(63) ¿Todos los cardenales y obispos de la Iglesia son católicos?
Una de las primeras tareas que realizan los misioneros en los nuevos destinos, imagino que debe ser el aprender el idioma, porque ¿para qué evangelizar, si no es para incorporar nuevas almas a la unidad de la familia católica? ¿Y cómo acercarnos unos a otros, si no nos podemos comprender? Paralelamente, uno de los principales oficios misioneros es enseñar el “idioma católico”, es decir, la fe. ¿Hasta aquí de acuerdo?
Bien; la pregunta es ahora: ¿puede haber unidad verdadera sin compartir algún tipo de “idioma común” a través del cual se comuniquen y asocien los corazones?
No; no hablaré del latín, enristrad las lanzas o cerrad los paraguas, que “los tiros” no vienen por ahí, y ni siquiera hay tiros, sino sinceras preguntas, que buscan misericordiosas respuestas.
Me determino a exponer algunas inquietudes, porque sigo creyendo a pie juntillas (otro año más, por gracia de Dios) que somos hijos de la Luz, y que la luz rompe las tinieblas: no se “une” a ellas (puede ser que la Luz sea un poco intolerante…).
La cuestión es, entonces: ¿qué sentido tiene hablar de unidad si se renuncia al factor que la procura? ¿Qué valor tiene la unidad, si no es para un fin en común? ¿Significa lo mismo unidad que rejunte? Nuestro Señor dice “Padre, que sean uno, como Tú y Yo somos Uno…”, y ese “como” tiene un valor modal y condicional: que no sean uno “a costa de cualquier cosa”, “de cualquier manera”, sino “bajo condición de ser” como las Personas Divinas. ¿Cómo se unen el Padre y el Hijo? En el Espíritu Santo, que es Espíritu de Verdad. Se trata, pues, de la Caridad en la Verdad, no de un “pegoteo” con chicle.
¿Por qué no puede concebirse la unidad de Dios con los espíritus infernales? ¿Por qué, si Nuestra Señora es Reina de la Paz, sigue aplastando a la Serpiente?
La Iglesia Católica es Cuerpo Místico de Cristo. No es una ONG, ni un club deportivo, ni una Sociedad Anónima. ¿Cuál es el “idioma” que nos une a ese bendito Cuerpo, más allá de nuestras miserias y talentos? Una fe común; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Ef. 4,5-6). ¿Afirmar esto, es acaso atrevido o escandaloso para algunos en esta época…?
Siempre me ha conmovido el rito del bautismo de adultos, que comienza en el atrio del templo: -¿Qué pides a la Iglesia? -La Fe. Y sólo entonces, se ingresa al templo. ¿Hay algo más elocuente y bello? Así como en los cuentos infantiles -que tienen a veces mucho de verdad sobrenatural- hay un conjuro que permite que se abra la puerta del Castillo encantado, aquí se trata de la Fe, virtud teologal, infusa, a la que sólo el Bautismo puede abrirnos la puerta. Pura gracia, que llevamos como tesoro en vasijas de barro (2 Co. 4, 7-15), con el sagrado deber de custodiar y transmitir íntegra.
¿Fórmulas mágicas? No: realidades divinas e inmutables. “El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará jamás”(Mt.24,35).
Como algunos lectores dicen que soy medio “estructuradita”, no creo que deban sernos indiferentes los onomásticos, ni los jubileos, ni las fiestas o tiempos litúrgicos. Y por eso este año -dedicado a la vida consagrada-, pienso que tendríamos que centrar mucho más nuestra reflexión en los Consagrados.
Ellos nos duelen y nos sangran, y no hay torniquete que lo detenga. Todos: buenos y malos, fieles e infieles, porque hay algunos que pisotean a las ovejas y la Sangre de Cristo, y los otros son, en El, pisoteados o arrinconados. Y aunque sea necesario sufrir en nosotros “lo que falta a la pasión de Cristo”(Col. 1,24) no podemos mirar hacia el Calvario bailando la jota. No se puede mirar para otro lado; no creo que debamos hacerlo si somos Iglesia, como no podemos dejar de ver las masacres de Oriente. Y no es dejar de lado, con esto, las graves cuestiones del Sínodo de la familia, no; porque ambas realidades se sostienen mutuamente con fuerza, aunque no siempre reparemos en ello. Así como los hogares auténticamente cristianos son fuente de vocaciones, así también, las vocaciones santas suscitan familias verdaderas y estables con su ministerio, ejemplo, oración y consejo.
