(72) De la tranquilidad de conciencia, y el “mínimo indispensable”
“Nos puso frente al hecho de la santidad.Simplemente porque nos amaba, porque su experiencia nos era próxima. Nos hizo conocer los santos y los místicos, al punto que no podía leerlos sin llorar.
Cuántas veces él nos leía, con la vista nublada de lágrimas, páginas de Santa Ángela de Foligno,en la hermosa traducción de Ernest Hello: “No es para la risa que yo te haya amado”, sentíamos que estas palabras de Dios a Santa Ángela, Leon Bloy las había experimentado él mismo.”
(Raissa Maritain, “Las Grandes Amistades”)
Algunos católicos tenemos un gran afecto por el padrino de los Maritain, y solemos volver a él cada tanto, buscando un alma noble donde recostar la nuestra. Así encontré hoy una interesante reflexión que serviría a un sacerdote conocido, especialmente en lo referido a la santidad, palabra que él se gloría de no mencionar nunca a sus feligreses, “para no agobiarlos” (sic). Posiblemente él sea también un caluroso entusiasta de esas declaraciones del p. Secondin que a otros nos escandalizaban: “Los viejos modelos de santidad siguen teniendo todavía espacio y suscitando atención, sobre todo a través de las numerosas beatificaciones y canonizaciones de personas que vivieron en otro universo cultural y en otro modelo de Iglesia. Pero no suscitan interés en empeñarse por seguir este camino…”
Y aunque ya se haya comentado el tema en este portal con subrada lucidez, creo que es necesario insistir en ello, porque en esa breve cita se condensa, a mi juicio, uno de los tumores más cancerígenos que aquejan a algunos miembros de la Iglesia.
No se trata de quitar un mandamiento del Decálogo, o de borrar dos o tres sacramentos de un plumazo, no. Tal como señaló hace unos meses Mons. Gadecki cuando se refería a la Relatio del Sínodo: “no incentiva a la fidelidad, sólo invita a aceptar lo que hay (…); acepta las cosas tal y como se presentan”.
A veces nos topamos con la espantosa tentación del quietismo, confundiéndolo con el abandono a la Providencia, y entonces, también en doctrina, es fácil proponer conformarse con lo mínimo; con ver complacientes que “no se dice ninguna herejía” en catequesis, homilías, declaraciones episcopales, y así seguir festejando como una gran concesión el que por lo menos, “aún no nos corten la cabeza”.
Pero resulta que no se presenta la verdad íntegra, y fundamentalmente, no se llama a la santidad, o se la licua, y así el mensaje cristiano es “más de lo mismo” que nos ofrece el mundo: tratar de pasarla lo mejor posible, sin grandes exigencias ni vértigos que nos sacudan de la comodidad en que muchos se instalan con perfecta conciencia. En pocas palabras, si una característica tiene esta pastoral “que viene marchando” es ser profundamente tranquilizadora ¿o tal vez debamos decir “anestesiante”?. Y ni hablar cuando esa anestesia es inoculada a obispos, o a cabezas de congregaciones religiosas, pues por la “fuerza de la gravedad”, va resbalando a los que dependen de ellos, tal como se baña con lava la ladera del volcán, no precisamente para fecundarla.
Un comentarista del post anterior hacía votos para que no traicionemos el “evangelio de la alegría”, y parece que vamos a seguir decepcionándolo, no porque despreciemos la alegría, sino porque no la concebimos divorciada de la Verdad.
Frente al apasionado “Santidad o muerte”, se opone por allí, cada vez con mayor energía, el “se hace lo que se puede”. Con este título, Leon Bloy ofrece unas líneas que pueden servirnos para seguir meditando en esta Cuaresma:
“Cuando uno ha hecho hijos y ha conseguido hacerse un nombre, ha hecho lo que podía, y creo que Dios mismo no tiene por qué pedir cosa alguna de añadidura. Los famosos Mandamientos del Sinaí son un mero ornato facultativo. Lo sólido y seguro es lo que acaba de ser precisado.
