Pablo Marini analiza Redimidos, el libro definitivo para comprender a fondo la Pasión de Mel Gibson

Pablo Marini, casado, 8 hijos, es licenciado en Filosofía (UNSTA) y licenciado en Educación religiosa (UFASTA). Durante más de 30 años se desempeñó como docente universitario dictando las materias de formación (Teología, Filosofía y Ética) en distintas universidades católicas. Autor de más de 10 libros, artículos y conferencias de esas disciplinas, también ha realizado investigaciones de política internacional. Ha ocupado cargos de gestión educativa de Nivel secundario en distintas instituciones educativas. Siendo también editor, estuvo a cargo de proyectos de libros de textos para colegios católicos. Actualmente sigue ejerciendo la docencia. Esta obra es el fruto de las charlas y conferencias que hace 20 años dicta sobre el tema.

¿Por qué decidió escribir un libro siguiendo el itinerario de la Pasión de Mel Gibson?

Hace 19 años, aproximadamente un año después del estreno en la Argentina (que fue el 25 de marzo de 2004), preparé una charla de la película, dividiendo la exposición en dos partes: un análisis cinematográfico y un análisis teológico. El film me había impactado como a tantos, pero enseguida me di cuenta de las posibilidades de evangelizar a través de esas imágenes tan potentes, y del tono marcadamente católico (a diferencia de tantas películas anteriores que casi siempre decepcionan) del enfoque de Mel Gibson. Además, me ayudó con sus sugerencias enriquecedoras el comentario (que luego, también, tomó forma de libro) del experto en cine y recientemente ordenado sacerdote católico Flavio Mateos (al que Uds. entrevistaron en alguna oportunidad) con el título de “El Triunfo de la Cruz” y que me permitió profundizar en varios de los puntos de mi charla. Posteriormente esta charla, que di a lo largo de los años con muy buena repercusión, me animó a escribir el libro.

¿Por qué le interesa ahondar en las motivaciones del autor y las fuentes que utilizó?

Como pasa siempre en la historia del arte (y qué duda cabe que este film es una obra de arte), así como se indaga en las motivaciones y fuentes del autor de una pintura, de una escultura, de una obra literaria, para entender mejor qué quiso decirnos el artista, qué mejor que hacerlo con las motivaciones de Mel Gibson. Además, al indagar sobre las fuentes (Sagrada Escritura, Tradición, revelaciones privadas, la Sábana Santa de Turín, el arte universal…), me permitió explicar mejor en el libro la riqueza de los enfoques del Director.

¿Por qué analiza los personajes en dos bloques: masculinos y femeninos?

No era obligatoria hacer esa distinción, pero es obvio que Gibson presentó esos bloques muy bien diferenciados. El de las mujeres (y no por ninguna concesión a lo políticamente correcto, sino porque la historia evangélica es clara al respecto) las presenta con actitudes valientes, piadosas, compasivas, llenas de amor y decisión. En contraste, las figuras masculinas (excepto Jesús, como es obvio), en general, no salen bien paradas: brutalidad, crueldad, son comunes en muchos de los personajes; cobardía, indecisión, dudas, traición en otros; odio, ofuscación, ceguera en varios más.

Pero me sorprendí a mí mismo de cómo, ahondando en los personajes, la riqueza de cada uno da pie para reflexiones interesantísimas sobre el tema de la verdad y la obligación que tiene el hombre de buscarla, siguiéndola hasta donde lo lleve a uno. Y las opciones que hizo Gibson respecto a cada uno de los personajes (tanto los femeninos como masculinos) son brillantes. Por ejemplo, la indiferencia frente a la verdad de personajes como Pilato o Herodes, y el cambio de ánimo de un personaje como el Cireneo, con el que tantos nos identificamos. Encima, Gibson tiene la virtud de poder definir de manera notable con pocos minutos en pantalla a cada uno de los personajes. Y, además, eligió actores poco conocidos en el cine de masas para evitar distracciones innecesarias. También, por supuesto, están incluidas en el libro, las historias de conversión de los actores, siendo el más conocido el caso de Pietro Sarubbi (“Barrabás”), quien después de haber cruzado su mirada en el mismo momento de filmar su escena, con el rostro de Jim Caviezel (“Jesús”) quedó totalmente conmovido, iniciando un sorprendente camino de regreso a la fe católica.

¿Por qué analiza la ambigüedad de la figura de Satanás y su complejo simbolismo?

