El P. Apeles explica todo lo que hay que saber sobre la figura del cardenal en la Iglesia Católica (Parte I)
Agradecemos al Padre Apeles la amabilidad de atendernos nuevamente. En esta ocasión profundiza en la figura del cardenal en la Iglesia Católica. Nos cuenta todo tipo de detalles, desde su definición y naturaleza, origen, creación…hasta sus símbolos, vestimenta, trato, tren de vida, y todo tipo de curiosidades que enriquecerán la cultura eclesiástica de los lectores.
¿Quiénes son los cardenales?
“Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen un Colegio peculiar, al que compete proveer a la elección del Romano Pontífice, según la norma del derecho peculiar; asimismo, los Cardenales asisten al Romano Pontífice, tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan, ayudando sobre todo al Papa en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal” (canon 349).
¿Cuáles son por tanto las ideas esenciales sobre la naturaleza de la dignidad cardenalicia?
1º Que los Cardenales forman un Colegio.
2º Que a ellos corresponde elegir al Papa.
3º Que son sus más estrechos colaboradores.
En el antiguo Código, la definición era más escueta, pero no menos significativa: “Los Cardenales de la Santa Iglesia Romana constituyen el Senado del Romano Pontífice y le asisten como consejeros y colaboradores en el gobierno de la Iglesia” (canon 230). Aquí no se menciona la atribución exclusiva de la elección papal (que se sobreentiende), pero se habla de un “senado", cosa que ha omitido el legislador en el nuevo ordenamiento. La palabra “senado” tiene una larga tradición. Ya nos hemos referido en otro lugar a su acepción etimológica. Aquí nos interesa la connotación histórica para averiguar el papel que han tenido los cardenales y siguen o no siguen teniendo en la actualidad.
¿Cuáles es el origen del cardenalato?
La Iglesia Romana tomó muchas de sus instituciones de las de los antiguos romanos, lo cual era, hasta cierto punto natural. Nunca hubo inconveniente en aceptar las aportaciones buenas y útiles y cristianizarlas. Una de estas instituciones fue el Senado, aquella asamblea que era uno de los pilares fundamentales de la República y que dictó leyes al mundo entero. El otro pilar era el pueblo, representado por sus tribunos. El consorcio entre el Senado y el pueblo (inmortalizado en el conocido acróstico: S.P.Q.R.) mantuvo el equilibrio político de la sociedad romana. El Imperio trajo consigo un elemento capital: el moderador, que era quien dirigía la cosa pública garantizando con la fuerza el imperio de las leyes y que, por su condición militar era aclamado como Imperator. Este fue adquiriendo un poder cada vez mayor por influencia del despotismo oriental. El Senado, paralelamente, fue perdiendo el suyo hasta convertirse en un mero colegio de notables, y no digamos el pueblo.