sacro que un cáliz, una patena o una custodia, con los cuales consta que se puede pecar aun gravemente por irreverencia o profanación. Es una custodia viviente: para él se han hecho todas las custodias de la tierra. Para el hombre se hizo el sábado.
Si a algo creado se puede comparar, sería a las mismísimas especies sacramentales, depositarias de Cristo. Porque por la gracia no solamente en él vivimos nos movemos y somos, sino que veramente “vivit vero in me Christus” (7); y por la profesión religiosa, somos simpliciter cosa e impersonación suya. Por eso es sacrilegio matar a un clérigo o poner en él violentas manos. Por eso también es profanación tratarlo como animal o planta.
Ahora bien, el cordón umbilical (si licet) de esta transvitalización no es otro que el voto de obediencia; el cual por consiguiente agarrar con torpeza, manejar con descuido o izar con violencia es cosa gravísima. Usar del mandato bajo santa obediencia de cualquier manera, para cosas absurdas, irrazonables, fútiles, inútiles, inconsideradas o simplemente menores en volumen o ridículas en importancia, es pecado grave según todos los teólogos. Es pecado de irreverencia y desecración.
En la Primera a los Corintios San Pablo explica las frecuentes enfermedades y muertes prematuras de los fieles por las irreverencias y abusos vigentes hacia la Sagrada Eucaristía. De donde arguyen los teólogos que Dios castiga esta especie de pecados con flagelos corporales. “Ideo inter vos multi inflami et imbecilles et dormiunt multi.” (8)
Habiendo pues una analogía perfecta entre el Sacramento y el sacro hombre que es el religioso, bien se puede temer en pura fe que un bajón en la pureza, la verdad y la caridad en el modo de mandar, la falta de justicia distributiva en el gobierno, y la flojera e impotencia en reparar las injusticias y las iniquidades, no atraigan el peso del brazo airado de Dios.
(…) el caso es, AA. HH. míos, que estas consideraciones son verdaderas y no pertenecen al mundo de la estratósfera ni al planeta Marte; y me ha parecido expediente in Dómino hacerlas para mí primero y luego para quien quiera recibirlas. Si nadie quisiera recibirlas: si la afición al ocultismo y el “tapujismo” vigentes en la Provincia echara tierra encima de esta luz que por el más indigno de sus hijos se hace patente, si los Rectores prudentes se creen con derecho e impedirme la “communicatio crebra” con mis carísimos Hermanos y Padres, después que se me ha excluido de la Congregación Provincial y se me ha difamado por nuestras casas, ¿creen que voy a morir por eso? (…). Invenciblemente non sine númine (9) me siento obligado a decir la verdad, por la vía que me queda abierta, en el momento en que nuestra amada Provincia, como la Compañía toda y la Iglesia por entero se preparan, como dijo su Santidad Pío XII, AL FUTURO PRÓXIMO ENCUENTRO DE CRISTO CON EL MUNDO.
En unión de oraciones sinceramente
Professus Mínimus
Leonardo Castellani, “Cristo y los fariseos”
Notas:
(1) Cada uno está obligado a examinar sus actos según la ciencia que ha recibido de Dios, ya sea natural, ya adquirida, ya infusa: pues todo hombre debe actuar según la razón.
(2) Quien a vosotros escucha, a mí me escucha (Lucas 10, 16).
(3) Apatía, flojedad.
(4) Temor.
(5) Todo el que aborrece a su hermano es un asesino (1 Juan 3,15).
(6) Una cosa sagrada.
(7) Es Cristo quien vive en mí (Gálatas 2,20).
(8) Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos (1 Corintios 11,30).
(9) No sin inspiración divina.————————————————————————
Infocatólica agradecerá vuestra generosa colaboración; le sugerimos cómo hacerlo.
