(61) Cristo, ¿vuelve o no vuelve?
Si una palabra suena y resuena en estos días entre brindis y saludos navideños, es la Esperanza.
A mí siempre me ha seducido especialmente, y creo que tal vez es como la “Cenicienta” de las Teologales, pues siempre hay quienes velan celosos por los abusos contra la Fe y la Caridad, pero en lo que se refiere a la Esperanza, mientras unos gustan de falsificarla, otros la descuidan gravemente (olvidando que la desesperación es el aguijón inconfundible del desbarranco de Judas, inclusive más que la traición…).
Porque contra las virtudes podemos pecar por exceso o por defecto, y muchos que pregonan la esperanza por los caminos, saltando alegremente como arlequines (“Un nuevo sol, se levanta…”), quizá pecan por exceso, cayendo en ilusión o tontería, y eso no es esperanza sino su caricatura. Son los de esa pandilla que se atreve a reemplazar al Cristo Crucificado de los altares por uno “Resucitado” que parece que está por saltar de un trampolín, creyendo que la esperanza viene a abolir la cruz, y entonces comprobamos que “están mirando el canal equivocado” o se les ha caído la brújula por algún lado…
Y cuando se pierde la brújula, lógicamente, uno trata de orientarse como puede, pero a veces se pierde cada vez más, y lo mejor sería volver al sitio donde se ha comenzado la marcha.
Primero, entonces, hay que recordar serenamente que estamos aquí de paso, que esto no es permanente, que aunque pongamos nombre más bonito a los cementerios y escondamos las cruces, la muerte llega tarde o temprano y la función se termina, baja el telón, y uno despierta del “sueño” de este valle de lágrimas para una eternidad luminosa o tenebrosa, pero bien; eso es lo principal que si se pierde de vista, es muy mal síntoma.
Y como mundo, lo mismo. Este optimismo cascabelero de que “cada vez es todo más lindo” (sí, como la tarantela…) es simplemente mentiroso, una estafa grosera ante la cual los católicos no podemos hacer de corifeos. Entonces, cuando nos vienen con la esperanza en “un mundo mejor”, tenemos que saber qué es lo que esperamos, o mejor dicho, a Quién esperamos.
Pensando en esto, he querido compartir en estos días unas sugestivas líneas del p. Castellani de su Cristo, ¿vuelve o no vuelve? (Dictio, Buenos Aires), para esperar más católicamente, con menos fuegos artificiales pero más luces en el corazón e inteligencia de la fe “que nos gloriamos de profesar”:
“*Cristo no vuelve más.
La enfermedad mental específica del mundo moderno es pensar que Cristo no vuelve más; o al menos, no pensar que vuelve.
En consecuencia, el mundo moderno no entiende lo que le pasa. Dice que el cristianismo ha fracasado. Inventa sistemas, a la vez fantásticos y atroces, para salvar a la humanidad. Está a punto de dar a luz una nueva religión. Quiere construir otra torre de Babel que llegue al cielo. Quiere reconquistar el jardín del Edén con solas las fuerzas humanas (Quien dudare de esto -de que se está formando ante nuestros ojos una nueva y vasta religión-, puede leer las obras de los ingleses Aldous Huxley o Bernard Shaw; o recorrer los numerosos opúsculos a mimeógrafo y sin imprimatur del p- Teilhard de Chardin, miembro de la Academie des Sciences y de la Compañía de Jesús; principalmente: Comment Je Crois,Esquisse d’un Univers Personnel, L’Esprit de la Terre, Comment je vois, Les Phases d’une PlaneteVivante, Le Milieu Vivant, Introduction a la Vie Chretienne y otros menores; mezcla, a nuestro entender, de buena ciencia, mala filosofía y teología herética sutilmente paliada; mezcla detonante que constituye - y ojalá nos equivoquemos en esto- vasto y completo programa de neocatolicismo profundamente heterodoxo y modernista).
Está lleno de profetas que dicen: “Yo soy. Aquí estoy. Este es el programa para salvar al mundo. La Carta de la Paz, el Pacto del Progreso y la Liga de la Felicidad. ¡La Una, la Onu, la Onam, la Unesco! ¡Mírenme a mí! Yo soy.”