Pero a diestra y siniestra, vemos que algunos consagrados están siendo gravemente heridos por los tiempos primaverales que arrecian, y nos dicen en el camino helado, en medio de la subida: “Sigan sin mí”, y se nos quiebra el alma.
Otros no dicen nada, pero siguen subiendo la cuesta con las piernas dormidas por la nevada, la lengua paralizada, el gesto automático, con miedo de que si se oye latir muy fuerte su corazón católico, sean castigados con algún destino remoto, o se ponga en peligro su Congregación -que es su familia-, o lisa y llanamente, se los aparte como a insanos, porque “no han estado a la altura de las circunstancias”.
Pero los laicos los necesitamos más que nunca como faros, porque no se imaginan lo que es para nosotros contar con almas católicas “de verdad” para confiarnos a su oración, para estar presentes en sus misas, para conquistar, alimentar y sostener almas, sin más, porque al fin y al cabo, “el estado de quienes profesan los consejos evangélicos pertenece a la vida y a la santidad de la Iglesia, y por ello todos en la Iglesia deben apoyarlo y promoverlo (Código de Derecho Canónico, 574 § 1), porque como ha sabido expresar Hugo Wast acerca de los sacerdotes,
“Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar; Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino…
Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos. Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él….”
Los consagrados son, siempre, el “pulmón” de la Iglesia, “mediante la aportación de sus carismas, en la fidelidad al Magisterio, con la finalidad de ser testigos de la fe y de la gracia, testigos creíbles para la Iglesia y para el mundo de hoy” (Benedicto XVI, 2-3-12).
Y así, cuando se ve la mirada de una joven enamorada de Cristo buscando un “nido” y no siempre están advertidas de que hay muchos nidos que están siendo saqueados por las comadrejas modernistas, no podemos permanecer indiferentes, porque lo que se frustra y esteriliza no son sólo almas, sino maravillas de Dios en ellas.
Y cuando se ve a algún pastor que guía al rebaño para que todos sean uno, y pretende que las ovejas aprendan a comer carroña -mundo y carne, sazonados con algo de azufre- para unirse o asociarse a las hienas, golpeando a los corderos que se resisten, y acusándolos de salvajes…: ¿de qué unidad estamos hablando? Por favor, ¿alguien podría facilitarnos un diccionario?…
Algunos se preguntan, entonces: ¿es católico un cardenal que niega la Resurrección de Cristo como hecho histórico?; ¿o el que duda que “Dios los creó varón y mujer”, sosteniendo que la Iglesia debe bendecir la sodomía?; ¿es católico un obispo que piensa que para absolver válidamente no es necesario el propósito de enmienda?; ¿y uno que no cree que exista el infierno, o que el pecado original es un “invento de San Agustín”?; ¿Y el que aconseja a una congregación de religiosas que para probar su vocación asistan a ver películas con sexo explícito, acompañadas por seminaristas, u otro que en conversación con éstos, se burla de la pureza?; ¿y un obispo que adhiere firmemente a la revolución marxista incluyendo la vía armada?; ¿y uno que cree que la blasfemia es “necesaria” para probar la libertad de un pueblo?; ¿y podemos llamar católico a un Arzobispo que no sólo tolera sino que incluso alaba y promueve la colaboración de la Iglesia con la Masonería?…
Según el principio de no contradicción, algo no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido.
Y no me refiero a casos hipotéticos, sino a situaciones reales, que padecemos hoy en nuestra Iglesia, y por los cuales urge suplicar misericordia y conversión, pero también estar alertas, porque no parece conveniente saciar la sed de una fuente envenenada, y el saber discernir es necesario para la virtud de la prudencia.
Hace unos días, leía en un comentario de otro blog, referido a ciertos antecedentes bastante desalentadores de unos cardenales: “Lástima que algunos respiran odio por la Iglesia. Recordemos lo que decía el Beato Pablo VI: “Quien conoce el misterio de la Iglesia no puede sino amarla y amarla profundamente a pesar de sus deficiencias". Los hombres de Iglesia no son ángeles…nadie hay perfecto. Oremos por ellos y por los que denigran la Iglesia.”