La aparición de Satanás es uno de los grandes logros de la película. No es simplemente una figurita decorativa, como en tantas películas del género (en la miniserie de Zeffirelli, en “Jesús de Nazaret” ni siquiera aparece). En otras películas, se limitan a poner el episodio de las tentaciones y cuando aparece, o es ridículo, o causa indiferencia o lo reemplazan por una voz en off. Aquí directamente Gibson toma la decisión de ponerlo como ANTAGONISTA de Cristo y de la Virgen María. Y como usted señala, lo rodea de un halo de ambigüedad muy sugerente. Pero, además, lo presenta como un ser personal, “una inteligente voluntad de poder” sugiriendo una mente calculadora y fría, que de alguna manera parece tener la capacidad de influir, hasta cierto punto, en las acciones de los demás personajes. Rosalinda Celentano cumplió ampliamente con las expectativas que Gibson esperaba de un personaje tan difícil de plasmar artísticamente. Y no es un dato menor, que el filme presenta a la figura de Satanás en coincidencia total con la doctrina de la Iglesia sobre el tema. Ninguna presentación “jolivudense” ridícula, sino un papel ajustado a lo que la Iglesia ha enseñado: que el demonio, en definitiva, interesa solo porque es el enemigo del Reino de Dios y porque puede apartarnos de la salvación. Un acierto total del director.

¿Por qué analiza otros elementos como la fuerza del idioma, de las miradas, de la música…?

Tres aciertos fabulosos de la película. Cuenta uno de los socios de Gibson en Icon Productions (Bruce Davey) que cuando el director les contó que quería hacer una película sobre Cristo hablando éste arameo, no se pusieron muy felices. Y Gibson les dijo: “Tal vez sea un idiota, o tal vez, un genio”. Davey confesó después, con las primeras tomas, que lo de Gibson era absolutamente genial.

Además, nos evitamos escuchar a Cristo diciendo “this is my Body”. Y les pido encarecidamente a los lectores de Infocatólica que no cometan el “crimen” de escuchar las versiones dobladas al español. No solo se pierde muchísimo en cuanto al tono dramático de las escenas, sino que, además (no sé por qué), los responsables del doblaje han “falsificado” la traducción, cambiando totalmente en varias ocasiones el sentido de las frases dichas en arameo y en latín.

En cuanto a la música, el trabajo de John Debney es brillante. Logró un clima increíble, acompañando cada escena y representando cada personaje adecuadamente. Y pensemos que se trataba de ponerle música a escenas terribles como la de la flagelación.

Y dejo para el final el asunto de las miradas: todo el film “está lleno de miradas” (Flavio Mateos). Y en esa línea, la actuación de Jim Caviezel (“Jesús”) y de Maia Morgenstern (“Virgen María”) es impresionante. Pero los demás actores también no solo no desentonan para nada, sino que cumplen el marcado del director de manera tan fiel, que todo esto hizo de este film una especie de “hazaña cinematográfica”.

Aprovecho para agregar que el libro no elude ningún tema ríspido. Y dedico especialmente todo un apartado al “problema de la violencia” del film, en comparación, especialmente, con otras realizaciones del cine actual.

¿Cómo refleja la película la relación entre la Última Cena, el Calvario y la Santa Misa?

Nadie anteriormente había hecho algo así. Y esto Gibson lo ha logrado mediante el recurso de poner en paralelo –y en secuencia– escenas del Calvario en comparación con flashbacks de la película, pero, especialmente de la Última Cena. Gibson se atiene admirablemente a la teología católica sobre la Santa Misa, poniendo ante nuestros ojos la “anticipación sacramental” y su realización efectiva al día siguiente, el Primer Viernes Santo de la historia. Por eso el padre Di Noia, de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe decía asombrado: “Para muchos católicos que vean estas imágenes, la Misa nunca será lo mismo”. Además, deja en claro la identificación del sacrificio del Calvario con la Santa Misa, evitando lo que hoy se da en algunos ambientes católicos, contaminados de “protestantismo”, de reducir la Misa a una cena o un simple recuerdo.

¿Cómo se percibe el papel de María como Corredentora?

Es uno de los puntos “más católicos” del film, si no el más demostrativo de lo manifiestamente católica que es la película. En todas las demás realizaciones, la Virgen (estamos hablando especialmente del papel de la Virgen durante la Vida Pública de Jesucristo) se reduce a un “acompañamiento de estampita”, cuando no su figura es maltratada teológicamente, llegando a dar una idea totalmente equivocada de la figura mariana (por ejemplo, es famosa la chocante y desequilibrada escena de la Virgen María, interpretada por Olivia Hussey, en la miniserie de Zeffirelli, llorando de manera desconsolada y con llantos desgarradores sobre el cuerpo exánime de Su Hijo, sin un mínimo atisbo de fortaleza ni serenidad, y Zeffirelli, atribuyéndole, en cambio, de manera arbitraria ese temple y serenidad a María Magdalena (interpretada por la estupenda Anne Bancroft). Un error no solo cinematográfico (por la pobreza de la puesta en escena) sino un error teológico de bulto, que muestra la poca sensibilidad del director italiano hacia la teología y el sentir católico (a pesar de que él se declaraba católico). Compárese esa escena de la miniserie del italiano, con la fabulosa “Pietá” dinámica del casi final de la película de Gibson, con Maia Morgenstern perforando “la cuarta pared” y mirando directamente al espectador. Los sollozos ahogados en la sala de cine después de esa escena impresionante eran lo común que uno podía percibir y demostraba la grandeza del cine de Gibson. Todo en este film es “mariano”. Nunca se vio algo parecido. En el libro hago todo un análisis de cada escena y cómo expresan la verdad teológica profunda (aún no definida como dogma) de la Corredención. Es insuficiente todo lo que se pueda decir al respecto. Y es notable la escena en donde la Virgen, en paralelo, “se enfrenta” por así decir a Satanás, recordando también que “el linaje de la Mujer aplastará la cabeza de la serpiente”.