“Estaba yo una vez –dice la bienaventurada Ángela de Foligno- sumida en una meditación sobre la muerte del Hijo de Dios. De pronto, estas palabras fueron dichas en mi alma: ‘No te he amado para reír’. Sentí una conmoción tan honda, que creí morir. Otras palabras vinieron a aumentar mi sufrimiento: ‘No te he amado para reír, no me he hecho tu servidor por fingimiento, no te he movido a compasión desde lejos…’
Ante esto último, el burgués, el verdadero, el eterno burgués, aquel que fue homicida desde el comienzo, da un respingo y protesta:
-‘¡Tú me has movido a compasión! ¡Osas decir que tú me has movido a compasión con tus Manos y tus Pies horadados, con tu Rostro sangrante, con tu Sudor de angustia, con los aullidos de la multitud judía, con la exudación sobrenatural de tu larga Flagelación!¡Ah, pobre Hombre Dios, pobre Dios de otros tiempos! ¿Cómo pretendes llegar a mi corazón si ni siquiera vales una moneda de cinco francos? Tú no querías reír con tu bienaventurada y tampoco tu bienaventurada quería reír. ¡Y bien, a mí me pasa todo lo contrario! Yo soy un hombre divertido, un alegre bribón, y tus Lágrimas y tu Sangre me tienen sin cuidado. Nací para los negocios y la juerga y no entiendo de penitencias ni de éxtasis. Se hace lo que se puede. No somos bestias de carga.
Post scriptum: “Tuve hambre –dirá el Juez- y no me disteis de beber…”
-Todo eso es muy lindo, pero la cuaresma nos perjudica terriblemente –responderán mil salchicheros.
(…) Hacer lo que se puede es el refugio, el desahogo y el paraguas de la conciencia. Cuando uno no puede hacer absolutamente nada, hace lo que puede. La conciencia del hombre honrado se halla más seguramente abrigada en el silencio y la inacción que en el ruido y los combates.
Puede decirse que hace lo que puede aquel que, considerando con prudencia la inutilidad de exponerse a lo que fuere sin tener la evidencia de un provecho personal perfectamente palpable, se esquiva por la tangente y deja a los otros arreglarse como puedan, y hasta si se une discretamente al enemigo para conseguir una más decisiva y ventajosa conclusión.
El “hombre honrado” jamás debe comprometerse. Se ha denigrado muy injustamente a Pilatos, que es le prototipo del hombre honrado que hace lo que puede y se lava las manos, como el sacerdote antes del Sacrificio de la Misa… Pilatos fue el gran burgués romano cuando los romanos eran los amos del mundo…”(Exégesis de lugares comunes I, 176; II, 22)
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De repente, el niño tironea la mano que lo sostiene en la Tormenta:
- Mamá, ¿y qué es la Apostasía?
- Es una montaña inmensa que no conoce ni picos nevados, ni hermosas arboledas, ni despeñaderos de piedra; es una cima que sin embargo, repele a las águilas… porque fue formada artificialmente, por un cúmulo de desperdicios.
Es la apoteosis de la Mediocridad.
14 comentarios
El Evangelio ,también el A.T.(nuestras últimas anclas en la Verdad),nos muestran pocas veces a un Cristo ,o a los profetas rientes( a las carcajadas) .
El tono de la Historia Sagrada(¿dice algo aún ésta palabra?), es de un drama pasional de hombres que peregrinan por ver la Zarza ardiendo inacabadamente y poder mostrarsela a sus hermanos. Jamás será la comedia de la conquista del paraíso en la tierra.
El que no tiene dinero no compra la entrada y no ve la función, aunque no sea su culpa. Así pasa con la vida eterna, el que no ama, no se salva, por mucho que no sea culpa suya. Pero Dios nos lo da todo de balde, y siempre hay un “banco” en donde poner nuestro único talento, para producir, siquiera, algo de interés: una gota de amor sincero transformada en un rebosante vaso de amor, que el Señor revertirá en frutos sorprendentes, porque él da el ciento por uno. Pero el que guarde su vida en el papel celofán de sus satisfacciones, se quedará en la esterilidad de su egocentrismo, porque no se esfuerza en amar.