Adelantándome a este tipo de reacciones, diré que como no somos protestantes, no aborrecemos la razón, y precisamente por amor a la Iglesia, es deber de misericordia ayudarnos mutuamente y advertir cuando en la carrera vemos que algún hermano nuestro -sea laico, consagrado o pastor- está por estrellarse porque se le ha “estropeado la brújula” o simplemente porque “un ciego no puede guiar a otro ciego”(Lc.6,39; Mt.15,14)… Y si recurrimos a “diferentes diccionarios”, será difícil entendernos, o llegar a la misma meta, y así se lamentaba Isaías: “Ay de los que llaman al bien, mal, y al mal, bien..!“(Is.5,20). Por el contrario, «El vínculo de fraternidad es tanto más fuerte cuanto más central y vital es lo que se pone en común» (Instrucción “Al servicio de la autoridad y la obediencia”, n.20). Haremos bien en revisar, entonces qué es lo que nos une: ¿la simpatía de la carne, las apariencias, la moda, o la misma fe?
Fe y razón: ambas “alas” son necesarias al alma humana para llegar con caridad a la única Verdad que nos hace libres.
Y porque un requisito para la unidad tan preciada es el conocimiento mutuo, saber quién es quién ayuda a comprender mejor sus palabras, y hacia dónde va; como quien dice, “diccionario y plano de ruta”. Simplemente porque la confusión es una cosa muy fea…
Es tiempo entonces de tener muy presente la recomendación de San Agustín, Obispo católico, cuando aconsejaba a los catequistas (De catechizandis rudibus), acerca del trigo y la cizaña, irremediablemente entremezclados en este tiempo de la Iglesia, hasta la Siega -que no nos corresponde a nosotros-:
“53. Todas las cosas que ahora suceden en la Iglesia de Dios bajo el reinado de Cristo estaban profetizadas desde muchos siglos, y como están escritas, así las vemos cumplidas para confirmación de nuestra fe (…). 54. Pues las cosas que faltan, ¿no se cumplirán de la misma manera? Aún han de venir las tribulaciones de los justos, la resurrección de los muertos y el día del juicio final, en el cual serán separados de los justos, no solamente los impíos que se quedaron fuera de la Iglesia, sino también los que en la Iglesia no fueron sino paja que hay que tolerar hasta el día de la resurrección, (…) 55. Creyendo todas estas cosas, prevente contra las tentaciones, porque el demonio busca compañeros de su perdición; ten cuidado que no te seduzca el enemigo por medio de aquellas que están fuera de la Iglesia, paganos, judíos y herejes. Pero aun cuando dentro de la misma Iglesia veas que muchos viven mal, (…) no los imites, más bien júntate con los buenos, que los encontrarás fácilmente si quieres ser uno de ellos, para que todos juntos amasen a Dios generosamente sin esperar premio terreno, pues Él mismo será nuestro premio cabal, cuando en aquella vida feliz gocemos de su bondad y su hermosura. Debemos amarle, no como se aman las cosas que se ven con los ojos, sino como se ama la sabiduría, la verdad, la santidad, la justicia, la caridad; y no como se ven estas cosas en los otros hombres, sino como una fuente inmutable e incorruptible. (…) Imita a los buenos, sufre a los malos, ama a los que hoy son malos. No ames su injusticia, sino a ellos mismos, para que encuentren la justicia: porque no sólo tenemos precepto del amor de Dios, sino también del amor del prójimo, y en estos dos preceptos está encerrada toda la ley y los profetas, la cual no puede cumplir, sino aquel que haya recibido el don del Espíritu Santo (…). No debemos confiar en ningún hombre, cualquiera que sea, porque una cosa es aquél por quien somos justificados; otra, aquellos con los cuales somos justificados. El demonio no sólo tienta por medio de la codicia, sino también por medio del temor a los combates y a los dolores y a la misma muerte. (…) Ten presente, por último, que las obras de misericordia, hechas con piadosa humildad, alcanzan del Señor que no permita que sus siervos sean tentados más de lo que pueden resistir(1ª Cor 10,13)…”
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17 comentarios
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V.G.: Sólo Dios sabe cuándo será el momento oportuno. Pero nadie nos priva del clamor "¡Ven, Señor Jesús!".