La herejía de hoy, descrita por Hilaire Belloc en su libro Las Grandes Herejías, pareciera explícitamente no negar ningún dogma cristiano, sinofalsificarlos todos.
Pero, mirándolo bien, niega explícitamente la Segunda Venida de Cristo; y con ella, niega su Reyecía, su Mesianidad y su Divinidad. Es decir, niega el proceso divino de la Historia. Y al negar la Divinidad de Cristo, niega a Dios. Es ateísmo radical revestido de las formas de la religiosidad.
Con retener todo el aparato externo y la fraseología cristiana, falsifica el cristianismo transformándolo en una adoración del hombre; o sea sentando al hombre en el templo de Dios, como si fuese Dios. Exalta al hombre como si sus fuerzas fuesen infinitas. Promete al hombre el reino de Dios y el paraíso en la tierra por sus propias fuerzas.
La adoración de la Ciencia, la esperanza en el Progreso y la desaforada Religión de la Democracia, no son sino idolatría del hombre; o sea, el fondo satánico de todas las herejías, ahora en estado puro.
De los despojos muertos del cristianismo protestante, galvanizados por un espíritu que no es de Cristo, una nueva religión se esta formando ante nuestros ojos. Esto se llamó sucesivamente filosofismo, naturalismo, laicismo, protestantismo liberal, catolicismo liberal, modernismo… Todas esas corrientes confluyen ahora y conspiran a fundirse en una nueva fe universal; que en Renán, Marx y Rousseau tiene ya sus precursores (Las Tres Ranas del Apokalypsis, a saber: liberalismo, comunismo y modernismo).
Esta religión no tiene todavía nombre, y, cuando lo tenga, ese nombre no será el suyo. Todos los cristianos que no creen en la Segunda Venida de Cristo se plegarán a ella. Y ella les hará creer en la venida del Otro. “Porque yo vine en el nombre de mi Padre y no me recibisteis; pero otro vendrá en su propio nombre y le recibiréis”( San Juan V, 43).
De ellos escribió el primer Papa: “¡Sabed, en primer lugar, que vendrán en los últimos días en decepción seductores que andan según sus concupiscencias! Y dirán: ‘¿Dónde está la promesa de su venida?’ Todas las cosas perseveran lo mismo que desde el principio del mundo, después que murieron los Padres.”
Se les esconde a los que esto quisieran, que al principio fue el cielo y la tierra sacada del agua y consistente sobre el agua por el verbo de Dios. De donde aquel mundo de entonces, inundado del agua, pereció. Pero los cielos de ahora y la tierra en el mismo verbo de Dios cimentados, están reservados al fuego del día del juicio, y la perdición de los impíos…
No olvida Dios su promesa, como algunos creen; mas obra con paciencia por vosotros, no queriendo que perezca nadie, sino que todos se conviertan a penitencia (II Pe. III, 3-9).
*Jesucristo vuelve o no vuelve?
Jesucristo vuelve, y su vuelta es un dogma de nuestra fe.
Es un dogma de los más importantes, colocado entre los catorce artículos de fe que recitamos cada día en el Símbolo de los Apóstoles y cantamos en la Misa Solemne. “Et iterum venturus est cum gloria judica vivos et mortuos. ” Es un dogma bastante olvidado. Es un espléndido dogma poco meditado.
Su traducción es ésta: el mundo no continuará desenvolviéndose indefinidamente, ni acabará por azar, dando un encontronazo con alguna estrella mostrenca, ni terminará por evolución natural de sus fuerzas elementales -o en tropía cósmica, como dicen los físicos-, sino por una intervención directa de su Creador. No morirá de muerte natural, sino de muerte violenta; o por mejor decir -y a que Tú eres Dios de vida y no de muerte-, de muerte milagrosa. El Universo no es un proceso natural, como piensan los evolucionistas o naturalistas, sino que es un poema gigantesco, un poema dramático del cual Dios se ha reservado la iniciación, el nudo y el desenlace; que se llaman teológicamente Creación, Redención, Parusía.
