Profesor Escandell: “Fuera de Dios, nada”

El profesor Escandell analiza como todas las filosofías inmanentistas desembocan en el nihilismo

José J. Escandell. Profesor de filosofía de instituto. Ha publicado en revistas especializadas trabajos de investigación, en particular sobre antropología filosófica y teología natural. Ha contribuido a la edición de las obras completas del filósofo español Antonio Millán-Puelles (1921-2005), a lo que ha añadido algunos escritos de análisis de su pensamiento.

A modo de introducción, ¿podría definir la inmanencia y la trascendencia en filosofía?

Inmanencia y trascendencia son dos palabras un poco grandilocuentes para referirse a algo muy sencillo: vivir como si solamente hubiera esta vida y este mundo, o vivir con la mirada puesta en Dios. O todo se limita a este mundo y a sus inquietudes, o hay Dios fuera del mundo. Inmanencia y trascendencia son palabras que tienen otros significados, pero creo que ahora nos podemos centrar en estos.

O solo mundo, o mundo y Dios. La alternativa no es “o mundo o Dios”. La afirmación de Dios no es la negación del mundo; solo lo es si se pretende que mundo y Dios son incompatibles. Desde luego, los teístas que adoramos al Dios de Aristóteles y de San Agustín no podemos aceptar que Dios es la negación del mundo y que el mundo es la negación de Dios. Hay, sin embargo, creyentes y ateos que no aceptan esto.

Ateos como Feuerbach o Sartre sostienen que entre Dios y el mundo hay una alternativa innegociable. Para que el hombre sea hombre, para que el ser humano pueda vivir como ser humano, es necesario que Dios no exista. Hay también teístas, es decir, gentes que aceptan la existencia de Dios, que por eso mismo niegan que el mundo sea algo positivo. Es, por ejemplo, doctrina clásica de Lutero que el hombre es puro pecado y que la salvación realizada por Cristo se encuentra por encima de un mundo que es también puro pecado.

Hay “inmanentismos”, es decir, doctrinas que pretenden que no hay más que este mundo y que esta vida, y sanseacabó. Y hay “trascendentalismos”, o sea, sistemas de pensamiento que niegan el mundo en nombre de Dios.

Pero no se trata de aprovechar que la virtud está en el justo medio para ofertar y defender una trascendencia como Dios manda, porque no se trata de hacer equilibrismo centrista y moderado. La virtud siempre es un extremo, porque es una cumbre entre dos vicios. Quienes sostenemos que existe Dios, que es el puro Ser que existe por sí mismo (como bien dice Aristóteles), y que luego se encarnó por gracia para la redención del ser humano (como confiesa la Iglesia Católica), declaramos que el mundo fue creado por Dios, fue manchado por el pecado del hombre, permanece como escenario de la salvación de los hombres y será transfigurado -no destruido- al Final de los Tiempos.

La metafísica, por tanto, por definición, va más allá de la mera inmanencia de la materia…

Esta pregunta, en forma de apunte sugerente, es enormemente importante. Porque aparece ahora la metafísica. En medio de la universal locura en que se ha convertido nuestra tan exaltada civilización occidental, la metafísica ha venido a ser una extravagancia. En el colmo, proliferan adictos a la Teosofía y a la Nueva Era que quieren encumbrar sus desvaríos -a veces no lejanos del satanismo- al amparo de la metafísica. El teísmo corriente -al menos el que percibo en nuestra triste Europa- hace tiempo que renegó de la metafísica. Sean muestras de ello personajes tan reputados como el teólogo K. Barth o el insufrible H. Küng. Hoy la palabra metafísica no suscita en la mente el nombre de Aristóteles, sino el del ateo Martin Heidegger.

Entiendo por metafísica aquella ciencia suprema que Aristóteles desplegó a partir de las semillas sembradas por Platón. La restauración del teísmo católico pasa inexorablemente por la de la metafísica (cosa, por cierto, reconocida por San Juan Pablo II en Fides et ratio). Dicho de una manera menos lacónica y simplona: poner de nuevo en vigencia una fe limpia y sana en Dios creador y redentor requiere, por parte de los intelectuales, volver a cultivar la metafísica realista clásica.

Hay que recordar que metafísica es el saber relativo a aquello que se encuentra “más allá” de lo físico: “meta-physica”. Ruego que se me disculpe la pedantería, que es inevitable. Un personaje como Aristóteles -ajeno, por mera cronología, a toda influencia cristiana- dio por sostener seriamente que existen realidades distintas de la materia. Es decir, seres inmateriales, que, por ser inmateriales, están más allá de este mundo material. En el extremo está, por encima de todo, Dios, que es el Motor Inmóvil. Y lo dice un pagano. La metafísica bien hecha es, por definición, trascendencia y protección frente a la inmanencia.

El mundo está hecho de materia. El aire, los océanos, las montañas, los bosques, las bestias… Todo es material en el mundo. La metafísica muestra que hay algo más. Y se trata de un conocimiento que no requiere de la fe religiosa, por mucho que lo rechacen los inmanentistas.

No podemos pasar por alto que hay doctrinas metafísicas que han pretendido ser, a la vez, trascendentes e inmanentes. El panteísmo existe desde los tiempos más remotos, aunque en nuestros días se ha difundido, más o menos explícitamente, por muchas zonas de la cultura occidental. La gran figura histórica representativa del panteísmo es el filósofo B. Spinoza. El panteísmo es la ingeniosa doctrina que sustituye la dialéctica entre Dios y el mundo por la confusión de ambos: Dios y el mundo son lo mismo.

Los teístas tienen que esforzarse por encontrar el verdadero y delicado equilibrio entre Dios creador y el mundo creado; lo que el panteísmo hace es liquidar el problema en su raíz. Muerto el perro, se acabó la rabia. El problema es que, para aceptar el panteísmo, hay que admitir que lo finito (el mundo) y lo infinito (Dios) son lo mismo. Eso es una contradicción, como señaló el gran Garrigou-Lagrange; y una contradicción no puede ser verdad. El panteísmo es un círculo cuadrado, una contradicción con patas, un sinsentido, a pesar de su eventual éxito cultural. No puede ser verdad que lo finito y lo no finito son lo mismo.