Y, también, la persecución dentro de Ntra. Madre Iglesia por tratar de ser fieles a la verdadera doctrina.
En algunas Diócesis campea el error sutilmente disfrazado de verdad.
Pero, si uno lee la historia de la Iglesia se encuentra con "oscuridades" similares. Tal vez menos difundidas pues los mass media modernos difunden eficasísimamente el error.
"Cuando Yo vuelva, encontraré fe sobre la tierra?"
Sigamos rezando" líbéranos a Malo" .
Creo que había un dicho del Quijote, o de una obra sobre el Quijote de Unamuno que decía en referencia a unos perros, pero con toda la retranca; "Ladran amigo Sancho, luego cabalgamos", pues tu sigue cabalgando y que ladren lo que quieran.
Por cierto imagino que los casos que pones en anonimo son reales. Un crack el obispo que les dice a las monjas que vayan a ver películas porno con seminaristas, eso es promover la gran familia eclesiástica, lastima que en dirección al infierno. Si no fuese pecado me apuntaría a sus clases de moral sexual. Una prenda ese Obispo. Ahora, creo que tienen mas culpa los que les dejan actuar, porque yo conozco casos de desviaciones importantísimas, con plena publicidad, sin que ni el nuncio ni Roma hagan nada. Y no sólo con este Papa, sino desde los tiempos de Juan Pablo II. Vale que el obispo o el vicario corrompido tienen responsabilidad, pero ¿no tienen acaso superiores que tienen la obligación de custodiar la fe y su transmisión? O es que como digo siempre, la culpa de todo la tiene el jardinero del Vaticano o yo que pasaba por allí de turista? ¿No hay un prefecto para la Doctrina de la FE, no hay nuncios, no hay cardenales y Curia, no hay Papa? ¿Quien es entonces responsable, el que lo hace o los que lo permiten años y años?
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V.G.: Pienso que responsables somos todos, en mayor o en mínima medida. Si no rezamos, corregimos, reparamos, denunciamos, enseñamos...no vale tirar siempre la entera responsabilidad al prójimo; es muy infantil.
(El término-acusación de "estructurada/ita" es usado a veces para la gente que se supone muy "sometida" a estructuras, sean éstas dogmáticas, morales, jerárquicas, etc. Gente "cerrada", vamos, jaja!)
¿Quien aonseja o asesora al Santo Padre (a Francisco o a los anteriores)
para el nombramiento de obispos y cardenales a los que no interesa la doctrina evangélica? Debieran ser interrogados de inmediato por el Papa
y confirmada su posición desviada, ser suspendidos o despedidos.
En otro blog lo han dicho de otra manera, pero es lo mismo:"La Barca está a la deriva..."
Hace años ha, un sacerdote recién llegado a mi parroquia hizo levantar a un joven catequista que se había arrodillado para comulgar. Luego lo echó de catequesis. Sus padres se quejaron ante el cura, con un librito de instrucciones de la Santa Sede sobre las posiciones legítimas para comulgar. Respuesta del cura: "De estas rejas para adentro mando yo, y Roma queda lejos". Entonces sus padres se quejaron al obispo. Ni respuesta. Se quejaron a Roma y 4 meses después llegó una carta que decía que se presenten ante el obispo.
Fueron. Ahora sí, mencionando la carta obtuvieron audiencia. Los atendió el Vicario. Les preguntó si la familia seguía yendo a esa parroquia, respondieron que no. Entonces les explicó que el sacerdote "tenía un problema y que era difícil de manejar". Y santas Pascuas. El cura siguió allí haciendo lo suyo -o sea, despoblando la parroquia- varios años más. Hasta que lo trasladaron. O más probablemente, se fue porque quiso.
Pues a lo dicho: caos.
