InfoCatólica / Caballero del Pilar / Categoría: Entrevistas

17.01.23

Gonzalo Rizo habla del 2º Curso de Historia de España, cuya charla inicial imparte Mons. Reig Pla

Gonzalo Rizo Martín de Serranos es coordinador del II Curso de Historia de España convocado por la Asociación Enraizados en Cristo y en la Sociedad. Casado y padre de familia numerosa, es ingeniero y directivo en una multinacional. Fue ponente en la primera edición del curso.

¿Cómo nace la iniciativa? ¿Cuál es su razón de ser?

Este es el 2º Curso de Historia de España organizado por la Asociación Enraizados en Cristo y en la Sociedad. El primer curso tuvo lugar el año pasado con el subtítulo “14 momentos de la Historia de España enraizados en Cristo”.

La actual cultura laicista pretende relegar la visión cristiana al ámbito privado, lo que tiene un efecto corrosivo en la persona y la sociedad. La iniciativa se apoya en las palabras del entonces Cardenal Ratzinger: “un cristianismo que se reduce a nivel de sociedad privada pierde su potente fuerza cultural y política. Así mismo contradice la grandeza de su mensaje”.

También nace en defensa de la Hispanidad, tan sistemáticamente denostada, en cuanto que se trata de un curso de Historia de España.

Además, como no puede ser de otra manera, el curso tiene un propósito evangelizador. Algo que consideramos necesario para estos tiempos en los que hay tanta sobreinformación muchas veces con falacias, premisas materialistas, o abiertamente mentiras que socavan los ánimos de muchos creyentes. La Historia desde la óptica trascendente ayuda a disipar esa niebla. Claro está que los hechos y las trazas de la historia son los que son, siempre sujetos a interpretación, pero cada hombre tiene su historia personal que raramente una lápida nos va a informar.

¿Con qué especialistas contáis para dar las clases?

En primer lugar, contamos con la inestimable colaboración de Monseñor Reig Pla, que amablemente ha accedido a darnos una charla inaugural que sirva de pórtico al curso. Según nos comentó, siendo obispo emérito de Alcalá de Henares, nos hablará de la figura de Don Quijote que mucho tiene que ver con el sentido de nuestro curso.

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13.01.23

En 2023 se cumplen 700 años de la canonización de santo Tomás de Aquino

César Félix Sánchez Martínez es doctor en Humanidades por la Universidad de Piura, Perú, así como bachiller y magíster en filosofía, bachiller y licenciado en literatura y lingüística y diplomado en historia. Es profesor en varios seminarios diocesanos y casas religiosas de formación. Es actualmente presidente de la filial en Arequipa, Perú, de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.

¿Qué supone celebrar en 2023 el 700 aniversario de la canonización de santo Tomás de Aquino?

Supone celebrar un acontecimiento fundamental en la historia de la Iglesia y de la civilización. La canonización de santo Tomás de Aquino el 18 de julio de 1323 por el papa Juan XXII supone la rehabilitación definitiva de su pensamiento luego de las condenas indirectas parisinas y oxonienses (1277) de algunas proposiciones suyas. Aunque la orden dominica nunca dejó de profesar y defender las doctrinas tomasianas, sus obras siguieron circulando en la facultad de artes de París y la Sede Apostólica jamás refrendó esas censuras, la canonización del Doctor Communis fue una reivindicación plena, no solo de su sistema filosófico y teológico, sino de los fueros de la razón y de su armonía con la fe y, por tanto, un rechazo permanente a todo irracionalismo.

¿Por qué esto es así?

Para comprender mejor este punto basta comparar la trayectoria de las escolásticas no cristianas, que carecieron de una figura como el Aquinate.

Recordemos que, en el mundo musulmán, el pensador que acabaría prevaleciendo sería el «destructor de los filósofos», el escéptico Algazel (s. XI), contra el todavía socrático Avicena (s. X) y contra la incoherente doctrina de la «doble verdad» de Averroes (s. XI). Algazel cree demostrar que la razón es fuente de contradicciones y solo cabe atenerse a la verdad revelada en los textos sagrados, que incluso acaba reducida a mera voluntas ordinata interpretada por juristas y otras figuras de poder. Las consecuencias de ese giro las experimentamos hoy de manera directa: basta revisar cualquier noticiero.

En el caso del pensamiento judío, Maimónides (s. XII-XIII) sostiene que, aun si la razón puede demostrar la existencia de Dios, no puede demostrar nada sobre su esencia. Así, estamos ante un semiagnosticismo perjudicial para la metafísica, que no será ya apta para refutar con eficacia las derivas panteístas con sus peligrosos correlatos prácticos, sea mágico-cabalísticos, sea revolucionarios en política, pero siempre antropolátricos.