En cierto modo, con Ockam empezó la decadencia del pensamiento escolástico medieval. ¿Qué importancia e influencia tendría el nominalismo en la filosofía que vendría después?

Hay un esquema muy difundido de la historia de la filosofía que hace de la Edad Media cristiana (siglos IX a XIII) su punto culminante, tras el cual sigue una decadencia -acelerada por la Ilustración del XVIII- que llega hasta nuestros días. Ockham fue un fraile franciscano que vivió en el siglo XIV y que figura como disidente de la Iglesia. Aunque suele considerarse a Descartes, en el siglo XVII, como el creador de la filosofía moderna, también suele ponerse a Ockham como el precursor del camino que llega hasta el pensador francés y que se continúa después de él.

Hay que ser muy cautos con los juicios históricos. Es la historia una ciencia muy delicada, en la que es esencial no dejarse llevar por esquemas fáciles o por leyes de simetría. Como suele decir el Prof. J. Paredes, la historia es la historia de la libertad. Yo añado: es la historia de la libertad, y también de la Providencia. En cualquier caso, la historia es imprevisible en buena parte.

Hechas estas prevenciones, hablemos un poco del nominalismo, que es en realidad el protagonista de la pregunta. Ockham es nominalista. Se denomina “nominalismo” a la doctrina filosófica según la cual las ideas (los “universales”) son convenciones, no representación de algo real: solo son universales los nombres (en latín, nomina). He aquí un concepto que puede resultar arduo para el lector, así que no tendré más remedio que extenderme un poco.

Autores como Aristóteles (s- IV a. de C.) o Santo Tomás de Aquino (s. XIII) entendían que entre las cosas que encontramos en el mundo hay elementos comunes. Por ejemplo, entre un oso y una patata hay en común el que ambos son seres materiales vivos. En consecuencia, nuestra idea de “ser material vivo” se corresponde con algo real, con algo efectivo y auténtico entre las cosas. Por el contrario, quienes se inclinan por el nominalismo niegan que haya algo común entre ninguna cosa, sino que cada una es un individuo completamente distinto de cualquier otro. Un oso no tiene nada que ver con una patata, y viceversa. Mi siquiera un oso tiene nada que ver con otro oso: el que los llamemos a ambos “oso” es, a lo sumo, por pura comodidad, pero no porque entre ellos exista una naturaleza compartida.

Para los nominalistas, la rotunda individualidad y separación mutua entre las cosas en el mundo se corresponde con la declaración de que son ficticias las ideas comunes, generales o universales. Esta posición, que puede parecer algo rebuscada y poco significativa, tiene, sin embargo, graves consecuencias. Por un lado, la realidad es una acumulación de seres perfectamente distintos y aislados unos de otros. El mundo es un saco de cosas disparatadas. Por otro lado, nuestro conocimiento con ideas generales es solamente una convención que, ciertamente, se refiere a las cosas, pero que no ofrece una representación auténtica de ellas. Ello quiere decir que el ser humano es ciego (que, desde luego, está mal diseñado) y que el conocimiento es una invención meramente aproximativa -en el mejor de los casos- de la realidad.

¿Cómo se pudo admitir algo tan disparatado como suprimir los universales y qué consecuencias tuvo?

La difusión del nominalismo implica el triunfo de la convicción de que la realidad no es accesible al ser humano. Que no podemos conocer la realidad tal cual ella es. El realismo metafísico clásico sostiene que el hombre está abierto a lo real, aunque no pueda abarcarlo exhaustivamente. El nominalismo sostiene que el hombre no está abierto a lo real, sino que, en su ceguera, a tientas, él mismo se crea representaciones que emplea como lazarrillo en el mundo. Las diferencias entre realismo y nominalismo son nítidas, y las consecuencias respectivas, tremendas. Me limitaré a señalar con brevedad solamente dos.

Si el ser humano no es capaz de acceder a la realidad, entonces no se diferencia significativamente de los animales. Las vacas y los grillos solo conocen los colores, los sonidos, los sabores, etc., de las cosas. Como se expresa en terminología aristotélica, su conocimiento es solamente sensorial. Y si solo se dispone de los sentidos, entonces no se puede conocer lo que las cosas son. Porque lo que las cosas son no es algo sensible: el concepto de pollo no es ni su color, ni su sabor, ni su olor, etc. Ni las vacas ni los grillos tienen conceptos. Por lo tanto, están como piensan los nominalistas que estamos también los hombres, es decir, sin posibilidad de conocer lo que las cosas son. Quizás hay diferencia en cuanto que los hombres podemos crear conceptos, pero que solamente son representaciones ficticias.

Así, pues, no es esencialmente diferente el conocimiento humano del conocimiento animal. En consecuencia, no somos esencialmente diferentes los seres humanos de los demás animales. Pero entonces, ¿por qué hay que respetar la vida inocente de un bebé y no hay que preservar la de un cordero lechal? El realismo metafísico de Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino defiende con entusiasmo las chuletillas de lechal a la brasa (que, por cierto, están carísimas) mientras aplaude que el bebé sea felizmente amamantado por su madre y se opone con uñas y dientes al aborto provocado.

No estoy haciendo filigrana intelectual. El animalista P. Singer, o su profeta en España, J. Mosterín, y todos los secuaces de ambos, promueven con entusiasmo el aborto, la eutanasia y cualquier falta de respeto a la dignidad específica de la persona humana basándose en que no hay diferencia esencial entre el hombre y los demás animales. La idea ya había dominado entre los eugenistas evolucionistas del siglo XIX.

La segunda consecuencia que vale la pena considerar ahora es que el nominalismo pone en crisis la libertad del hombre. Quiero decir, la libertad entendida como capacidad psicológica de elegir. La elección libre necesariamente requiere que se conozca la realidad: si no sabemos cómo son las cosas, no podemos sopesar sus respectivos valores auténticos. Elegir a ciegas es lanzarse al azar o al capricho. El azar y el capricho son simulaciones de la libertad. Pero, como hemos visto, el nominalismo niega que tengamos verdadero acceso a lo real. Luego el ser humano va a ciegas -o, al menos, en penumbras- entre las cosas. En tales condiciones, elegir es como echar los dados o como lanzarse según a cada cual le parezca.