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V.G.: Conozco un caso casi calcado, pero disiento un poco, Ricardo: pese a este caos reinante, la Barca nunca está a la deriva. El Divino Capitán no pierde pisada ni movimiento, y no podemos perder de vista que ni UN solo detalle escapa a su Divina Providencia, "para el bien de los que aman a Dios"(Rom.8,28). Tal como en Belén y en el Calvario, aunque nos cueste digerirlo aquí (porque al ser protagonistas, es más difícil la distancia necesaria para la contemplación), "todo está bien".
Paciencia, no escandalizarnos de la Cruz y sobre todo, el "amén" siempre en los labios, que El sabrá por qué y para qué permite esto.
Me duele LO QUE HACEN, ¿y los laicos que escuchan eso y las religiosas se quedan impávidos escuchando?.
Hace mucho un sacerdote me dijo que no dijera el Pésame ,porque no era cristiano.Nunca más fui a la misa que oficiaba. Era Jesuita,le mandé a decir esto al Cardenal Bergoglio y mucho tiempo despues lo separaron de la Compañia,apartó a religiosas de su comunidad y ahora viven con él en la comunidad que formó, se casó, tiene hijos. Tardaron muchos años en separarlo, y sigue en el error. A cuantos los apartó del camino, lo siguen como si fuera el dueño de la verdad. Gracias por tu artículo.Sin DIOS no somos nada.Viva Cristo Rey.
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V.G.: ¡Viva!
Los consejos de San Agustín nos demuestran que los escándalos no son cosa sólo del presente, y creo que son de una enorme actualidad...Es fundamental no dejarnos llevar por el desánimo, y recordar siempre lo del trigo y la cizaña. Pero no desanimarnos no significa no reconocer el pecado.
Como decía Sta. Teresa, viendo lo que es el hombre, lo que nos debe sorprender es que no sea más malo. Y sin embargo Dios sigue suscitando santos, porque su gracia hace maravillas.
¡Ése es el fundamento de nuestra Esperanza!
Yo hice un juicio demasiado natural, cuando es sabido que en momentos "de tribulación", como dicen las Escrituras, se impone elevar las miras hacia lo sobrenatural, o sea hacia el origen y el fin de todo lo que pasa "acá abajo".
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V.G.: Tal cual, Ricardo, porque de lo contrario la tentación de dejarnos envolver por la bruma es peligrosísima. ¡Más que nunca, sursum corda!
No es problema de una herejía. No. El mal está extendido a todo el cuerpo de la Iglesia. Es universal. Se repiten, como en los primeros tiempos del cristianismo, las mismas herejías cristocéntricas, que son el fundamento de la fe que profesamos. Además de la rebelión de los propios ministros consagrados y el "no hacer" de nuestros pastores, que deberían confirmarnos en la fe. Y esa rebelión se manifiesta en la predicación y en el cumplimiento de las sagradas rúbricas litúrgicas. ¿Qué hacer ante esta situación? San Alberto Magno ya nos advirtió. "En el caso de que el error afecte no a una parte de la Iglesia, sino a toda ella, aférrense firmemente los fieles a lo antiguo que ciertamente no estará contaminado por el error"-
Es lógico. VIvimos, como digo, una crisis devastadora que me recuerda el arrianismo. Hay, de hecho, un nuevo arrianismo, instalado en las más altas jerarquías, además de la gnosis, una forma nueva del modernismo, condenado por el gran Papa San Pío X. Y para colmo, está la destrucción del corazón de la iglesia, la liturgia. Yo volví a la fe con el rito antiguo hace ya más de cuarenta años. Comprobé tristemente por aquel entonces que teníamos que asistir a la misa antigua de una manera clandestina, como unos proscritos. Condenados por nuestros obispos. Hoy, la situación no es mucho mejor.Nos condenan al silencio, y lo peor, nuestro Santo Padre, nos califica de fundamentalistas católicos, equiparándonos en la práctica con los islamistas. Y esto nos duele profundamente. Soy católico y fiel al Papa, pero mi forma de vivir y entender la litúrgia es el rito antiguo. Asisto sin problemas a la misa nueva, que ahora llaman forma ordinaria. Y sufro muchísimo viendo cada día las innovaciones que se están introduciendo y lo peor la falta de respeto, casi sacrílega, ante la presencia de Cristo en la Eucaristía. Una innovación muy extendida en España es, antes de la comunión, unir los fieles