16 comentarios
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¿Cree ud. que Dios es caprichoso, y podría mandar lo contrario? Así, Ockam planteaba que la vigencia de los Mandamientos es absolutamente contingente. Dios puede ordenar el odio respecto de El, el homicidio del inocente, el robo, el adulterio, etc. Ninguno de estos actos es malo en sí mismo y tampoco hay actos buenos en sí mismos: amar a Dios o al prójimo, dar limosna, hacer justicia, etc. No hay nada en la realidad, en la naturaleza de las cosas o del hombre que pida esa ley. No hay ley natural ni orden natural porque no hay naturaleza ni ley natural.
Invierto su proposición: Dios manda algo porque eso es bueno o conveniente.
Inmensa verdad, como siempre Castellani da en la clave.. Cada hombre, con sus peculiaridades, sus humores, su manera de sentir y pensar, es querido por sí mismo por Dios; no podemos ser clones o autómatas siguiendo ilimitadamente mandatos de otros hombres porque no es eso lo que Dios desea de cada uno. Y San Pablo no deja de repetirnos que somos libres -que hemos alcanzado la verdadera libertad- en Cristo Jesús. Pero como nos recuerda el propio Castellani, la verdadera libertad es un estado de obediencia, primero a Dios y luego a la razón purificada por la verdad divina.
La obediencia es una inmensísima virtud de humildad, sí, pero exige una recta sabiduría en el que manda y en el que obedece. Un exceso en el que manda es soberbia, un exceso en el que obedece es idolatría. Pecados gravísimos ambos.
el conocimiento de Cristo es el objetivo tenerlo como el bien más alto, como la verdadera amistad, ver donde estamos parados.
Es muy evidente las faltas de caridad, cuando esto no es asi, es una gran muestra de amor defender la Verdad, siempre amando al prójimo, quien es el projimo cite a Santa Teresa Benedicta de la cruz, y La Salvivici Doloris.Sin Cristo, somos, los que somos nada más nada es igual a una maquina de hacer lo que no se debe, Pecado Original San Pablo.Justamente el modernismo es evidente las faltasde Caridad, no debe existir la Gracia para ellos.
Que Dios te bendiga y bendiga a la Iglesia-
A todos, que los Sacerdotes se den cuenta, en la medida que CRISTO crece en un alma se vuelve mas libre, solo ama la VERDAD, y un grado de alto de Amor a la Verdad es su defensa, porque la VERDAD es un gran bien para la Humanidad, y quiere el bien para todos, por ejemplo para la Patria, el que Ama a la Patria Ama a sus Compatriotas,Martin Fierro, José Hernández, y se extiende, y muy difusivo evidentemente.
Que Dios te bendiga, y lo haga con la Iglesia.Es MUY Grande y hermosa, NUestra Madre, y Maravillosa, tantos Santos, que historia!!
Maria Virginia, excelente el post. Muchas Gracias, que Dios nuevamente te bendiga.
Pero mira que te gusta sufrir, con la alergia que te da a ti el P. Castellani y venga una y otra vez vuelves por aquí a encontrártelo.
Nota: Si Castellani te da alergia, erupciones y vomitos, igual es que no eres católico. Prueba en un blog protestante.
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V.G.: Bueno, hombre, yo no le cuestiono el masoquismo al venir a este blog. Pero no; no lo mando a un blog protestante. Yo diría que con esos síntomas sea un poco más sencillo y vaya a visitar a un médico...
Hay silencios que abruman, y hace que el MAL, se difunda, el DIABLO esta a sus anchas, sepa que tengo a Piper como libro de cabecera.
Pero piense en el Diablo, quiere que callemos la VERDAD, lo dijo el estimado Bruno, el quiere ser como las virgenes prudentes, no como las imprudentes que estaban dormidas.El Esta muy Despiert y Gracias a Dios porque no lo quiero adular es un pensador eminente.
Que Dios lo bendiga y lo haga con la Iglesia, que se puede decir de estimado Padre!!!es un Hombre de Dios.