Después del nominalismo, ¿se distorsiona también el realismo entre racionalistas y empiristas?

El nominalismo es típicamente medieval y parece extenderse durante el renacimiento. Hacia el siglo XVI, más o menos, aparecen en filosofía las tendencias racionalista y empirista. El más señalado representante del racionalismo es Descartes (1596-1650) quien, a mi juicio, quiere mantenerse dentro del realismo. Como también lo pretende otro racionalista posterior, Leibniz (1646-1716), y también Wolff (1679-1754), ya en el siglo XVIII. Los racionalistas sostienen que es la razón humana la protagonista de nuestro conocimiento, y no la experiencia. Los empiristas -y Locke (1632-1704) es el central, antes de Hume (1711-1776)- piensan exactamente lo contrario, es decir, que la experiencia es lo principal y que la razón solo tiene parte secundaria en el conocimiento. Los empiristas enmiendan la plana a los racionalistas movidos también -en general- por el afán de defender la auténtica realidad.

(Habrá que dejar dicho, para evitar confusiones, que el concepto de racionalismo en filosofía no es el mismo que el que suelen manejar la teología católica y el Magisterio de la Iglesia. Ya he descrito qué es racionalismo en filosofía. En teología, racionalista es el que sostiene que debe rechazarse todo aquello que excede a la razón humana y, en particular, la fe sobrenatural. El racionalista filosófico pone en segundo plano la experiencia, mientras que el racionalista teológico se enfrenta con la fe. Cabe la posibilidad de ser racionalista en los dos sentidos, pero uno no supone el otro, de manera que es posible ser racionalista en un sentido y no en otro).

Empirismo y racionalismo son dos extremos, que desequilibran la relación entre la razón y la experiencia en el conocimiento humano. Ambas líneas quieren ser realistas, incluso aunque en algunos autores haya mucho de nominalismo, en particular entre los empiristas. Ese desequilibrio no es sin detrimento del conocimiento auténtico de la realidad, lo cual es particularmente patente en la filosofía de Kant (1724-1804), cuyo papel histórico no puede ser exagerado. Ante racionalismo y empirismo, Kant elaboró el “idealismo trascendental”, que viene a ser como el híbrido resultante de la combinación de ambos. Pero es como el “oso hormiguero”: el imposible de un ser mitad hormiga, mitad oso.

A continuación, el idealismo, opuesto al materialismo, se alejó de la filosofía realista. ¿Dónde radica su error?

En su famoso librito Introducción al tomismo, C. Fabro muestra con agudeza que el realismo tomista ha tenido una vigencia histórica mucho menor de lo que se piensa. Es verdad que la Summa de Santo Tomás estaba en el altar, junto a la Biblia, durante las sesiones del Concilio de Trento. Pero el tomismo, y su fuente, el aristotelismo, son inestables, son filosofías con unos equilibrios internos tan primorosos que resulta muy difícil su pervivencia. Hay mucho mito en esto del dominio histórico del tomismo en ambientes intelectuales católicos. Y al hablar del tomismo me estoy refiriendo, también, al realismo metafísico en general.

Hay que reconocer, con todo, que la Iglesia Católica -que no tiene ni una teología ni una filosofía de escuela oficiales- en Trento se aprovechó ampliamente del tomismo, hasta el punto de que es muy arriesgado para un católico alejarse mucho del pensamiento de Santo Tomás sin alejarse al mismo tiempo de la fe auténtica. Ratzinger consideró providencial que el cristianismo primitivo se encontrara con la filosofía greco-latina y se aprovechara de ella todo lo posible. Lo mismo pienso yo que pasa con el pensamiento tomista.

Dicho lo cual, tomemos ahora en consideración otro peldaño de la filosofía en su historia, de distanciamiento respecto del realismo, según la invitación que usted me hace: el idealismo. Propiamente, el idealismo se inaugura con la filosofía de Berkeley (1685-1753), es decir, en el siglo XVIII, el de la Ilustración. Hay quienes piensan que ya el propio Descartes (que era católico) era idealista; yo no lo veo claro y más bien me inclino por pensar que la del francés quiere ser -aunque con escaso éxito- una filosofía realista. Berkeley (por cierto, obispo anglicano) fue quien formuló con la mayor precisión la tesis esencial del idealismo, con el llamado ”principio de inmanencia”. Ser es ser percibido: esse est percipi. Las cosas del mundo parecen ajenas a nosotros, pero, en rigor, solamente son pensamientos de una mente que las piensa. Es la antítesis del realismo. Hemos llegado a las antípodas del realismo.

El idealismo encontró en Kant un primer impulsor, pero alcanza su cénit con Hegel (1770-1831), hace apenas un par de siglos. Desde entonces, la discusión del idealismo y del principio de inmanencia ha monopolizado la atención de los filósofos, hasta que la propia filosofía ha entrado en crisis de disolución con el crecimiento y difusión actuales del nihilismo postmoderno.

A veces se ha dicho que la película Matrix es una verídica representación del idealismo, porque crea una situación en la que no hay modo de saber qué es real y qué no lo es. No estoy de acuerdo con esto. La tesis idealista no niega la diferencia entre lo real y lo irreal, sino que identifica la realidad con el pensamiento. El pensamiento no es irreal.

El idealismo parece una borrachera y una locura. Sin embargo, personajes como Feuerbach, Bauer, Stirner, Marx y Engels -la llamada izquierda hegeliana- han visto en el idealismo un tremendo fraude, a la vez que han querido encontrar en él, como oculto y disfrazado, el materialismo. No puede negarse que estas propuestas materialistas han triunfado en el plano de la influencia pública, aunque, desde luego, puede discutirse si esos materialismos han conseguido refutar suficientemente el idealismo o si, por el contrario, no son más que idealismo boca abajo.

Parece, sin embargo, que el empirismo es un error peor que el racionalismo, porque niega la existencia de toda realidad que no se puede comprobar. ¿Es esto así?