El que ama, siempre tiene que renunciar a algo. No hay amor sin esfuerzo.
Pero Dios se fija más en el corazón que en los logros. Él es el que juzga, y cuando nos pida cuentas, le debemos mostrar el amor que ha crecido en nuestro corazón.
Saludos en el Señor
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V.G.: En nuestro corazón, y en las obras consecuentes con él, JacinTonio. Es imposible que el árbol del Amor no dé frutos, aunque no los veamos aquí.
Magnífico post.
Citas de manera muy oportuna una obra y un autor muy querido para mí, un alma noble, que dio su vida por la Iglesia.
Hay un gran dramatismo de fondo en la situación que describes tan certeramente:
"Pero resulta que no se presenta la verdad íntegra, y fundamentalmente, no se llama a la santidad, o se la licua, y así el mensaje cristiano es “más de lo mismo” que nos ofrece el mundo".
Gracias por este post.
¡Santidad o muerte!
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V.G.: Muchas gracias por tu comentario, Alonso. ¡Bendita Comunión de los Santos!
Recuerdo con mis setenta y seis años cuando en algunos colegios con pupilos hacían bañarse con una especie de camisón. El cuerpo era malo. Luego vino Kinsey y sus teorías entraron hasta en los seminarios. Y la teología de la liberación tambaleó a los curitas y a los movimientos juveniles que asesoraban. Y saltamos del camisón para bañarnos a la libertad (por no decir libertinaje) en el trato. Y empezaron los rejuntes entre curita asesor y asesorada y luego las separaciones y vuelta a rejuntarse y etc. etc....Estos planteos del Sínodo y de los que les siguen son los hijos naturales de la crisis que empezó en aquella época en la que se formaron los que ahora han llegado a la cima de la Jerarquía y de los laicos por ellos "deformados". ¿Cómo hablar de santidad? Se ha elegido el camino ancho que lleva a la perdición. El otro exige encauzar los desórdenes de nuestra naturaleza herida por el pecado original. Y SOBRE TODO RECONOCER QUE SIN LA GRACIA DE DIOS NO PODEMOS NADA. Y SER FIELES A ELLA. Claro, exige humildad y sacrificio.
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V.G.: Gracias por su comentario, Hortensia, y Dios bendiga su maravillosa lucidez y sentir católico.
Solo tu eres Santo, solo tu Señor...
Nosotros pecadores tenemos prestada la santidad de Jesus, pero seguímos siendo pecadores en proceso de conversión toda nuestra vida
Estamos aquí para hacer la voluntad de Dios y nuestra oración es que nos de conocer su voluntad.
El Señor nos pide todo lo que nos da primero. Unos somos bebes espirituales y otros maduros en la fe. Hacer, lo que se dice hacer... Las obras del Espíritu Santo en nosotros que son las que obran para santificación.
No confundir las propias obras con los frutos del Espíritu Santo que son los que agradan a Dios.
Todas estas reflexiones me hago sobre lo que voy recibiendo. Lo que enseña el Nuevo Testamento sobre ser santos como cristianos siempre será lo mismo. Pero estamos en esta época, con maneras diferentes y esto es lo que me parece que quieren decir con la nueva pastoral, que la Buena Noticia se encarna en cada uno según Dios da a cada cual y de la manera que El quiere. Se puede evangelizar con la misma enseñanza pero de manera que los jóvenes entiendan, ellos no saben costumbres antiguas y no atienden lo que no entienden.
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V.G.: Se aprecia mucho su buena voluntad, Martina, y por supuesto, estamos de acuerdo en que por nuestra parte, sin Cristo y su gracia, nada, absolutamente nada bueno podemos hacer. Gracias por su comentario desde ya.
