P. Manuel Vargas: “Los Ejercicios Espirituales son la experiencia más transformadora que conozco”
El sacerdote analiza su libro Silencios que hablan, sobre los ejercicios ignacianos
Manuel Vargas Cano de Santayana es vicario episcopal en la Diócesis de Getafe. Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad San Dámaso y Doctor en Teología Espiritual por la Universidad Pontificia de Comillas, coordina el Santuario del Cerro de los Ángeles en Madrid y es director diocesano del Apostolado de la Oración. Coautor de la primera biografía sobre el P. Luis M.ª Mendizábal (1925-2018), profesor en el Instituto Superior de Estudios Teológicos San Ildefonso de Toledo, vicepresidente del Instituto del Corazón de Cristo, ha publicado el libro “Al menos tú ámame. Espiritualidad del Corazón de Jesús hoy".
¿Por qué decidió escribir un libro sobre los Ejercicios Espirituales Ignacianos?
Los Ejercicios Espirituales son la experiencia más transformadora que conozco. No sólo ayudan a conocer mejor a Dios y a uno mismo, sino que también contribuyen a cambiar desde la raíz a las personas que los hacen. Para mí mismo fueron así, tanto la primera vez que los hice (con apenas 15 años) como cuando pude hacer el Mes de Ejercicios (con 24 años).
Además, siempre me ha parecido que el libro de San Ignacio es una joya, pero de difícil acceso para muchas personas, porque no es un libro para leerlo de corrido, sino para que alguien te acompañe y te enseñe a utilizarlo. Así que pensé: «Vamos a escribir un libro que explique los Ejercicios Ignacianos de manera clara, accesible y con un lenguaje de hoy, para que cualquiera pueda hacerlos y aprovechar su riqueza».
Por otra parte, me he encontrado con mucha gente que dice: «Me encantaría hacer Ejercicios, pero no tengo tiempo para una semana entera en silencio». Y pensé: «Bueno, pues podemos llevarles los Ejercicios a casa». Así que este libro es como un retiro ignaciano en formato libro, con meditaciones para cada día, de modo que quien lo lea pueda hacer los Ejercicios, aunque sea poco a poco y en su propio ambiente.
¿Por qué lo ha titulado “Silencios que hablan"?
El silencio es una clave fundamental de los Ejercicios Espirituales. Vivimos en un mundo ruidoso, lleno de notificaciones, música de fondo y conversaciones sin descanso. Parece que tenemos miedo de quedarnos en silencio, como si necesitáramos siempre algo que nos distraiga. Pero cuando uno se atreve a hacer silencio, ocurre algo impresionante: la voz de Dios empieza a resonar en el corazón.
He visto a muchas personas entrar en Ejercicios con miedo al silencio y salir diciendo: «¡Nunca había oído hablar tan claro a Dios!». Y no es que Dios haya cambiado, sino que nosotros, en el silencio, aprendemos a escuchar. Así que el título juega con esta idea: el silencio no es vacío, no es aburrido. El silencio, bien vivido, es ocasión para un diálogo profundo con Dios. En Ejercicios, Dios —que habita en el silencio— «habla».
¿En qué medida es fruto de su experiencia en hacerlos e impartirlos? ¿Cuántas veces los ha hecho y cuántas tandas ha dado?
Este libro no nace en la mesa de un despacho, sino en la propia experiencia de Ejercicios. Los he hecho (como otra mucha gente) anualmente desde 1991 y he predicado 113 tandas, de modo que he conocido mucho sus efectos: desde gente que entra escéptica y termina llorando de emoción, hasta personas que llegan con una fe dormida y tibia y salen encendidos, con una vida totalmente renovada.
¿Por qué lo ha dedicado al P. Luis María de Mendizábal S.J., de feliz memoria? ¿Cómo le marcó conocerlo?
El P. Mendizábal fue un verdadero maestro de vida espiritual. Lo conocí en JRC (Jóvenes por el Reino de Cristo) y quedé impactado por su profundidad, su sabiduría y, sobre todo, su amor ardiente a Jesucristo. No sólo tenía una cabeza privilegiada, sino también un corazón enorme, lleno de Dios.
Después, gracias a las Hermanas de la Fraternidad Reparadora, contacté con él en mis primeros años de sacerdote y me acompañó espiritualmente hasta su muerte en enero de 2018. Él contribuyó, además, a que diera sus primeros pasos un incipiente grupo de sacerdotes diocesanos de espiritualidad ignaciana. Le debo muchísimo. Este libro es un humilde homenaje a este jesuita ejemplar, a quien muchas personas deseamos ver en los altares.
¿Qué supone que le haya prologado el libro Mons. Avendaño, obispo auxiliar de Getafe?
Para mí es un honor enorme. Don José María Avendaño es un pastor con corazón de padre, con una espiritualidad profunda y una gran cercanía con la gente. Que él haya querido escribir el prólogo es un signo de que considera que el libro puede ayudar a muchas personas en su camino espiritual.
Además, su prólogo no es un simple «cumplido», sino que refleja su propia y rica experiencia espiritual. Leerlo ya es una invitación a sumergirse en el libro con el corazón abierto.
¿El libro está pensado para hacer los Ejercicios Ignacianos o para ser un apoyo o guía a la hora de darlos?
Si alguien quiere hacer los Ejercicios en su casa, el libro le acompaña paso a paso. Y si alguien tiene que dirigir Ejercicios y busca ideas para las meditaciones, aquí puede encontrar un material útil.
¿Cómo la lectura del libro puede animar a hacer los Ejercicios?
Quien lo lea, verá que los Ejercicios no son algo «rígido» o «anticuado», sino un camino apasionante para encontrar al Señor.
He intentado escribir con un lenguaje cercano, con ejemplos de la vida real, con un estilo que haga pensar y, al mismo tiempo, que haga sonreír. Si alguien lo lee y dice: «¡Qué interesante, quiero vivir esta experiencia!», el objetivo está cumplido.
¿Por qué, en la medida que se pueda, es conveniente hacerlos presencialmente en régimen de internado y silencio?
El silencio total ayuda a que la voz de Dios se distinga con más claridad. Si uno hace los Ejercicios en casa, con el móvil encendido, con compromisos diarios, con interrupciones… es más difícil entrar en profundidad. Los Ejercicios bien vividos son como un «reset» para el alma: desconectar del ruido y conectar con Dios.
¿Por qué recomendaría hacer los Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio de Loyola?
Porque es un método probado. Desde hace más de 500 años, ha ayudado a miles de personas a ordenar su vida, a descubrir su vocación y a tomar decisiones importantes con claridad. Ignacio de Loyola propuso estas meditaciones gracias a una particular inspiración de Dios en la cueva de Manresa.
¿Cómo ha visto que cambiaban la vida de las personas que los han hecho?
Los Ejercicios despiertan el corazón. He visto conversiones profundas, gente que vuelve a la fe con una pasión renovada, matrimonios que encuentran un nuevo sentido a su vida juntos, sacerdotes que recuperan la ilusión por su vocación… San Ignacio tenía razón: cuando uno hace los Ejercicios con el corazón abierto, Dios actúa. Son una forja de almas cristianas.
Por Javier Navascués
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