“Y porque el Romano Pontífice preside la Iglesia universal por el derecho divino del primado apostólico, enseñamos también y declaramos que él es el juez supremo de los fieles, y que, en todas las causas que pertenecen al fuero eclesiástico, pueden recurrirse al juicio del mismo; en cambio, el juicio de la Sede Apostólica, sobre la que no existe autoridad mayor, no puede volverse a discutirse por nadie, ni a nadie es lícito juzgar de su juicio”. (Denzinger-Hünermann 3063. Concilio Vaticano I, Cuarta sesión, 18 de Julio de 1870, Primera Constitución dogmática “Pastor Aeternus” sobre la Iglesia de Cristo, n. 3)
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V.G.: Lo suyo es una infamia "cazabobos".
Así como para repudiar la desesperación no hace falta caer en presunción, y para combatir la pusilanimidad no se debe caer en la temeridad, este artículo apunta a recordar que no sólo se puede pecar contra la obediencia por desobediencia, sino también por obediencialismo.
Culto de latría, sólo a Dios.
La idolatría es pecado grave, sea ésta dirigida a los santos, a la Santísima Virgen o al papa Francisco. ¿Lo puede entender?
Y bendita sea la obediencia hoy y siempre: la obediencia RECTA, no su falsificación, que como toda mala copia, sólo halaga al padre de la Mentira.
Dios ilumine sus miradas, aprendiendo a ver.
Yo no comentaré el artículo sino antes bien tu respuesta al primer comentario, que es muy jugosa. Efectivamente, el nominalismo ockamiano niega el Orden Natural, y consecuentemente el Orden Sobrenatural.
Parece mentira que en plena Edad Media y siendo contemporáneo del cíclope Santo Tomás, Ockam plantara la raíz del nefasto árbol cuyos amargos frutos vemos hoy tan diseminados: el relativismo, el ateísmo, la teoría de género, en fin, la negación del orden Natural y del Sobrenatural.
Ahora bien, en punto a la obediencia, Ockam propone ni más ni menos que a un Dios Tirano. Y también hoy en día vemos sus acerbísimos frutos: la democracia en una tiranía de facto, pues pretende imponer a toda la población los caprichos -a veces alucinantes- de la minoría que logra hacerse titular de la imaginaria "voluntad popular".
En Argentina el lamentable Proceso Militar, que pretendía hacerse pasar por católico, acuñó la frase "Obediencia Debida" para justificar los crímenes y aberraciones morales cometidas por el personal militar subalterno. Ockamismo puro y duro, que es absolutamente indefendible a la luz de la Razón y de la Fe.
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V.G.: Muchas gracias Ricardo.
(Por cierto, se lo echaba de menos por estos lares! Una alegría el reencuentro.)
Me enviaron un archivo con la Carta Abierta al Papa Francisco, el 8 de Dic. 2015 suscrita por :
Chistopher A. Ferrara. Michael J. Matt, Dr. Jhon Rao, Profesor Brian McCall, Elizabeth Yore,
Timothy J. Cullen, Chris Jackson, Michael Lofton, Father Celatus, Connie Bagnoli, Susan Claire Potts, Robert Siscoe, John Salza, Esq., Vincent Chiarello, Periódico The Remnant,...
personas a quienes no distingo... (y de las cuales no puedo dar fe).
La Carta Abierta es " Un pedido urgente al Papa para que cambie de rumbo o renuncie al cargo de Sucesor de S. Pedro" seguido de unos HECHOS a manera de proceso, en los cuales se citan textos y explican los contextos de 115 frases del Papa, en los primeros mil días de gobierno petrino. La verdad, lloré... y oré. Algunas frases y hechos se han comentado aquí. Qué dolor saber que está siendo cuestionado por esas desafortunadas y tal vez bien intencionadas actitudes y palabras que han colocado a la Iglesia en pie de alarma, pues es evidente que tocan dogmas, concilios, magisterio de la Iglesia de 2000 años... Hay que orar mucho y seguir orando... Ya, guardar silencio, no es suficiente pues es claro que otros, No Católicos, lo celebran... Repito, orar!
