¿Por qué es tan importante la formación humanística? Parte II
César Félix Sánchez Martínez es profesor de filosofía del Seminario Arquidiocesano de San Jerónimo (Arequipa, Perú). Es miembro de la Sociedad Internacional Santo Tomás de Aquino. Ha escrito diversos artículos en revistas de investigación sobre materias filosóficas e históricas. En esta entrevista nos explica la importancia de la formación humanística.
¿Cuál es el lugar de la formación religiosa «directa», podemos decir, o sea, catequética, en la paideia clásica y cristiana?
En primer lugar, la formación religiosa es más importante que la paideia humanística, eso queda claro, y comienza incluso mucho antes de que esta se emprenda, por obra de la familia y en el hogar. Debe tener tres características, creo yo, orante, permanente, y paralela. En este punto, quisiera apuntar un dato a veces olvidado. Se ha dicho que la aparición de las humanidades y el giro filológico de los estudios a partir del Renacimiento se hicieron contra la formación escolástica y religiosa del Medioevo. Al margen de que, efectivamente, hubo humanistas como Pomponazzi, Pletón o Ficino que podrían entrar en esa lógica, el desarrollo de la filología hunde sus raíces en la más religiosa y medieval de las tradiciones, la llamada teología monástica, que, sin dejar su aproximación orante y contemplativa de la Escritura y más bien debido a ella, impulsó, a través de la lectio, el estudio de la gramática, de la filología de las lenguas sagradas y de la hermenéutica en un grado tan alto que acabaría sentando las bases del futuro desarrollo de las disciplinas del lenguaje siglos después. De esto habla un libro muy hermoso titulado L’amour des lettres et le désir de Dieu del monje francés Jean Leclerq.
Verdaderamente surgen muchos temas interesantes a raíz de esto, ¿cuál es, en síntesis, la importancia de tener una buena formación humanística?
Esta es quizá la pregunta más importante. Especialmente en estas épocas. Existe en el catolicismo hispanoamericano (y no solo en él) una permanente sospecha hacia lo especulativo, presente en todas las líneas y tendencias, desde el liberacionismo y el carismatismo hasta incluso sectores tradicionales. Se considera que, ya sea ante los imperativos de la praxis revolucionaria, de los dionisiacos y muy dudosos «entusiasmos» del amor divino sensible o de la crisis de la Iglesia, cualquier especulación humanística, filosófica o incluso de cierta elevación teológica es un bizantinismo, una fuga cobarde o, incluso, un poner trabas al Espíritu Santo.