El historiador Michael Alpert analiza su último libro Inquisición y criptojudaismo
Michael Alpert terminó la carrera de Lenguas en la Universidad de Cambridge, pasando a doctorarse en Historia en la de Reading. Ha publicado La reforma militar de Azaña (Siglo XXI de España Editores, 1982) y La guerra civil española en el mar (Siglo XXI de España Editores, 1987), además de una treintena de artículos sobre temas relacionados con la guerra civil, sobre todo en lo que se refiere a la política inglesa hacia aquel conflicto. Actualmente tiene en preparación una nueva Historia internacional de la guerra civil. Ha dado conferencias en Madrid, Salamanca, Alcalá de Henares, ramplona, Boston y Marsella, entre otras universidades. Ocupa el cargo de profesor de Historia Contemporánea de España en la Polytechnic of Central London.
En esta ocasión analiza su libro Inquisición y criptojudaismo.
¿Por qué decidió escribir un libro sobre la Inquisición y el criptojudaismo?
Porque es parte integral de la historia de España.
Antes de hablar de la Inquisición es fundamental ir a fuentes fidedignas, lejos de las mentiras de la leyenda negra.
Por supuesto. Todo lo que se lee en este libro viene fundamentado en los archivos de la Inquisición y otras fuentes históricas. Por otra parte, cito las fuentes. Ahora bien, al historiador le toca interpretar las fuentes que consulta.
Usted ha examinado minuciosamente las declaraciones de los reos y los testigos de los tribunales inquisitoriales de Toledo y Cuenca.
He leído con detenimiento algunas decenas de las declaraciones toledanas del siglo 18, archivadas en el Archivo Nacional, Sección de Inquisición, en Madrid, y otras que se conservan en el archivo diocesano de Cuenca, las cuales ofrecen abundante información sobre la vida criptojudía. La bibliografía es, por otra parte, muy amplia.
¿Cómo podríamos definir el criptojudaismo?
Es el judaísmo practicado en secreto, en la intimidad familiar y en la medida de sus posibilidades, por los descendientes de los conversos del siglo XV, digamos los que, de buena o de mala gana, aceptaron el bautizo cristiano, entre las masacres de las juderías de 1391 y los bautismos de todos aquellos judíos españoles quienes en 1492 no aceptaron el exilio, única alternativa al bautizo. Para la Inquisición, dado que los conversos habían sido bautizados, y puesto que en adelante, sus hijos y nietos etc. serian también bautizados, los que seguían practicando el judaísmo eran herejes.
¿Es exactamente lo mismo criptojudío que judaizante?
Sí, en la situación española, donde el que quería seguir practicando el judaísmo tenía que hacerlo en secreto (cripto quiere decir ‘secreto’.)
¿Por qué fueron tan perseguidos los judaizantes primeros cincuenta años del siglo XVIII y los que sufrieron el mayor rigor a manos del Santo Oficio?
No es totalmente claro el motivo de la marcada actividad de la Inquisición en la primera parte del S. 18, aunque la historia del Santo Oficio muestra que su energía varía según sus finanzas y el apoyo de la Corona. Vemos, sobre todo entre 1715, año cuando vuelve la paz después del final de la Guerra de Sucesión al trono de España, y aproximadamente 1735, que el apoyo real de Felipe V, junto con el nombramiento de Inquisidores Generales enérgicos, le da a la Inquisición una especie de inyección de fuerzas. En efecto, hay años en los que se montó un Auto de Fe cada mes en alguna de las ciudades que poseían un tribunal.