El empirismo, como el materialismo, pegan nuestra mirada a la tierra. Nos hacen mirar de continuo hacia el suelo, como las vacas que pastan. Es verdad que lo que vemos con los ojos, lo que palpamos con las manos, se impone a nuestro conocimiento como contacto innegable con la realidad. Pero también es verdad que hay más, mucho más. Habrá que decir que nuestros sentidos también pueden engañarnos, como lo hacen cuando los ojos nos muestran un remo quebrado que está medio metido en el agua. Sin embargo, es más importante darse cuenta de que, incluso cuando nos limitamos a constatar que estamos mirando un papel blanco, lo hacemos no solamente con la vista, sino también con la razón. Una vaca no puede reconocer un papel blanco.

Por eso tiene, en este sentido, más peligro para el teísmo y para la trascendencia el empirismo que el racionalismo. El exceso del racionalismo es el exceso del que se embriaga con la riqueza y plenitud de lo racional y de lo espiritual. El triángulo que, por así decir, merece la pena pensar es el triángulo pensado, y no tanto el triángulo que dibujo en un papel. La geometría trata del triángulo ideal, no del triángulo que hay en el papel, cuyos rasgos son imprecisos y, a la vez, completamente individuales. En el triángulo dibujado no se cumple el teorema de Pitágoras, porque sus lados no son perfectamente rectos, ni sus vértices son del todo puntiagudos, etc. El teorema de Pitágoras -toda la geometría del triángulo- solo es verdad para los triángulos ideales, para la idea de triángulo.

El racionalismo exagera el campo que se abre a la razón, y por eso tiene la tentación del idealismo. Por sus excesos, el racionalismo y el idealismo arruinan el ámbito de lo trascendente. Dios es entonces solamente una idea. Pero el empirismo es inexorablemente inmanentista y, en consecuencia, es de suyo ateo o, si acaso, no tiene más remedio que refugiarse en el fideísmo, como última tabla de salvación de la trascendencia.

El positivismo de Comte es mucho más cercano al empirismo que al idealismo y muestra una inmanencia radical.

Una vez más se ve que la historia es sorprendente. Un caso particularmente interesante es el del positivismo de Comte (1798-1857), a quien las historias de la filosofía no suelen prestar, en general, la atención destacada proporcional a su influencia. En la bandera misma de Brasil hay una frase suya: “Ordem e Progresso". En medio de sus muchísimas extravagancias y de su precaria salud mental, Comte dio a luz una filosofía que, arrancando de un explícito inmanentismo, pretende, sin embargo, construir sobre él también una trascendencia de imitación.

Lo positivo es lo que puede constatarse. Positivismo es decir que solamente es verdad lo que puede constatarse. En este sentido, la filosofía de Comte parece un empirismo, porque el eje del conocimiento es, para él, el contacto con la experiencia. Lo que puede constatarse es lo que puede experimentarse. Sin embargo, su justificación del principio de que solamente vale lo positivo es muy débil, como no puede ser de otra manera: porque no es positivo que todo es positivo; no es una verdad experimental que solamente es verdad lo experimentable. La doctrina de Comte, y todo el empirismo, penden de un elemento no justificado e injustificable con sus propios principios.

Vivir como vacas “pacientes”, mirando siempre solamente al suelo -a lo “positivo”-, es insufrible. La religión de la Humanidad, fundada por este francés, es un sucedáneo. Para Comte, el ser supremo es la Humanidad, y a ella se debe culto y reverencia como a lo sumo sagrado. ¿Qué puede haber, para un positivista, más elevado que la Humanidad? Hasta podría decirse que semejante ideal es poco positivista. Sin embargo, podríamos reconocer la Religión de la Humanidad en todas las ideologías que niegan la trascendencia real y la sustituyen por la filantropía; idea, por cierto, muy familiar a demasiadas instituciones católicas, las cuales, sin embargo, deberían sentir repugnancia ante una promoción “meramente humana” del hombre. La UNESCO, los Rotarios, etc.

Se cumple también la ley inexorable de que la ceguera mental es contagiosa, porque es efecto del orgullo.

¿En qué medida todas estas corrientes filosóficas han heredado parte de los graves errores de Lutero?

Me causa mucha incomodidad mencionar a Lutero (1483-1546) cuando resulta que el Papa Francisco se ha esforzado en rehabilitarlo. Me molesta especialmente la grosería grotesca y obsesiva de Lutero por ultrajar al papado, con expresiones y hasta dibujos de un soez y una vulgaridad insoportables. Pocas personas han tenido un papel más negativo en la historia de la humanidad: ¿Arrio? ¿Mahoma? Por no mencionar la porosidad de los católicos actuales -en particular, de los teólogos- a las doctrinas protestantes.

Con el idealismo y el materialismo del siglo XIX, Alemania se convirtió en norma y medida universales del pensamiento, sobre todo de la filosofía y de la teología. El cristianismo ha sido apresado por Alemania, cuyas propuestas se limitan, en general, a sacar consecuencias del inmanentismo en cualquiera de sus modalidades. Hoy en día no es posible ser agustiniano, tomista o siquiera escotista: no se tiene por filósofo o teólogo a quienquiera que se niega a trabajar en el marco de referencia del complejo idealista-materialista alemán. Importa tener en cuenta que el idealismo y el materialismo alemanes se cría en ambientes protestantes.

Es lo que explica precisamente, al menos en parte, la aparición del personalismo entre los pensadores católicos, teólogos o filósofos. El personalismo, en general, constituye una reflexión filosófica y teológica que, al margen de la abandonada tradición realista, quiere aprovechar elementos del pensamiento moderno inmanentista para comenzar una nueva navegación, que restaure el realismo y el cristianismo en la modernidad. Se parece mucho al realismo crítico, promovido especialmente en Lovaina a primeros del siglo XX: partiendo del idealismo, querían llegar al realismo; ahora se trata de partir de la mundanidad del hombre para recuperar a Dios.

