Ciudad esquizofrénica. Una reflexion sobre Halloween
Compartimos por su interés una interesante reflexión sobre Halloween a cargo de Anacleto González Flores:
Cada año nos sorprendemos en estas fechas cuando nos percatamos de la antelación con la que se empieza a vestir nuestra ciudad con las luces de Navidad. Quedan siempre más de dos meses para conmemorar el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo cuando ya se pueden ver algunas calles de Barcelona engalanadas con lucecitas de diferentes formas, tamaños y colores – unas más elegantes y armónicas, otras más estroboscópicas y epilépticas -. A pesar de expresar nuestro sentimiento de sorpresa, el hecho de que se embellezca nuestra ciudad por este motivo, no nos suscita desasosiego de ninguna clase, ni nos enturbia el corazón, ni tiene implicaciones negativas más allá de aquel que manifiesta dócilmente: “Ya podrían invertir ese dinero en las pensiones de nuestros mayores!".
No le falta razón al que quiere que se le dé una justa retribución al anciano necesitado, pero hay un matiz tan sustancial como insoslayable, y es que eso nunca debe ocurrir a costa de dejar de dar gloria a nuestro Salvador. La Navidad, el nacimiento de Jesús de Nazaret, nos vincula – tengamos fe o no – con nuestra tradición. Una tradición que implica un mensaje claro, bueno, bello y verdadero. Ese Evangelio, el cual se puede llegar a resumir en un solo versículo “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13,34). Hallamos en él, el ejemplo ideal del amor, al que nada ni nadie se puede comparar. “Solo tú eres Santo” decimos en el Credo, el único no pecador - con el permiso de Nuestra Señora - de toda la historia de la humanidad. Aquel que se encarnó para posteriormente entregar su vida para nuestra redención, clavado en una cruz después de recibir todo tipo de humillaciones. Hallamos en Jesucristo las claves para entender lo que es el amor (entrega sacrificada, sufrida, para siempre y sin esperar nada a cambio), el significado y práctica del perdón (siempre y para con todos sin excusarnos por las circunstancias), el sentido del sufrimiento humano (entendiendo y esperando que todos nuestros sufrimientos serán compensados una vez muramos con la visión beatífica de Dios).
Pues mientras dirigimos nuestra mirada a ese niño Dios rodeado de armonía, de paz, de esperanza, de cercanía, de ternura y de Verdad, algo sucede en nuestra ciudad simultáneamente. De manera absolutamente penosa e irracional, hemos marcado e incluido en nuestro calendario una fecha para ‘’celebrar'’ un rito explícitamente satánico. Ahora muchos dirán “¡Hala! ¿Pero qué dices exagerado?”. Bien, cabe apostillar una cosa de antemano, y es lo siguiente. Cuando no se tiene conocimiento de algo, cuando no se han reflexionado los datos de manera concienzuda, cuando no se ha buscado información ni se ha indagado lo más mínimo, cuando todo nuestro juicio sobre algo se encuentre fundado en una mera impresión, en un pálpito que bebe de un instinto, en un sentimiento pasajero, o en una percepción subjetiva, eso no nos da ningún tipo de derecho a emitir una opinión.
Principalmente porque el error no tiene derechos, y además, que no se sepa algo, que no se conciba como verdadero o posible, no quiere decir que no sea verdadero. Retomemos la cuestión: celebración de un rito explícitamente satánico. De un tiempo a esta parte hemos adoptado el festejo que tiene su génesis en una burla a la festividad de Todos los Santos (esas personas que vivieron imitando al niño Dios del principio, aquel que amalgamaba todos las virtudes en grado infinito). Todos los Santos sabemos que se celebra el día 1 de noviembre, pues bien, para el 31 de octubre la gente tiene decorada sus casas con calabazas endemoniadas, telarañas, arañas, unos se disfrazan de monstruos, otros de zombies, y las pobres muchachas que padecen daddy issues en su grado sumo, en no pocas ocasiones se disfrazan de monjas con crucifijos invertidos, etc. Podría seguir pero la náusea me redirige al orden y pasaré muy por encima, de puntillas y velozmente al describir tan escabroso aquelarre.