A lo que se refiere el post es al mínimo de espectativas que proyectan algunos discursos, pretendiendo que ni siquiera con la gracia vale la pena anunciar la posibilidad de alcanzar la santidad. Y no se trata de jóvenes o ancianos, sino de renunciar al fin para el que hemos sido creados; de traicionar el Evangelio, rebajándolo, partiendo de un pesimismo antropológico que no siembra esperanza ni consuelo, sino puro conformismo. Plantear la legitimación de los pecados más habituales no es sino eso: renunciar a la santidad, predicar la necesidad de darnos por vencidos en el nuestra misión apostólica, que se nos ha confiado en el bautismo.
¿Qué significa "de manera que los jóvenes entiendan"? Mira la campaña pública en Polonia: "el adulterio es pecado". No declama demasiada teología; refresca los Mandamientos. Porque yo puedo hacer muy juvenil el anuncio, con todo el amor del mundo, pero justamente -por amor!, tal como señala Raissa Maritain en el epígrafe sobre Leon Bloy- los Mandamientos están ahí, la Pasión de Cristo también, y de Dios nadie se burla.
A eso apuntamos..¿se comprende mejor?...
Un saludo cordial y sincero.
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V.G.: Un dato más que relevante, ¿no?...(¿Y cuántas veces aparecerá, por ej.,"Sagrada Familia", o la Ssma. Virgen, Reina de las Familias?) Muchas gracias, Daniel.
Sigamos rezando.
Gracias por tu buena respuesta. Es como dices.
El caso es que me da pena pensar que las declaraciones raras de los últimos meses vayan encaminadas a cargarse los sacramentos. Preferiría pensar que buscan una salida posible para que vuelvan y vengan a la Iglesia cuantos mas mejor.
Gracias por tu blog que nos enseña y ayuda.
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V.G.: Muchas gracias nuevamente, Martina. Demos gracias a Dios, porque sólo por El podemos sembrar algo bueno.
Hace muchos años -décadas-, mi esposa volvía del "almacén" con la siguiente anécdota: una vecina le comentaba al almacenero el último escándalo protagonizado por una famosa artista, y la remataba con una frase que a partir de ahí se hizo emblemática en mi hogar: "¿Vió don Alberto, a lo que nos vamos a tener qiue acostumbrar?"
"!A lo que nos vamos a tener que acostumbrar!"
O sea, claudicación sin lucha.
Claudicación moral asumida sin escrúpulos de conciencia, que dispone a consumir como borregos el pienso que te ofrecen, aunque venga envenenado.
Y sí, se acostumbraron nomás. Pero lo peor fue que indujeron a otros a hacer lo mismo. Y hoy los vemos, "acostumbrados" a una chatura moral sin remedio humano.
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V.G.: Así es, Ricardo. Y quienes osan protestar porque no se avienen a las "nuevas costumbres" ya comienzan a ser "disciplinados" hasta por los mismos pastores.
Porque se engañan fiero quienes piensan que la crisis de la Iglesia -que todos aceptan y ven con evidencia- tenga algo que ver con las iglesias vacías, el auge del protestantismo y del ateísmo (ambos sospechosamente relacionados...), o la escasa -tirando a nula- influencia de la Iglesia y sus enseñanzas en la vida política y moral de la naciones.
No, la Gran Crisis de la Iglesia pasa por la claudicación de sus pastores. Hecho gravísimo que se nota cuando las herejías -las cuales brotan como hongos luego de la lluvia- no son condigna y enérgicamente condenadas, y los herejes no reciben ninguna sanción. ¡Y hasta son promocionados!
Creo que ya llevamos como un siglo en este estado de caos doctrinal y pastoral, insinuado al principio, alevoso hoy en día. El P.Castellani fue una víctima de esa crisis, que él vislumbró lúcidamente y enfrentó santamente. O sea, con coraje. Aún a costa de su propio martirio en vida. Pero que ha valido para que quienes le seguimos estemos mejor ilustrados y advertidos sobre el "tumor cancerígeno" que afecta a una buena parte de la Iglesia.