En cambio, el pensamiento del Aquinatense preserva a la fe cristiana y a la civilización nacida de ella de estas derivas, recogiendo la herencia esencial del mundo clásico, y armonizándola con las verdades reveladas de la religión del Logos encarnado, así como con las doctrinas de los doctores y padres de la Iglesia previos (pues «los contiene a todos», como diría en feliz expresión Juan XXII). Dios, al ser el Logos y elSumo Bien, no puede mandar nada irracional ni maligno y esta verdad no solo nos viene por fe sino por comprobación racional. Además, santo Tomás defiende también la existencia de una ley natural, que puede ser conocida y cuyo origen se encuentra en Dios, y al hombre como poseedor de dignidad y de derechos. No es casual, por tanto, que fueran la Santa Sede y la Orden de Predicadores, bastiones tomistas aun en medio de las borrascas nominalistas, humanistas y protestantes, quienes, durante la época de los descubrimientos, hayan sentado las bases del derecho internacional.

En conclusión, santo Tomás de Aquino es el gran antídoto contra la «deshelenización» denunciada por el recordado Benedicto XVI en el discurso de Ratisbona (2006). De haber prevalecido sus detractores, quizás la gran crisis de irracionalidad que envuelve ahora a Occidente y a la cultura humana en general se habría precipitado antes. De ahí que san Pío X haya advertido en Pascendi (1907) que abandonar al Aquinate en metafísica redundaría en «grave daño». Lástima que a partir de las últimas cuatro décadas del siglo XX no se le hiciera más caso.

¿Cómo podríamos sintetizar el pensamiento de santo Tomás?

En lo filosófico, ante todo, como un socratismo, como la culminación del intento de Sócrates, Aristóteles y Platón de entender la realidad y conocer la virtud contra el escepticismo y el relativismo moral de los sofistas de todas las épocas.

Es, como diría el padre Santiago Ramírez O. P., una filosofía del orden: de la distinción entre orden natural y sobrenatural, entre naturaleza y gracia, entre fe y razón; del orden de las cosas (físico y metafísico), del orden del pensamiento (lógica), del orden de los actos humanos (moral), etc. Pero en santo Tomás, parafraseando a Maritain, se distingue para unir. No como una simple yuxtaposición retórica o un eclecticismo amorfo, sino desde la profundización orgánica, necesaria, coherente y, en ocasiones, correctiva del viejo verso del poema parmineideo: el ser es y el no ser no es. Todo su pensamiento se fundamenta en una metafísica del ser.

¿En qué consiste la metafísica del ser?

Tanto la comprobación de las cosas sensibles, sujetas al cambio constante, pero siempre exigiendo un fundamento invariable, como la enseñanza bíblica de Éxodo 3, 14 («Yo soy el que Soy») nos hablan de la primacía del Ser, de aquello que es, sobre el Devenir, lo que se está haciendo, lo que cambia. Un error en este punto puede acabar siendo catastrófico, como veremos después.

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12.01.23

Joaquín Echeverría: «La generosidad en la muerte de mi hijo espero que sea útil, nos haga bien e ilumine»

No se pierda la entrevista en vídeo

Entrevista escrita

Como publicamos en InfoCatólica Joaquín Echeverría ha anunciado recientemente que se está iniciando ya el proceso para la posible causa de canonización de su hijo, Ignacio, asesinado en Londres en junio de 2017 cuando se enfrentó a los terroristas para salvar a una mujer. Al año siguiente, la Reina Isabel II condecoró con la «George Medal» al «héroe del monopatín», como fue y es conocido en el Reino Unido.

Nos hemos puesto en contacto con él para conocer sus impresiones.

¿Por qué decidieron abrir el proceso de canonización de su hijo?

Monseñor Martínez Camino, responsable de “Las Causas de los Santos” de la Archidiócesis de Madrid nos preguntó si teníamos interés en iniciar la causa de canonización. Entonces pensamos que aunque a Ignacio no se le podía haber ocurrido, tal posibilidad, lo hubiera llenado de emoción.

¿Hasta qué punto le haría ilusión ver a su hijo canonizado en esta vida?

Yo quiero que la muerte de Ignacio sea útil, dadas las circunstancias en las que se produjo, pensar en ellas ilumina a ciertas personas, les inspira buenos sentimientos. Esto ya ocurre sin necesidad de la causa de canonización y por tanto creemos que fue una muerte fue útil, que valió la pena.