¿Cómo queda reflejada la actitud del pueblo judío y sus dirigentes religiosos?

Gibson tuvo que soportar “su propia pasión” perseguido implacablemente por toda una campaña en contra que quiso atribuir “antisemitismo” a la película. Hasta que Gibson pudo rechazar esas calumnias y acallar esas voces destempladas y fanáticas de grupos judíos (incluido The New York Times), pasó como un año, tiempo que se demoró en estrenar el film, cuando ya lo tenía casi concluido. Pero la verdad se abrió paso, y Gibson no solo refutó a sus críticos, sino todas esas calumnias e injurias terminaron sepultadas por el aluvión de éxitos y premios que tuvo la película en todo el mundo (salvo en Hollywood). Además, de que, como demostramos en el libro, las acusaciones eran totalmente infundadas, reconocido esto por críticos de todos los sectores, incluidos, por supuesto, periodistas judíos como David Klinghoffer del Jewish Forward, quien pidió que “se dejara en paz a Gibson” porque lo que él mostraba en el film no era ni más ni menos que lo que dice el Talmud judío y lo que decía en su momento el más grande filósofo judío del último milenio, Maimónides. “Así que, concluía, “si Gibson es antisemita, también lo es el Talmud y Maimónides”.

Todos los críticos y periodistas católicos (incluso los que tienen sus reservas por cierto modernismo teológico) coincidieron en que el film trataba a los judíos, al pueblo y a sus dirigentes, en perfecta coincidencia como lo que muestran claramente los Evangelios y con lo que ha enseñado la Iglesia durante siglos, como no podía ser de otro modo.

¿Cómo valora la breve escena final de la resurrección, que deja con ganas de una segunda parte?

La última escena es lo que se llama un “epílogo” en sentido estricto, es decir, “la última parte de una obra, en la que se refieren hechos posteriores a los recogidos en ella”. Porque es un hecho posterior al tema central del film, es decir, la Pasión de Cristo. Pero, como señalamos en varias partes del libro y explicamos largamente, Gibson no debía de ningún modo omitirla por razones cinematográficas, pero, mucho más era necesario incluirla por motivos teológicos. Se explica, también, en abundancia, los motivos que llevaron a Gibson (guiado y asesorado teológicamente de manera brillante, como en todo el film) a desarrollar la escena de la manera en que la hizo, con ese “desinflado” de la sábana, todo acompañado por la oportuna banda sonora, para dar término a esta verdadera obra de arte.

¿Cuál su conclusión y valoración general de la película?

Como señalo en la Conclusión del libro, este film ha terminado resultando una verdadera hazaña cinematográfica, y una especie de “milagro teológico”. Hazaña, por la cantidad de dificultades, obstáculos, sinsabores, ataques, que sufrieron sus realizadores. Como ellos mismos indicaron, “hubo mucha interferencia” (y la principal, sospechamos, no fue humana). Pero también se beneficiaron con alguna “ayudita de Arriba”. Y es lógico que eso pasara, teniendo en cuenta que se celebró la Santa Misa en el set casi todos los días de filmación. Como me dijo alguien muy cercano, perspicazmente, “esta película resultó lo que resultó porque se hizo en ‘estado de gracia’”.

Y eso, también, puede explicar lo del “milagro”, porque, contrariamente a lo que ha sucedido con casi todos los films, por no decir todos, que se han hecho sobre el tema en los últimos 60 años (piénsese solo, por ejemplo, en los “dolores de parto” con que se ha mostrado el nacimiento de Cristo, o las deformaciones de la figura de Cristo, como en el mamarracho de Scorsese “La última tentación de Cristo”), es el primero en donde se puede afirmar, sin temor a equivocarnos, que se ha mostrado de una manera contundente y plena la doctrina revelada tal como la ha enseñado la Iglesia Católica secularmente. De todos modos, hay que advertir que jamás la película pretendió ser una especie de “versión canónica” de los Evangelios, sino que es la manera en que Gibson de manera artística y con una enorme belleza, plasmó su mirada católica de esas últimas horas que cambiaron la historia del mundo.