Gracias por el tema del artículo! me permite desahogarme un poco y pedirles sigamos orando.
Como comenta alguien, el Papa Benedicto hace alusión a que " es cosa de Dios hacer la Unidad de los cristianos, y a nosotros nos corresponde orar mientras es la hora", no forzarla con actitudes personales, impropias, ni vendiendo nuestra fe por hacer y coronar El Ecumenismo... La pregunta que se hace el Cardenal Pell sobre si es el Papa 266 o el Antipapa 38, da para esperar cómo se presenta La Familia, después del tan cuestionado sínodo, en las directivas que se esperan para Octubre, si Dios quiere. La Obediencia se le debe a Dios, y El nos habla por causas secundarias... Pero hay que hacer uso de nuestro entender y ser responsables. Distinguir el Bien del Mal. Gracias.
Para su mejor comprensión haga a un lado su teología intelectual y céntrese en lo fundamental.
Idolatría: Adoración de la representación de una divinidad, sobre todo si es considerada falsa. Amor excesivo por una persona o cosa.
Obediencia:
Cumplimiento de lo que se manda o es preceptivo:
votos de obediencia.
obediencia debida der. La que se rinde a un superior jerárquico y actúa como eximente de responsabilidad en un delito.
Espero lea despacio y logre comprender el alcance del numeral 3063 del Denzinger-Hünermann, el cual se lo vuelvo a repetir, a menos que usted ya haya entrado en la desobediencia total al Romano Pontífice:
“Y porque el Romano Pontífice preside la Iglesia universal por el derecho divino del primado apostólico, enseñamos también y declaramos que él es el juez supremo de los fieles, y que, en todas las causas que pertenecen al fuero eclesiástico, pueden recurrirse al juicio del mismo; en cambio, el juicio de la Sede Apostólica, sobre la que no existe autoridad mayor, no puede volverse a discutirse por nadie, ni a nadie es lícito juzgar de su juicio”. (Denzinger-Hünermann 3063. Concilio Vaticano I, Cuarta sesión, 18 de Julio de 1870, Primera Constitución dogmática “Pastor Aeternus” sobre la Iglesia de Cristo, n. 3)
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V.G.: Francisco, si algo defiendo como católica, es la virtud de la obediencia.
En su defensa, pues, es necesario distinguir que contra ella no sólo está la desobediencia sino también el obediencialismo.
Si se refiere puntualmente al Vicario de Cristo, le respondo con lo que S.S.Benedicto XVI señalara oportunamente: "el Papa, que es un punto de referencia para la comunión con todos los pastores de la Iglesia, no puede hacer lo que quiere, sino al contrario; es custodio de la obediencia a Cristo y a su palabra".
Catecismo de la Iglesia Católica:
86 "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído."
Es preciso además distinguir la obediencia de la REVERENCIA, ya que la primera es a los preceptos o normas, mientras que la segunda se dirige a la persona del superior.
Ya que ud. mismo pide atender a lo fundamental, ¿qué es lo fundamental, la reverencia a la persona del pontífice, o la conservación de la fe verdadera, razón por la cual fue instituido el pontificado?
ETCÉTERA.
Una pena que este lúcido comentario no vaya a salir publicado.
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V.G.: Publico el principio y el final, sólo para seguir comprobando el crecimiento de nuestra cordial relación. Siga difamando, que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Hace falta una disponibilidad a prueba de balas, una enorme capacidad de valentía en el medio del terror que se siente de no dominar nada, una capacidad de despojo y de dejarse despojar, un amor inmenso por Él, como de esposa que somos por ser la Iglesia, por su obra, por la pupila de sus ojos que son los hombres y mujeres del mundo entero.
NO he llegado a vivenciar completamente lo que puse en este último párrafo, y no soy más malo porque Dios no me deja, y si algo experimenté fue para poder ayudar. Sé que se trata de un camino enormemente arduo el de la obediencia, un camino de discernimiento permanente, humilde, muy humilde.
Dios la siga bendiciendo.
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