También tienes razón cuando señalas que algunos pastores "disciplinan" a los católicos que no se avienen a la "Nueva Moral" del mundo. Me consta que hay sacerdotes que hacen malabarismos para que no les echen en cara y los sancionen por no estar en "comunión" con la mayoría del presbiterado mundanizado. Me consta también de un párroco que ha sido echado de su parroquia por su obispo por ese motivo. Con sincero pesar del obispo, pero era cobarde para enfrentar a la camarillas progres que tenía instalada en su diócesis. Y tenemos el caso del obispo Livieres, un "excomulgado pastoral" (que no canónico) por ser la mosca blanca de un episcopado muy negro.
Si bien la omisión de sancionar a los herejes es cosa grave, la persecución a los observantes se me antoja gravísima.
Clama al Cielo.
Y Dios, que escucha pero tiene sus tiempos, responderá.
Tras el Concilio, alguien puso de moda decir aquello de que el cumplimiento es lo mismo que “cumplo” y “miento”, para intentar mover a la gente a un mayor compromiso.
Y se empezó a decir que no es necesario ser un héroe para ser santo, y que la santidad es para todos, basta con cumplir fielmente el deber de cada día. Pero esto tiene trampa, pues subsiste el meollo de la heroicidad, consistente, por una parte, en ir a contrapelo de las corrientes sociales en el cumplimiento de dichos deberes y de la caridad cristiana, y por otra, en seguir las exigencias de un culto interior (de nuestras almas) que verdaderamente llegue a Dios, para lo cual, en parte, se ha preparado una Liturgia que ayude, pero que no acaba de cumplirse en muchos casos o en todas sus exigencias, amén de las exigencias pastorales, que no siempre son acertadas al efecto.
Pero ocurre que esta crisis a nivel individual, es decir, a nivel de cristiano corriente, empieza de niño, cuando sus primeros impulsos espirituales se ven malogrados por el cumplimiento y ejemplo de los mayores, en la familia, en el colegio, con los compañeros, los nuevos medios de comunicación… Y para los niños, es especialmente difícil hasta el punto de la heroicidad, el seguir con las exigencias de una espiritualidad acertada. Primera comunión… confirmación… acaso boda… y después, nada más.
Cuando la película de nuestra vida espiritual que Dios está proyectando (o rodando) en cada uno de nosotros, se “atasca” en un fotograma (o escena) que “no acabamos de digerir”, los fotogramas siguientes no encuentran el acomodo apropiado y la máquina se para.
Cuando, en estas circunstancias, tenemos conciencia de que no cumplimos, comprendemos perfectamente que Dios “no nos hable”, pero cuando creemos seguir estando cumpliendo es entonces cuando sentimos el silencio de Dios; pero lo que pasa es que Dios no sigue con la película, porque la película no corre, o nuestra “interpretación” no sirve.
Entonces, en vez de lamentarnos por el “silencio de Dios”, debemos examinar la situación, limpiar, engrasar, recolocar los ejes que se hayan salido, y rebobinar, reparando en lo posible los fotogramas malogrados… o estudiar mejor el papel de nuestro cristianismo y vocación particular, y cuando ya estemos dispuestos y en paz con nuestra conciencia…: “Venid entonces y discutiremos, dice el Señor” (Isaías 1,18).
No nos quejemos pues, como muchos hacen, del silencio de Dios y del atasco en nuestra vida espiritual; es que nosotros no seguimos “el paso de Dios”, y el engranaje de nuestra vida espiritual se ralentiza hasta pararse, o se para de súbito. Nuestra “máquina” espiritual “hace lo que puede”, olvidándose de que hubo un fotograma que no fue admitido. Pero no funciona: ya no vale, no santifica, no sirve para la vida eterna, y por eso debemos repararla cuanto antes.
Son averías graves, por supuesto, que nadie se asuste. Hay percances leves que no impiden que la máquina siga funcionando, pero si abusamos de la máquina, el día menos pensado salta por los aires [:-)
Saludos en el Señor.
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V.G.: Me ha parecido muy pedagógico el símil, JacinTonio, muchas gracias. El problema es cuando el "técnico" encargado de reparar la máquina es quien asevera que todos los fotogramas están muy bien.
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