No quiero alargarme. Aparte de otros muchos, K. Wojtyla y J. Ratzinger han querido recorrer, cada uno a su manera, y en términos globales, el camino personalista. A mi juicio, aunque sea preciso reconocer innegables logros de esta vía, por ella no se llega ni a la suela de las sandalias de Santo Tomás.

¿Por qué en el fondo todas estas filosofías inmanentistas acaban desembocando en el nihilismo?

Fuera de Dios, nada.

Por Javier Navascués

 

34 comentarios

  
Caballero Jorge
Y fuera de la Espasa-Calpe ... nada.
07/01/25 8:57 AM
  
Rodrigo.
Enhorabuena prof. Escandell.
La cuestión de fondo en su análisis es que cree que la Filosofía es la búsqueda de la Verdad. Y desde hace ya muchos años, una gran mayoría de los que se dedican a esto, entienden las diferentes corrientes filosóficas como meros géneros literarios sujetos a modas: es como si ahora no se pudiese no ser kantiano, o personalista, -o lo que sea- según toque. La búsqueda de la verdad ha desaparecido de la ecuación.
Y esto ha ocurrido también en seminarios y facultades eclesiásticas. Así nos va.
07/01/25 9:30 AM
  
Manu
Entrevista muy completa y pedagógica.
Ojalá haya muchas personas que la lean con atención y la interioricen, da muchas pautas para comprender la situación en la que estamos.
Hay un libro del filósofo judío Emmanuel Levinas que desarrolla el par inmanencia trascendencia. Su título es "Totalidad e Infinito". No es un libro fácil, entre lo más destacado del mismo es la crítica radical al paganismo filonazi de Heidegger.
07/01/25 10:32 AM
  
Urbel
El profesor Escandell es autor de la más aguda crítica del personalismo que he leído:

"Ensayo crítico sobre la filosofía personalista", en el libro colectivo "Metafísica y Familia. Homenaje a Tomás Melendo. Tomo I. Fundamentación" (editorial Torres Asociados, México D.F., 2021.

Donde refuta las cinco tesis en que resume el error personalista:

1. La persona no puede ser definida.
2. La persona no es sustancia.
3. La persona es corpórea.
4. La persona es libertad para el amor.
5. El bien de la persona es superior a cualquier otro.

Y concluye afirmando:

"Ni siquiera Dios puede ser bien común para el personalismo, sino que es la Persona (o la Tri-Persona) el Yo con el que el tú humano encuentra su plenitud. Se entiende la felicidad como una intimidad personal sin trascendencia ni comunidad".

Recomiendo vivamente su lectura para curarse del personalismo, tan popular por desgracia en los ambientes católicos, sobre todo desde el pontificado de Juan Pablo II.
07/01/25 10:43 AM
  
Urbel
"Aparte de otros muchos, K. Wojtyla y J. Ratzinger han querido recorrer, cada uno a su manera, y en términos globales, el camino personalista. A mi juicio, aunque sea preciso reconocer innegables logros de esta vía, por ella no se llega ni a la suela de las sandalias de Santo Tomás", dice el autor en la entrevista.

En su artículo contra el personalismo que he citado y brevemente comentado, se explica muy bien por Escandell por qué por el camino personalista "no se llega ni a la suela de las sandalias de Santo Tomás".

Pero no hay rastro de que "sea preciso reconocer innegables logros de esta vía".
07/01/25 10:48 AM
  
LJ
Manu, seguramente alguien que no cree en la divinidad de Cristo, Rey de Reyes, tiene un criterio muy fácilmente ignorable por ignorancia invencible. O falta de gracia evidente y objetiva.
07/01/25 11:34 AM
  
Manu
Una vez hoy decir a un pensador católico que Santo Tomás era como una gran catedral gótica, muy bella y majestuosa, pero con algunas grietas alarmantes. Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger se dieron cuenta de ellas, sobre todo porque no tiene suficientemente en cuenta la relacionalidad constitutiva de la persona
También el filósofo español Leonardo Polo advirtió de lo mismo en su antropología trascendental.
Respecto al personalísimo, es una corriente muy amplia y con presupuestos a veces muy dispares.
07/01/25 1:44 PM
  
José J. Escandell
Estimado Manu: Es evidente que no estamos de acuerdo. Mi crítica al personalismo (que Urbel ha mencionado) inclluye a Levinas. Por lo que respecta a Polo, a cuyas clases asistí (soy exalumno de la Universidad de Navarra), su planteamiento tampoco me parece acertado y también lo he expresado en un artículo.
07/01/25 2:17 PM
  
Oscar de Caracas
El profesor Escandell es formidable.
Debe de tener una sección permanente en infocatolica.

Aclara con gran maestría conceptos muy complicados que explica con gran claridad para los que no tenemos mucha formación en filosofía.

Gracias Don Javier por traerlo aquí.

P.D.: Deberían de invitar a Don Horacio Giusto también a infocatolica. Es un gran divulgador de la filosofía cristiana.
07/01/25 2:37 PM
  
Jordan
La defensa de San Juan Pablo II y Benedicto XVI frente a las acusaciones de "errores personalistas" debe partir de una comprensión clara de su legado teológico y filosófico. Ambas figuras son baluartes de la ortodoxia católica y han enriquecido la doctrina de la Iglesia mediante un profundo análisis de la dignidad humana y su relación con la verdad divina.

San Juan Pablo II no puede ser acusado de un "personalismo erróneo", ya que su enfoque personalista está firmemente anclado en la antropología cristiana y en la doctrina perenne de la Iglesia. Su obra monumental "Persona y Acción" y las catequesis sobre la teología del cuerpo subrayan una visión de la persona humana como creada a imagen de Dios, con una dignidad intrínseca que exige ser reconocida.
Su "personalismo" no es relativista ni subjetivista. Al contrario, está orientado hacia la verdad objetiva y el bien común, siempre enraizado en la enseñanza de Cristo y en la Tradición. Los que lo acusan de errores en este campo demuestran un desconocimiento o malinterpretación de sus escritos.