Los personajes son los albedríos humanos. Las fuerzas naturales son los maquinistas. Pero el primer actor y el director de orquesta es Dios. “Varones galileos, ¿qué estáis allí mirando al cielo? Este Jesús que habéis visto subir al cielo, parejamente un día volverá a bajar del cielo”? dijeron los dos ángeles de la Ascensión. Ese será el desenlace del drama de la humanidad: “Videbunt in quem hiuisfixcrtuit” (“Mirarán al que enclavaron”).
El dogma de la Segunda Venida de Cristo, o Parusía, es tan importante como el de su Primera Venida, o Encarnación.
Si no se lo entiende, no se entiende nada de la Escritura ni de la historia di* la Iglesia. El término de un proceso da sentido a todo el proceso. Este término está no sólo claramente revelado, mas también minuciosamente profetizado. Jesucristo vuelve pronto.
Ven, Señor Jesús.
Oh Señor Jesucristo, por qué tardas ? ¿qué esperas
para mostrar al mundo tus divinas banderas,
y arrojar tu mensaje de luz sobre las fieras?…”
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Quiera el Buen Dios concedernos más pastores lúcidos y valientes que repartan “brújulas” a manos llenas a sus fieles, para los tiempos de confusión que transitamos.
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Infocatólica agradecerá vuestra generosa colaboración; le sugerimos cómo hacerlo..
11 comentarios
Por lo demás estoy completamete de acuerdo con tu comentario acerca de la tan prostituida Esperanza, ésa que intentamos esbozar en cada "chin chin" de los brindis, pero que muchas veces se queda en una caricatura mundana que nada dice, porque está desconectada de la verdadera Esperanza: la esperanza en la Vida Eterna y en la Segunda Venida del Hijo de Dios.
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V.G.: Coincido; ¡Muy feliz y Santa Navidad, Andrea!
O sea, Castellani supongo que dice que de los dos ejes básicos del catolicismo, la economía de la salvación y la escatología, se elimina esta última, desapareciendo la escatología de almas, individual o personal (juicio particular y universal, infierno, purgatorio y cielo) y la escatología apocalíptica o social y eclesial (los anticristos de cada generación como tipo-figura del Anticristo final), por el que la Iglesia sufrirá la misma Pasión, Muerte y Resurección que Jesús, y que por los signos eclesiales y sociales, puede ser quizás inminente.
¿Quién nos predica la Parusía?
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Más bien parece que lo de "ven pronto Señor" se dice de mentirijillas.
¡Feliz Navidad, y que Dios te bendiga!
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V.G.: Pero si Dios nos sigue dando un Año Nuevo, un día nuevo, y sobre todo la Gracia "nueva" y renovante en cada confesión, es imperdonable la desesperanza. El sigue haciendo santos para iluminar al mundo y a nuestros corazones, y esperar con las lámparas encendidas. ¡Sursum Corda! y muy Santas Fiestas.
De igual modo que el Apocalipsis se cumple en cada generación, porque la lucha contra Satanás en una constante de la historia de la humanidad, hasta el triunfo definitivo de Cristo en la Parusía.
Por otro lado, la muerte de cada hombre es para él la venida de Cristo a su vida y tránsito a la nueva vida en Cristo.
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V.G.: Por supuesto, Alberto, pero que esas venidas-consuelo no nos adormezcan y hagan perder de vista la cierta y próxima Segunda Venida de Ntro. Señor al fin de la historia, en la que vendrá como Juez.
En cuanto a la muerte, depende ciertamente de cómo sea ésta, pues en el infierno se pierde a Cristo para siempre, y debemos tener cuidado de no ver sólo una cara posible de ese final personal. Por otra parte, aunque la lucha contra Satanás sea permanente en la Historia, ésta tendrá un final, no es eterna ni "circular".
Leyendo a S. S. Benedicto XVI en la explicación del Credo, encontré alusión a la venida intermedia de Jesucristo, de la cual poco se habla.
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