Hemos quedado en deuda imperecedera con el señor Mel Gibson por esta enorme obra de arte que nos ha obsequiado, que es “católica hasta la médula”, y que tanto bien ha hecho a tantas personas en todo el mundo. Solo espero que los lectores puedan comprobar que el libro Redimidos haya estado a la alturay termine siendo un digno intérprete de lo que Gibson ha logrado. El tiempo lo dirá.

Pedidos a: Librería y Editorial Santiago Apóstol.

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Por Javier Navascués

15 comentarios

  
Ego sum machina
Además, deja en claro la identificación del sacrificio del Calvario con la Santa Misa, evitando lo que hoy se da en algunos ambientes católicos, contaminados de “protestantismo”, de reducir la Misa a una cena o un simple recuerdo.

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HABLANDO DE PROTESTANTISMO.

No son los anglicanos los que se permiten la licencia de adulterar tras un Matrimonio ante Dios ?

En wikipedia pone lo siguiente sobre Mel:

Cónyuge Robyn Moore (matr. 1980; div. 2011)
Pareja

Oksana Grigorieva (2009-2010)
Rosalind Ross (desde 2014


Es decir, que Mel se divorció y ha tenido que se sepa dos novias. Oye, que igual ha vivido con ellas en castidad!!!. Ahora acude a Misa Tridentina a comulgar y dice en publico cosas como:

El actor ha asegurado en una carta que está “100% de acuerdo” con el arzobispo en que “la Iglesia posconciliar es una iglesia falsa”

“El Papa no tiene autoridad para excomulgarle”

https://www.vidanuevadigital.com/2024/07/08/la-nueva-pasion-de-mel-gibson-ser-excomulgado-como-vigano/



Esta claro que Mel está hasta el cuello en la secta filolefebvrista. Y nadie dice nada?
28/12/24 10:08 AM
  
Audere est facere
Queridos amigos de InfoCatólica,

En tiempos en que la prensa católica debe ser una voz clara y profética, resulta curioso –y un poco divertido, si me permiten la ironía– que Mel Gibson, quien protagonizó La Pasión de Cristo, parezca inmune al escrutinio. Mientras su vida personal ofrece una catequesis involuntaria sobre lo que no se debe hacer (¿adulterio público? ¿comunión sacrílega?), en sus páginas reina un silencio más profundo que el de un convento cartujo.

Ahora bien, no es solo una omisión inocente. Recordemos lo que decía Gregorio XVI en Mirari Vos: "La indiferencia ante el mal público no solo es peligrosa, es letal." ¿Será que la crítica a un famoso filolefebvrista choca con mentalidades afines? Por favor, no lo hagan por nosotros, háganlo por Pío XI en Vigilanti Cura, quien insistía en que los medios tienen una responsabilidad formativa. Y si aún dudan, relean Inter Mirifica: los medios católicos no están para distraer, sino para iluminar conciencias.

Denunciar no es destruir. Al contrario, corregir es amar, y si no lo hacen ustedes, que llevan “católica” en el nombre, ¿quién lo hará? En el fondo, amigos, ¿qué dirían Jesús y los Apóstoles al respecto? Apuesto a que ni San Pablo hubiera callado.

Con afecto fraterno,
Un lector preocupado.



PD- Si mel Gibson leyera los post del P Iraburu que denuncian el filolefebvrismo diría que el P Iraburo es apostata total. Basta de silencios complices.
28/12/24 10:44 AM
  
Luis Fernando
Dos cosas:

- Dan ganas de ver la película de nuevo tras leer la entrevista. Señal de lo buena que es.

- Audere esta audio, te aviso que de ahora en adelante no te vamos a consentir que uses los comentarios en blogs para arremeter contra Infocatólica y muchísimo menos que metas al P. Iraburu en tus diatribas. Cualquier desacuerdo, se lo cuentas al director, no en los blogs.
28/12/24 12:18 PM
  
Padre Miguel
Gibson, como su padre, no es lefebvrista sino que es sedevacatista, error, este último, en que algunos miles de católicos han caído por causa, ante todo, de los muchos y muy graves escándalos que ven en la Iglesia desde el concilio.
Mons. Lefebvre nunca fue sedevacatista y el sedevacantismo siempre ha estado prohibido en la congregación por él fundada.
28/12/24 12:24 PM
  
Xavier De Bouillon
La pelicula y el libro son excelentes. Nada tienen de filo-lefebvristas, salvo que la ortodoxia católica se considere filo-lefebvrismo. En todo caso puede considerarse fiel a la doctrina tradicional sobre la Redención y su relacion con la Santa Misa, teología opacada hoy por una erronea interpretacion del Misterio Pascual, pese a la correcta definicion que del mismo hace el Catecismo de la Iglesia Catolica. En cuanto a la vida personal de Gibson, en nada desmerece el film. Rezamos por su plena conversión pero traer a colacion ese asunto es como desmerecer los Concilios de Nicea o Trento por los pecados de Constantino o Carlos V. Es un argumento "ad hominen", es decir un sofisma. Pablo A. Marini elogia el film desde la teologia dogmatica y sacramental, la exegesis biblica, la historia del cine, etc. En ningún lugar del libro el autor "canoniza" a Mel Gibson. De modo que ese comentario está fuera de lugar.
28/12/24 1:07 PM
  
José
Excelente !!