Benedicto XVI, un teólogo riguroso y profundamente ortodoxo, jamás se desvió hacia un enfoque personalista que contradiga la enseñanza de la Iglesia. Su análisis del amor en "Deus Caritas Est" presenta una integración perfecta entre eros y ágape, defendiendo siempre la primacía de la verdad sobre los sentimientos o las meras preferencias humanas.
Además, su insistencia en la centralidad de la fe y la razón muestra que cualquier interpretación personalista de su obra que conduzca al relativismo es una tergiversación. Benedicto XVI defendió con valentía la Verdad en un mundo cada vez más secularizado y relativista.

Fidelidad a la Tradición:
Tanto San Juan Pablo II como Benedicto XVI fueron fieles guardianes de la Tradición y jamás comprometieron la verdad doctrinal. Las críticas que intentan etiquetarlos como "personalistas errados" suelen venir de sectores que malinterpretan su enfoque pastoral o filosófico, confundiéndolo con concesiones doctrinales que nunca hicieron.
Ambos Pontífices enfrentaron con valentía los desafíos de su tiempo, respondiendo con una sólida formación filosófica y teológica sin diluir ni un ápice el depósito de la fe.

San Juan Pablo II y Benedicto XVI no sólo respetaron la tradición tomista, sino que se apoyaron en ella para articular una antropología cristiana que respondiera a los desafíos de su tiempo. Su comprensión de la persona como sustancia racional, relacional y digna de amor es una profundización del pensamiento de Santo Tomás, no una ruptura con él. Esto demuestra que su personalismo no fue un error, sino una expresión legítima y fiel de la gran tradición escolástica de la Iglesia.
07/01/25 2:49 PM
  
Manu
Muchísimas gracias, profesor Escandel, por su contestación en persona.
Mi puesta en valor de Levinas ha sido en referencia a la crítica que realiza a la metafísica heideggeriana.
Por otro lado, me gustaría conocer el artículo al que usted se refiere y que cuestiona el posicionamiento de Leonardo Polo. No sé si podría poner algún enlace de internet o algo por el estilo.
Muchas gracias
07/01/25 4:01 PM
  
Urbel
En su artículo citado Escandell dice haber evitado todo "personalismo" en la crítica del personalismo como corriente o corrientes de pensamiento. Vuelvo a remitirme a su indispensable lectura íntegra.

Mucho más honrado y saludable intelectualmente que pretender defenderlo con seis párrafos de invocaciones a Juan Pablo II y Benedicto XVI sin un solo argumento filosófico.
07/01/25 4:10 PM
  
Jordan
El personalismo ignora la naturaleza del hombre”:
Esto es falso en el caso de estos papas. Ambos defienden que la persona está intrínsecamente unida a su naturaleza racional, que la define y la orienta hacia su fin último.

“El personalismo pone al hombre por encima de Dios”:
Ninguno de estos papas ha afirmado tal cosa. Por el contrario, ambos enseñan que el hombre sólo se entiende plenamente cuando se abre a Dios y vive en relación con Él.

“El personalismo contradice a Santo Tomás”:
Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI integran el pensamiento de Santo Tomás en sus reflexiones personalistas. No hay oposición, sino continuidad y enriquecimiento.


El supuesto "error personalista" que se les atribuye suele implicar que el personalismo pone al individuo por encima de la realidad objetiva, ignorando verdades universales o el orden metafísico. Sin embargo, esto no es aplicable a la filosofía de estos papas, que nunca contradijeron el realismo metafísico clásico.

Juan Pablo II, en particular, armonizó personalismo y tomismo:

En su obra Persona y acción, Karol Wojtyła (Juan Pablo II) no separa a la persona de su ser ontológico. Al contrario, destaca que la acción humana está enraizada en la naturaleza metafísica del ser, siguiendo la tradición aristotélico-tomista.
Afirma: “El ser precede al actuar”, un principio que refuerza que la dignidad de la persona se fundamenta en su naturaleza como criatura de Dios, no en una construcción subjetiva.
07/01/25 4:31 PM
  
Jordan
Discúlpeme Sr Javier, perdone que no sea sobre el tema del post, pero creo que se deberia dar voz y difusion a este tipo de noticias

https://x.com/gonsanchezrey1/status/1876295763518693814
07/01/25 5:03 PM
  
Urbel
"No hay oposición, sino continuidad y enriquecimiento."

Claro está, la hermenéutica de la reforma en la continuidad, o de la continuidad en la reforma o de la reforma continua.

La abolición del principio de no contradicción.

El mismo manto con que se cubren hoy los desarrollos de la doctrina moral, después de haber arruinado con el personalismo su articulación filosófica.
07/01/25 5:52 PM
  
Urbel
Los errores filosóficos del sedicente personalismo cristiano conducen a errores teológicos, en particular morales, como se advierte claramente en el documento "Dignitas infinita" (DI) del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, publicado en abril de 2024.

Los personalistas cristianos nos dicen que la Trinidad es comunión o relación de personas; igualmente el hombre, creado en la dignidad de persona, está hecho para la comunión interpersonal, para “la intersubjetividad”.

Estas apariencias de evidencia ocultan un sofisma monumental.

Si está claro que el hombre, dotado de inteligencia y voluntad, responde a la definición clásica de “persona”, está igual de claro que el hombre no fue creado con vistas a “la intersubjetividad”: cualquier relación personal no hace florecer al hombre, lejos de tal. Eva tuvo de ello la triste experiencia en el paraíso terrenal al establecer una relación personal con el demonio que, también él, responde a la definición de “persona” …

Dios no ha creado pues al hombre para una “intersubjetividad” indeterminada, sino para que entre, gracias a su elevación sobrenatural, en comunión con las tres personas divinas, sin lo cual ”ciertamente morirá” (Gén 2, 17).

Dicho sea de otra manera, el hombre está hecho para Dios, a quien accede por nuestro Señor Jesucristo. Tal es su finalidad. Y lejos de unir a los hombres en una utópica fraternidad universal, está finalidad los divide, según la vivan o no: “el que no está conmigo está contra mí” (Mat 12, 30).

Estamos muy lejos de una infinita dignidad humana que deba respetarse “más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación” (DI, nº 1).

07/01/25 6:16 PM
  
Urbel
El personalismo sedicentemente cristiano pretende también que “el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (afirmación que se remonta a "Gaudium et spes" y a "Redemptor hominis", la primera encíclica de Juan Pablo II).