Poco tiempo después de la muerte de Ignacio, me escribió una señora diciendo que tenía devoción por Ignacio y le había pedido un favor para una persona de su familia, meses después me dijo que se lo había concedido.

Pero el mero hecho de entrar en el proceso de canonización, hace que muchos valoren su vida de otro modo, y quizás su forma de vida y su generosidad en la muerte haga mucho más bien todavía.

¿Es consciente de que la Iglesia es muy prudente y puede ser un proceso largo y dificultoso?

Sí, sé que es un proceso largo, y no me preocupa, quiero que el proceso tenga una oportunidad, después será lo que Dios quiera. Yo creo que Dios lo escogió para darnos un ejemplo, pero si no es así y estoy equivocado, aceptaré la voluntad de Dios, como acepté su muerte.

Sin embargo tiene esperanza de que Dios vaya facilitando el camino…

Como decía, yo estoy convencido de que Ignacio fue elegido porque representa un modelo muy bueno porque es fácil de imitar, al no haber nacido con habilidades especiales, era una persona muy corriente, los modelos deben ser imitables e Ignacio lo era. Pero dicho lo anterior, tengo que decir que en lo que era especial es en su capacidad de esforzarse, de aceptar los fracasos y esforzarse para superarlos.

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10.01.23

6.01.23

Manuel Fernández Muñoz analiza su obra "Eso no estaba en mi libro de historia de los templarios"

Manuel Fernández Muñoz. Escritor y viajero incansable, ha recorrido el mundo y estudiado la espiritualidad de casi todas las religiones, bebiendo de ellas directamente. Ha convivido con chamanes en Sudamérica, estudiado meditación y budismo en la India y ha pertenecido a numerosas escuelas de mística en Argelia, Marruecos, Chipre, Turquía y Siria. Ha colaborado en numerosos programas de radio y televisión, entre los que destacan La Rosa de los Vientos (Onda Cero) y Cuarto Milenio (Cuatro). Ha publicado artículos en prestigiosas revistas, como Enigmas y Año Cero. Autor, entre otros libros, de 50 cuentos para aprender a meditar” (Cydonia). Con Almuzara ha publicado Guía histórica, mística, y misteriosa de Tierra Santa”, “Juicio a Dios” y “El Grial de la Alianza”.

¿Por qué un libro sobre la verdad de los templarios?

Son tantos los bulos que se han escrito sobre los Pobres Caballeros de Cristo que era necesario que de una vez por todas se pusiera en negro sobre blanco la realidad de una orden de caballería que revolucionó la Europa de su época yendo en pos de un sueño: defender los Santos Lugares de la cristiandad.

Hace más de setecientos años Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, acusó formalmente a la orden del Temple de escupir y pisotear la cruz, omitir las palabras de consagración del vino y el pan durante la eucaristía, así como de adorar a un extraño ídolo llamado Baphomet. A día de hoy, y a pesar de que se ha demostrado que esas imputaciones no fueron nada más que mentiras para hacerse con los tesoros de la hermandad blanca, todavía muchos, emulando el ejemplo del monarca galo, se atreven a difundir falsedades sobre unos gentileshombres que no dudaron en despojarse de todo lo que tenían, inclusive su propia identidad, para proteger aquello en lo que creían, el legado de Jesús de Nazaret.

Intentando devolverles el honor que algunos pretenden robarles, decidí escribir “Eso no estaba en mi libro de historia de los Templarios”, de la editorial Almuzara, una obra en la que profundizamos no solo en las valientes gestas de los que posiblemente fueron los más audaces guerreros cristianos, sino también en sus profundas convicciones, en su maravillosa fe, así como en la mística que rodeó toda su existencia.

¿Cómo nacen y con qué finalidad?

Los templarios son hijos de las cruzadas pero no tienen en absoluto la mentalidad de los cruzados de 1099. Recordemos que cuando Godofredo de Bouillon y sus hombres tomaron Jerusalén durante la primera cruzada, no dejaron títere con cabeza. Raimundo de Aguilers, cronista de aquella contienda asegura que: “En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies cortados. Se derramó tanta sangre en la mezquita que se construyó sobre el Templo de Salomón que los cadáveres pasaban flotando”.

Hugo de Payns, el fundador de los Pobres Caballeros de Cristo, estando de peregrinación en Palestina, vio clara la necesidad de crear un ejército al servicio de Cristo que supliera las faltas de los cruzados aunque se dedicase a defender los Santos Lugares de las manos de cualquiera que quisiera amenazarlos de nuevo.

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