Felicitaciones !!
28/12/24 1:16 PM
  
Padre Ignacio
La entrevista no es una apología de Mel Gibson, sino de su película. La cual, por otra parte y como se dice, fue realizada “en estado de gracia”, puesto que Gibson y parte del equipo acudían a la Misa diariamente, además de la oración del Rosario, la ayuda de reliquias, etc. Por lo tanto los comentarios agresivos hacia la persona de Gibson están totalmente fuera de lugar.
Por otra parte, Mel Gibson no necesita que le arrojen piedras los infaltables fariseos (que imaginamos de vida perfecta), sino que necesita oraciones, para poder reformarse. No conocemos las circunstancias que lo han rodeado e influido para su caída personal. Pero podemos aventurar que la falta de apoyo del clero hacia su película que tanto esfuerzo le costó no es un factor ajeno a su derrape. En todo caso Gibson equivocado en su vida no alardea del pecado ni se propone como ejemplo de nada.
Evidentemente esos críticos de ceño fruncido no han entendido la película.
“No hay ningún pecado posible en un hombre, con el que yo no pueda mancharme” (San Agustín)
“Todos somos frágiles, pero tú considérate el más frágil de todos” (Tomás de Kempis)
“El que esté libre de pecado, que tire primero la piedra”.
28/12/24 1:49 PM
  
Stavka
Veo un par de comentarios que saliéndose del tema del artículo, pretenden elípticamente bajarle el precio al contenido del mismo, usando la bien conocida y no menos perversa falacia ad hominem, esto es, en lugar de hablar del mensaje y su valor pretenden descalificarlo atacando los reales o supuestos pecados del autor, es como pretender denostar la obra musical de Mozart hablando de los pecados personales del autor, ciertamente tal postura da asco, de los pecados de cada uno, cada uno dará cuenta a Dios y con ello Gibson tiene bastante ya, como bastante lo hemos de tener cada uno, ya Gibson tiene al demonio de acusador cuando le toque, y es bastante tener que escuchar a estos fariseos hacer de corifeos del diablo en éste mundo
28/12/24 1:59 PM
  
Audere est facere
Padre Miguel
Gibson, como su padre, no es lefebvrista sino que es sedevacatista, error, este último, en que algunos miles de católicos han caído por causa, ante todo, de los muchos y muy graves escándalos que ven en la Iglesia desde el concilio.

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Es curioso cómo los filolefebvristas y Mel Gibson comparten algo que, en esencia, los hermana: el rechazo a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Para ambos, la Misa Tridentina parece ser el único vehículo válido para la adoración divina, relegando el Novus Ordo a un segundo plano, si no a una herejía en sí misma. Esto no es poca cosa; es una raíz común en su postura doctrinal. Si la desobediencia al magisterio ordinario y la negación de su autoridad son características definitorias de la herejía, entonces ambos caminan peligrosamente cerca de ese precipicio. A veces, el extremismo une en lo que pretende separar.

Finalmente, como dijo San Ignacio de Antioquía: “Donde está el obispo, allí está la Iglesia.” Quienes rechazan la autoridad de los documentos postconciliares y la liturgia reformada no están defendiendo la fe, están rompiendo la unidad que Cristo pidió para sus discípulos.
28/12/24 3:46 PM
  
Javier Navascués
Aquí se está entrevistando al autor de un libro sobre la película La Pasión. No daré paso a más comentarios sobre la vida de Mel Gibson.
28/12/24 4:09 PM
  
Luis López
Como apunta el entrevistado, también en mi caso Mel Gibson logró algo por lo que le estaré agradecido eternamente (y no es un exageración el adverbio): que desde entonces comenzase a entender el sentido sacrificial de la Santa Misa. Y volviera a la Misa tras años de desidia, viéndola desde entonces de un modo tan radicalmente nuevo como emotivo. Es decir, que volviera a la fe.

Nadie, nl en el colegio católico donde cursé mis estudios, ni después, en las misas donde iba hasta que aburrido deje de ir, me explicó que la Misa era un verdadero sacrificio, el mismo del Calvario sólo que sacramental e incruento. Pero el mismo. Nadie me lo explico, parece increíble pero es así.