Ahora bien, dicen, “al unirse en cierto modo a cada ser humano por su encarnación, Jesucristo confirmó que todo ser humano posee una dignidad inestimable, por el mero hecho de pertenecer a la misma comunidad humana” (DI nº 18).

Negándose a distinguir entre el orden natural y el sobrenatural, afirman así que Cristo está presente en toda persona (DI nº 18), que “todos los seres humanos [son] creados a imagen y semejanza de Dios y recreados en el Hijo hecho hombre” (DI nº 21).

Decir que todos los hombres son “recreados en el Hijo hecho hombre” -dicho de otra manera, restaurados en el orden de la gracia- es talmente falso que incluso Dignitas infinita experimenta por ello cierto malestar, y se ve obligada a añadir una nota 34 para indicar que “Cristo dio a los bautizados una nueva dignidad, la de “hijos de Dios””.

Estas dos proposiciones son sencillamente incompatibles (de nuevo, la abolición del principio de no contradicción).

Sea todos los hombres han sido recreados en Cristo, sea solamente los bautizados. Sostener las dos pertenece a lo contradictorio.

Dignitas infinita no se cuida de ello y no retiene en el cuerpo de su texto sino la primera proposición, ya que solamente ésta atribuye una nueva dimensión a la dignidad de todo hombre. Lo cual dice mucho sobre la seriedad del argumentario personalista …
07/01/25 6:21 PM
  
Urbel
Un tercer argumento es todavía más ultrajante. No se duda en afirmar que Dios ama infinitamente al hombre, lo cual le confiere una dignidad infinita. Con este argumento personalista Dignitas infinita (DI nº 6) no hace sino retomar a Juan Pablo II, a su vez citado por el papa Francisco.

Pero es falso afirmar que Dios ama al hombre infinitamente. Es solamente en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, en quien el Padre ”tiene su complacencia” (Mat 17, 5), porque sólo Él es infinitamente amable. En cuanto a los demás hombres, Dios simplemente añadió, señalando a Cristo: ”escuchadle”.

Cierto que ”tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo” (Jn 3, 16). Pero este amor infinito no tiene por fundamento la amabilidad infinita del hombre (sólo Dios es infinitamente amable), sino la infinitud de Dios misericordioso. De tal manera que este amor divino manifiesta cuán infinitamente digno es Dios de que le demos gracias siempre y en todo lugar (prefacio de la Misa), y no “una dignidad infinita” de “cada persona humana, más allá de toda circunstancia” (DI nº 1).

De este hombre el mismo pasaje de San Juan dice otra cosa muy diferente: ”Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3, 16).

Además, este amor infinitamente misericordioso de Dios, lejos de fundar una fraternidad universal, obra una división entre los hombres, como subraya San Juan en el mismo lugar:

“El que no cree, ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo el que obra mal, aborrece la luz, y no viene a la luz porque sus obras no sean reprendidas. Pero el que obra la verdad viene a la luz, para que sus obras sean manifiestas, pues están hechas en Dios” (Jn 3, 18-21).

Trama de fondo de Dignitas infinita, este personalismo sedicentemente cristiano no es, por desgracia, una novedad en los documentos recientes emanados del Vaticano, lejos de tal.


07/01/25 6:28 PM
  
Manu
No soy capaz de seguir la argumentación de Urbel, tan cargada de dilemas teológicos desgarradores
Coincido con la posición de Jordan y con la inmensa mayoría del profesor Escandell.
07/01/25 6:53 PM
  
Mariana

Yo no soy de las teístas que adoran al Dios del PAGANO ( así le llamó BXVI) Aristóteles.
07/01/25 6:54 PM
  
Manu
Mariana, no conviene olvidar que el pensamiento Tomista se construye utilizando muchísimos materiales conceptuales del "pagano" Aristóteles.
Y San Agustín hizo algo parecido con los paganos neoplatónicos.
Y que Benedicto XVI pone en valor la síntesis que se produjo entre la Biblia y la filosofía griega.
07/01/25 7:24 PM
  
Urbel
Cierto que Aristóteles era pagano.

Lo cual no le impidió llegar tan lejos en el conocimiento natural de Dios como la razón permite.

Ni impidió a Santo Tomás de Aquino apoyarse en la filosofía de Aristóteles y elevarla al servicio de la teología.

Como afirmó San Justino, se encuentran en la sabiduría clásica, no en las falsas religiones del mundo, "semillas del Verbo".

Adoramos al único Dios verdadero, uno y trino, a Jesucristo que es hombre y Dios verdadero. No al Dios del pagano Aristóteles.

Pero hacemos uso de la sabiduría natural del pagano Aristóteles, asimilada y elevada por el Aquinate, Doctor Común de la Iglesia, para conocer al único Dios verdadero cuanto alcanza la razón.

Conocimiento racional, a diferencia de los errores personalistas.
07/01/25 7:53 PM
  
Urbel
Nada extraño, Manu, que haya verdades católicas y tesis teológicas desgarradoras, teniendo en cuenta que nuestro Señor Jesucristo es signo de contradicción y piedra de escándalo.
07/01/25 8:30 PM
  
JORDAN

URBEL;Sea todos los hombres han sido recreados en Cristo, sea solamente los bautizados. Sostener las dos pertenece a lo contradictorio.

_____________________

No hay contradicción alguna; son dos niveles diferentes dentro del mismo conjunto que engloba a ambos. Da la impresión que urbel gusta de crear caos y confusión de donde ya hay claridad y arremeter de paso contra San Juan Pablo II


Desde la perspectiva del Magisterio de la Iglesia, es innegable que todos los seres humanos, sin excepción, han sido creados por Dios en Cristo y para Cristo. Este fundamento se encuentra en la enseñanza de San Pablo: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra... todo fue creado por medio de él y para él” (Col 1,16). Este pasaje subraya que la existencia misma de toda criatura tiene su origen y propósito en Cristo como el Logos eterno del Padre. Esta creación en Cristo implica una orientación fundamental hacia Él, que abarca a toda la humanidad.