participantes sus manos, que es la fórmula que tienen los protestantes para manifestar la unidad de una forma sensible, pues no creen en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, que es el elemento de unidad real en el Cuerpo Místico. Y podía seguir como esa dictadura que nos obliga a recibir de pie al Señor de los Cielos y la Tierra, que es una concesión, pero no la norma de la Iglesia católica. ¿Qué hacer ? En la casa lo tenemos muy claro. Rezar y callar. Sólo hablamos cuando es necesario alabar lo bueno, nunca hablar para extender el error y provocar el escándalo. Creo en Cristo Resucitado, razón de mi esperanza y mi alegría, pero esto ya no se vive en nuestras iglesias, entre nuestros ministros consagrados. Y en fín esta es la realidad. Confiados y esperazandos en que estos tiempos oscuros y de tribulación pasen. En Holanda un grupo dde católicos ya ha corregido públicamente a su obispo por pedir una regulación sobre las uniones homosexuales. Creo que esto va a ocurrir con más frecuencias. Los seglares tenemos una gran misión por amor a Dios y a su Iglesia, aunque esto nos cueste la vida. Tenemos que corregir llegado el caso, porque si no serían las piedras las que hablaran. Y lo digo una vez más. Confiar en nuestra Madre, que es Madre también de la Iglesia, nuestra iglesia, a la que pertenezco con gozo y alegría. Un saludo. En Xto y María. José Gabriel.
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V.G.: Un saludo cordial, José. He resaltado en negrita las frases en que más coincido. Que María Reina nos una bajo su manto.
“Viendo el trabajo con que remaban…, a eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos”
"Los apóstoles atraviesan el lago. Jesús, está solo en tierra, mientras que ellos se agotan remando sin lograr avanzar, porque el viento le es contrario. Jesús ora y en su oración les ve esforzarse por adelantar. Va, pues, a su encuentro. Está claro que este texto está lleno de simbolismos eclesiológicos: los apóstoles en el mar y contra el viento, y el Señor junto al Padre. Pero lo que es determinante es que en su oración, cuando está “junto al Padre”, no está ausente, sino que, muy al contrario, es orando que les ve. Cuando Jesús está junto al Padre, está presente a su Iglesia. El problema de la venida final de Cristo aquí se profundiza y transforma de manera trinitaria: Jesús ve a la Iglesia en el Padre y, por el poder del Padre y por la fuerza de su diálogo con él, está presente, junto a ella. Es, precisamente, este diálogo con el Padre cuando “está en la montaña” lo que le hace presente, y a la inversa. La Iglesia, por así decir, es objeto de la conversación entre el Padre y el Hijo, pues ella misma esta anclada en la vida trinitaria."(Benedicto XVI, "El Dios de Jesucristo")
Actualmente hay cosas esenciales que se ponen en entredicho, por aquellos incluso que tendrían que defenderlas. Pastores mudos en algunos casos y en otros llevando al rebaño por caminos errados y siendo predicadores de auténticas herejías a los que nadie corrige.
Yo también creo que no obstante el timón de la barca sigue llevándola el E. Santo. De no haber sido así la barca habría perdido el rumbo de manera definitiva hace muu u u u cho tiempo.
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V.G.: Así es, efectivamente.
Le recomiendo vivamente que visite el blog de nuestro portal "Apologética para el mundo" (http://infocatolica.com/blog/apologeticamundo.php/1412240727-respuesta-a-cesar-vidal-manza-18#more27333), donde tendrá bastante para entretenerse.
De todos modos, celebro su visita, y espero que sea un comienzo para su conversión a la verdadera fe en Cristo, que ha fundado UNA Iglesia: santa, católica y apostólica. Paz y bien.
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V.G.: Muy precisa tu definición, Carmen, así es. Siempre recuerdo cuando en la aparición del Sdo. Corazón a Sta. Margarita, ésta le preguntó al ver Su Corazón encendido y sangrante, qué podía hacer para consolarlo y reparar, y El le respondió ante todo: "No me estorbes". Porque lo único que podemos hacer por nuestra cuenta "solitos" es estorbar. Pero la libertad verdadera es corresponder a su gracia, es decir: dejarlo obrar a El.
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