Gracias a la película de Mel Gibson dejé atrás mi ignorancia. Y volví a la fe, y desde entonces la cultivo con estudio y sobre todo, oración. Gracias a la obra de arte que hizo Mel Gibson, en última instancia un maravilloso instrumento de la Gracia. Como para no estarle agradecido.
28/12/24 7:48 PM
  
Padre Ignacio

“Audere est facere”, en su respuesta a “Padre Miguel”, se va hacia otros temas que no tienen que ver directamente con la entrevista, aunque tangencialmente sí, porque se ocupa de la santa Misa, y precisamente uno de los méritos de la película es poner de relieve que la Misa es un Sacrificio propiciatorio, y no simplemente un sacrificio de alabanza como se postula en el Novus Ordo (en la teología tradicional la Misa es un sacrificio visible, su estructura es la de un sacrificio; mientras que en la teología del “Misterio pascual” la Misa contiene un sacrificio invisible, y su estructura es la de un banquete conmemorativo; esto último es un cuestionamiento a una verdad de fe definida en Trento, a saber: que la Misa es un sacrificio visible, verdadero y propio).
Aclaro que no quiero llevar esto a una polémica sobre tal tema porque no es el espacio adecuado. Simplemente le diría al comentarista que cuestionar el Novus Ordo no es caminar cerca de la herejía, ni rebelarse contra la autoridad. Con tales acusaciones o sospechas se desmerece a muchos serios autores que han tomado posición a partir de análisis pormenorizados sobre la reforma litúrgica originada del último Concilio, a mencionar sólo algunas obras de indispensable conocimiento (y que esto no se interprete como una adscripción a determinado grupo, congregación u orden religiosa), a saber:
“Breve examen crítico del “Novus Ordo Missae”, Cardenales Ottaviani y Bacci; “El problema de la reforma litúrgica. La misa de Pablo VI y del Vaticano II, Estudio teológico y litúrgico”, Padre Jesús Mestre Roc y Padre Álvaro Calderón; “Las oraciones de la nueva misa y el espíritu de la reforma litúrgica”, Dom Edouard Guillou; “La Révolution Liturgique”, Jean Vaquié; “La misa nueva”, Louis Salleron; “Le statut de la messe traditionnelle à la lumière du droit”, Arnaud de Lassus; “Aide mémoire sur la nouvelle Messe”, Arnaud de Lassus; “El drama litúrgico”, Augusto del Río; “Misa de siempre o Misa de Pablo VI, ¿cuál elegir? Un problema de consciencia”, Padre J-M. Gomis; “El Rito romano destruido”, Michael Davies; “Catecismo católico de la crisis en la Iglesia”, Padre Matthias Gaudron. Y un largo etcétera de estudiosos de la materia.
Creo que el tema merece ser estudiado con detenimiento, con honestidad intelectual, y sin prejuicios. Posiblemente quien no comprenda del todo la cuestión de la reforma litúrgica se pierda algo del sentido expresado en la película acerca del santo Sacrificio de la Misa.
En Cristo Rey.


28/12/24 8:14 PM
  
Audere est facere
P Ignacio

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Y dale. Tanto les cuesta a ustedes reconocer que es una barbaridad herética afirmar que la Iglesia post conciliar es falsa, y que los autores de dichas palabras deben estar excomulgados? Por qué callan de manera cómplice?

No existe más Iglesia que la Iglesia actual y visible, presidida por el Papa y por los demás sucesores de los Apóstoles. El que no cree en «esta Iglesia», no cree en ninguna, porque no existe otra.

Es contrario a la Tradición católica rechazar públicamente las enseñanzas y normas establecidas por los Concilios, especialmente por los Concilios Ecuménicos, aunque éstos hayan tratado predominantemente de asuntos pastorales y disciplinares. Por eso la actitud lefebvriana es incompatible con la Tradición católica. Tanto Gibson como Vigano lo hacen públicamente.

–La Misa postconciliar del Novus Ordo (1970), promulgada por el Papa Pablo VI y recibida por todos los Obispos católicos, es verdadera, santa y santificante, «porque así lo enseña y lo manda la Santa Madre Iglesia». Cuando el Papa da una aprobación solemne a unos Ritos litúrgicos renovados –Misa, Sacramentos, Horas–, está ejercitando al mismo tiempo su autoridad docente y su autoridad de gobierno pastoral. Y en los dos aspectos compromete la infalibilidad de la Sede de Pedro.