Sin embargo, el Bautismo introduce a los creyentes en un orden superior y más pleno de unión con Cristo. La Iglesia enseña que, mediante este sacramento, se opera una regeneración espiritual, por la cual no solo somos redimidos, sino incorporados místicamente a su Cuerpo.


Por tanto, el Bautismo no solo nos relaciona con Cristo como criaturas, sino que nos introduce en su misma vida divina, lo que supone un grado de unión incomparablemente más elevado.

En conclusión, todos los seres humanos tienen su origen en Cristo como Creador, pero en el Bautismo se nos concede participar en un nivel más pleno y elevado de su misterio. Este sacramento nos une de manera única al Cuerpo de Cristo, haciéndonos partícipes de su vida divina y de su misión en el mundo. Este "nuevo nacimiento" es una elevación sobrenatural que distingue a los bautizados de la creación en general, llamándolos a una comunión íntima con el Redentor.
07/01/25 9:35 PM
  
Curro Estévez
Jordan: El "personalismo" de San Juan Pablo II en su obra monumental "Persona y Acción" y en las catequesis sobre la teología del cuerpo, está orientado hacia la verdad objetiva y el bien común, siempre enraizado en la enseñanza de Cristo y en la Tradición.
Al respecto apareció hace algunos años en Rorate Coeli, recogido por Adelante la Fe en español, un comentario al libro de Don Pietro Leone acerca de la familia y el matrimonio: The Family Under Attack relativo a la «Teología del cuerpo» expresada en una serie de discursos que el Papa Juan Pablo II dio entre septiembre de 1979 y noviembre de 1984:
"Al evaluar esta doctrina a la luz de la Tradición, veremos que la posición central no representa un avance de las enseñanzas de catolicismo (en el sentido de una clarificación, o profundización de esas enseñanzas), es en realidad una ruptura con estas, es algo novedoso en otras palabras. Por esta razón no se la puede describir como una doctrina católica, sino más bien como meditaciones personales de aquel Papa".
Recomiendo la lectura completa del artículo.


07/01/25 10:32 PM
  
Curro Estévez
También aquí en Infocatolica publicó en español Don Javier Olivera Ravasi
el artículo del sacerdote Claude Barthe: "la teología del cuerpo: una teología arriesgada", o "riesgosa" decía Don Javier, de no menor interés pues sus argumentos son sólidos.
Don Javier Olivera Ravasi publicaba el artículo advirtiendo que lo hacía "sólo para quienes quieran pensar con tranquilidad; que esto es un aporte intelectual".
No nos ciegue ninguna otra finalidad que la fidelidad a la Tradición.
07/01/25 10:46 PM
  
Urbel
No nacemos, de ningún modo, hijos de Dios sino "hijos de ira" (Efesios 2, 3).

Por el bautismo dejamos de ser "hijos de ira" y nos convertimos en hijos de Dios.

Esta es sencillamente la Fe católica.
07/01/25 10:54 PM
  
Nova
Magnífico, el profesor Escandell, como siempre...! :)
07/01/25 10:56 PM
  
JORDAN
San Juan Crisóstomo comenta directamente Efesios 2,3 en sus homilías. Explica que ser "hijos de la ira" no es tanto una afirmación de la crueldad de Dios, sino una descripción de nuestra condición pecaminosa:

“No se trata de que Dios sea severo con nosotros, sino de que nosotros, al pecar, nos apartamos de su amor y justicia. Él, que es justo, no puede tolerar el pecado, y así nos volvemos objeto de su justa ira. Pero su gracia no nos deja allí, pues nos da la vida por Cristo” (Homilías sobre la Carta a los Efesios, Homilía 4).

Chrysóstomo subraya que el amor de Dios es más grande que su justicia, porque Cristo nos ha reconciliado con Él y nos ha hecho hijos de la luz.

Algunos santos han reflexionado sobre la tensión aparente entre ser hijos de Dios por naturaleza y al mismo tiempo ser "hijos de la ira" debido al pecado original. Este enfoque busca reconciliar la dignidad ontológica del ser humano como criatura de Dios con la realidad de la caída y el alejamiento causado por el pecado.

Para Agustín, esta dualidad no es una contradicción, sino una expresión de la justicia y la misericordia de Dios: somos hijos de Dios por creación, pero el pecado nos hace hijos de la ira hasta que somos redimidos en Cristo.




URBEL = CAOS y CONFUSION ATORMENTADA
07/01/25 11:08 PM
  
JORDAN
CURRO,


Es decir, que en rorate coeli, donde se afirma hereticamente que la misa tridentina es más efectiva que la de San Pablo VI, causando gran dolor en el cielo con esa afirmación, un tal Leone acusa a San Juan Pablo II de desviarse en la Fe.
07/01/25 11:12 PM
  
JORDAN
curro, me refiero a los de adelante en la Fe que dicen de la Misa de San Pablo VI lo siguiente:

- falsificaciones implementadas por aquellos que dicen ser católicos, pero no lo son.

- Tachan de abuso especificaciones del magisterio ordinario universal del Papa y obispos en comunion al implementar la NOM
08/01/25 12:41 AM
  
Urbel
Atiza ... Jordan es otro de los múltiples seudónimos del orate que invoca como autoridad audios del obispo Munilla.

Y que falsifica citas, esta vez del Crisóstomo.

Dios nos ampare.
08/01/25 7:50 AM
  
Urbel
Estas que siguen son, en cambio citas veraces.

En la Suma Teológica enseña Santo Tomás de Aquino que “el hombre muere por el bautismo a la decrepitud del pecado y comienza a vivir en los albores de la gloria”.

Porque “por naturaleza nacemos de Adán hijos de ira (Ef 2, 3); mas por el bautismo renacemos en Cristo hijos de misericordia” (Catecismo Romano o del Concilio de Trento).
08/01/25 8:49 AM
  
Jordan


Urbel, si usted ve la noticia de SEEK antes mencionada, y siente tristeza, está usted en peligro de condenación eterna. La soberbia absurda y ridicula que destila en cada comentario da pié a avisarle de ello.
08/01/25 9:03 AM

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