1.-La liturgia es el modo máximo del Magisterio ordinario de la Iglesia. El Papa es bien consciente de que al entregar unos libros litúrgicos a 4.000 Obispos, cientos de miles de sacerdotes y mil millones de bautizados católicos, para que ateniéndose a ellos celebren los Divinos Misterios, compromete la infalibilidad de su Magisterio pontificio, pues lex orandi, lex credendi. Sabe perfectamente que la liturgia «es el órgano más importante del Magisterio ordinario de la Iglesia» (Pío XI, al abad Capelle, 12-XII-1935; cf. Mediator Dei 1947,14). Se comprende por eso que en el Concilio de Trento fuera tan fuerte la reacción de la Iglesia frente a las terribles impugnaciones de Lutero contra de la Misa católica: «si alguno dijere que el Canon de la Misa contiene errores y que por esta causa se debe abrogar, sea anatema» (1562, Dz 1756, canon 6). Eso por un lado, pero por otro:

2.-La Autoridad apostólica de la Iglesia goza de una asistencia prudencial infalible cuando promulga unos Ritos litúrgicos, que siempre son evoluciones homogéneas de Ritos precedentes.

En consecuencia, por ambas razones a la vez, la Liturgia renovada después del Concilio Vaticano II ha de ser «creída» –Credo in Ecclesiam– y ha de ser «aceptada» como santa y santificante, como exenta de todo error y como positivamente benéfica para el pueblo cristiano.
29/12/24 9:36 AM
  
Padre Ignacio
Si mencioné determinadas obras críticas sobre el Novus Ordo fue precisamente porque en esas obras están respondidas todas las objeciones que se plantean en algunos comentarios (o que han hecho muchos en defensa del NOM), y para no seguir una muy larga discusión a la cual no tenemos tiempo de dedicarnos y además un tema tan complejo no puede tratarse como es debido en comentarios al pie de un artículo. Como decimos, a las objeciones ya se ha respondido con la debida solvencia. Sólo queda que el verdaderamente interesado en el tema busque ese material y lo lea y estudie. Pero si se insiste en una postura, sin estudiar o al menos conocer un poco lo que dicen los estudiosos en la materia, entonces ya no podemos hacer nada. Indicamos la senda posible de esclarecimiento, pero no forzamos a nadie a transitar por ella.
Pero solamente de paso (insisto) tocaré un par de cuestiones, respecto del argumento de autoridad que se da para defender el NOM. Me baso en los estudios mencionados, no en opiniones, y esos estudios no los coloco como “argumentos de autoridad” sino de prueba.
Estos estudios muestran que la Nueva Misa (NOM) no fue jamás realmente impuesta legalmente (cfr. Louis Salleron, “La Nueva Misa”; Arnaldo Xavier Da Silveira, “La Nueva Misa de Pablo VI: ¿Qué pensar?”; Jean Madiran, “L’abus de pouvoir », con los anexos y II « Précisions sur l’interdiction » y « Le sophisme de l’infaillibilité », Itinéraires 205, p. 1 sq.) Véase también esta declaración de la autoridad promulgante: “El rito y las rúbricas respectivas no son en sí mismas una definición dogmática; ellas son susceptibles de cualificación teológica de valor variable, según el contexto litúrgico al cual ellas se refieren” (Discurso de Pablo VI del 19 de noviembre de 1969, a propósito del Novus Ordo).
Podemos como anécdota contar la historia del antiguo párroco de Issigeac, en la región del Périgord, Francia. En 1980, este sacerdote decidió reanudar la misa tradicional. Lo anunció desde el púlpito a sus feligreses. Hubo un alboroto en el palacio episcopal y una visita del obispo indignado. “Monseñor”, respondió el párroco, “muéstreme un texto autorizado que me obligue a celebrar la nueva misa”. A pesar de las largas investigaciones, el obispo no pudo proporcionarle ese texto, y el párroco celebró la misa tradicional durante muchos años, hasta que se jubiló. También podríamos añadir lo que Jean Madiran llamó “la prueba de Campos”: durante unos veinte años, toda una diócesis, la de Campos en Brasil, mantuvo la liturgia tradicional bajo la dirección de su obispo, Mons. de Castro Mayer, al tiempo que manifestaba abiertamente su oposición a la nueva misa. Sin embargo, ni este obispo ni sus sacerdotes fueron nunca condenados por tener opiniones contrarias a la fe, ni siquiera por desobedecer una ley que exigiera el uso del nuevo Ordo. El nuevo Ordo nunca fue impuesto legalmente. Tampoco las autoridades conciliares han impuesto nunca el reconocimiento de su ortodoxia. Ciertamente, para beneficiarse del indulto que se concedió en un momento, esta ortodoxia debía ser reconocida. Pero se trata de una declaración libre para beneficiarse de una ventaja, y no se impone con autoridad a todos los sacerdotes de la Iglesia como una marca necesaria de la verdadera fe.
A la cuestión de si pertenece a la infalibilidad de la Iglesia la promulgación, la respuesta es que no necesariamente. Se afirma a veces que la promulgación de un rito o la publicación de una ley universal (por ejemplo una ley litúrgica) compromete necesariamente la infalibilidad de la Iglesia, de manera que no se pudiera encontrar nada falso o nocivo para la Iglesia. Pero no es así. De la misma manera que todas las palabras del Papa no son infalibles, sino sólo en ciertas condiciones (que definió el Ier Concilio del Vaticano, Ses. IV, cap. 4), lo mismo las leyes litúrgicas no son, en sí mismas, infalibles. Lo son sólo si el Papa compromete su infalibilidad. De hecho, ya pasó en la Iglesia (excepcionalmente) que la Santa Sede publicara libros litúrgicos favoreciendo el error (Por ejemplo el Pontifical Romano indicó, durante mucho tiempo, que la porrección (presentación) del cáliz, en la ordenación sacerdotal, constituía la materia del sacramento. Pero Pío XII definió lo contrario (Sacramentum ordinis, 1947), a saber que la sola imposición de manos por el obispo constituye la materia del sacramento de orden. Otro ejemplo: El Pontifical Romano del siglo XIII afirmaba que la consagración del vino se podía realizar sin las palabras de la consagración, por el solo contacto del vino con una hostia consagrada. En estos casos es evidente que la ley litúrgica no constituía una afirmación dogmática, ni infalible).
Ahora bien, el mismo Pablo VI dijo que los ritos de la misa nueva pueden recibir distintas calificaciones teológicas (como acabamos de señalar): “El rito y su correspondiente rúbrica no constituyen, como tales, una definición dogmática y son susceptibles de una calificación teológica de valor diverso, según el contexto litúrgico al que se refieren. Los ritos son gestos y expresiones que dicen relación a una acción religiosa vivida y viviente de un misterio inefable de presencia divina, acción no siempre realizada de una manera unívoca, y que únicamente la crítica teológica puede analizar y expresar en fórmulas doctrinales lógicamente satisfactorias”.
Por esto mismo este comentario: “La Misa postconciliar del Novus Ordo (1970), promulgada por el Papa Pablo VI y recibida por todos los Obispos católicos, es verdadera, santa y santificante, «porque así lo enseña y lo manda la Santa Madre Iglesia»” es errado. Y la que sí es misa santa, canonizada y permitida para siempre es la misa según el rito codificado por San Pio V, rito perseguido a muerte por los propaladores del Novus Ordo (con mayor virulencia en el pontificado actual). El mismo Pablo VI expresó la razón de ser de la Reforma litúrgica el 24 de mayo de 1974: “La adopción del N.O.M no se deja para nada a la libre decisión de los sacerdotes o fieles (…) El N.O.M. ha sido promulgado para tomar el lugar del antiguo rito, después de una madura deliberación, para llevar a cabo las decisiones del Concilio”. Por lo tanto, el fin del nuevo rito era… ¡Hacer desaparecer el antiguo! Se comprende perfectamente a la luz de la tendencia dominante de toda esta reforma: el ecumenismo.
Restaría muchísimo para decir, por ej., del magisterio conciliar, a lo cual habría que remitirse a las obras que han estudiado el tema, v.gr.: “La lámpara bajo el celemín”, Padre Álvaro Calderón; “Prometeo. La Religión del hombre”, P. Álvaro Calderón; “L’autorité du concile”, en “Église et Contre-Église au concile Vatican II, Actes du IIe congrès théologique de Si Si No No”, enero 1996, P. Pierre-Marie O.P.; “La nouvelle messe et le magistère ordinaire universel”, en Le Sel de la terre n. 29, verano 1999; etc.
Cerramos acá de nuestra parte los comentarios, repitiendo lo que ya decimos arriba: este es un tema que excede el espacio que gentilmente se nos cede aquí, por parte de don Javier Navascués.
Personalmente recomiendo la película “La Pasión de Cristo” y el libro de Pablo Marini.
En Cristo Rey y Ntra. Sra. del Pilar.

29/12/24 4:51 PM
  
Audere est facere
De esto también advierte el apologeta de USA Dave Armstrong:


“Considero la influencia tradicionalista [lefebvrista] tan peligrosa como el modernismo (aunque obviamente no en número de adherentes), sino incluso más, porque muchos tradicionalistas [lefebvristas] están recubiertos de una apariencia de ortodoxia, y aparecen como devotos católicos
llenos de fe (sinceramente, lo concedo), y aún así sin embargo ellos esparcen el veneno de la desobediencia a la autoridad de la Iglesia, de la misma manera que Lutero y todos los cismáticos y herejes de la historia. El hecho de que estos tradicionalistas puedan aparecer como católicos
perfectamente ortodoxos, hace de ellos mucho más peligrosos, ya que todo error tiene un elemento de verdad en él con el propósito de engañar a los ingenuos y desinformados (hablo en sentido de la guerra
diabólica espiritual, no de los motivos personales de consciencia). Muchos católicos pueden fácilmente comprender la locura y la insipidez de tonterías modernistas pero no pueden tan rápidamente discernir los errores de los “tradicionalistas”, los cuales son mucho más sutiles, complejos y ambiguos.




Totalmente certero!
29/12/24 8:03 PM

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